viernes, 13 de marzo de 2020

Las universidades regalan su patrimonio a Google



Alphabetic  Inc.  es el nombre de la empresa multinacional nacida de Google, junto con Amazon, Apple, AT&T , ComCast, Facebook, IBM, Microsoft, Oracle y Verizon,  una de las diez empresas de Internet más poderosas del mundo. Cada una de ellas está  valorada en 100.000 millones de dólares y en conjunto suman un valor de casi tres billones de dólares.  El negocio de estas empresas se fundamenta en transformar información en datos con los que obtiene grandes beneficios gracias a su tratamiento y venta a otras empresas, que buscan ampliar márgenes y destruir a la competencia. Su objetivo final es hacerse con el control de la economía mundial. 

Tal y como ha escrito Soshana Zuboff, profesora  de la Harward Bussines School, “la mayoría de las empresas de internet intentan convertirse en nuestra puerta de acceso a cualquiera que sea el segmento de una vida social que pretenden dominar. Si son capaces de controlar un sector consiguen acceder a más datos de los usuarios”. Y añade Zuboff: “las empresas de Internet están en el negocio de la realidad. La clave es que su poder es invisible”.

Por eso, Mikkel Flyverbon, director y profesor agregado de la Escuela de Administración de Empresas de Copenhagen, opina que “las infraestructura digitales pronto serán tan naturales y consabidas que nadie preguntará cómo funcionan. Esto constituye una dimensión importante del poder de las compañías de Internet y muestra el papel pasado por alto que desempeñan en modelar nuestra manera de ver el mundo”. 

Cuando pensamos que nuestros datos flotan en una nube, etérea, sutil y casi metafísica, en realidad residen en los complejos físicos más aparatosos que existen en el mundo. El 70% de todo el tráfico de internet circula a través de  más de 40 grandes centros  ubicados en Ashburrn, a 50KM de Washington, un lugar donde se han instalado millones de kilómetros de hilos, cables y fibra, miles de toneladas de chips componentes electrónicos. Para intentar visualizar “la nube” podemos imaginar grandes hangares repletos de millones de  ordenadores, sin resquicios,  uno sobre otros.  Toda esta infraestructura, hasta el último pedacito,  tiene dueño. 

Es decir, que aunque nos parezca todo sutil, ligero y tan cotidiano como conversar, comer o dormir,  la realidad es que Internet es un gran negocio y que los grandes servidores, si sirven a alguien es, exclusivamente, a  sus dueños. Anna Bernansek y D.T Mongan, dos conocidos periodistas especializados en el negocio de Internet, afirman que  las grandes compañías de internet siguen luchando  titánicamente para acumular más información y equipamientos y adueñarse de porciones vitales de Internet. El objetivo final es controlar la economía global. Por eso no es casualidad que Google haya desarrollado páginas web en redes sociales como Google+, Groups, Ortcut, Blogger y Hangouts. Si sabe usted todo o casi todo sobre todas las personas de mundo, entonces lo que posee tiene un valor incalculable. Para los gigantes de la información, cada nuevo centro de datos es un fin en sí mismo y un arma competitiva. El camino de Google conduce a una omniscencia casi divina.” 

Tal es el  afán de expansión, de negocio y de beneficios de estas grandes empresas que ya forman parte del complejo militar-industrial norteamericano actuando de manera totalmente desconocida hasta ahora.  Según información aportada por Adam Jay Harrison, investigador en Seguridad Nacional de la Universidad de Nueva York, las compañías Boston Dynamics i Robot, Plantir, SpaceX y Dowave System  sustentadas y promovidas con capital de Google, son la punta de lanza de futuro del moderno armamento que se desplegará en el siglo XXI.

Google difunde en sus páginas web la misión de la compañía, consistente en organizar la información del mundo y hacer que sea útil y accesible para todos. Por su puesto, esto es difícil de discutir. Sin embargo, no dice que como empresa con vocación global su objetivo es ganar mucho dinero ejerciendo su misión obteniendo datos de sus usuarios. Y no lo hace mal del todo. Del total de 16.000 millones de dólares de beneficios en publicidad en Estados Unidos, Google obtiene  el 60%  según datos ofrecidos por Damian Tambini, de la London School of Economics.

