Yolanda Díaz es a la política española esa compañera nueva, aunque experimentada, de larga trayectoria laboral, que aparece una buena mañana en la oficina, reservada, discreta, sin hacer ruido, y se ocupa, jornada tras jornada, de hacer bien su trabajo, de llegar a la excelencia mientras cultiva las relaciones humanas con mesura, ese tipo de compañerismo espontáneo, amable y sincero, ausente de imposturas, tan raro de encontrar; una profesionalidad de rigor estajanovista y una lealtad hacia el equipo del que forma y se siente parte que asombra a los jefes.
Un buen día, así, como sin querer, gracias a las carambolas del azar, la que no hace mucho fue la chicanuevaenlaoficina se ve sentada en el despacho del jefe, quien antes de su defenestración a causa de no se sabe bien qué asuntillos, había informado día a días a sus superiores y accionistas sobre el gran valor profesional y activo de futuro de la otrora encargada de negociado que una buena mañana apareció en la oficina, reservada, discreta, sin hacer ruido.
Una vez en el sillón el cargo no se le sube a la cabeza, gobierna su equipo con equidad y firmeza, administra ejemplarmente las coyunturas y escoge muy bien qué batallas librar o desdeñar con otros departamentos, siempre exhibiendo una voluntad de diálogo sincero y una capacidad innata para la negociación. Todo, ejerciendo a diario sus responsabilidades, en las que no existen los temas menores, abordando todo tipo de problemas y desafíos con el rigor y la coherencia como armas, y mostrando a propios y extraños la misma actitud con la que empezó en la compañía.
¡El mirlo blanco! se admiraban en privado los directores de área de la compañía ¡Tenemos un mirlo blanco! Llegados a este punto, archiconocidas como son sus virtudes -tan verdaderas como extrañas en un entorno poco pródigo en honestidades y honradeces- pronto se formó a su alrededor un grupo de fieles seguidores, discípulos de primera hora, colaboradores próximos que, conscientes de la singularidad que atesoraba su maestra, jefa y admirada Yolanda, día sí y día también tarareaban en sus oídos la tan conocida canción de la sirena, cuya letra, resumida, venía de decir que había mercado hacia la izquierda y que debería reflexionar muy seriamente sobre la posibilidad de construir una nueva compañía basada en los valores que ella desprendía a su paso, como dulce aroma de perfume, y sobre todo, fundamentada en un hecho incontrovertible y actualmente de gran valor añadido: que era mujer .
Tras meses de cavilaciones, Yolanda Díaz consideró factible la oportunidad que unos y otros no descansaban en alimentar aunque, dada como es al rigor, no sin imponer una serie de condiciones, que, en resumidas cuentas, venían a marcar una frontera moral y ética basada en los valores que siempre han orientado su trayectoria personal y profesional. De modo y manera que, en el día señalado, Yolanda presentó urbi et orbi su proyecto, y una ola de entusiasmo meció a miles de personas dispuestas a comprar, una vez más, una panacea, en esta ocasión verdadera, singular y efectiva.
A partir de ese instante, Yolanda Díaz, aquella mujer profesional, cabal y precisa, empática y amable, de espontánea credibilidad humana, decidió, no se sabe si motu propio o mal aconsejada, esbozar esa célebre sonrisa de cartel político en todo momento y lugar. El contenido de su discurso empezó a obviar los datos, la duda razonable, el análisis conciso, la expresión mesurada que, a la sazón, la arroparon a lo largo del tiempo y que propiciaron su merecido ascenso en la estructura de la compañía.
Y es que sus alocuciones se transformaron en plácidas arengas bienintencionadas, trufadas de un sentimentalismo maternal sin más contenido que el catálogo manido y vulgar de las promesas al uso, eso sí, siempre rematadas con la guinda del género, el valor de lo femenino como argumento imbatible con el que conformar propuestas válidas y efectivas de progreso.
