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Todos tenemos nuestros secretos, ideas que no queremos compartir,
pecados que no podemos confesar, acciones de las que nos hemos arrepentido
pero que nadie conoce y hacemos todo lo posible por ocultar. A veces
forman parte de nuestro patrimonio porque un secreto en la recámara mantiene a
raya a nuestros enemigos.
La confidencia neutraliza el secreto, provoca tanto
la pérdida de su naturaleza
como la efectividad futura de la sorpresa.
Una confidencia, además, nos deja al descubierto. De ahí que, cuando revelamos en un momento de debilidad a quien profesamos una inquebrantable confianza aquello que tanto tiempo fue de nuestra propiedad exclusiva, tenemos que ser conscientes de que esa misma persona con la que compartimos lo desconocido mantiene y cuida relaciones de confianzas similares -o quién sabe si más estrechas- con otros, y que esa confidencia que hicimos una noche, al calor de una copa, se convierte en un barco de papel discurriendo a través de un torrente, navegando en un río de deslealtades y traiciones que fluye sin control, cuyo origen paradójicamente se halla en el manantial virgen de una pretendida amistad inquebrantable.
Igual que la vida, los secretos son barcos de papel que van a dar a la mar, que es la evidencia, donde se diluyen y mueren.
Mantener un secreto nos obliga a mentir. Secreto y mentira son sustantivos simbióticos, viven y perviven recíprocamente. Sin embargo, los castizos saben que se coge antes a un mentiroso que a un cojo y que la cárcel es uno de los lugares con mayor densidad de secretos por metro cuadrado. Todo el mundo es inocente gracias a la reserva numantina con que cada cual se cuida de no revelar la verdad de lo ocurrido antes de que las evidencias les condujesen ante el juez; evidencias que pueden convertirse en falsedades si disponemos de una buen abogado que nos ayude a camuflar convenientemente nuestro secreto. De hecho, podríamos afirmar que la acción de la justicia está íntimamente relacionada con el descubrimiento de secretos.
La historia es otro espacio donde existe una gran proliferación de secretos. Por eso, los poderosos, quienes heredan el botín resultante de las victorias en las batallas y las guerras, suelen traficar con manipulaciones mientras encubren, ocultan y amortajan la verdad de lo sucedido durante años; incógnitas, hechos y personas que se entierran en las cunetas o se custodian en los impenetrables archivos de la amnesia con el fin de seguir detentando el poder o encubrir la verdadera naturaleza y origen de quienes lo ejercen.
Uno de los secretos mejor guardados por el nacional catalanismo y su actual movimiento independentista es precisamente su origen ideológico y su relación con los personajes y las organizaciones más tenebrosas de nuestra historia reciente. Gracias a la democracia y a la mentira colectivamente aceptada de una transición ejemplar, miles de personas que trabajaron activamente para el franquismo, que se enriquecieron a su sombra y que de una u otra manera se beneficiaron del régimen -apoyando por activa o por pasiva la represión social que sufrieron los trabajadores y los campesinos de todo el país- se reconvirtieron en demócratas de toda la vida militando en Alianza Popular (ahora PP) o la Unión del Centro Democrático (UCD).
En Cataluña, esa limpieza de cutis y la liposucción fascista a la que se sometieron los catalanes franquistas (Cataluña fue una de las regiones que más voluntarios aportó al ejército de Franco) fue llevada a cabo en los quirófanos de cirugía plástica de Convergencia i Unió (CiU) y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). De hecho, los líderes que dirigen hoy día el proceso independentista son hijos políticos de los herederos del franquismo, la burguesía barcelonesa y sobre todo de la Cataluña interior postcarlista, beneficiarios a su vez de Cambó y la Lliga regionalista, quien financió generosamente el glorioso alzamiento nacional que acabó con la legítima II República Española.