Manuel Castells, actual ministro de universidades y catedrático emérito de Sociología de la Universidad de California-Berkley, afirma que el 91% de los ingresos de Google provienen de la publicidad, y del marketing focalizado a través  del tratamiento de datos agregados resultantes de la información recogida a partir de las búsquedas de los usuarios. Es más, tal y como advierte este experto mundial en tecnologías de la Información y la Comunicación “Google se reserva siempre el derecho de obtener de sus usuarios y procesar sus datos o los contenidos seleccionados de sus correos electrónicos”.

Esta revelación, aunque  nos parezca tremenda,  a día de hoy ya no sorprende a nadie. Todos, de manera individual, lo sabemos, y cuando utilizamos Google, en el fondo, somos conscientes de ello.  De hecho, en Silicon Valley es recurrente una frase que dice “ Si no pagas por tu servicio es que estás pagando con tus datos”. 

Y es que las empresas de internet transforman  el valor de nuestros datos desde que  fueron generados y reunidos, desde su utilización superficial hacia  usos posteriores, invisibles para nosotros. Esa transformación es el núcleo del negocio de Google debido a su incalculable valor. Keneth Cokier, editor jefe de The Economist y coautor de “Big Data, a revolutions that will transform how we life, work and think” nos anima a hacernos estas dos preguntas ¿quién posee los datos? ¿La empresa que los reunió o quien los produjo? 

Probablemente, si las direcciones de 8 universidades públicas españolas*  que han decidido la migración de sus  servicios de correo electrónico y repositorios de ficheros a Google, se hubiesen interrogado en este sentido, ahora mismo no estaríamos trabajando oficialmente con esta plataforma. Si hubiesen tenido la voluntad de recabar  información y opinión con el fin de tomar una decisión consciente y responsable, habrían trasladado las dos preguntas al conjunto de la comunidad universitaria para generar un debate abierto y transparente al respecto. 

Sin embargo, entre los responsables que han tomado  esta decisión -en mi opinión una de las críticas que ha tomado parte de  nuestro sistema universitario en los últimos 30 años- tan sólo ha primado el criterio  económico, que se traduce ni más ni menos que en el chocolate del loro.

Porque, atención, a pesar de que quienes han decidido este cambio crítico arguyen y ostentan la gratuidad del servicio (recordemos. “ Si no pagas por tu servicio es que estás pagando con tus datos”), el ahorro total aproximado en cada universidad se cifra entre los ridículos 100.000€ y los 2000.000 € en presupuestos que pueden llegar a los 400 millones €. Es decir, en realidad hemos vendido a precio de ganga un patrimonio público  de valor incalculable, compuesto de millones de  datos en conocimiento, gestión, investigación y transferencia de tecnología  que Google sabrá rentabilizar  y utilizar muy lucrativamente con fines poco transparentes, encaminados únicamente  a engordar su cuenta de resultados.

Y es que, en realidad las universidades  han vendido (o regalado) a Google por unos cientos de miles de euros los datos generados por cerca de cientos de miles de estudiantes universitarios, decenas de miles de investigadores y de  gestores,  centenares de facultades y centros docentes, y  miles de  grupos de investigación. 

Por otro lado, nuestro sistema universitario es europeo. Sin embargo, estas universidades han puesto todo ese patrimonio público en manos de una empresa norteamericana  que participa activamente en el entramado industrial  militar y que, dada su filiación y origen estadounidense, hace todo lo posible para que  las empresas tecnológicas  europeas no avancen ni compitan con los gigantes del  entramado de Silicon Valley; una empresa  cuya política  fiscal pasa por escaquear al máximo sus obligaciones impositivas. Tanto es así que de presentarse Google a un concurso público convocado por cualquiera de estas universidades, su participación en dicho concurso  o su oferta hubiese sido rechazada en primera fase. Estamos dando un gran ejemplo a los proveedores y a los estudiantes. 

