A pesar de los antecedentes de la mafia Pujol-Ferrusola, Artur Mas , la trama del 3% , el escándalo del Palau de la Música, etc, etc, es posible que los españoles que no viven en Cataluña y se guían por la opinión colegiada de los líderes políticos nacionales a la izquierda del PSOE, hoy vean a Laura Borras como una rareza en el panorama político catalán y en las filas del nacionalismo fragmentario.
El viaje vertiginoso que ha experimentado durante esta década el nacionalismo catalán conservador y burgués lo ha transformado, aparentemente, en una organización de carácter antisistema, revolucionaria y radical, lo cual ha provocado que la mirada hacia CiU, en sus sucesivas marcas franquiciadas a lo largo de esta década, acabe por obviar y hasta olvidar su base ideológica y social, a saber, un conservadurismo neoliberal y nacionalcatólico que opera en el mismo espacio que el PP, proclive al chanchullo y la corrupción, al tráfico de influencias y al nepotismo, y que ejerce la patrimonialización de los símbolos y el sentimiento catalanista para utilizarlos cuando se pone en riesgo la preservación del poder.
Digo esto porque a algunos podrían haber visto en Laura Borras la reencarnación de La Pasionaria, o de una Victoria Kent de la posmodernidad, una mujer de principios y valores democráticos que defiende sus ideas, legítimamente, con ardor, pasión, honestidad y sacrificio, y que, mira tú qué pena, ha cometido un error, se ha visto involucrada de manera involuntaria en un turbio asunto de la que ella, por supuesto, no sabe nada.
Sin embargo, los catalanes conocemos perfectamente la estirpe de estos personajes, que creen que el país les pertenece por nacimiento. Son hombres y mujeres bien criados entre inciensos de sacristía cuya principal característica es la hipocresía, un fariseísmo que ejecutan con absoluta maestría y que les hace parecer seres sumamente agradables, algo proclives a la cursilería, de exquisitas formas y edulcorada sonrisa perenne, tolerantes, pacíficos, ciudadanos de civilidad ejemplar, respetabilísimos y modélicos demócratas.
Bajo ese disfraz virtuoso imparten cátedra de ciudadanía, se arrogan la inefabilidad de su superior capacidad intelectual para la acción política, desdeñan con altivez y mala educación cualquier veleidad progresista, desprecian y discriminan con todas sus fuerzas, apasionada y visceralmente, al inmigrante español, ya sea andaluz, castellano, murciano o extremeño, al negro, y al moro. Jamás pisaron la calle para manifestarse por derecho alguno porque su sentido de la solidaridad es supremacista y selectamente discrecional. Esconden siempre la mierda bajo la alfombra y tiene la graciosa costumbre de despellejar en privado a quien adulan en público.
Así era, es y será Laura Borras y quienes la defienden, o la comprenden, a pesar de haber leído la correspondencia electrónica que mantuvo con su amigo narcotraficante (¡Anda, mira, igual que Feijóo!). Por si alguien andaba desorientado.
3 comentarios:
Perfectamente retratada su estirpe, así son
No soy imparcial en esto, esta señora y sus "colegas" me producen mucho asco, la verdad. Gente que va dando consejos a todo el mundo, que dice quien es y quien no es "buen ciudadano" y otras lindezas... me parecen asquerosos...
Un saludo.
Un saludo Daniel.
Gracias por pasarte
Disculpa que no te haya respondido antes
Sí, son moral y éticamente lo peor. Su acciones no tienen nada que ver con sus palabras. Son fariseos
¡Salud!
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