De hecho, podríamos remontarnos a los años 30 para comprobar que el nacional catalanismo se asienta en el poder industrial y financiero, y que su origen y principal objetivo era neutralizar el gran poder de las organizaciones obreras anarquistas, comunistas y socialistas que pusieron contra las cuerdas al sistema de explotación laboral caciquil y por tanto a los grandes potentados que esclavizaban y se enriquecían de modo inmisericorde gracias a salarios de miseria a los inmigrantes andaluces, castellanos, murcianos y extremeños. Ese es el verdadero motivo del surgimiento del sentimiento nacional catalán. En España, hasta el siglo XIX no hubo nunca sentimiento nacional patriótico.
Y es que, tal y como demuestra con profusión documental Joan Lluis Marfany en su último libro “Nacionalisme español i catalanitat”, el nacionalismo español es un invento de los mismos catalanes potentados que sufragaron la Renaixença para que el pueblo se enfrentase con convicción contra la invasión francesa y no perder así su influencia económica ni su mercado, que era eminentemente español. Según demuestra Marfany, Manuel Milà i Fontanals y otros prohombres de la burguesía catalana fueron los creadores del sentimiento nacional español basado en la voluntad de los industriales catalanes en crear una industria nacional española que justificase las políticas proteccionistas y fomentase el intercambio comercial con otras zonas de España.
Familia Pujol, Alavedra, Prenafeta, Millet, Montull, Puigdemont, Mas, Junqueras, Mundó, Serret, Trull, Artadi, Mas- Collell, Puig, Rigau, Gordó, Baiget, Boí, y ese largo etcétera de políticos nacional catalanistas que han ganado elecciones con las mismas trampas que el PP -gracias a la financiación ilegal- pasan hoy día como los líderes represaliados de un movimiento revolucionario de liberación nacional. Esta clase político-mafiosa es una eslabón más de la cadena de transmisión que lucha por la hegemonía económica en el mercado español, utilizando los mismos valores y estableciendo los mismos objetivos políticos que hace un siglo propiciaron sendas declaraciones falsas de independencia, un Estatut de Autonomía, la neutralización del movimiento obrero catalán y ,en cierta medida, el golpe de Estado del general Franco que desembocó en la guerra civil.
Es decir, que los que hoy rezan en público oraciones por una República son los mismos que antaño la hicieron caer, o gobernaron y se enriquecieron gracias a los 40 años de Franco. Son la banda rival de la mafia del PP que lucha como en las calles de Chicago por un territorio utilizando las armas de las banderas y de la identidad nacional, más eficaces que el fusil Thompson.
Alguien podrá decir que toda esta revelación no es más que una elucubración sin fundamento. Sin embargo, es posible que se sorprendan cuando sepan que el origen de la bandera estelada es un partido llamado “Nosaltres sols” (Nosotros solos) fundado por Josep Dencás, fundador a su vez de ERC, quien el mismo día de la proclamación de l’Estat català huyó hacia la Italia fascista literalmente escurriéndose entre el alcantarillado de Barcelona. Dencás trabajó para la CEDA de Gil Robles, gritó un ¡Viva España! en Radio Barcelona como nunca se había oído y, efectivamente, fundó “Nosaltres sols” partido de influencias fascistas cuyo símbolo era la actual bandera de la estrella enmarcada en un triángulo.
En 1934, con la revolución obrera en Barcelona y ante la inseguridad de la burguesía industrial catalana, Companys proclama la independencia de Cataluña dentro de la Republica Federal Española, con el único objetivo de defender los intereses de los empresarios y neutralizar el acceso al poder de los partidos revolucionarios. Esa situación político-social evoca o recuerda la huida de Mas en helicóptero a la puertas del Parlament y las porras de Felip Puig y Los Mossos con las que se desalojó violentamente a la muchedumbre indignada el 15M. Estos hechos marcan en el calendario de la historia el inicio del llamado procès independentista contemporáneo. (El afeitado del Estatut del president Montilla no es más que una coartada).
