martes, 29 de mayo de 2007

Dr.Stockman

Finalmente deberé creer a Auster y a Vila-Matas: el azar lo gobierna todo. Hasta hoy, sencillamente observaba divertido y asombrado como otros viven y trabajan con esta creencia (por ejemplo los mismos Auster i Vila-Matas), sobre todo porque me hacen pasar ratos inolvidables leyendo sus historias, fruto, según ellos, del mismo azar. La verdad es que una vez que cierro el libro y me convierto de nuevo en civil siempre pienso que se trata de un recurso literario más, utilizado con gran maestría, que permite a los autores que lo usan rastrear innumerables caminos y hacer de la narración una goma que se alarga y se encoge a voluntad.

Y resulta que hoy mismo, sin ir más lejos, día después de las elecciones municipales y autonómicas, yo he sido víctima, objeto, protagonista o parte de un suceso azaroso. Y, lo juro, esto que voy a contar con mayor o menor fortuna, me ha ocurrido a mi.

Hace días que terminé la lectura de la fantástica biografía de Jorge Luis Borges escrita por Edwin Williamson. De ahí mis intentos por explicar qué es lo que en realidad ocurrió en la Calle Maipú 994 de Buenos Aires y que a Williamson se le pasó por alto (no hoy nada como ser eterno y tener el don de la ubicuidad).

La cuestión es que el libro lo adquirí una semana antes en una librería que me coge a medio camino entre el lugar en donde me retiro a ejercer de romántico, y mi casa . Como todavía no había finalizado la lectura de otro libro que tenía entre manos, (“Hoy, Júpiter” de Luis Landero, estupenda novela) dejé medio abandonado el volumen de Williamson encima de la mesa del comedor, justo al lado de donde se quedan amontonados los periódicos atrasados y los papeluchos de correo comercial.

Sobre la pila de papeles, en primer término, vi un programa de mano de la representación teatral a la que asistí hace algunas semanas. Como necesitaba un marcador de páginas fui práctico y, sin darle mayor importancia, lo cogí para el cometido de marcar la vida de Borges. Si he de ser sincero, utilicé el programa porque me atrajo la fotografía del programa en la que el gran actor Francesc Orella señala con gesto de rabia insuperable al mundo entero, como gritando una injusticia terrible, implorando lucidez, exigiendo razón a sabiendas de que todo está perdido y de que no hay nada que hacer. Pensé que guardar el recuerdo de esa interpretación dentro de la vida de Borges tenía su gracia.

Pocos días después llego a la muerte del maestro, su segunda muerte, la que es responsabilidad del biógrafo. Y hoy, con el cadáver todavía caliente, con el libro todavía sin colocar en la estantería, me dispongo a limpiar de polvo mi casa y, en un descuido, cae la biografía al suelo y se desprende de sus hojas el programa de mano. Lo recojo para introducirlo de nuevo en el libro y, sin motivo alguno, por mera curiosidad sin sentido, leo de nuevo el programa.

No quiero exagerar, pero la impresión no la voy a olvidar nunca. El programa de mano correspondía ni más menos que a la obra “Un enemigo del pueblo” del genial Ibsen. Hoy, precisamente hoy, día 28 de mayo de 2007, el día después en que la democracia (¿el pueblo?) ha dado de nuevo el poder a un sinfín de vanidosos maleantes, delincuentes, chorizos, oportunistas, estafadores, mangantes, corruptos gracias, en muchos casos, a la ayuda de los medios de comunicación, a mi me cae en las manos el rostro rasgado, roto, infartado e implorante del pobre y honrado Doctor Stockman señalando a todo un pueblo y a quienes le manipulan, luchando hasta la ruina por la razón, por la verdad, por sus principios, a cuenta de ser vilipendiado y calumniando.

El azar. La vida.

Vuelvo mañana

viernes, 25 de mayo de 2007

Segundo intento para explicar qué pasó en Maipú 994. Allegro ma non Troppo.



L
a cuestión era que escuchando a Brahms recordé Maipú 994. O quizá fue al revés, que chafardeando entre las habitaciones cerradas y oscuras del pequeño apartamento de la calle Maipú 994, allá en la cercana Buenos Aires, me pareció que escuchaba los primeros acordes de la Segunda Sinfonía.

“Allegro ma non troppo”, escribió el compositor en el primer movimiento.

