Nadie, que yo
sepa, solicitó públicamente a Artur
Mas su opinión sobre el referéndum griego. De haber existido un periodista con
el valor suficiente para interpelarle en este sentido, no es difícil imaginar
la mueca de vértigo reprimido ante esta
incomodísima pregunta, pues, en coherencia con los planteamientos
políticos, sociales y económicos que defiende él mismo y el partido que
lidera, la respuesta solamente podía estar
en la línea de lo expresado por líder el
PP, Mariano Rajoy, y todo el corifeo neoliberal, incluido el PSOE, el PSC y
Ciutadans, difundidas urbi et orbi por El Mundo, La Razón, ABC, El País,etc. que, como todo el mundo sabe, son periódicos muy catalanes que defienden la soberanía del pueblo catalán.
Con lo cual, no
es nada complicado concluir que los valores democráticos tan y tan
cacareados con los que Mas y los independentistas de nuevo cuño se arropan para
defender el derecho a decidir, no son más que
herramientas de manipulación masiva con las que construir un artefacto
de obsolescencia programada, que sería rediseñado a su tiempo para darnos a
todos los catalanes con la misma receta de recortes sociales y de políticas de
genuflexión y que desmantelaría
definitivamente el estado del bienestar, aniquilando los derechos sociales
conquistados por el pueblo: todos de rodillas ante los poderes financieros. Esa sería la
Cataluña independiente que nos tienen preparada, y no otra.
Es decir,
soberanía respecto a España, pero dependencia absoluta respecto al FMI, al BCE,
al guion de relaciones sociales y económicas que establecerá el futuro tratado de libre comercio (TTIP) con
EE.UU (que se fragua alevosamente a la
sombra perversa de unos cuantos despachos) y a cualquier
otra institución que respalde y defienda los privilegios de los de siempre, ya hablen
español, catalán o qatarí.
Esta cuestión de
la hipotética respuesta de Artur Mas a una hipotética pregunta sobre el derecho
de los griegos a decidir creo que hoy es muy pertinente, a pesar de
que ya hace días que se produjo el referéndum y de que el desenlace final no va
ser otro que el triunfo del chantaje financiero sobre el sueño de Syriza y sobre
una salida digna a una situación
económica provocada, precisamente, por los mismos chantajistas que ahora dicen
tener la única solución para extinguir el mismo fuego que prendieron para
calentarse.
Y es una pregunta
pertinente porque Raul Romeva, el cabeza de la
lista electoral que ha de llevarnos a la independencia, tiene a este respecto (o tenía hasta hace dos días),
las respuestas claras, justo en las antípodas de los presupuestos de Mas y de los
políticos de corte neoliberal. Por eso, al conocer la noticia de que Romeva
había dado su Sí Sí a compartir la historia y la política con sus archienemigos
neoliberales nacionalcatólicos en aras de una hipotética desconexión con el
llamado estado español, no salía de mi asombro y también, por qué no decirlo, de
cierto sentimiento de traición y de vergüenza ajena.
Hace cosa de un
mes, Romeva concedió una entrevista al diario electrónico ISabadell en la que
argumentaba su salida de ICV y, de paso, su pensamiento en pro de la
independencia. Decía el político ex - ecosocialista: “vivimos,
desde hace unos años,
un retroceso democrático, social, ambiental, institucional... Y eso
tenemos que afrontarlo con un cambio de paradigma global. Veo la independencia no tanto como una cuestión de identidad, que respeto, sino, en mi caso, como
una oportunidad para regenerar
un sistema que está gripado”.
Eso es todo lo
que tiene de decir un tipo extraordinariamente formado, que no ha hecho en su
vida otra cosa que política. Y es que el argumento que esgrime es un tanto peregrino, ingenuo, o si se me apura,
mendaz, porque Raul Romeva, un tipo inteligente para quien la política ha sido
durante toda su vida su profesión, sabe
perfectamente que, en Cataluña, los protagonistas, los auténticos autores de ese
retroceso del que se lamenta son, a saber: el Partido Popular, organización
criminal que ha esquilmado el país, a la cual, el llamado problema catalán le
ha venido como agua de mayo para mantener mal que bien su base electoral; el
PSOE, que nos cambió la constitución de la noche a la mañana y nos puso en
manos de la Troika; pero también, y sobre todo, CiU, partido que fundamenta su historia en la
corrupción y que ha votado codo con codo,
durante toda su historia, las leyes más retrógradas junto al PP; ERC, cómplice
del cierre de camas y plantas hospitalarias, de centros educativos, coautor de
los presupuesto más reaccionarios de los últimos tiempos en Cataluña y, por
fin, las llamadas asociaciones cívicas
catalanas (ANC y Omnium Cultural) que no
han hecho a lo largo de toda su trayectoria otra cosa que apoyar con su
silencio, o tácitamente, las políticas neoliberales convergentes, impulsadas por La Familia Pujol y su red clientelar, que hoy
todavía campa a sus anchas.
