Jesús M.A. nació
en Barcelona en 1943, en el barrio
barcelonés de Hostafrancs, justo el año
en el que Mahatma Ghandi inició su primera huelga de hambre. Jesús creció y trabajó durante treinta y cinco años en una
fábrica de automóviles, probablemente en jornadas de ocho y doce horas;
probablemente ajustando los mismos tornillos de los mismos malditos coches doce
horas al día, seis días a la semana, durante toda su vida a cambio de un sueldo de
mierda.
Jesús se casó con
Carmen. El matrimonio vivió en un pisito
de la calle Labordeta hasta que, recientemente, después de una larga
enfermedad, Carmen murió. No tuvieron hijos, de manera que Jesús se dedicó en
los años de su jubilación a cuidar de Carmen. Es decir, a limpiarla,
alimentarla, medicarla, llevarla al médico, acostarla, vestirla, lavarla… así
cada día de su vida, hasta su muerte.
Las vidas de
Carmen y de Jesús seguirían en el anonimato, como las de casi todos los
mortales, de no haber sido porque, tras la muerte de Carmen, agobiado con los pagos y los trámites a los
que se tenía que enfrentar, Jesús dijo basta
y se tiró a la calle con una pistola de fogueo, con la que, a cara descubierta,
intimidó a banqueros, farmacéuticos y
joyeros para obtener un pírrico botín.
Finalmente la policía lo ha
detenido. El fiscal pide para Jesús veinte años de cárcel; pena que, trasladada a su
edad, significa ni más ni menos que una cadena perpetua.
Los medios de
comunicación, alardeando de su prodigiosa y conocida creatividad, han apodado a este hombre como El abuelo pistolero, y ni lo primero ni
lo segundo. Abuelo es quien tiene nietos. Pistolero es quien hace de su
profesión o de su actividad habitual la
muerte y el asesinato utilizando pistolas.
Porque Jesús es,
sencillamente, una persona mayor que ha
trabajado durante toda su vida como un
cabrón, resistiendo, como cientos de miles de trabajadores, la alienación
diaria de una labor desquiciante. Jesús es un obrero jubilado que ha cotizado religiosa y
solidariamente cada mes de su vida; que ha pagado sus impuestos y ha cumplido escrupulosamente
las leyes y que –llegado el descanso a toda una existencia de trabajador
honrado- se ha visto obligado a cuidar, con abnegación, amor y paciencia, a la compañera de toda su vida.
Jesús probablemente se casaría con Carmen hacia los
años sesenta. En aquella década, nacieron Iñaki Urdangarín y Cristina de Borbón. Gracias a su nacimiento,
la Infanta y el Duque gozaron de todo tipo de oportunidades que
ofrece la vida. Una educación exquisita, los mejores colegios, las mejores viandas,
las mejores ropas. De todo y mucho. Siempre, lo mejor de lo mejor. En la
enfermedad, los mejores médicos. En la salud, las más apasionantes aventuras,
los mejores restaurantes, los más rutilantes palacios, el más placentero de los
descansos… y poder, poder e influencia. Todo gracias al esfuerzo, la alienación y los impuestos que puntual y religiosamente
pagaron Jesús y Carmen durante toda su
vida; esfuerzo que a Jesús no le sirvió, ni siquiera, para contar con una
asistencia social que le permitiese respirar un poco de oxígeno en el día día
de cuidados a su Carmen.
Iñaki Urdangarín
y la Infanta ya están trasladando su domicilio desde su sacrificado exilio suizo a Portugal. Quieren rehacer
su vida. Como era de esperar, ella ha sido absuelta vergonzosamente del
delito de robar impunemente a Jesús y a Carmen, con todas las pruebas en su
contra. Incluso, la Casa Real - a todas luces, colaboradora necesaria del delito- ya está estudiando el modo de
recuperarla pública y oficialmente como miembro de la familia.
De Iñaki se
espera una corta estancia en la cárcel de Badajoz, ubicada en la fronteriza
carretera de Olivenza, a pocos quilómetros de Portugal. Bastarán unos pocos
meses para que las aguas mediáticas de la sentencia se calmen, de manera que el
exduque malpagará el robo continuado perpetrado contra Jesús y
Carmen con unas cuantas semanas entre paredes
convenientemente pintadas , a pesar de los agravantes de nocturnidad, alevosía
y premeditación y aprovechamiento de situación privilegiada.
Con todo, no he
leído ninguna crónica en la que algún audaz plumilla llame a este noble matrimonio Bonnie& Clyde.
Albert Camús decía sentir “aversión por esos servidores de la justicia que piensan que, únicamente, podemos prestarle un servicio a la justicia entregando varias generaciones a la injusticia”.
Albert Camús decía sentir “aversión por esos servidores de la justicia que piensan que, únicamente, podemos prestarle un servicio a la justicia entregando varias generaciones a la injusticia”.
Sin embargo, a
pesar de su apariencia, esta historia no tiene nada que ver con la justicia, y
tampoco con la injusticia. Tiene que ver con la naturaleza humana. Tiene que
ver con nosotros. Cada cual debería ubicarse en los hechos y decidir en qué lugar de ellos quiere estar. En función
del resultado de la elección, nuestra vida debería transcurrir en consecuencia.
Thomas Bernhard dijo que “las ciudades están pobladas por dos
clases de personas, los que hacen negocios y sus víctimas”. De algún modo, las
historias y las vidas de Iñaki y Jesús, de
Cristina y Carmen han confluido en el tiempo para interpelarnos, para obligarnos a escoger. ¿En qué bando queremos estar? Mucho me temo que el mismo Bernhard nos vuelva
a responder de un modo no demasiado alentador. “A veces levantamos la
cabeza y creemos que tenemos que decir la verdad, o la aparente verdad, y la
volvemos a bajar”.
Deseo con todas mis fuerzas, en lo más profundo de mi corazón, que Jesús no pise la cárcel y que no pase su
vejez encerrado en una celda, mientras los que le robaron armados con la pistola
cargada de poder ven crecer a sus hijos,
sanos, sonrosados, y resplandecientes, gracias al botín de su saqueo.
ACTUALIZACIÓN de ÚLTIMA HORA (23/02/2017): El tribunal decreta la libertad sin fianza para Iñaki Urdangarín
ACTUALIZACIÓN de ÚLTIMA HORA (23/02/2017): El tribunal decreta la libertad sin fianza para Iñaki Urdangarín