Mi nombre es
Alfred Bosch, tengo 54 años y he sido candidato a la alcaldía de Barcelona por
Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), partido en el que milito desde hace
casi dos décadas. Mi trayectoria puede
leerse en la Wikipedia, donde tengo una
entrada escrita en castellano, el idioma imperial en el que escribo aquí también, para que todo el mundo me entienda. Dentro de muy poco tomaré
posesión de mi acta de concejal para
seguir trabajando por una república catalana independiente, valga el pleonasmo.
Tal y como reseña la Wikipedia, antes
de dedicarme a la política, me ganaba la vida como profesor universitario y
también como escritor, tanto de ensayos como de ficción. De hecho, soy acreedor
de varios premios, alguno de ellos muy
importante, en el ámbito de las letras y la cultura catalana. He sido
siempre independentista y por su puesto republicano y antimonárquico. Además de
militar en ERC, fui portavoz de la Consulta Soberanista, para lo cual tuve que
dejar el partido temporalmente. Siempre he pensado que la república es el mejor
modo de organización democrática para un país. También creo que la dinastía de
los Borbones ha hecho mucho daño, no solo a los catalanes, sino también a los españoles.
El Rey Juan
Carlos es un buen ejemplo de sátrapa moderno, útil para los grandes poderes que
viven a la sombra de las
constituciones democráticas, reciclado
en lo políticamente correcto, símbolo vivo de la opresión nacional que sufre el
pueblo catalán, intermediario internacional
de comercios ilícitos; un modelo, en definitiva, de lo que yo creo que no debe
ser un gobernante; una figura, por otra parte, que representa una nación de la que yo nunca me he sentido ciudadano.
A pesar de que mi
militancia republicana y soberanista ya viene de lejos, creí oportuno dar el
salto a la política activa para defender los valores republicanos e independentistas e
intentar convencer a mis conciudadanos de mis ideas. Todo, con el fin de poder llegar a los objetivos de
soberanía y república catalana a través de los procesos democráticos.
Me he decidido
a escribir estas líneas en este blog
tan y tan conocido -referencia de
la blogosfera española (aunque algunos
catalanes también lo lean en la
intimidad) – con el fin de salir al paso de mis propias declaraciones,
publicadas el pasado 19 de mayo en el
periódico La Vanguardia. Se trata de una entrevista que me hizo el periodista
Lluis Amiguet, y que forma parte de la serie de entrevistas de campaña
electoral que este conocido periódico monárquico realizó a todos los candidatos a la alcaldía de Barcelona.
Amiguet es un
experto entrevistador. Forma parte del equipo de la celebérrima y codiciada
“Contra”, la última página del mismo diario en el que él mismo, Ima Sanchís y
Víctor Amela, entrevistan diariamente a personajes de todo color y pelaje que, supuestamente, albergan en su
personalidad y su trayectoria personal y profesional algún valor excepcional digno de tan egregio espacio.
Amiguet hace honor a su apellido y te rodea con afectos, carantoñas y cariños de
toda índole para que durante la interview
bajes la guardia y te muestres tal y como eres. Es un truco muy viejo;
algo así como cuando Mercedes Milá tocaba el antebrazo de los invitados a
sus programas de televisión. O algo así
como las fotografías de Phillippe Halsman, que hacía saltar a sus
modelos- personalidades internacionales de la política o de la cultura- para
secuestrar su impostura y hacerles
parecer en la instantánea con expresiones verdaderas, tal y como eran en la
realidad. “En un salto, la máscara se cae.
La persona real se hace visible”, explicaba Halsman.
Las zalamerías de
Amiguet y los tres gintonics que nos tomamos me desinhibieron lo suficiente como
para que, como decía Don Quijote (con perdón)
yo fuese yo, y no otro. Otro ante la tribuna de
oradores; otro ante la asamblea de mi partido; otro ante mis electores; otro
ante mí mismo. De ahí que, casi sin venir a cuento, le confesé sin ambages (¡caramba, cómo domino el castellano, cuántos recuerdos!!) que en mis
tiempos mozos yo había trabajado como negro del Rey. No de Sandro Rey, o de
Fernando Rey, o de Bárbara Rey. No: como negro del mismísimo Juan Carlos del
Borbón y Borbón, rey de España por la gracia de Dios, de Franco y por mor de la Santísima Transición.
Efectivamente, yo
le escribí discursos a su Majestad,
revisados preceptivamente por la casa Real y los diferentes gabinetes de
presidencia de los gobiernos de entonces, para que
no quedase ninguna duda de la españolidad y constitucionalismo de su
contenido. Y también actué de interventor para un partido españolista como fue
la UCD, ese fenomenal invento que cocinó
el mismo Rey a medias con Suárez, Gutiérrez Mellado y Torcuato Fernández
Miranda, con la ayuda inestimable de los Servicios secretos americanos, la aquiescencia
del ínclito Carrillo y hasta del camarada Isidoro. Pero eso es otra historia.