Por eso es falso que CiU (Pdecat o JxCat) y ERC representen a una burguesía más progresista que la que representa el PP. De hecho, el famoso plan de estabilización de Franco de 1959 -letal para la economía castellana, andaluza o extremeña y muy beneficioso para la burguesía catalana- fue desarrollado por Joan Sardà Dexeus, economista de la órbita de ERC que había trabajado con Companys. Este plan dictó que el 25% de la inversión del Instituto Nacional de Industria franquista fuese a parar Barcelona y al mismo tiempo el empobrecimiento de los campesinos o habitantes de media España que se convirtieron en mano de obra dócil y barata de los industriales catalanes. De manera que algún día habría que hablar de balanzas demográficas, tal y como pide el historiador de la Universidad Complutense de Madrid, José M. Faraldo.
Otro de los grandes secretos que los partidos nacional catalanistas se encargan de salvaguardar es el papel de sus padres políticos durante la guerra civil española. Suelen poner por delante de todo su relato victimista el fusilamiento de Companys para simbolizar el sufrimiento catalán durante la guerra civil y la dictadura de Franco. La realidad es que el ejército franquista, y después su régimen represor, aniquilaron en combate y asesinaron en la postguerra a decenas de miles de trabajadores y trabajadoras comunistas, socialistas, anarquista y que muy pocos nacional catalanistas sufrieron la represión de la postguerra. No en vano, el Tercio de Montserrat a las órdenes de Franco se nutrió de la clase media acomodada catalana, la base electoral del nacional catalanismo, que huyó en desbandada hacia la zona sublevada a los pocos días del golpe porque en primera instancia no triunfó en Barcelona.
Es significativo también que la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre franquista emitiese billetes de 500 pesetas con el rostro del poeta Jacint Verdaguer (símblo del catalanismo) o sellos con el rostro de Josep Pla, sin duda alguna el mejor prosista en lengua catalana.
Tampoco se recuerda y por tanto se silencia que antes de la proclamación de la II República Española, el General Primo de Rivera estableció su dictadura gracias, entre otras cosas, al apoyo del nacional catalanismo, temeroso ante el grave conflicto social que enfrentaba abiertamente a trabajadores y empresarios en Barcelona. Puig i Cadalfach, dirigente de la Lliga, llegó a afirmar que “Creíamos que Primo de Rivera resolvería el problema del orden público y le apoyamos”. Jonoy, la família Güell, el mismo Puig i Cadafalch y Cambó financiaron al General golpista. Dos días antes del golpe, el propio Puig i Cadafalch y otros líderes participaron en un acto público gritando vivas a Catalunya y Euskadi libres para engañar a sus bases.
Y así...
En los pueblos catalanes nos conocemos todos y todos hemos visto alcaldes franquistas ganar las elecciones militando en CiU. Donde yo vivo, el primer alcalde democrático también militaba en CiU y era hijo del anterior franquista. Ya en democracia, se hizo con una fortuna gracias a las comisiones a cambio de destrozar urbanísticamente el pueblo, de tal manera que, una vez desalojado del poder, huyó a Andorra. Pasados diez años sus delitos prescribieron. Hoy día se pasea ufano colgando carteles en las paredes o lazos de plástico amarillos a favor de los políticos catalanes presos o en favor de la República catalana. Su hija es una técnica liberada del PEDeCat. En mi pueblo, el núcleo duro de la organización de los actos independentistas está formado por aquellos que jamás habían salido a la calle para solidarizarse con ninguna causa; solamente el día de ir a votar Pujol y los domingos y fiestas de guardar, a misa. Recogen el chiringuito de la ANC cada sábado con su Audi Q8.
La historia reciente de Catalunya nos arroja nombres y apellidos franquistas reconvertidos convenientemente en nacional catalanistas y ahora en independentistas. El alcalde de Badalona de 1954 a 1961, Santiago March, fue requeté en la guerra civil, presidente de Falange, medalla al mérito en 1957 impuesta por Franco, integrante en las lista de Jordi Pujol en la primeras elecciones. Josep Mª Coll i Majó fue alcalde franquista de Sant Celoni y fundador de Omnium Cultural, diputado por CiU. Miguel Montaña i Carrera fue el alcalde franquista de Lérida y procurador en las Cortes franquistas, diputado por CiU en 1984, año en que Puigdemont empezó a militar y dos años antes de que Artur Mas se integrase en CDC de la mano del convicto y confeso Lluis Prenafeta. Enric Olivé, alcalde franquista de Tarragona, diputado por UD y medalla de Oro de la Generalitat en 1994. Josep Aragonés, alcalde franquista en Pineda de Mar; su Nieto es dirigente de ERC. Josep Gomis, alcalde franquista de Montblanc, procurador de las cortes con Franco, diputado por CiU y delegado del gobierno catalán en Madrid. Etc. Así, en cada pueblo y en cada ciudad de Cataluña.