Todo empieza suave, lento, como una caricia, como la vuelta de costado de un bebé que se mueve en la cuna creyendo que sueña todavía dentro de la placenta materna. Al poco, el volumen aumenta, se suman más instrumentos a la armonía, la orquesta entera suena triunfal, potente, descarada, como si la sinfonía fuese la voz impertinente y atrevida del adolescente que tiene ante si el mundo. Sin embargo, algo suena a amenaza. Hay momentos en que la alegría se torna en estruendo de monstruo, en mueca de Munch, en auxilio desesperado, un grito de ahogo que emerge directamente del infierno dantesco. Y después, casi el silencio. Y otra vez la caricia uterina iniciando de nuevo el compás de la vida, “Allegro ma non troppo”, el infierno, Beatriz, así hasta que se adivinan en unas últimas notas el triunfo sereno y un adios discreto, sencillo, casi feliz.

Puedo verle, al pobre Jorge Luis, al genio, sentado en ese sillón oscuro, cubiertas las piernas por una manta de franela a cuadros, en el rincón, bajo la luz de la lámpara verde leyendo poesía anglosajona con la cabeza inclinada ligeramente hacia abajo y hacia el lado de su ojo derecho, con el que todavía podía ver un poco. Frente a él Doña Leonor Acevedo, la guardiana de la torre de marfil, vieja, impecablemente vestida de negro. Un moño recoge su cabello blanco. Ella también lee y, de vez en cuando, levanta la vista por encima de las lentes y certifica que Georgie sigue ahí, encandilado con las sagas normandas, sentado sobre el sillón oscuro, iluminado por la luz de la lámpara verde y escoltado, y quien sabe si también vigilado, por los retratos omnipresentes de los héroes de la independencia Argentina, el linaje de Doña Leonor. Fanny, la asistenta, les espía tras la puerta entrecerrada. Todo es vigilia en Maipú 994.

Puedo verle. Sumergido en letras escritas con una grafía que no es la nuestra y escuchando al mismo tiempo el primer movimiento de la segunda sinfonía de Johannes Brahms “Allegro ma non troppo” . Georgi no levanta la cabeza. Georgi, el escritor matemático, metafísico, logarítmico por antonomasia, lee poesía normanda y escucha música romántica. Parece feliz en el pequeño apartamento bonaerense de la calle Maipú número 994.

Me siento en su sillón, me dejo llevar por el último acorde de la música y me permito el escándalo de ponerle letra a una sinfonía de Brahms: “Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur y que su patria era una de las infinitas aldeas que están aguas arriba, en el flanco violento de la montaña” .

Vuelvo mañana

miércoles, 23 de mayo de 2007

Primer intento para explicar qué pasó en Maipú 994


Me asombra la facilidad con la que la casualidad une espacios de tiempo demasiado largos como para que dos hombres de una misma época se crucen por la calle. Yo juego con ventaja, yo tengo otra vida, y en esta en la que ahora existo es Johannes Brahms, un contemporáneo mío, quien me introduce en Maipú 994. Porque, estoy seguro, Brahms sonaba en Maipú 994.

No conocí a Brahms y es ahora cuando he podido escuchar parte de su obra.
Claro: Brahms es el Norte y España es España ("¡¡La luz viene del Norte!!", decían los modernistas catalanes, que al fin y al cabo eran románticos de nuevo cuño).

Aquí, si hubo algún romántico, se quitó pronto la vida a las primeras de cambio, a tiro de pistola, por un miserable ataque de cuernos. En el Norte eran más sofisticados, eran románticos de verdad, de manual: el divorcio con Dios y con la naturalaza, las ansias de libertad, el amor imposible, la perdición y condena del alma propia, la defensa de la identidad nacional...La música de Brahms suena a todo eso, pero nuestro romanticismo ha olido siempre a puchero, que es a lo que olían las calles de Madrid hace más de dos siglos.

¡¡Pobres románticos nuestros!!, ¡¡Pobre de mi!!: bastante teníamos con escondernos de la santa inquisición, del marido de nuestra amante, de los chulapos, de la censura, de la patrona de la pensión o del espejo. Yo soy una víctima del espejo y de la ausencia en Madrid de un acantilado marítimo que llevarme a mi melena. Y tanto hablar de mi, se me ha ido el santo al cielo, porque de lo que yo quería hablar es de lo que pasó en Maipú 994.

Y es que ser romántico es lo que tiene, que uno no puede desprenderse de su yo, así por las buenas. Ser romántico, hoy en día, tiene sus ventajas, porque disponemos de un nuevo género, el blog, que nos permite hablar de nosotros mismos sin parar y sin necesidad de un editor que te marque fechas. El blog nos permite protestar por todo aunque no te oiga nadie; gritar causas perdidas sabiendo que hace días que están ganadas (porque nunca se lucharon); sentir la vana ilusión de que alguien nos lee, y nos entiende. En realidad el blog es un invento más que nos hace sentir importantes. Por eso nos gusta tanto a los románticos. Y por eso, como entonces, acabaremos mal otra vez, por mentirnos a nosotros mismos.

