martes, 18 de febrero de 2020

Inventario de la desolación


Un colchón desnudo sobre la cama. La pelota deshinchada abandonada en el patio. Una colilla flotando sobre el último sorbo. Una escombrera junto a un campo de trigo verde. Los restos de una hoguera. Una mujer tumbada en postura fetal sobre el colchón desnudo. El olor de un bar de madrugada. Un campo de fútbol de tierra. El esqueleto de una barca varada en la playa. Los cartones deshabitados de un cajero automático. Una estantería desvencijada. Un borracho ondeando una bandera. Una puerta agotada. La postguerra. El tañido de las campanas a muerto.  El costillar de un caballo famélico. Un libro deslomado. La viuda de un guardia civil. Un plato desportillado. Los ojos de una vaca enferma. Un solar encharcado. El rechinar de una cancela. Cualquier museo. Un manojo de llaves oxidadas. Un torero viejo. La garita desierta del vigilante. La sombra de un faro. El Cortijo del Fraile. Un cochecito de bebé abandonado junto al contenedor de basura.  Un vagón de metro. Un hombre en la ventisca.  El vientre embutido de un torero viejo. Una nevera nueva. Un parque solar en la noche. El hedor de un matadero cancelado. Versos tachados. Un paso subterráneo. Un pintor ciego. Las aspas detenidas del molino. Un campo cuarteado. Una sartén mugrienta. Belchite viejo. La vacilación  del neón. El entierro de Mozart. La madre enajenada frente al tiovivo solitario. El pedregal de un cauce seco. La dentadura postiza en un vaso.  El cristal quebrado de una ventana. El alma de un ciego en Granada.  Una vía muerta. La diva anciana frente al espejo. Una jaula.  El viento sin árboles. Enero en las calles de un pueblo costero. La carta de ajuste. El áurea del retrato que colgaba en la pared. La tiza en el suelo de un aula vacía. La mirada de Edward Hopper. Un actor tras la función. Una persiana destartalada. Una mujer violada. Un tintero mugroso. Una muñeca desnuda. Un nicho vacante.  Cebollas podridas. El sendero sin huellas. Un soldado. La sala de espera de la estación. Un disco olvidado. La memoria.  Los posos del vino. El páramo envuelto en la niebla. Un pueblo sin biblioteca. Una guitarra sin cuerdas. La luz concluyente del día. Y mis días sin ti.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Decía yo que estaba de bajona!
Lo mejor es lo de "una nevera nueva". No necesita acompañamiento de otros. Por si misma es definitoria.
Bueno. Gracias por seguir deleitándonos con tus nostálgicas reflexiones pero no te vengas tan abajo que abandones.
J.C.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Más que bajona, son imágenes que me visitan a menudo, aunque mi ánimo sea bueno. Pero son imágenes que, al menos a mí, me parecen bellas.
La pasada semana asistí a una charla del filósofo Javier Gomá, a quien últimamente he leído con mucho interés. Entro otras cosas dijo que la literatura, la cultura y el arte en general se ocupa, en la mayoria de sus expresiones, de temas tristes o dramáticos. Y es cierto. Es como si el ser humano no pudiese deshacerse de la pesadumbre que supone saberse mortal, de manera que esa certeza la transmite o la expresa inconscientemente de mil maneras...
No sé si has leído "El libro del desasosiego" de Fernando Pessoa. No hay obra más melancólica. Sin embargo, parece ser que no hay relación entre el estado anímico de su autor y los temas que expresa con una profunda y honda belleza...

Muchas gracias por pasar y participar, J.C.
¡Salud!

José A. García dijo...

La desolación es como un invierno feroz, llega, arremete y acaba con todo y todos.
Apenas algo sí sobrevive al llegar la pobre primavera que pretende hacer de cuenta que nada pasó.
Pero no es así, pasó, y mucho.

Saludos,

J.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

El círculo de la vida continua, sobreponiéndose sobre sus propias ruinas
Gracias por participar, J

¡Salud!