Creo que nunca he
utilizado el verbo languidecer, y mira que me gusta. Es una palabra hermosa.
Hoy ha llegado el día: este blog languidece. Cada semana tiene menos lectores,
y menos que va a tener después de que lean esta entrada los pocos que quedan.
El tema me viene rondando desde hace tiempo, y ayer encontré el detonante. Según informa el diario “La Marea”, la Galicia de Feijóo -también
conocido como el amigo de los niños- se va a gastar este mismo año, del dinero
que los gallegos le confían, 640.000 euros en promocionar la natalidad. El
proyecto se acuna con la mano ingeniosa de quien ha ideado semejante título: “Campaña de sensibilización para la
dinamización geográfica”; epígrafe que se ha ganado toda mi admiración, al que nomino como candidato
de peso, muy a tener en cuenta, para hacerse con el premio nacional al eufemismo más descarado.
El objetivo de la campaña
publicitaria, que desahogará las deudas
de algún medio de comunicación afín, no
es otro que propiciar que las mujeres gallegas pasen de parir los 1,08 hijos actuales que conciben
actualmente cada útero gallego, a los 1,59
que conciben los úteros del resto de Europa. Imagino que, en coherencia ideológica, la campaña contemplará también la manera, el estilo y la postura de concebir esa diferencia decimal
según el patrón y la directriz dictada por Ana Mato: hembra, casada, que folla
sin condón con su marido, bajo la mirada atenta de un crucifijo, previa
confesión, no por vicio ni por fornicio, sino por traer un hijo a Su servicio.
Sea como fuere, la cosa
es que Feijóo se va a gastar 110 millones de las futuras pesetas (que diría el
Gran Wyoming) en provocar múltiples eyaculaciones productivas,
revolcones a feria, algún que otro orgasmo con grelos, y hasta pajillas inducidas con retrogusto albariñado, cuyas poluciones se custodiaran
convenientemente en viscosos bancos de semen do pobo galego. Todo sea por la dinamización
geográfica.
Esta nueva pachanga
patria, este nuevo sablazo al dinero de todos, a mí me
sirve de excusa para confesarme:
Hace ya unos cuantos
años, con las pocas luces que se me empezaban a encender, en ese periodo en el que uno empieza a saber lo que quiere, o desea, o espera, o sueña más o
menos de la vida, decidí solemnemente no tener descendencia. Y mira por donde tuve la suerte de dar con una mujer que
pensaba lo mismo que yo; una mujer que a ojos de muchos, por mantener su opción,
es incompleta, desnaturalizada, egoísta,
y fría, por no decir pecadora y
hasta criminal. Como lo fueron, por citar
algunas, Virgina Wolf, Marilyn Monroe, Frida Kahlo, Chavela Vargas , y el 90% de las monjas que en el mundo han sido y que predican y han predicado ¡el coño para la
reproducción!.
Uno de los inconvenientes
que sufrimos y padecemos en silencio los adultos en edad reproductiva que
decidimos no tener hijos es no poder participar de amenas tertulias en las que
se describen y debaten temas tan apasionantes como por ejemplo, el grado de apetencia de los vástagos; los ricos matices y el aroma de
sus excrementos; los pormenores de una
correcta dentición; la brillantez, la promesa futura de ingenio, la inteligencia precoz que se observa, por
ejemplo, en cómo babea, en como mira, en cómo agarra o rechaza el dedo; o el
sacrificio trágico que jamás será recompensado, ni mínimamente reconocido,
consistente en aprender a convivir con el insomnio en semana laboral, amenizado por suaves e inocentes berridos.
