Dos años antes de mi primera muerte nació en Verona Ezechia Marco Lombroso, más conocido como César Lombroso. A Lombroso se le considera uno de los padres del positivismo criminológico y ha pasado a la historia por haber escrito “El tratado antropológico experimental del hombre delincuente”, o también llamado “El hombre delincuente”. En él, despliega una tremebunda galería de frenotipos criminales, tantos como los que el autor pudo recopilar durante toda su vida. Según los expertos, para poder describir y clasificar a tanto delincuente, Lombroso se hace servir de una enfoque antropobiológico. Por ejemplo, al ver protuberancias en el cráneo de un conocido asaltador de caminos deduce que esas protuberancias son las causantes de la crueldad de su carácter o la causa directa de su instinto asesino. Lombroso afirma que los delincuentes con delitos graves tienen, todos, de una manera u otra, unas características físicas hereditarias comunes, como por ejemplo nacer con protuberancias en la frente, con los pómulos y el mentón salientes o con labios partidos y padecer microcefalia congénita.
Hay una organización global que ha cometido todo tipo de tropelías a lo largo de la historia. Desde poco antes del medievo hasta tiempos no tan lejanos utilizaron la tortura, el fuego, la guerra y el miedo como herramienta para expandirse, conservar sus privilegios e imponer su moral, su política, su modelo social, político y económico del mundo. Yo mismo he visto como los tipos asociados a esta organización quemaban mujeres vivas en la plaza Mayor de Madrid. José MªBlanco White, coetáneo mio que huyó a Inglaterra por salvar sus huesos, da cumplido testimonio en alguno de sus escritos sobre procesos sumarísimos públicos dictados por el tribunal de la Santa Inquisición. En España nos hemos estado matando desde que nos pusimos rectos por culpa de estos tipos.
Hace unos días el, hasta hace unos años, jefe de la Inquisición y actual Consejero Delegado de la Iglesia, Benedicto XVI (Ratzinger de apellido en los viejos archivos nazis), ha viajado a África y ha dicho, como quien dicta un bando, que el condón es pecado y no sirve contra el SIDA. Aquí, la delegación española de la Iglesia imparte la comunición a los responsables de centenares de miles de muertos en Irak mientras promueve, con el dinero de accionistas y no accionistas, una campaña a favor de la vida. Es un gran sarcasmo histórico, porque si de algo saben estos es de muerte; la han practicado siempre, son expertos. De hecho, da la sensación de que la lógica de sus actos a lo largo de los años responda a la más cruel, horrorosa e inimaginable de las metodologías planificadas: fomentar la vida para poder matar;criar vidas, como quien tiene un rancho, para poder acabar con ellas. Incluso, aplauden en comunidad dolorosas agonías y el advenimiento final de la muerte, como ocurrió con Camino, la niña en proceso de beatificación de la que se cuenta su historia en la tremenda y estupenda película titulada con su nombre.
César Lombroso, de quien no he podido averiguar confesión religiosa alguna, catalogaba en su libro a delincuentes epilépticos, habituales, locos, loco-morales, natos o atávicos, ocasionales, pseudocriminales, pasionales y profesionales. Las descripciones que ofece para cada uno son de lo más ilustrativas. Sin entrar en ellas , me atrevo a decir, desde mi púlpito laico, a salvo ya de hogueras, aunque todavía con miedo, que estos tipos de la Iglesia encajan perfectamente en cada una de las tipologías que Lombroso describió hace un siglo. Son el compendio del perfecto criminal, inteligente, eficaz, taimado, diligente, disciplinado, frío, calculador, apasionado, manipulador, poderoso y un tanto enfermizo que, además, ha tejido en su suprema inteligencia la más grande de las coartadas jamás hiladas, de tal manera que nuestro andar cotidiano es producto de sus normas. Viendo el aspecto del rostro del nuevo consejero delegado de la Iglesia, Lombroso no dudaría en abrir un nuevo frenotipo basado en sus rasgos tanto antropobiológicos como psicolológicos.
Todo esto lo dice un creyente dejado de la mano de dios
Vuelvo mañana