Esta es la realidad del origen y la naturaleza del movimiento independentista catalán. Una iniciativa política que, como en los años 20 y 30 del pasado siglo, cumple el objetivo de reorientar las inquietudes y la indignación de las clases populares hacia sentimientos identitarios a través de la mentira, el engaño, la manipulación y la acción decidida de determinados medios de comunicación -públicos y subvencionados- que señalan, frente a las aspiraciones de bienestar de la gente, como su enemigo identificable a España y sus ciudadanos, autores y causantes de todas sus desgracias. Todo con la complicidad de la izquierda catalana “pagafantas” y los sindicatos, que asumen sin ningún rubor el discurso etnicista, supremacistas y victimista nacional catalanista y que se han dejado robar en mi nombre y en el de tantos otros que sufrimos actualmente de orfandad política e ideológica, la significación, la historia y las potencialidad política de la palabra República en España.
Los herederos políticos de quienes la fusilaron en Cataluña ahora se la apropian con el objetivo de mantener sus privilegios a costa de la ilusión de la gente, que no se esfuerza en desentrañar algunos secretos porque, tal y como escribe Javier Marías en “Berta Isla”, “el pueblo siempre es inocente. Con el pueblo, que a menudo es vil, cobarde e insensato, nunca se atreven los políticos a criticarlo […] Invariablemente lo ensalzan. Se ha erigido en intocable y hace las veces de los monarcas despóticos y absolutistas. Como ellos posee la prerrogativa de la veleidad impune. No responde de lo que vota ni de quién elige, de lo que apoya, calla, otorga, impone y aclama. Yo no tenía ni idea. A mí me manipularon, me indujeron, me engañaron y me desviaron. Qué sabía yo, pobre ingenuo. […] “
Memoria eterna en el 14 de abril por los que
defendieron con su vida y su sufrimiento la legalidad democrática de la II República
Española. Su sangre y su valentía son ejemplo
y semilla. ¡Viva la República!
Una confidencia, además, nos deja al descubierto. De ahí que, cuando revelamos en un momento de debilidad a quien profesamos una inquebrantable confianza aquello que tanto tiempo fue de nuestra propiedad exclusiva, tenemos que ser conscientes de que esa misma persona con la que compartimos lo desconocido mantiene y cuida relaciones de confianzas similares -o quién sabe si más estrechas- con otros, y que esa confidencia que hicimos una noche, al calor de una copa, se convierte en un barco de papel discurriendo a través de un torrente, navegando en un río de deslealtades y traiciones que fluye sin control, cuyo origen paradójicamente se halla en el manantial virgen de una pretendida amistad inquebrantable.
Igual que la vida, los secretos son barcos de papel que van a dar a la mar, que es la evidencia, donde se diluyen y mueren.
Mantener un secreto nos obliga a mentir. Secreto y mentira son sustantivos simbióticos, viven y perviven recíprocamente. Sin embargo, los castizos saben que se coge antes a un mentiroso que a un cojo y que la cárcel es uno de los lugares con mayor densidad de secretos por metro cuadrado. Todo el mundo es inocente gracias a la reserva numantina con que cada cual se cuida de no revelar la verdad de lo ocurrido antes de que las evidencias les condujesen ante el juez; evidencias que pueden convertirse en falsedades si disponemos de una buen abogado que nos ayude a camuflar convenientemente nuestro secreto. De hecho, podríamos afirmar que la acción de la justicia está íntimamente relacionada con el descubrimiento de secretos.
