Pedro Insua es un filósofo y escritor vigués, discípulo
–dicen que aventajado- del pensador asturiano Gustavo Bueno. Yo di con él a
raíz de la lectura del libro de Jorge Polo Blanco “Románticos y racistas” del
que es prologuista. Pedro Insua es un intelectual atípico. Su personalidad, su
modo de abordar los temas que le interesan y su peculiar modo de expresar lo
que piensa me resultan muy atractivos. He pasado tardes enteras aprendiendo
mucho en Youtube gracias a sus extensas conferencias. Confieso que no he podido
finalizar algunas, porque piensa más deprisa que habla ( y ya es decir) y algunas veces, en su
oratoria, los mensajes y la información se aturullan encabalgando aposición
tras aposición, ininteligibles, porque en su afán de decirlo todo pierde el
resuello.
Me gusta Insua porque afirma sin miedo -haciendo gala de una
bravura poco habitual- que ha declarado la guerra cultural e intelectual a los
secesionismos, los separatismos, los nacionalismos fragmentarios y etnicistas
españoles. Así los sustantiviza. Nunca utiliza el término independentistas porque
sería tanto como otorgarles que en algún momento de la historia Cataluña, el País Vasco, Galicia, Andalucía o Las Islas Canarias constituyeron una nación o
un estado sometido a España.
Lejos de lo que alguno pueda prejuzgar, Pedro Insua salta al
campo de batalla desde la trinchera de la izquierda republicana. Que nadie se
confunda. Para Insua no hay nada más público que el territorio nacional, del
que es soberano el pueblo español, es decir, sus más de 40 millones de
habitantes.
En este sentido, defiende a ultranza el valor de la
ciudadanía y el poder del Estado como herramienta para proporcionar bienestar y
defenderse de sus enemigos. Por eso se opone a cualquier veleidad relacionada
con referéndums o derechos de autodeterminación, ya que la soberanía nacional y
la propiedad de la integridad de su territorio reside, en su totalidad, en los ciudadanos de España.
De ahí que postule la ilegalización de los partidos
secesionistas, ya que no puede entender cómo el Parlamento Español, sede de la
soberanía nacional, acoge y otorga carta de legitimidad democrática a quienes anuncian
en ese mismo lugar sus intenciones de destruirla. Algo así -suele aducir Insua-
no sucede en ningún país del mundo.
Cuando Insua habla surge un torrente inagotable de
erudición. Sus conocimientos sobre historia, filosofía y política son
extraordinarios, admirables, envidiables. Goza del poder de la memoria, lo cual
le permite ofrecer reflexiones, datos, protagonistas y hechos sin arrimar un
papel a sus ojos mientras teje argumentos, siempre siguiendo el dictado de un
racionalismo radical, el materialismo filosófico que no le permite ni una sola
concesión metafísica (como diría el mismo Insua), relativista o posmoderna, ni
al adversario, ni a sí mismo, haciendo gala de un gustavobuenismo ejemplar.
Para librar su guerra,
Insua está armando una obra ensayística que pretende, por un lado, destruir la
imagen interesadamente falseada de España como la nación más terrorífica del
mundo, un país fracasado, horrendo, monstruoso, una excepción execrable de
Europa, protagonista y responsable de los peores crímenes que se puedan
cometer, madre castrante de libertades y democracias que es necesario destruir por todos los
medios, o de la que hay que renegar y secesionarse.
Por otro lado, Insua desea recuperar para la opinión
pública, para el debate académico, la intelectualidad y el arsenal argumental
de la política, la veracidad histórica de aspectos clave concernientes a la
historia de España. Es decir, proveer al presente español de una santabárbara argumental
difícilmente rebatible con la que dar la cara en el campo de batalla
dialéctico, porque su pólvora surge directamente de los documentos, del rastreo
honesto de los archivos, una suerte de silos balísticos de destrucción masiva
de mentiras, leyendas y opiniones más o menos interesadas en las que nace y se
reproduce el argumentario de sus adversarios.
En este sentido, el nacimiento de España como nación, las
falsedades de los tópicos historiográficos sobre los que se ha consolidado una
imagen nefasta de España, el papel que
jugó nuestro país en América del Sur en el proceso de independencia de sus
colonias, o las revisión de las bases
ideológicas en la obra de Cervantes son
los temas de sus cinco libros, a saber, “Hermes católico” (2013), “Guerra y paz en el Quijote”(2017), “1492.
