Del mismo modo que quien se ve obligado a introducir las manos en una fosa negra;
igual que quien no tiene más remedio que soportar la hediondez profunda que
producen los cuerpos de animales en
descomposición; de manera similar a
quien debe soportar el tacto y los miasmas que producen los estercoleros y los vertederos, así me siento yo al transcribir palabras consideradas hoy poco más o menos que obras
maestras de la poesía callejera, de la llamada cultura urbana, que han devenido
símbolo actual de la libertad de expresión y objeto de elocuentes y encendidas
defensas, desde los individuos más vulgares y zafios, pasando por representantes
políticos de las clases populares, hasta las mentes más preclaras de nuestra
cultura.
El artista represaliado, del que esta semana todo el mundo habla, responde al nombre de Pau Rivadulla Duró, nacido en Lérida hace 33 años en el seno
de una familia acomodada de la burguesía ilerdense. Poeta de estirpe lírica,
promesa de la renovación artística, autodefinido como comunista autodidacta,
lector impenitente de periódicos deportivos, sin más oficio ni beneficio que su
actual protagonismo mediático y judicial, el ínclito, más conocido como Pablo
Hasél, ha renovado la estructura del soneto, del verso alejandrino y del serventesio escribiendo
en estos términos. Su estilo original y la riqueza y complejidad de sus
imágenes le han convertido en una
referencia para los más jóvenes; un camino a seguir.
“¡Merece
que explote el coche de Patxi López!”.
“No me
da pena tu tiro en la nuca, pepero. Me da pena el que muere en una patera. No
me da pena tu tiro en la nuca, socialisto”
“Que
alguien clave un piolet en la cabeza de José Bono”.
“Merece también un navajazo en el abdomen y
colgarlo en una plaza”.
“Que
li fotin una bomba, que revienten sus sesos y que sus cenizas las pongan en la
puerta de la Paeria”.
“Pienso
en balas que nucas de jueces nazis alcancen”
“Quienes
manejan los hilos merecen mil kilos de amonal”
“Merece
también un navajazo en el abdomen y colgarlo en una plaza"
“Si por mí fuera, muerte sería tu sentencia, colgarlo de una
plaza quiero, que escondan una bomba mientras come un menú caro, que rompan sus
sexos de un disparo,me apetece ver arder su casa y que las paredes del chalet
parezcan Gaza”.
“Malnacido, te mereces un tiro, te
apuñalaré, me has arruinado, te arrancaré la piel a tiras.”
Según
afirman fuentes cercanas a la familia del poeta, tanto el padre como la madre se sienten muy orgullosos del talento de su
hijo, y al mismo tiempo dicen sufrir una profunda tristeza al ver que los
poderes del Estado pretenden silenciar de manera tan burda y cruel, tanto la
sensibilidad literaria de su Pau como los temas de los que se ocupa el grueso de
su obra. Y no es para menos.
De hecho, los rectores de las ocho universidades públicas catalanas -de las ocho- en las que no estudió Rivadulla, a través de la Associació Catalana d’Universitats Públiques (ACUP), difundieron un comunicado oficial el mismo día en que ingresó en prisión el prometedor rapsoda. El comunicado dice textualmente:
“La fortaleza de un estado democrático se mide por su capacidad para aceptar la crítica y la disidencia, incluso la más descarnada. La libertad de expresión es uno de los derechos fundamentales sin los cuales la democracia deja de serlo para convertirse en un sistema en el que nadie puede estar seguro de que no será perseguido por sus opiniones y creencias, sean políticas, religiosas o de cualquier otra naturaleza.
Desgraciadamente, la libertad de expresión se está viendo seriamente amenazada y no son pocos los casos de personas que han sido perseguidas judicialmente, y en ocasiones condenadas, por sus ideas expresadas a través de la creación artística, la literatura o la música.
Las universidades públicas catalanas reiteramos, como hemos hecho siempre, el uso del diálogo como única vía para canalizar cualquier reivindicación, rechazamos todo tipo de violencia y manifestamos nuestro más firme compromiso con la defensa de los derechos fundamentales y, en estos momentos, especialmente con la libertad de expresión, y nos unimos a las voces que reclaman que se impulsen con urgencia las reformas legales necesarias para garantizar el ejercicio de éste y del resto de los derechos fundamentales en su máxima amplitud.”
Nací en Cataluña hace 56 años. Viví, cuando apenas era un adolescente imberbe, los años de la lucha por la libertad de expresión, aquel tiempo de la censura a “Els Joglars” y el encarcelamiento de Albert Boadella. He estudiado en la universidad y hace treinta años que trabajo en una de esas universidades públicas catalanas que han subscrito el manifiesto que acabo de citar y, nunca, sobre el asunto de la libertad de expresión, nunca una universidad se había expresado en los términos en los que lo ha hecho el pasado 17 de febrero del año 2021, aunque, doy fe, motivos no han faltado.
Ningún rector
dijo nada cuando el periodista Xavier Vinader salió del país para escapar
de la justicia por una serie de artículos publicados en la revista Interviu. Ningún
rector dijo nada cuando Joan Manel Serrat era agredido verbalmente, día tras
día, con saña, hace pocos años y vetado por la turba independentista. Ninguna
universidad alza la voz cuando los
escritores catalanes que escriben en español son discriminados y considerados
en la propia tierra donde nacieron como colonos y ñordos. No se conoce
manifiesto ni declaración alguna de ninguna universidad cuando Joan Margarit
recibió de manos del rey Felipe VI el premio Cervantes y fue víctima de ataques
verbales bochornosos, a pesar de que el recientemente fallecido poeta fuese
catedrático de una de esas universidades que ahora, de modo vergonzante, turbador
y hasta inquietante, da la cara por un tipo cuyo principal mérito consiste en
no tener mérito alguno; cuya principal actividad consiste en el odio visceral, el
enaltecimiento de la tiranía y el terrorismo, la defensa vulgar, zafia y grosera de su propia,
exclusiva y sectaria libertad de expresión.
¿Son conscientes los rectores de que la defensa institucional de Pablo Hasél por parte del sistema universitario catalán supone un serio agravio comparativo al esfuerzo intelectual que realizan a diario profesores, profesoras y sus estudiantes y , sobre todo, hacia tantísimos intelectuales y artistas que tuvieron que exiliarse o que sufrieron cárcel y muerte por expresarse libremente?
¿No han pensado en el agravio que supone su posicionamiento hacia los escritores, pensadores, científicos de otros lugares del mundo que están sufriendo represión y que se juegan la vida por expresarse sin censura?
Y sobre todo, ¿A qué misteriosas e inconfesables presiones han tenido que plegarse los rectores y rectoras de la Universitat de Barcelona, de la Univeritat Autónoma de Barcelona, de la Universitat Pompeu Fabra, de la Universitat Politècnica de Catalunya, de la Universitat de Girona, de la Universitat Rovira i Virgili , de la Universitat de Lleida i de la Universitat Oberta de Catalunya para elaborar y difundir el comunicado más extraño, extemporáneo, humillante y humillado de la historia reciente de la universidad catalana?
No doy crédito, de verdad. Me siento triste y desanimado, profundamente desazonado. Probablemente estemos ya a medio camino de una pendiente que nos conduce vertiginosamente hacia una decadencia de consecuencias irreversibles.
Sí, así es, la universidad pública con Pablo Hasél.