Ese par de dos, al
ver que se les ponen las cosas magras en el trabajo, deciden organizarse en
partido político y presentar su candidatura a las elecciones generales. La
decisión la toman después de saber que una de sus compañeras, ante la
incertidumbre de su futuro laboral, ha
creado un partido de la nada gracias al cual, ella misma y sus camaradas, intentarán
ganarse la confianza de parte del electorado para poder defender así sus
intereses en el parlamento de la nación.
Poco después de
tomar la decisión la pareja asiste asombrada al hecho de que cientos de ciudadanos y ciudadanas,
pertenecientes a diferentes colectivos sociales y profesionales han pensado en
hacer lo mismo para defender lo suyo. Media España parece convencida de que la
mejor manera de solucionar sus problemas y defender sus intereses corporativos
y personales es optar a un escaño en el parlamento español, de manera que
tendrán que competir por su espacio y por sus escaños casi con tantos partidos como personas hay, cada
cual con su programa y con sus objetivos.
Así es que, a
pesar de la proliferación de candidatos, o precisamente a causa de ella, el
tándem se dispone a diseñar y a ejecutar su particular campaña electoral; una
campaña electoral de manual. Lo primero de todo es identificar al rival más directo. Después desprestigiarle. A continuación difundir el mensaje propio por
tierra, mar y aire, utilizando todos los medios al alcance, pero sobre todo los
medios de comunicación. Es imprescindible participar en debates televisados, convocar ruedas de
prensa, acudir a entrevistas y organizar mítines masivos. Es necesaria también
la contratación de un spin doctor, para hundir en la basura al
contrario, y sobre todo, mucha mala leche, mucha mala baba, la disposición
clara y categórica al enfrentamiento más
enconado…
Dado que todos
los partidos y todos los candidatos utilizan las mismas armas y la misma
estrategia, el resultado es una batalla campal donde no se entiende nada y
donde es imposible distinguir mensaje alguno, porque el sonido de las palabras se ahoga en el
fragor desgañitado de los candidatos, empeñados en lanzarse toda clase de improperios y reproches en
forma de sapos y culebras, más algún que
otro ideograma oriental personificado.
En un momento de
la historia el par de ellos se detiene a observar dos carteles electorales
pegados sobre una pared, cuyas efigies son, en los dos casos, sendos zurullos.
Uno es imberbe y grita el lema “Vota
PSOE, por un país mejor”. El otro
zurullo luce barba y gafas, y dice “Vota PP, por un mejor país”. Entonces,
pensativo y con gesto de preocupación ante la visión de los dos carteles, el subalterno del dúo le dice al superior “No
sé jefe, algo me dice que la democracia de este país no es muy de fiar”.
Esto que he
descrito podría parecer real, pero no lo es. Es la descripción más o menos
detallada de un libro que acabo de leer. Se lee en menos de una sentada, y se
disfruta más si durante la lectura nos acompañamos de esa
música mágica que sonaba en las películas locas de cine mudo que la exclusiva TVE titulaba como “cine cómico”, con las que se hicieron
célebres Charles Chaplin, Harold Lloyd, Buster Keaton, Stan Laurel y Oliver Hardy; una banda sonora
que conduce el ritmo de todo tipo de
trompazos, golpes, batacazos , bofetadas, caídas y resbalones de las que los protagonistas
salen siempre indemnes, dispuestos a sufrir la próxima trompada.
De algún modo, la
lectura del libro me ha trasladado al pasado y me ha producido cierta nostalgia
de mi infancia; pero sobre todo me ha hablado del presente y del futuro
inminente, en concreto del próximo día 20 de diciembre. En este sentido me ha sorprendido
comprobar cómo la historia más extravagante, ridícula y rocambolesca que se
pueda pergeñar en base a todo proceso electoral se queda corta si la
comparamos con la realidad.
Resulta curioso descubrir cómo la celebérrima pareja chiflada que
protagoniza la acción, y también los personajes con los que se relacionan,
utilizan una tras otra todas las herramientas de que hoy día disponen los
gabinetes de comunicación políticos. No sé si el autor habrá leído
“Comunicación y poder” de Manuel Castells porque, al leer las vicisitudes
del popular dúo, uno accede al compendio caricaturizado de todas y cada una de
las estratagemas que los políticos y el poder que los sustenta utilizan para
incidir en nuestras mentes y lograr así nuestro entusiasmo o nuestro miedo;
nuestra confianza o nuestro rechazo, tal y como explica Castells en su obra.
Mientras
disfrutaba de las locuras de estos personajes ya eternos me he acordado también
de “El breve reinado de Pipino IV”, una novela gamberra y a ratos esperpéntica,
obra de John Steinbeck, en la que el Nobel americano satiriza sin
contemplaciones las democracias occidentales planteando una suerte de
situaciones cómicas y absurdas que, precisamente por ser descabelladas, podrían perfectamente darse en
la realidad. Todo se desata en esta novela cuando los partidos políticos de la Asamblea
Nacional francesa no llegan a un acuerdo para formar un gobierno estable, de
manera que nos les queda más remedio que restaurar la monarquía en la figura
del último descendiente de Carlo Magno,
que no es otro que Pipino Arnulfo Héristal, un burgués tímido, discreto,
que no necessita trabajar para vivir cómodamente, cuya única afición es la
astronomia. Pipino se niega a ser coronado, pero no le queda más remedio que aceptar
el cargo, así es que se las tiene que
ver con una galeria de sujetos, a cual más estrafalario, que pueblan un
paisaje político corrupto, cercano y familiar.
Pero el libro que acabo de leer no solamente me recuerda a
otros libros. También a una sèrie de televisión norteamericana. Se trata de
House of Cards, protagonitzada por Kavin Spacey y Robin Wright, quienes interpretan
un inquietante matrimonio cuya ambición para lograr el poder es equivalente a
su amoralidad y falta de escrúpulos con los que tejen sus conspiraciones para
hacerse con el ansiado sillón del despacho oval.
Esta serie ofrece el punto de
vista más duro sobre la política y sus efectos que yo haya podido ver o leer
nunca. Es, quizás, la ficción que mejor ejemplifica alguno de los temas que
Manuel Castells desarrolla en “Comunicación y poder” , y es también otra manera
de explicar lo mismo que nos cuenta el entrañable Ibáñez en las “Elecciones” a
las que presentan candidatura Mortadelo
y Filemón con su Partido Mortadelista Filemonero Español (PMFE). Visto lo
visto, me gustaría poder votarles. Al menos saldríamos airosos de otro
batacazo, de otra decepción, sin un solo arañazo y dispuestos a nuevas aventuras.