La historia es otro espacio donde existe una gran proliferación de secretos. Por eso, los poderosos, quienes heredan el botín resultante de las victorias en las batallas y las guerras, suelen traficar con manipulaciones mientras encubren, ocultan y amortajan la verdad de lo sucedido durante años; incógnitas, hechos y personas que se entierran en las cunetas o se custodian en los impenetrables archivos de la amnesia con el fin de seguir detentando el poder o encubrir la verdadera naturaleza y origen de quienes lo ejercen.
Uno de los secretos mejor guardados por el nacional catalanismo y su actual movimiento independentista es precisamente su origen ideológico y su relación con los personajes y las organizaciones más tenebrosas de nuestra historia reciente. Gracias a la democracia y a la mentira colectivamente aceptada de una transición ejemplar, miles de personas que trabajaron activamente para el franquismo, que se enriquecieron a su sombra y que de una u otra manera se beneficiaron del régimen -apoyando por activa o por pasiva la represión social que sufrieron los trabajadores y los campesinos de todo el país- se reconvirtieron en demócratas de toda la vida militando en Alianza Popular (ahora PP) o la Unión del Centro Democrático (UCD).
En Cataluña, esa limpieza de cutis y la liposucción fascista a la que se sometieron los catalanes franquistas (Cataluña fue una de las regiones que más voluntarios aportó al ejército de Franco) fue llevada a cabo en los quirófanos de cirugía plástica de Convergencia i Unió (CiU) y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). De hecho, los líderes que dirigen hoy día el proceso independentista son hijos políticos de los herederos del franquismo, la burguesía barcelonesa y sobre todo de la Cataluña interior postcarlista, beneficiarios a su vez de Cambó y la Lliga regionalista, quien financió generosamente el glorioso alzamiento nacional que acabó con la legítima II República Española.
De hecho, podríamos remontarnos a los años 30 para comprobar que el nacional catalanismo se asienta en el poder industrial y financiero, y que su origen y principal objetivo era neutralizar el gran poder de las organizaciones obreras anarquistas, comunistas y socialistas que pusieron contra las cuerdas al sistema de explotación laboral caciquil y por tanto a los grandes potentados que esclavizaban y se enriquecían de modo inmisericorde gracias a salarios de miseria a los inmigrantes andaluces, castellanos, murcianos y extremeños. Ese es el verdadero motivo del surgimiento del sentimiento nacional catalán. En España, hasta el siglo XIX no hubo nunca sentimiento nacional patriótico.
Y es que, tal y como demuestra con profusión documental Joan Lluis Marfany en su último libro “Nacionalisme español i catalanitat”, el nacionalismo español es un invento de los mismos catalanes potentados que sufragaron la Renaixença para que el pueblo se enfrentase con convicción contra la invasión francesa y no perder así su influencia económica ni su mercado, que era eminentemente español. Según demuestra Marfany, Manuel Milà i Fontanals y otros prohombres de la burguesía catalana fueron los creadores del sentimiento nacional español basado en la voluntad de los industriales catalanes en crear una industria nacional española que justificase las políticas proteccionistas y fomentase el intercambio comercial con otras zonas de España.
Familia Pujol, Alavedra, Prenafeta, Millet, Montull, Puigdemont, Mas, Junqueras, Mundó, Serret, Trull, Artadi, Mas- Collell, Puig, Rigau, Gordó, Baiget, Boí, y ese largo etcétera de políticos nacional catalanistas que han ganado elecciones con las mismas trampas que el PP -gracias a la financiación ilegal- pasan hoy día como los líderes represaliados de un movimiento revolucionario de liberación nacional. Esta clase político-mafiosa es una eslabón más de la cadena de transmisión que lucha por la hegemonía económica en el mercado español, utilizando los mismos valores y estableciendo los mismos objetivos políticos que hace un siglo propiciaron sendas declaraciones falsas de independencia, un Estatut de Autonomía, la neutralización del movimiento obrero catalán y ,en cierta medida, el golpe de Estado del general Franco que desembocó en la guerra civil.
Es decir, que los que hoy rezan en público oraciones por una República son los mismos que antaño la hicieron caer, o gobernaron y se enriquecieron gracias a los 40 años de Franco. Son la banda rival de la mafia del PP que lucha como en las calles de Chicago por un territorio utilizando las armas de las banderas y de la identidad nacional, más eficaces que el fusil Thompson.