Estoy seguro de que a estas
alturas ya he perdido el 50% de los pocos lectores que siguen el blog. Diré en
mi descargo, por si algún desertor se lo piensa, que una vez que el bebé se convierte en
persona, crece, habla, y aprende a contar hasta diez , yo me invisto de plena autoridad y ascendente -ingenuo de mi- para intervenir en tertulias
relacionadas con la educación de un hijo. Éstas suelen ser apasionantes, porque en ellas se suceden una serie de fenómenos dignos de
reflexión y comentario. Uno puede observar, por
ejemplo, ante cualquiera tema susceptible
de opinión, cómo algunas personas, mientras fueron personas del pueblo llano, sin más atributo que su presencia y su
visión más o menos racional del mundo decían A. Y sin embargo, la misma persona, ungida
de la infalibilidad con que parece
dotarse la m/paternidad, conscientemente, o ante la suposición interiorizada muy
íntimamente de que por el hecho de ser m/padre ha ascendido en la jerarquía humana, dando a entender con la vehemencia y la seguridad de su afirmaciones categóricas que han promocionado en el escalafón
antropológico, que su parecer y su conocimiento del mundo, de la vida, y de todo que les rodea se encuentran muy por encima de la opinión de
la población estéril, esa misma
persona, padre y madre en la vida, ente el mismo tema, dirá B. Y si por casualidad, alguien procedente del
mundo estéril, (por voluntad propia, como yo mismo, o no), hallase argumentos
suficientemente pesados, convincentes, racionales, de puro sentido común, en relación a lo que una persona debe ser, a cómo se debe educar a un hijo, a cómo se debe relacionar un joven en la sociedad actual, a todo aquello que se
relaciona de una manera u otra en el desarrollo de un joven, entonces amigo,
date por jodido, cállate la boca, porque no tardarás en escuchar el consabido
salmo, en sus múltiples variantes de : “cuando
tengas un hijo sabrás de lo que te hablo”, “eso lo dices porque no tienes hijos”,
si tuvieses hijos pensarías como yo”; o el más radical y acérrimo: “¡que sabréis
de la vida los que no tenéis hijos!”.
El ejemplo de la opción
sexual es recurrente. ¡Quién no ha escuchado
de labios de antiguos defensores de gays y lesbianas que, tras ser padres, lo que ahora quieren para su hijo o para su hija es una relación heterosexual y que se llevarán un disgusto si no es así! ¡Y
quién no ha enarcado la ceja del pasmo
cuando, en la misma conversación, después de recordarle su pasado de
convicciones y principios, ha escuchado como único argumento: “cuando tengas un
hijo me lo cuentas”!
Y sin embargo, sigo teniendo opinión, y la expreso, y no me callo
-unas veces con razón otras sin ella,- porque no me da la gana. Todos los hombres y
mujeres que han respirado en la tierra son y han sido hijos. ¡Y qué más razón se
puede ofrecer que la razón de la experiencia! Por eso, aquí y ahora, dejo
escrito qué cosa es un hijo, y reto a cualquier
p/madre con carnet, de los que militan y enarbolan su condición como categoría de pensamiento, que añada algo, y que confiese públicamente o en la intimidad, si se ha hecho alguna vez esa misma
pregunta que yo respondo:
Futuro, muerte, dolor,
sacrificio, tiempo, más tiempo, incertidumbre, tiranía, amor, más amor, mucho
amor, beso, manos, piel, sueño, cuna, cama, comida, ternura, decepción, desengaño,
irresponsabilidad, traición, imaginación, alegría, entusiasmo, pasión, orgullo, obediencia, envidia, manipulación, celos,
música, cuento, voz, olor, renuncia,
peligro, cabello, urgencias, sensación, juego, labios,
pañal, dinero, rebeldía, risa, llanto, ropa, miedo, enfermedad, ojos, herida, termómetro,
silla, sillita, coche, cochecito, impotencia, éxito, mierda, fracaso, humildad, insomnio, vacuna, egoísmo, colonia,
generosidad, docilidad, fragilidad, normas, deporte, indiferencia,
misterio, secretos, mentira, educación, nostalgia, verdad, promesa, pies, medicina, colegio, amistad,
sexo, la vida, un hijo es la vida misma, que crece y se dirige hacia el tiempo,
irremisiblemente, mientras languidecen
los recuerdos y la memoria que evocan en las noches insomnio aquellos días felices en los que estábamos con nuestros padres, y surgen como fantasmas las culpas en la conciencia para cantar lo que no hicimos por
ellos.