Cuando nos demos cuenta nos encontraremos en mitad del desierto, solos, con nuestras palabras como única compañía, alimentándonos de nuestra vanidad el tiempo justo hasta que perdamos el conocimiento y muramos de nuevo, esta vez de muerte virtual: Algo hemos ganado.

Vuelvo mañana.

miércoles, 16 de mayo de 2007

La papelera

Hay días en los que parece que la cuerda se acaba. Ya no más, finito, kaput. Ni una linea.

Es esta maldita pantalla la que me roba el aliento, como los gatos cuando duermen a nuestro lado. Es este espacio hechizado que me obliga a escribir una letra tras otra en cuanto se abre, en cuanto me huele.

Si fuese papel, ahora mismo no estaría escribiendo esto. Habría estrujado la hoja hasta convertirla en una bola arrugada y me habría puesto a leer. Estaría mirándome en el espejo, buscando a Emma Zunz. Después, rastrearía en la papelera, como un loco obsesivo, y guardaría la bola en el armario de las ideas perdidas, junto a otras bolas arrugadas de diferentes colores que forman mi colección de fracasos.

¿Qué pasó en Maipú 994...?
Creo me voy a La Argentina. Ya os contaré.

Vuelvo mañana

martes, 15 de mayo de 2007

Muerte de gato


"Un gato muerto al borde de la carretera, de color blanco y negro, con el vientre hinchado y el cuello descoyuntado. La cabeza del animal aplastada, golpeada por el spoitler fluorescente del coche trucado que se acercó demasiado a la cuneta. Qué bonito coche, azules eléctricos sobre amarillo sol, ahora con una mancha de sangre salpicando los bajos."

El Piri podría pensar así mientras camina sólo por la carretera comarcal en la noche de la víspera del primero de Mayo.


"Pobre gato. El alma de un gato atropellado en la carretera no va a ningún sitio. Pobre gato bajo las estrellas de una noche de fiesta, preludio de la resaca que me golpeará la cabeza y me va a dejar en la cama hasta después de comer. Pobre gato salvaje. Este gato pinto, que está a punto de reventar por dentro, ha nacido junto a la carretera que lleva a las fábricas y a la fiesta. Este gato muerto de una sola vida se alimentó de alimañas de polígono industrial y casi no probó la leche con la que su madre muerta le pudo alimentar."


"Ya sólo se mueven levemente sus bigotitos gracias al rebufo que dejan tras de si los coches al pasar. Son bonitas las luces, el rastro lumuniso de los fluorescentes morados. Si no brillasen las estrellas, si cayese una tormenta, si rompiese a llover el agua arrastraría por la cuneta el cuerpo de este gato blanco y negro hasta la boca del sumidero y allí la ley se invertiría porque media docena de ratas rompería su tripa abultada y en menos de lo que amanece de nuevo ya ni gato, ni piel, ni recuerdo de su cadácver recostado al borde de la carretera."

" Ahora la luna luce orgullosa y me contempla y proyecta mi sobra sobre el pobre gato como una fría manta, como la forma del último y único velatorio en los últimos instantes antes de que otro bonito coche se arrime demasiado a la cuneta y con sus ruedas de perfil bajo consiga eliminar el mínimo recuerdo y convierta al gato de finos bigotes en una amasijo de piel, huesecillos y vísceras durante sólo un día, a lo sumo dos, proque para entonces no se distinguirá ni la mancha de la prueba de que justo aquí, a 10 minutos de mi casa, hubo vida, y después materia orgánica, la representación de la muerte salvaje, una alegoría, el sacrificio necesario en honor a ningún dios."


" Y no puedo hacer nada para que nada de lo que ahora imagino deje de ocurrir. Así es la vida de gato, la muerte de gato. Maullar el instinto, alimentar el hambre, ajenos a la vida que cada día se les presenta delante de sus narices".


El Piri podría pensar así, en la madrugada de la víspera del primero de Mayo. El Piri, al pasar junto al cadáver hinchado de un gato pinto, escupe, y sigue caminando hacia casa bajo las estrellas.
Un coche pasa veloz y, al rebufo, el flequillo del Piri se mueve levemente.

