"Pobres las gentes que ven y no saben lo que ven" (Tratado Jaguigá 12. El Talmud )
El controvertido CIS de Tezanos (ya se hace obligatorio
nombrar a su director, como si fuese un apéndice congénito.
Cuando deje de serlo el CIS deberá cambiar sus siglas) ha publicado
los resultados de la tercera “Encuesta sobre relaciones sociales y afectivas
pospandemia” realizada sobre una muestra de 2600 personas entre 18 y 75 años o
más, de los que casi la mitad son hombres y algo más de la mitad mujeres.
A la pregunta ¿Podría decirme usted cuál es su orientación
sexual? casi el 91% de los encuestados responde que es heterosexual, sólo el
1,9% se declara homosexual y el 3,4% bisexual. Confiesan ser asexuales el 0,4%
y opta por otras orientaciones sexuales el 0,8%
A priori la sensación es que los resultados encajan con la realidad con la que
convivimos habitualmente, de manera que los porcentajes no deberían provocar
más reacción que la normal y lógica constatación. Sin embargo, al leer estas
cifras el primer impulso fue de sorpresa. ¡Caramba, pues sí que hay heterosexuales
en España! ¡Casi todo el mundo es heterosexual! ¡Qué grandísima sorpresa!
Ese asombro espontáneo e irracional es la consecuencia de
una construcción comunicativa cuyo fruto es la visualización de un holograma
social con visos de realidad que vemos gracias al riego constante al que
estamos expuestos de noticias, opiniones, declaraciones, debates, tweets,
videos, publicidad, discusiones políticas, etc…relacionados con la realidad de
los españoles y españolas homosexuales, o con los casos de violencia homófoba
que padecen algunos de esos ciudadanos que desean vivir libremente su
sexualidad. Y todo, a pesar de que España es uno de los países más avanzados en
cuanto a legislación relacionada con este asunto.
El fenómeno de fundamentación, levantamiento y techado de
una realidad falsa puede ser interesado y en ocasiones natural o espontáneo. En
este sentido, es bien sabido que en los países occidentales la comunidad gay ha
jugado muy bien sus cartas utilizando hábilmente todos los resortes de difusión
de su justa causa para influir positivamente en los gobiernos y en la opinión
pública en su conjunto.
Tanto es así que el móvil de su acción reivindicativa ha
dejado de pertenecerles y es ahora pasto de amarillismos, ecosistema que
habitan personajillos histriónicos, debates sugestionados o materia prima de
contenido que, lejos de aportar valor al empeño de conseguir una igualdad
plena, transforma esa demanda en puro espectáculo, en pienso mediático masivo.
En otro orden de cosas, aunque dentro del mismo campo
semántico, la Organización Mundial de la Salud estima que el 0,3% de la
población es transexual. Según este porcentaje, hasta hace diez años en España
vivían 10.000 personas transexuales. Tal y como publica “The Objective”, desde
el año 2017 hasta 2021 el número se ha disparado a 21.000. Es decir,
coincidiendo con el debate público televisado y difundido a todas horas por
tierra, mar y twitter, en Catalunya, por ejemplo, los ciudadanos transexuales
ha aumentado un 7000% , comunidad en la que la disforia de género declarada por
personas en centros de salud ha aumentado un 7.650%.
Ante este crecimiento espectacular, los partidarios de la
autodeterminación de género y autores o impulsores de la Ley Trans aducen que
gracias a que se ha abierto este debate, los ciudadanos que vivían en un cuerpo
equivocado y no podían solucionar su problema de identidad ahora han aflorado
libremente como realidad social porque disfrutan de una cobertura legal que antes
no tenían.
Sin embargo, a nadie se le escapan dos cuestiones: el
contagio social fruto de ese orvallo insistente y persistente con el que han
regado a la opinión pública y el porcentaje de personas trans que, a pesar del
aumento espectacular durante estos últimos cuatro años es insignificante, ha
dado fruto a una ley controvertida, generadora de polarización social, ha
infectado el debate político y ha dividido a la izquierda y al movimiento feminista. Hay que poner
de relevancia que en España, antes de iniciarse los debates sobre la ley Trans,
cualquier ciudadano o ciudadana española podía tratarse médicamente la disforia
de género y cambiar tanto su identidad legal como fisiológica.
De cualquier modo, la realidad incontrovertible, tozuda y
objetiva es que entre 40 millones de personas un 0,02% desea cambiar de género.
Sin embargo, a tenor de lo que visualizamos, oímos y leemos, la sensación es de
una perentoria y mayoritaria necesidad. Tanto es así que la nueva izquierda
inquisidora -impotente, indulgente e indolente contra el capitalismo- escudriña
espacios electorales predicando un nuevo
catecismo moral en el que incluso se incluye un cambio de las reglas del lenguaje
a golpe de disparate, superando en imaginación a los descacharrantes miembros del Frente Popular
de Judea de “La Vida de Brian”
Que nadie me malinterprete, porque en estos asuntos es
necesario solicitar perdón antes de pecar. No digo que no haya que atender y
defender las necesidades de las minorías, si son justas. Digo que a causa de la
exacerbación entusiasta con que se defienden determinadas causas y la polémica
que suscitan, se producen distorsiones de la realidad que provocan
malbaratamiento de energías y espejismos o ilusiones distorsionadoras,
susceptibles de transformarse en tomas de decisiones erróneas.
