El fragor
blanquecino de las olas y el silencio negro de la noche violado en cada esquina
a la luz de cien lámparas estruendosas. El calor sordo de la calina envuelto en
el papel de celofán, donde corean el reposo solar las chicharras estivales. Venus y Júpiter, tan cerca, y tan lejos, despidiéndose de un largo idilio y, además, en medio de todo esto, un libro terrible que me encontró hace unas
semanas y que me acompaña durante estos días -días decisivos- en el que aparecen desventrados, grises, sin
contornos, hombres explotados por hombres, hombres expulsados, desposeídos
de toda dignidad, desenraizados a causa de la miseria que fabrican quienes les acogen.
Lo leo en mi paz burguesa de un bar con vistas al
mar, en el que no se sienta nadie, porque su propietario desconoce el glamour
costero, o quizá, sencillamente, porque es sucio y anticuado. Pero yo me siento
siempre aquí porque me llega el azul marino enmarcado
entre las curvas abovedadas de una arcada enladrillada, por la que se
escurre la brisa fresca a través de su
arco mientras los bañistas transitan plácidamente su desnudez
estrepitosa, dejando a su paso el tufo
dulzón de sus cuerpos sin limpiar, rebozados en cremas que se diluirán
entre la arena y el agua de la
playa tumultuosa; la playa de rumores
ocres, verdes y ulcerados, donde las memorias
se disuelven y los planes de futuro se
encorchetan hasta más ver, si es que hay futuro, si es que hay algo que ver más
allá del horizonte callado, hacia el que nadie mira porque hay mucho culo
que juzgar, mucha teta codiciada y, sobre todo, porque hay que defender a
ultranza el centímetro cuadrado en la
orilla, la posesión roja, apasionada, visceral,
de su lugar en el mundo, como si de pioneros de las américas se tratase,
justo en esos instantes de descanso…
Y todo esto es lo
que pienso a causa de la lectura de un libro que quizá no debería leer, si lo
que ambiciono es un verano libre de sinestesias; un verano claro, concreto y
objetivo, que me ofrezca gambas a la plancha, vino frío, siestas antológicas y caricias al atardecer.
¿Qué hago leyéndolo, aquí, en este preciso lugar? ¿Por qué ahora, precisamente,
donde muchos ganan en tres meses lo suficiente para comer todo el año en su
lugar de origen ¿Por qué leerlo donde quien me sirve el café a duras penas
habla mi idioma porque dejó su país, su familia, y su presente? ¿Es un castigo?¿La
venganza programada de mi estirpe? ¿Quizá un aviso del destino? ¿Un recordatorio
que me aflige y recapitula mis orígenes?¿ O lo achaco solamente a la casualidad,
a lo inoportuno de la elección, a esa
impertinencia obstinada que late en algunos libros y que te interpela al acercarte a ellos? ¿O quizá se trata de una simple, llana y dolorosa sinestesia?
Dice John Berger
en “Un séptimo hombre”: “La ciudad, como el mar, todo lo cubre y a todos
encubre”. Y yo añado: si la mentira pudiese proyectar su sombra sobre las
paredes de la caverna, ésta tendría la
forma de la verdad. La verdad dura, profunda y sin contemplaciones nos golpea con este libro escrito en 1975, reeditado
por Capitán Swing Libros. El puñetazo de su vigencia solicita de nuestra atención, de nuestra valentía,
aunque para ello perdamos por el camino
la tranquilidad de los vencidos.
10 comentarios:
El tintineo del móvil me avisa que hay un nuevo mensaje en el correo: Sinestesia, de el pobrecito... Abandono el ereader y cambio de lectura.
Le belleza lingüística de tu lenguaje y la concreción de ideas sin caer en la pesadez hace que el retorno a mi anterior lectura me apesadumbre pero he de conyinuar.
Vuelvo con Llamazares...
Un beso, Ester
¡Vaya! Vas a hacer que me sonroje, Ester.
Creo sinceramente que si dejas de leer a Llamazares para leer mi entrada haces un mal negocio. Y más si es su último libro, hermoso y emotivo.
Muchas gracias de todos modos, Ester
Un abrazo
¿Quizás no deberías leer? Es precisamente eso lo que conviene hacer, sobre todo en verano, donde todo lo falso tiene su asiento.
Siempre hago lo mismo.
Es el que me has recomendado.
Ester
¡Vaya!
Apenas llegada a Asturias... recupero las impresiones de un reciente viaje a Moscú-San Petersburgo, del que ni he osado hablar a mis íntimos. En Barcelona, me equipé de los libros que me faltaban (de los libros de los escritores amados) y ahora estoy inmersa (y sacudida) con la lectura de una no-escritora: las memorias de Nadeshka Mandelstam...
Hablaré, quizás.
Besos!
Juan, me gusta esa frase sobre lo falso
Leer sí, siempre, pero hay libros que tienen su lugar y su momento para ser leídos. Cuando cae en tus manos un libro como el John Berger y su lectura coincide con tu tiempo de descanso, algo se agita dentro, porque mientras accedes a la explotación de los hombres a través de las palabras, tu estás tan ricamente al fresco de la brisa, tomando un café, sin más molestia que alguna motocicleta ruidosa o una mosca despistada. En fin... a esa sinestesia me refería.Un cruce de sensaciones irreconciliables que me inquieta.
¡Salud!
¡Habla, habla, Ana! Esos que llamas "no escritores" regalan a menudo lo mejorcito
... y habla también de tu viaje ;)
¡Salud!
Sí, a veces es inquietante cruzarse con lecturas que sabes que te impactan con más fuerza por el momento y el lugar en que lo hacen, y que probablemente si las hubieras leído hace años no hubieran significado lo mismo, ¿destino, azar? Por otra parte la sinestesia es un efecto secundario, en mi opinión, positivo.
Disfruta de las vacaciones.
Un abrazo, :)
Bueno, Babe, últimamente estoy obsesionado con el trasvase de sensaciones que constantemente se producen cada día en las vidas de cualquier persona, y también colectivamente. Hay otra dimensión, otros ángulos desde los que mirar la vida a partir de los cuales todo adquiere otra forma, desde los que se genera otro tipo de consecuencias distintas a las habituales, distintas al resultado esperado en cualquier proceso causa-efecto. Y eso se traduce en el sonido de los colores, en el color de los olores, en el olor de una voz...
Disfruta tu también de tu descanso, Babe
Gracias por seguir apareciendo por aquí
Salud
Every successful person must have a failure. Do not be afraid to fail because failure is a part of success.
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