Porque Yolanda Díaz, aquella mujer que decía sinceramente sí a todo, ahora ambiciona el lugar de poder en el que deberá decir no a casi todo, para lo cual ha creído oportuno aparcar por unos días su solvencia y sus virtudes y ofrecer al común, tratándonos como criaturas de guardería, una imagen de hada madrina que con su bondad de Disney, su sonrisa deslumbrante, su mera condición femenina y su varita mágica nos va a arreglar la vida.
Quizás es que no comprendo las estrategias publicitarias de la política, o que, tan necesitados como estamos de unos brazos que nos mezan con ternura, no soy capaz de percibir que la gente en verdad recibe ese trato con agrado, pero qué quieren que les diga, yo tengo nostalgia de aquella Yolanda Díaz que hace tres años apareció una buena mañana en la oficina.
4 comentarios:
No podías haber descrito mejor el paso de la política honrada a la política a secas.
Esta evolución comenzó (siempre empieza igual) cuando por renuncia propia o por ninguneo ajeno, aquellos colaboradores que mantenían un espíritu crítico la fueron abandonando y quedaron solo los incondicionales, buenos profesionales pero incapaces de analizar ya los posibles fallos.
Ya no se busca lo importante, si no lo urgente. No se analizan los asuntos en función de la necesidad de solución, si no en función de la repercusión inmediata en el aumento de prestigio entre los posibles votantes. Ya no se usa la estrategia, si no directamente la táctica. En fin, aunque todavía esta lejos, puede convertirse en una mas. Siempre, eso si, con unos grados mas en su cociente intelectual.
Por otra parte, tampoco ser lo pone fácil la estulticia contrastada de algunas que deberían ser colaboradoras incondicionales sin exigir nada a cambio.
En definitiva. Has dado en el clavo.
Felices días de asueto.
J.C.
En España sobran militantes como esta señora y faltan gestores eficientes. Esta señora ha hecho de la politica su modus vivendi y ni ha aportado, ni aportara nada al país.
Tienen sed de poder y lo demas les da igual.
Yo no quiero militantes en el gobierno, quiero gestores, los militantes gobiernan para sus afines los gestores para todos.
Un saludo.
Hola JC
A estas alturas casi estoy por pensar que el término "política honrada" es oximoron.
Efectivamente, como tu dices, las prisas apremian y nadie parece mirar más allá de las próximas elecciones, lo cual significa que no se reflexiona y que la táctica prevalece sobre cualquier otra cuestión.
Yolanda Díaz es un gran activo de la izquierda. Creo que desde Anguita no había aparecido nada igual. Sin embargo, ha claudicado para proyectar una imagen infantilizada, probablemente para contrarrestar esa percepción que tenemos de la política bronca y crispada. Pero no es eso. Los valores de Yolanda Díaz son lo su que ha demostrado en el Parlamento y al frente del ministerio y ahora resulta que son la sonrisa profident y el discurso hueco. A ver...
Un placer, como siempre, leer tus comentarios. Muchas gracias por tu tiempo y por tu interés
¡Salud!
Hola Daniel
Franco dijo algo parecido: "Haga como yo. No se meta en política y verá que bien le irá"
Esa señora, como usted dice ha conseguido las cifras de paro mejores que tenemos desde hace veinte años, y lo ha hecho desde la ideología, y no exclusivamente desde la gestión. Con su acción de gobierno ha derrumbado todo el discurso neoliberal. ¿O usted cree que los gobiernos del PP que sometieron a los trabajadores españoles a la precariedad, la explotación y a la pobreza no eran militantes? ¿Cree de verdad que eran simples gestores? ¿Cree usted que los gobiernos conservadores, de derechas o neoliberales no son ideológicos?
Por eso, yo en política quiero militantes, de un color y de otro, para saber qué me proponen, si la defensa de los intereses de los privilegiados, o la defensa de los intereses de la mayoría, es decir, de los trabajadores
Gracias por seguir por aquí, a pesar de nuestras diferencias. Gracias por tu tiempo y por tu interés, Daniel
¡Salud!
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