Alphabetic Inc.
es el nombre de la empresa multinacional nacida de Google, junto con
Amazon, Apple, AT&T , ComCast, Facebook, IBM, Microsoft, Oracle y Verizon, una de las diez empresas de Internet más
poderosas del mundo. Cada una de ellas está
valorada en 100.000 millones de dólares y en conjunto suman un valor de
casi tres billones de dólares. El
negocio de estas empresas se fundamenta en transformar información en datos
con los que obtiene grandes beneficios gracias a su tratamiento y venta a
otras empresas, que buscan ampliar márgenes y destruir a la competencia. Su
objetivo final es hacerse con el control de la economía mundial.
Tal y como ha escrito Soshana
Zuboff, profesora de la Harward Bussines
School, “la mayoría de las empresas de internet intentan convertirse en nuestra
puerta de acceso a cualquiera que sea el segmento de una vida social que
pretenden dominar. Si son capaces de controlar un sector consiguen acceder a
más datos de los usuarios”. Y añade Zuboff: “las empresas de Internet están en
el negocio de la realidad. La clave es que su poder es invisible”.
Por eso, Mikkel Flyverbon, director
y profesor agregado de la Escuela de Administración de Empresas de Copenhagen,
opina que “las infraestructura digitales pronto serán tan naturales y
consabidas que nadie preguntará cómo funcionan. Esto constituye una dimensión
importante del poder de las compañías de Internet y muestra el papel pasado por
alto que desempeñan en modelar nuestra manera de ver el mundo”.
Cuando pensamos que nuestros datos
flotan en una nube, etérea, sutil y casi metafísica, en realidad residen en los
complejos físicos más aparatosos que existen en el mundo. El 70% de todo el
tráfico de internet circula a través de
más de 40 grandes centros
ubicados en Ashburrn, a 50KM de Washington, un lugar donde se han
instalado millones de kilómetros de hilos, cables y fibra, miles de toneladas
de chips componentes electrónicos. Para intentar visualizar “la nube” podemos
imaginar grandes hangares repletos de millones de ordenadores, sin resquicios, uno sobre otros. Toda esta infraestructura, hasta el último
pedacito, tiene dueño.
Es decir, que aunque nos parezca
todo sutil, ligero y tan cotidiano como conversar, comer o dormir, la realidad es que Internet es un gran
negocio y que los grandes servidores, si sirven a alguien es, exclusivamente,
a sus dueños. Anna Bernansek y D.T
Mongan, dos conocidos periodistas especializados en el negocio de Internet,
afirman que “las grandes compañías de
internet siguen luchando titánicamente
para acumular más información y equipamientos y adueñarse de porciones vitales
de Internet. El objetivo final es controlar la economía global. Por eso no es
casualidad que Google haya desarrollado páginas web en redes sociales como
Google+, Groups, Ortcut, Blogger y Hangouts. Si sabe usted todo o casi todo
sobre todas las personas de mundo, entonces lo que posee tiene un valor
incalculable. Para los gigantes de la información, cada nuevo centro de datos
es un fin en sí mismo y un arma competitiva. El camino de Google conduce a una
omniscencia casi divina.”
Tal es el afán de expansión, de negocio y de beneficios
de estas grandes empresas que ya forman parte del complejo militar-industrial
norteamericano actuando de manera totalmente desconocida hasta ahora. Según información aportada por Adam Jay
Harrison, investigador en Seguridad Nacional de la Universidad de Nueva York,
las compañías Boston Dynamics i Robot, Plantir, SpaceX y Dowave System sustentadas y promovidas con capital de
Google, son la punta de lanza de futuro del moderno armamento que se desplegará
en el siglo XXI.
Google difunde en sus páginas web la
misión de la compañía, consistente en organizar la información del mundo y
hacer que sea útil y accesible para todos. Por su puesto, esto es difícil de
discutir. Sin embargo, no dice que como empresa con vocación global su objetivo
es ganar mucho dinero ejerciendo su misión obteniendo datos de sus usuarios. Y
no lo hace mal del todo. Del total de 16.000 millones de dólares de beneficios
en publicidad en Estados Unidos, Google obtiene
el 60% según datos ofrecidos por
Damian Tambini, de la London School of Economics.
Manuel Castells, actual ministro de
universidades y catedrático emérito de Sociología de la Universidad de
California-Berkley, afirma que el 91% de los ingresos de Google provienen de la
publicidad, y del marketing focalizado a través
del tratamiento de datos agregados resultantes de la información
recogida a partir de las búsquedas de los usuarios. Es más, tal y como advierte
este experto mundial en tecnologías de la Información y la
Comunicación “Google se reserva siempre el derecho de obtener de sus usuarios y
procesar sus datos o los contenidos seleccionados de sus correos electrónicos”.