España frente a sus fantasmas” (2018) y “1221” (2021)
He dejado sin mencionar uno de ellos (cronológicamente el
penúltimo de su obra) titulado “El orbe a sus pies”, publicado en 2019 con
motivo del quinto centenario de la gesta de Magallanes y Elcano, el único, por
el momento, que he leído, aunque no les quepa duda de que, después de la experiencia
tan satisfactoria que he vivido con su lectura, voy a hacerme con toda su obra.
Y es que a las pocas páginas de su inicio decidí que, para
poder revivir junto al autor una de las hazañas que han marcado para siempre la
historia de la humanidad, tenía que ayudarme de un atlas y seguir grado a grado la gesta marítima que
acometieron Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano al servicio del
Imperio español en mapas que, aunque ahora los veamos editados a todo color y
en papel cuché, nos muestran el mundo gracias a la primera circunnavegación de
la Tierra, el dibujo de los tres océanos y los cinco continentes, el recuerdo
de la primera vez que el ser humano comprobó empíricamente que, efectivamente,
nuestro planeta es una esfera, tal y como la vio por primera vez Yuri Gagarin
siglos después desde la Vostok 1
El libro de Insua es encarecidamente recomendable. Está narrado
sin alharacas, con oficio de cronista y prodigalidad informativa. Ofrece el
dato y el hecho, y en ocasiones no se priva de brindar una valoración. Rescata nombres
y acontecimientos que parecían perdidos para la historiografía hispánica, como
si tamaño suceso -que cualquier país del mundo enarbolaría con sumo orgullo- hubiese
quedado enterrado bajo la vergüenza de una leyenda negra fabricada a lo largo
de los siglos por los enemigos de España.
Insua confiesa
que cuando recibió el encargo de la editorial Ariel para escribirlo lo que hizo
fue acudir a los archivos y consultar sin mayor problema documentos accesibles
a todo profesional, gracias a los cuales le ha sido posible darnos a conocer
los detalles políticos, geopolíticos, logísticos, históricos y humanos del descubrimiento
del estrecho, en Tierra de Fuego, que conectaba el Océano Atlántico con el Océano
Pacífico y que por tanto permitía a España llegar a Oriente por Occidente, al Océano
Indico, a la codiciada Especiería de las Molucas, evitando así la ruta africana,
abierta por Vasco de Gama y dominada por Portugal, y la Mediterránea dominada
por el turco.
Así, Insua nos da noticia de los antecedentes de la
expedición de Magallanes y Elcano, de las circunstancias de la singladura, de
las consecuencias de esa primera circunnavegación, de las sucesivas expediciones
que la siguieron y hasta de los arduos debates cartográficos, religiosos y
políticos que se dieron tanto con el reinado de Carlos I como con el de Felipe
II sobre la ubicación del antimeridianos para establecer las propiedades
españolas o portuguesas, la prohibición
o no de la esclavitud, el carácter pacífico, o por el contario militar, de la
misión evangelizadora, o las causas por las que la corona española finalmente
decidió no invadir China...
En todo ese festival de datos, nombres y hechos llama la
atención cómo la mayor parte de todas las expediciones que siguieron a la capitaneada
por Magallanes se llevaron a cabo gracias a la pericia en el arte de navegar y
a la audacia y valentía de catalanes, gallegos y vascos (Elcano nació en
Guetaria, Guipúzcoa), tripulantes, oficiales o capitanes, si no mayoritarios,
sí muy habituales en la mayor parte de viajes pioneros que se botaron. Lo cual
nos habla, sin necesidad de insistir mucho, sobre la españolidad indudable de
estos tres territorios, que aportaron su saber marinero a la causa del imperio
español, como no podía ser de otro modo.
En todo caso, “El orbe a sus pies” (Ed.Ariel) de Pedro Insua,
además de ser un libro necesario contiene las tres virtudes que en mi opinión
debe exhibir todo libro de historia, a saber, el rigor en las fuentes, la
claridad y amenidad a la hora de ofrecer los hechos, y una mirada amplia que
permita al lector establecer vínculos y relaciones que trasciendan lo que el
historiador presenta para aprender extrayendo nuestras propias conclusiones.
“El orbe a sus pies” es una reivindicación, el rescate para el orgullo
patrio de un acontecimiento de alcance universal, uno de esos pocos hitos de la
humanidad gracias a los cuales se ha construido nuestra civilización. Cuando
consulten un atlas no olviden que lo que están viendo es así gracias a que España
hizo posible la primera circunnavegación de la Historia, gracias a Magallanes y
Elcano, a 250 españoles y portugueses que se dejaron la vida en el empeño, y al
cosmógrafo y cartógrafo español Pedro de Medina, autor del primer mapamundi exacto
publicado en el año 1550.
“El orbe a sus
pies” es una nueva victoria de Pedro Insua.