El negocio de la construcción de hologramas sociales es
diverso y variopinto. En los últimos años España ha padecido las consecuencias
de otra realidad inexistente que ha influido decisivamente en el devenir de
nuestra historia reciente y por tanto en la vida de los ciudadanos. Controlado
ya el incendio secesionista catalán, pocos se preguntan a qué fue debido esa
efervescencia social entusiasta, inflamada de ansias revolucionarias en la que
participaron activamente, de una u otra manera, más de dos millones de personas
durante al menos un lustro.
Pero todavía más importante. ¿Dónde está ahora esa
multitud?¿Es que los catalanes ya no son secesionistas? ¿Es que el secesionismo
fue una moda pasajera? ¿Quizás uno es secesionista un par de años y después ya
no? ¿No decían sus líderes que era un movimiento popular imparable, que iba de
abajo arriba? ¿Es que acaso no era todo el pueblo de Cataluña el que reclamaba
la emancipación de la esclavitud española? ¿No se trataba de un deseo vital,
irrenunciable? ¿Dónde queda el famoso y cacareado mandato del pueblo? ¿El
pueblo se cansa pronto? ¿O es que quizá no existió nunca un pueblo con tal
necesidad? ¿Eran patriotas catalanes a tiempo parcial?...
A la vista de la actualidad, aquellos días y poco a poco su
memoria se van disolviendo como lágrimas en la lluvia, como diría el viejo Roy
Batty. Ya no quedan más que rescoldos, frustración, decadencia y una
animadversión cainita entre los partidos políticos que proclamaron la república
más breve de la Historia, propiciaron la aplicación del artículo 155 de la
constitución y que competían en mostrarse a cuál más secesionista y
antiespañol.
Y es que, nuevamente, Construcciones y Hologramas S.A. se
empeñó en ofrecer, a un lado y al otro del Ebro, una imagen falsa de la
realidad, construida primorosamente por una operación de propaganda política nunca
vista desde los tiempos infaustos de Goebbles. Sin embargo, cualquier persona
algo interesada en arañar la superficie para conocer la realidad podría haber
reparado en que en las sucesivas elecciones autonómicas de aquella década
ominosa, el electorado secesionista no superó nunca la cifra del 30% del total
del censo electoral.
Es más, los diferentes partidos en los que se camufló el
motor político de la operación, a la sazón la corrupta Convergencia Democrática
de Catalunya, fueron perdiendo votos y escaños progresivamente. Sin embargo,
gracias a nuestro sistema electoral, la traducción en escaños de esos votos les
proporcionaba una mayoría parlamentaria que aumentaba el tamaño, el brillo y la
nitidez del holograma, ofreciendo una realidad social y política desfigurada, o
al menos, muy lejos de lo que realmente piensan y sienten la mayoría de los
catalanes.
Por otro lado -y por añadidura- al Oeste de Fraga el
movimiento secesionista fue un regalo para el Partido Popular. Con ETA extinta,
y las consecuencias judiciales de la actividad criminal del partido de Aznar y Rajoy
abriendo los informativos, los planes de Artur Mas y compañía eran agua de mayo
para mantener aglutinada a esa parroquia patriota de campanario que se cultiva con
la misma semilla en España y Cataluña. De manera que, lejos de actuar para solucionar
un problema que mes a mes crecía como un soufflé, M.Rajoy optó una doble estrategia, a saber, el
Dontancredismo y la piromanía.
Estos fueron los colores y las formas con los que unos y
otros consiguieron levantar en medio de una crisis económica durísima, con múltiples
recortes sociales y un tendencia a la supresión de derechos civiles, un gigantesco holograma
social que propició, por ejemplo, algo inédito en nuestra historia, sin más
precedente que algún partido de fútbol, como fue la decoración de los balcones
de todo el país, ora con la bandera española, ora con la estelada. Tal fue le
efectividad de la operación de Construcciones y Hologramas S.A. que dio a luz dos
nuevos partidos políticos, uno de extrema derecha, filofranquista, y otro neolerrouxista,
ambos nacidos gracias al encamamiendo del supuesto secesionista catalán con el
Partido Popular.
Si nos detenemos a pensar, podríamos hallar muchos más
ejemplos holográficos en el devenir de nuestra historia reciente, aunque el
asunto no es propio ni exclusivo de la contemporaneidad. Ocurre que hoy día la tecnología
juega a favor del manipulador y su efectividad multiplica por mil la sensación
de consistencia de la imagen que pretenden hacernos pasar por real, cuando ni
siquiera es una sombra en la caverna. Por si fuera poco, la Inteligencia
Artificial ha aterrizado, no ya como un cuento de ciencia ficción distópico,
sino como una herramienta eficiente y consolidada. Cualquier día nos desayunamos con Laura
Borrás y Alberto Núñez en la portada de La Razón comiéndose los morritos.
Dicho lo cual, y después de toda este atropellada diatriba,
a mí lo que de verdad me ha picado la curiosidad es un dato de la encuesta del
CISdeTezanos. ¿Cuáles serán esas otras orientaciones sexuales que practica el 0,8%
de los españoles? ¿Tendremos ley para ellos? ¿Y los asexuales? ¿Nadie les
ampara, pobres? Esperen y verán.