Esta revelación, aunque nos parezca tremenda, a día de hoy ya no sorprende a nadie. Todos,
de manera individual, lo sabemos, y cuando utilizamos Google, en el fondo,
somos conscientes de ello. De hecho, en
Silicon Valley es recurrente una frase que dice “ Si no pagas por tu servicio
es que estás pagando con tus datos”.
Y es que las empresas de internet
transforman el valor de nuestros datos
desde que fueron generados y reunidos,
desde su utilización superficial hacia
usos posteriores, invisibles para nosotros. Esa transformación es el
núcleo del negocio de Google debido a su incalculable valor. Keneth Cokier,
editor jefe de The Economist y coautor de “Big Data, a revolutions that will
transform how we life, work and think” nos anima a hacernos estas dos preguntas
¿quién posee los datos? ¿La empresa que los reunió o quien los produjo?
Probablemente, si las direcciones de 8
universidades públicas españolas* que
han decidido la migración de sus servicios de correo electrónico y repositorios
de ficheros a Google, se hubiesen interrogado en este sentido, ahora mismo no
estaríamos trabajando oficialmente con esta plataforma. Si hubiesen tenido la voluntad
de recabar información y opinión con el
fin de tomar una decisión consciente y responsable, habrían trasladado las dos
preguntas al conjunto de la comunidad universitaria para generar un debate
abierto y transparente al respecto.
Sin embargo, entre los responsables
que han tomado esta decisión -en mi
opinión una de las críticas que ha tomado parte de nuestro sistema universitario en los últimos
30 años- tan sólo ha primado el criterio
económico, que se traduce ni más ni menos que en el chocolate del loro.
Porque, atención, a pesar de que quienes han decidido este cambio crítico
arguyen y ostentan la gratuidad del servicio (recordemos. “ Si no pagas por tu
servicio es que estás pagando con tus datos”), el ahorro total aproximado en
cada universidad se cifra entre los ridículos 100.000€ y los 2000.000 € en presupuestos que pueden llegar a
los 400 millones €. Es decir, en realidad hemos vendido a precio de ganga un patrimonio público de valor incalculable, compuesto de millones
de datos en conocimiento, gestión,
investigación y transferencia de tecnología
que Google sabrá rentabilizar y
utilizar muy lucrativamente con fines poco transparentes, encaminados
únicamente a engordar su cuenta de
resultados.
Y es que, en realidad las universidades han vendido (o regalado) a Google por unos
cientos de miles de euros los datos generados por cerca de cientos de miles de
estudiantes universitarios, decenas de miles de investigadores y de gestores, centenares de facultades y centros docentes, y miles de grupos de investigación.
Por otro lado, nuestro sistema
universitario es europeo. Sin embargo, estas universidades han puesto todo ese
patrimonio público en manos de una empresa norteamericana que participa activamente en el entramado
industrial militar y que, dada su
filiación y origen estadounidense, hace todo lo posible para que las empresas tecnológicas europeas no avancen ni compitan con los
gigantes del entramado de Silicon
Valley; una empresa cuya política fiscal pasa por escaquear al máximo sus obligaciones
impositivas. Tanto es así que de presentarse Google a un concurso público convocado por
cualquiera de estas universidades, su participación en dicho concurso o su oferta hubiese sido rechazada en primera
fase. Estamos dando un gran ejemplo a los proveedores y a los estudiantes.
En definitiva, y para ir
concluyendo, las universidades como instituciones y usuarios ya forman parte del llamado panóptico
digital, ese gigantesco hipertexto
global construido con datos cuyo control
es un instrumento esencial de poder, un poder que detenta quien los obtiene.
Tal y como consta en el documento de la Agencia Española de protección de datos
respecto a Google G-suite, el cliente actúa como responsable del tratamiento de
datos y Google es el encargado del tratamiento. Dicho documento, igualmente,
exige y establece el respeto y la
custodia de la confidencialidad de los datos a la empresa proveedora, que es
Google…
…No sonrían, por favor, porque
recuerden: Para los gigantes de la información, cada nuevo centro de datos es
un fin en sí mismo y un arma competitiva.
Los datos que genera la universidad pública no son de quienes gobiernan
las universidades, ni siquiera son de quienes los generan, porque sus propietarios son los ciudadanos, porque forman parte de
nuestro patrimonio colectivo. Ahora son de Alphabetic Inc , ahora son de Google, por unos cientos de miles de euros. Efectivamente,
la migración de los sistemas de información y comunicación y de los repositorios
de la universidad española a Google nos resulta cara, exorbitantemente cara.
* Universitat Pompeu Frabra. Universitat de Girona. Universitat Jaume I. Universidad Carlos III. UNED. Universidad de Jaen. Universidad de Almería. Universitat Politècnica de Catalunya.