Alguien podrá decir que toda esta revelación no es más que una elucubración sin fundamento. Sin embargo, es posible que se sorprendan cuando sepan que el origen de la bandera estelada es un partido llamado “Nosaltres sols” (Nosotros solos) fundado por Josep Dencás, fundador a su vez de ERC, quien el mismo día de la proclamación de l’Estat català huyó hacia la Italia fascista literalmente escurriéndose entre el alcantarillado de Barcelona. Dencás trabajó para la CEDA de Gil Robles, gritó un ¡Viva España! en Radio Barcelona como nunca se había oído y, efectivamente, fundó “Nosaltres sols” partido de influencias fascistas cuyo símbolo era la actual bandera de la estrella enmarcada en un triángulo.
En 1934, con la revolución obrera en Barcelona y ante la inseguridad de la burguesía industrial catalana, Companys proclama la independencia de Cataluña dentro de la Republica Federal Española, con el único objetivo de defender los intereses de los empresarios y neutralizar el acceso al poder de los partidos revolucionarios. Esa situación político-social evoca o recuerda la huida de Mas en helicóptero a la puertas del Parlament y las porras de Felip Puig y Los Mossos con las que se desalojó violentamente a la muchedumbre indignada el 15M. Estos hechos marcan en el calendario de la historia el inicio del llamado procès independentista contemporáneo. (El afeitado del Estatut del president Montilla no es más que una coartada).
Por eso es falso que CiU (Pdecat o JxCat) y ERC representen a una burguesía más progresista que la que representa el PP. De hecho, el famoso plan de estabilización de Franco de 1959 -letal para la economía castellana, andaluza o extremeña y muy beneficioso para la burguesía catalana- fue desarrollado por Joan Sardà Dexeus, economista de la órbita de ERC que había trabajado con Companys. Este plan dictó que el 25% de la inversión del Instituto Nacional de Industria franquista fuese a parar Barcelona y al mismo tiempo el empobrecimiento de los campesinos o habitantes de media España que se convirtieron en mano de obra dócil y barata de los industriales catalanes. De manera que algún día habría que hablar de balanzas demográficas, tal y como pide el historiador de la Universidad Complutense de Madrid, José M. Faraldo.
Otro de los grandes secretos que los partidos nacional catalanistas se encargan de salvaguardar es el papel de sus padres políticos durante la guerra civil española. Suelen poner por delante de todo su relato victimista el fusilamiento de Companys para simbolizar el sufrimiento catalán durante la guerra civil y la dictadura de Franco. La realidad es que el ejército franquista, y después su régimen represor, aniquilaron en combate y asesinaron en la postguerra a decenas de miles de trabajadores y trabajadoras comunistas, socialistas, anarquista y que muy pocos nacional catalanistas sufrieron la represión de la postguerra. No en vano, el Tercio de Montserrat a las órdenes de Franco se nutrió de la clase media acomodada catalana, la base electoral del nacional catalanismo, que huyó en desbandada hacia la zona sublevada a los pocos días del golpe porque en primera instancia no triunfó en Barcelona.
Es significativo también que la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre franquista emitiese billetes de 500 pesetas con el rostro del poeta Jacint Verdaguer (símblo del catalanismo) o sellos con el rostro de Josep Pla, sin duda alguna el mejor prosista en lengua catalana.
Tampoco se recuerda y por tanto se silencia que antes de la proclamación de la II República Española, el General Primo de Rivera estableció su dictadura gracias, entre otras cosas, al apoyo del nacional catalanismo, temeroso ante el grave conflicto social que enfrentaba abiertamente a trabajadores y empresarios en Barcelona. Puig i Cadalfach, dirigente de la Lliga, llegó a afirmar que “Creíamos que Primo de Rivera resolvería el problema del orden público y le apoyamos”. Jonoy, la família Güell, el mismo Puig i Cadafalch y Cambó financiaron al General golpista. Dos días antes del golpe, el propio Puig i Cadafalch y otros líderes participaron en un acto público gritando vivas a Catalunya y Euskadi libres para engañar a sus bases.