La cosa es que la revelación que le hice a Amiguet y que leyeron ese día cerca de
un millón de personas no ha tenido después demasiada relevancia. Su eco se ha diluido
en el fragor mediático, como el sonido de un diapasón. Y la verdad es que me
alivia que sea así, aunque el asunto merece una explicación, porque todo partió del interior de ERC que, igual que cualquier otro
partido, tiene sus politrolls, espías de la política que trabajan para el enemigo.
Alguien descubrió
mi pasado de mercenario de las letras y de las ideas al servicio del reino opresor y ese alguien -un
antipatriota, por supuesto- estaba dispuesto a deslizar esa información justo el día antes de la
jornada de reflexión. Solamente imaginar lo que podría llegar a ocurrir me
producía temblores: las portadas de El Mundo, La Razón, el ABC, El Periódico,
El País con mi foto junto a la del rey, y el titular. “Este republicano
independentista le escribía los discursos al Rey”. ¡Ríete del caso Pujol! Pensé. Así es que , me puse manos a la obra para
desactivar la amenaza que se interponía frente al paso inexorable y firme de nuestro pueblo hacia la victoria, hacia la independencia.
Tengo un asesor
de prensa que es un solete, más listo que los ratones coloraos. Fue el quien me
dio la idea: vas a ir a la entrevista con Amiguet, y en cuanto puedas, zas, te
lo haces venir y le cuelas la confidencia. De esa manera llevaremos nosotros la iniciativa sobre el
tema. Tu respuesta se leerá como una
anécdota simpática, como algo que te
veías obligado a hacer, casi, casi para poder costearte la habitación en un piso de estudiante, aunque por entonces no
fueses estudiante, porque entonces ya militabas en ERC activamente; pero eso es igual, qué más da, la
cosa es que tu declaración, aunque se convierta en el titular de la entrevista, resultará como algo simpático
que no afectará a tu credibilidad ante nuestra militancia, ni ante todo ese
ejército de benditos y devotos patriotas que ahora quiere la independencia. Ya
sabes lo que dice Pau Esglèsies , que esto de la política es un 'Juego de Tronos' y que en la guerra, como
en la guerra. Además, hasta el mismo Pau se hizo una foto con el heredero, así es que,
como ves, aquí el más tonto hace aviones.
Me pareció muy
pertinente la estrategia que me aconsejaba mi asesor de prensa. De modo que
dicho y hecho. Me cité con Amiguet en el bar de un conocido hotel. La primera
ronda la pagué yo. Y la segunda. Y también la tercera. Charlábamos y
charlábamos, porque -para quien no lo sepa- las entrevista de la Contra de La
Vanguardia no se trascriben tal y como
suceden. Todo transcurre como una conversación amistosa y después, en la
intimidad de sus despachos, Ima, Víctor y Lluis la aderezan con su conocido y célebre rítmico
gracejo. Por eso, a menudo, quienes realmente parecen ingeniosos son ellos
y no el protagonista. “Un ventaja más”,
me recordó mi asesor.
De modo y manera que, al primer toque de antebrazo,
intuí que Lluis ya estaba a punto de caramelo, y entonces le endilgué la exclusiva.
Recuerdo que frunció el ceño y se llevó la mano a la oreja, y que exclamó “¿Qué?”.
Yo sonreí, con esa sonrisa de Mr.Bean que Dios me ha dado, y le confirmé la
sorpresa. “¡Pero hombre!” me interpeló él. “¡Nada, hombre, nada! Algo tenía que
hacer si quería comer”. A continuación le complementé la información con mi
participación como interventor de la UCD a cambio de unos cuantos duros, y todo quedó de
lo más convincente. Es más -y sé que aquí me la jugué-, con el afán de resultar
más persuasivo, le aseguré que si ahora necesitase dinero, volvería
a hacerlo sin dudarlo; porque al fin y al cabo uno tiene sus principios, pero ya se sabe, si
no son de provecho, uno siempre debe de tener otros a mano.
“Eso es Marxismo del mejor Groucho”,
recuerdo que me dijo Amiguet. “Ya”, le repliqué
con todo el sosiego y la prestancia de que fui capaz. Y así se
desenvolvió la entrevista hasta el final
el encuentro. Afortunadamente todo salió tal y como previó mi jefe de prensa.
Hoy ya puedo afirmar, feliz, que hemos
conseguido un resultado histórico en el Ayuntamiento de Barcelona, y que vamos
a hacer todo lo posible para que esa cuadrilla de medio charnegos que han asaltado la Casa Gran camine por la
senda soberanista hacia la república
catalana independiente, valga el pleonasmo.
Ya le he dicho el
jefe de prensa que se ponga
inmediatamente a escudriñar a fondo el
pasado de la Colau y Pau Esglèsies, el coletas. Si les descubriésemos media palabra escrita para esos fascistas
centralistas de Madrid, Podem/Podemos, Guanyem, Barcelona en Comú y la
madre que los parió a todos, se van a ir a tomar por el culo de Catalunya, y
entonces, companys, el camino estará despejado y les quatre barres ondearán en
solitario en todos los balcones de nuestra patria libre de Borbones