En definitiva, y para ir concluyendo, las universidades como instituciones y usuarios  ya forman parte del llamado panóptico digital, ese  gigantesco hipertexto global construido con  datos cuyo control es un instrumento esencial de poder, un poder que detenta quien los obtiene. Tal y como consta en el documento de la Agencia Española de protección de datos respecto a Google G-suite, el cliente actúa como responsable del tratamiento de datos y Google es el encargado del tratamiento. Dicho documento, igualmente, exige y establece  el respeto y la custodia de la confidencialidad de los datos a la empresa proveedora, que es Google… 

…No sonrían, por favor, porque recuerden: Para los gigantes de la información, cada nuevo centro de datos es un fin en sí mismo y un arma competitiva.  Los datos que genera la universidad pública no son de quienes gobiernan las universidades, ni siquiera son de quienes los generan, porque  sus propietarios son  los ciudadanos, porque forman parte de nuestro patrimonio colectivo. Ahora son de Alphabetic  Inc , ahora son de Google,  por unos cientos de miles de euros. Efectivamente, la migración de los sistemas de información y comunicación y de los repositorios de la universidad española a Google nos resulta cara, exorbitantemente cara. 

* Universitat Pompeu Frabra. Universitat de Girona. Universitat Jaume I. Universidad Carlos III. UNED. Universidad de Jaen. Universidad de Almería. Universitat Politècnica de Catalunya.

miércoles, 11 de marzo de 2020

Inventario de antimetáforas


El mar es la vida. Óxido en los cabellos. Carbón en los labios. Alquitrán en la mirada. Valentía de avestruz. Banquero de Cristo. Hércules enhebrando una aguja. El Papa. Las banderas.  Lágrimas de monja. Rojo que te quiero rojo. Borges empuñando  una navaja. Un ciprés en el patio de un colegio. La muerte son los ríos. La meta es el camino. El viaje es el tiempo. El tiempo es el sueño. Los sueños. Michelle  Pfeiffer mordiendo el cuello de Christopher Lee. Diamantes de orina. La oveja balando a medianoche. El lobo aullando bajo un sol de justicia. Nieve sin sangre. La cruz. La paloma de Picasso. El Guernica de Picasso. Versos a la venta. El puño alzado de un político. Un caballo estabulado. El canto enjaulado.  La horca sumergida. La huella en la Luna. Caperucita sin abuela. La rosa.  Eva sin manzana. “El origen del mundo”. Un plátano pelado. Los tres monosabios mancos. La cobardía torera. Adán sólo. La masturbación de Adán. Cualquier escultura de Miguel Ángel. Las patatas bravas.  Cualquier escultura de Miguel Ángel, excepto los cuatro  esclavos. La cárcel.  En general, el arte religioso. Un tiburón con complejo de  delfín.  El pene de Rocco Sigfredi. Una Harley en un semáforo. El ojo hueco de Millán Astray. Los números, especialmente el diez. La ópera. Pompeya. Cualquier himno nacional. El Valle de los Caídos.  La publicidad sincera. La luz de un fluorescente. Una prostituta y su cliente coincidiendo en la caja del Mercadona.  Cualquier cosa o ser vivo bajo la luz de un fluorescente. Un anciano en cama hospitalaria. Los Juegos Olímpicos, y en general, los deportistas profesionales.  La lechuza analfabeta. El león vasallo. “El cordero carnívoro”. El perro infiel. Larra viejo. La margarita indubitable. Sócrates absuelto. Aquiles leyendo. La siesta de Mr.Hyde. Las Meninas feministas. Un loco. El telediario. El zoológico.  Un diccionario sin palabras. El silencio, el más absoluto de los silencios. Un pentagrama, solamente un pentagrama. La Catedral de Burgos. Ortega Smith. De hecho, todas y cada una de las catedrales. Alfonsina Storni tomando el sol en la playa. El Che en un despacho. Xavi pidiendo llibertat desde Qatar. La monarquía. Un abogado con toga. Un obrero en el casino. Las metamorfosis de Zeus. Cualquier subsecretario. Una entrevista de trabajo. Un libro retractilado. Ratas sin flautista. Vargas Llosa jugando a la Play. Aznar arrodillado frente a un confesionario. Aznar y Ana Botella haciendo el amor una noche de invierno. Un obispo pidiendo perdón. Yoko Ono, Isabel Pantoja y Olvido Gara, juntas,  de vinos en los bares del Tubo. La momia desnuda. Un niño maleducado. Y déjame que te diga  que soy yo sin decir tu nombre  la más grande antimetáfora que vaga sin norte por los caminos.