Y así...
En los pueblos catalanes nos conocemos todos y todos hemos visto alcaldes franquistas ganar las elecciones militando en CiU. Donde yo vivo, el primer alcalde democrático también militaba en CiU y era hijo del anterior franquista. Ya en democracia, se hizo con una fortuna gracias a las comisiones a cambio de destrozar urbanísticamente el pueblo, de tal manera que, una vez desalojado del poder, huyó a Andorra. Pasados diez años sus delitos prescribieron. Hoy día se pasea ufano colgando carteles en las paredes o lazos de plástico amarillos a favor de los políticos catalanes presos o en favor de la República catalana. Su hija es una técnica liberada del PEDeCat. En mi pueblo, el núcleo duro de la organización de los actos independentistas está formado por aquellos que jamás habían salido a la calle para solidarizarse con ninguna causa; solamente el día de ir a votar Pujol y los domingos y fiestas de guardar, a misa. Recogen el chiringuito de la ANC cada sábado con su Audi Q8.
La historia reciente de Catalunya nos arroja nombres y apellidos franquistas reconvertidos convenientemente en nacional catalanistas y ahora en independentistas. El alcalde de Badalona de 1954 a 1961, Santiago March, fue requeté en la guerra civil, presidente de Falange, medalla al mérito en 1957 impuesta por Franco, integrante en las lista de Jordi Pujol en la primeras elecciones. Josep Mª Coll i Majó fue alcalde franquista de Sant Celoni y fundador de Omnium Cultural, diputado por CiU. Miguel Montaña i Carrera fue el alcalde franquista de Lérida y procurador en las Cortes franquistas, diputado por CiU en 1984, año en que Puigdemont empezó a militar y dos años antes de que Artur Mas se integrase en CDC de la mano del convicto y confeso Lluis Prenafeta. Enric Olivé, alcalde franquista de Tarragona, diputado por UD y medalla de Oro de la Generalitat en 1994. Josep Aragonés, alcalde franquista en Pineda de Mar; su Nieto es dirigente de ERC. Josep Gomis, alcalde franquista de Montblanc, procurador de las cortes con Franco, diputado por CiU y delegado del gobierno catalán en Madrid. Etc. Así, en cada pueblo y en cada ciudad de Cataluña.
Esta es la realidad del origen y la naturaleza del movimiento independentista catalán. Una iniciativa política que, como en los años 20 y 30 del pasado siglo, cumple el objetivo de reorientar las inquietudes y la indignación de las clases populares hacia sentimientos identitarios a través de la mentira, el engaño, la manipulación y la acción decidida de determinados medios de comunicación -públicos y subvencionados- que señalan, frente a las aspiraciones de bienestar de la gente, como su enemigo identificable a España y sus ciudadanos, autores y causantes de todas sus desgracias. Todo con la complicidad de la izquierda catalana “pagafantas” y los sindicatos, que asumen sin ningún rubor el discurso etnicista, supremacistas y victimista nacional catalanista y que se han dejado robar en mi nombre y en el de tantos otros que sufrimos actualmente de orfandad política e ideológica, la significación, la historia y las potencialidad política de la palabra República en España.
Los herederos políticos de quienes la fusilaron en Cataluña ahora se la apropian con el objetivo de mantener sus privilegios a costa de la ilusión de la gente, que no se esfuerza en desentrañar algunos secretos porque, tal y como escribe Javier Marías en “Berta Isla”, “el pueblo siempre es inocente. Con el pueblo, que a menudo es vil, cobarde e insensato, nunca se atreven los políticos a criticarlo […] Invariablemente lo ensalzan. Se ha erigido en intocable y hace las veces de los monarcas despóticos y absolutistas. Como ellos posee la prerrogativa de la veleidad impune. No responde de lo que vota ni de quién elige, de lo que apoya, calla, otorga, impone y aclama. Yo no tenía ni idea. A mí me manipularon, me indujeron, me engañaron y me desviaron. Qué sabía yo, pobre ingenuo. […] “