Vuelvo mañana

lunes, 14 de mayo de 2007

Bluetooth


Una mujer rubia, de ojos azules, caminaba abrazada a su hijo rubio, de ojos azules, de unos 12 años de edad, y ambos conversaban afablemente, y sonrientes, al atardecer de un día cualquiera en una ciudad del extrarradio barcelonés. Creo que eran originarios de algún pais del este, pero podrían ser pefectamente ecuatorianos, senegaleses, chinos o marroquíes.. todos rubios y de ojos azules, como somos todos nosotros, los mediterráneos.

Me llamaron la etención porque hacía mucho tiempo que no veía a una madre y a su hijo preadolescente unidos tan estrechamente, en una calle cualquiera, caminando tranquilamente mostrando en sus gestos, sus miradas, sus afectos, sin pudor, espontáneamente, como si el mundo no existiese a su alrededor. Me fijé bien (hasta que ya me pareció descarado mi exceso de atención) y entendí lo que en realidad transmitía la madre con su mirada a los ojos confiados del hijo: el sueño de una vida mejor.

Esos sueños se están haciendo realidad gracias al esfuerzo diario, al sacrificio del trabajo, a la transmisión del valor del respeto hacia quien enseña, a la humildad, a la conciencia del deber, a la disciplina necesaria para poder aprender y, sobre todo, al convencimiento de tener delante una oportunidad que hay que aprovechar.


Llegará un día en que este país será suyo (ya lo es) por méritos propios.

Vuelvo mañana

viernes, 11 de mayo de 2007

La brújula II

¿Dónde estás? Ante mi el mar esculpe, paciente, la piedra verde y vieja. A mi izquierda monta guardia el faro, castigado a perpetuidad por dar la luz a los hombres de la mar. Está situado al vértice de un pequeño cabo que sobresale del acantilado. Para llegar hasta allí tengo que caminar entre una estrecha vereda que bordea las rocas justo en el límite entre la tierra y el vacío.

Genista amarilla, púrpuras, coronas de la pasión, pitas, cactus, dedos del diablo y chumberas forman una bandera huérfana de nación y de pueblo que le cante un himno.

La senda finaliza al pie de una cala en la que reinan unos arbustos que no son este mundo, que desplegan sus tentáculos, ofreciendo al cielo, a otros seres, sus esporas.


Subo hacia el faro, caminando sobre rocas de sal y de tierra, y allí estabas, sentada al pie del faro, contemplando el océano eterno, como si intentases capturar los años y los siglos que se mecen ahora en la calma de la brisa, fluyendo entre las olas tímidas que apenas peinan la orilla.
Me pareció que me mirabas y corrí a buscarte.

Pero allí ya no había nadie. Sólo, en pie, el faro y yo, y la luz del día, y de repente la galerna en este eterno lugar de castigo.


Vuelvo mañana

miércoles, 9 de mayo de 2007

Para Andrés


Hoy hablaba con un amigo de Valencia sobre el tema de la incomunicación dentro de la novela "Verdes Valles, Colinas Rojas", la catedral literaria contemporánea construida por Ramiro Pinilla. En ella, es verdad, la serie de personajes que viven en sus páginas, se relacionan entre si, como en la vida, con mejor o peor fortuna dentro de un microcosmos que bien podría ser el universo entero. Ese microscosmos es el Pais Vasco, planteado por Pinilla como tal, como un mundo con sus soles, sus lunas, sus mares y su peculiar génesis. Y tambén con la explosión de un meteoro, la lucha obrera, que para unos significó un cambio hacia la oportunidad, hacia la igualdad, y para otros la pérdida de unos privilegios que todavía hoy, miles de personas, reclaman guiadas por meras leyendas que han amagado siempre la realidad de las relaciones de vasallaje.

(Ella y la familia Baskardo todavía hoy siguen riendo)


De modo que lo que choca en realidad son dos mundos, dos modos de vida y dos clases sociales en las que (y en los que) los códigos son absolutamente diferentes. Así es que, claro, la comunicación no existe. A no ser que el amor, la muerte, la necesidad o la ambición aparezcan de por medio. Eso es lo que nos empuja a entendernos, o a enfrentarnos, porque finalmente una guerra, familiar o militar, no es más que la utilización de otro lenguaje, el de la fuerza, para comunicar que uno es más fuerte y que ganará la Historia.