Pero, más allá de
contradicciones ideológicas palmarias,
en todo este asunto del encabezamiento de la lista unitaria para la
independencia, la capacidad ilimitada de
Romeva para la incoherencia con la que alimenta su vanidad y su ambición no tienen parangón. Vuelvo a la
misma entrevista de ISabadell, realizada el día 7 de junio y publicada el 8,
(un mes antes de su Sí Sí a encabezar la lista por la independencia). Dice Raul
Romeva: “En estos momentos tengo una deuda, no diré moral, con Iniciativa. Estos 10 años que he representado en ICV son suficientemente
importantes para que no utilice esta situación para buscar otras chaquetas [la negrita es mía]. Mi etapa institucional
en el Parlamento Europeo se había terminado y es
cierto que desde Iniciativa nunca me habían cerrado
la puerta a continuar en el
partido a pesar de las discrepancias
en el tema nacional. No me parece coherente
continuar mi discurso desde otras opciones. Además
hay vida fuera de la política [la negrita vuelve a ser mía]”.
¡Ahí
está, sí señor, con un par! A pesar de
sus declaraciones de hace tan solo un mes, resulta que hay Mas Romeva para rato. Sin
embargo, de algún modo, la decisión de saltarse a la torera también sus propios
principios morales y contradecir por la vía de los hechos sus propias declaraciones, es comprensible, pues forma parte de la condición humana. O dicho de otro modo: ¿A
quién le amarga un dulce?. Porque, que estés tan tranquilo, sentadito en el
sofá de tu casa, pensando en el tipo de vida que te espera fuera de la
política, y de repente, una tarde canicular del mes de Julio llamen a tu puerta y
aparezca en el saloncito lo más granado de la élite política catalana y te proponga, así, de sopetón, sin darle
tiempo a que el té se enfríe, que encabeces una lista electoral que pueden
llegar a votar unos cuantos cientos de miles de ciudadanos, pues hombre, en un
primer instante le entran retortijones al más pintado. Pero, resuelta la
conmoción inicial, no es difícil imaginar en unos pocos segundos el devenir
personal y profesional que a uno le espera. De modo que uno se guarda para
mejor ocasión los principios de toda
índole y color y, sin mediar más que la lógica consulta a la consorte, dice ¡que
SÍ, que SÍ!, y a disfrutar del momento, que la vida son dos días.
El
hecho es que la jugada ha sido maestra. Una vez más, en Cataluña, el asunto soberanista
– o llámese como se quiera- ha servido para substituir los sueños de emancipación
social por los sueños de emancipación nacional. Es decir, el llamado proceso
independentista substituye la posibilidad
real de un gobierno para la gente por la de un gobierno para mantener
los privilegios de los de siempre. Respetando
las diferencias lógicas de las
coyunturas históricas, ocurrió lo mismo a principios del siglo XX para desarticular el movimiento obrero; ocurrió lo mismo durante
la II República; y en la transición post franquista, y está ocurriendo ahora; ahora
que una alternativa social y transformadora, espoleada por la crisis económica
y por el triunfo de candidaturas de unidad popular en alguna de las ciudades españolas más importantes, podría
haber asaltado el poder también en Cataluña.
Ahora
que sí se puede, el poder de siempre, cuyo principal objetivo es seguir
manteniendo los privilegios a costa de la gente, ofrece un señuelo identitario capaz de enfrentarse a
ese fantasma que recorre España o Cataluña, bajo la misma apariencia
organizativa que su enemigo. Ahora que sí se puede, el poder de siempre ha encontrado en la imagen joven, elegante,
educada, experimentada y progresista de un tipo híbrido que ha vendido su alma
al diablo -a medio camino entre un Varoufakis aguerrido y un Duran i Lleida
charmante- el instrumento perfecto con el que perpetuarse unos cuantos años más,
disfrazado y perfumado con los aromas más seductores del tocador de la política
travestida.
Ya
veremos cómo termina todo. Yo no me imagino a la Ferrusola votando a Romeva. ¿O
quizá sí? En realidad, probablemente esa sea la cuestión.