La cosa se hace literatura, es decir, realidad, a partir del momento en que los hombres y las mujeres utilizan ambos códigos para poder vivir. Tan solo los Baskardo de Sugarkea, fieles a la genética de la libertad, se mantienen al margen como un canto al indivíduio desnudo de toda intoxicación. Su código es distinto a los otros dos y por eso son incomprendidos por todos. La comuna viene a ser una mera imitación de ese anarquismo natural en el que, creo, milita el autor. De ahí que los pesonajes más positivos de la novela son aquellos que no muestran una clara adscripción política, sino que defienden la libertad del indivíduo por encima de cualquier condicionante, o sencillamente viven libres según unas normas morales sencillas y primitivas de respeto a uno mismo y a los demás.


Vuelvo mañana, querido amigo

lunes, 7 de mayo de 2007

La brújula


Sigo sin saber donde estás. Saliste descalza y seguí tus huellas, pero se perdían al llegar a las rocas. Allí me paré y miré el mar desde el horizonte hasta seguir la última ola que mojó mis pies desnudos, como si tú pudieras caminar sobre el agua y hubieses dejado la estela en el camino.

Vi un velero anclado cerca de la playa y de pronto imaginé, no sé por qué, que tomabas el sol sobre cubierta, desnuda, iluminada por el cielo claro, abandonada en brazos del calor. Algunas gotas privilegiadas de sudor resbalaban por tu cuello y se posabn sobre tus pezones rosados. Enjuagabas el calor con las manos perezosas y en un movimiento apenas imperceptible te volvías de costado y suspirabas levemente.

Entonces, un soplo de brisa agitó los cabos y, a la señal del ruido metálico que se produjo en el choque con el mastil, se te erizó ligeramente la piel.
Me vi navegando allí, en la coordenada perdida de tu sexo, sin apenas viento, en la mejor de las travesías.

Una pareja de pescadores aficionados enfila hacia lo alto del pequeño acantilado.

Después de siglos, sigo sin saber donde estás.

Vuelvo mañana

viernes, 4 de mayo de 2007

Tu sombrero II


Queda el negativo, lo que hay detrás de lo que vemos, lo que se esconde, lo que nos birla la realidad y la apariencia. Ese negativo es una sutil paradoja, porque el cliché es lo que finalmente vemos y las sombras en blanco y negro, traspuestas e invertidas, las perdemos para siempre.

Como ocurre con las sombras chinescas, que nos muestran la silueta de algo que nosotros pintamos, vestimos e imaginamos. Son madera cortada tras la sábana blanca; la luz embustera las convierte en drama, comedia, tragedia, llanto, amor, dolor o risa.

Alguien mueve los vectores de alambre y tu y yo recreamos la historia que nos ofrece la sombra de la verdad. Pero, finalmente, ¿qué es la verdad?, ¿el perfil serrado con maestría, o el recorrido de la línea que contiene a la sombra?.


Así te escondes, así nos muestras cómo somos, cómo es el mundo que habitamos. La memoria immediata y el azar dentro de la caverna. Yo he dormido en ella durante siglos.


Vuelvo mañana

jueves, 3 de mayo de 2007

Tu sombrero


La memoria, siempre la memoria. Una infancia feliz y de tan feliz, tediosa. Una infancia estéril para los recuerdos, yerma , un desierto en la mente. Un plano gris enfocado hasta el último matiz, y aún así, o por eso, totalmente gris. Y de repente surge el azar, aunque el azar siempre ha estado ahí, y surge porque hay conciencia de que justo ese instante es consecuencia y fruto de la casualidad, resultado y parte de un juego cósmico . Y con la conciencia del azar nace la obra, nace otro mundo que se rige con otras reglas, nace una motivación para ser, ver y quién sabe si morir.

Entonces, a partir de entonces, todo es recuerdo immediato, recuerdo de sucesos extraños, gente rara, acontecimientos extraordinarios que emergen de la nada, de lo cotidiano y se convierten, súbitamente, en otra realidad.


Pero no todo acaba ahí, porque uno puede ser espectador, personaje, narrador, lector, opinador. Uno puede ser un punto y final, una frase, un capítulo. Uno puede ser la historia entera o una pura mentira. Uno quizá sea una carcajada constante bajo una máscara de timidez; o la enfermiza timidez que cura la memoria anodina y la reconvierte en suceso acaecido anteayer, sea verdad o más falso que el alma de Judas.


Una buena persona, inteligente, mordaz, irónica, genial que me hizo pasar unos momentos inolvidables justo el 25 de abril de 2007, cuando la literatura ya se había escondido de nuevo dentro de los libros; cuando ya no quedaban rosas porque las habían cortado todas.


Conservo tu sombrero como el bien más preciado.


Vuelvo mañana