martes, 11 de junio de 2019

Palabras en un libro



No hay persona que no  busque la verdad, su verdad. Aunque no seamos conscientes , desde  el más prosaico y vulgar al de más altas ambiciones, todos aspiramos a ser lo que parecemos y a parecer  lo que somos, a conocer a nuestros semejantes más próximos y a entender a quienes no conocemos. Pero además, aspiramos a  interpretar correctamente la realidad para caminar de un modo más o menos seguro  hacia  donde suponemos que nos aguardan  las respuestas que darán sentido a nuestra vida.

De hecho, las criaturas vulgares y mortales creemos  que nuestra vida  se reduce a madrugar, a cumplir una jornada laboral, a cuidar de los nuestros, a distraernos con nuestras aficiones  y, de vez en cuando, darnos algún capricho. Así día a día,  hasta el momento de nuestra muerte, sin darnos cuenta de que en esa aparente  rutina cotidiana tejida a base de reincidir y de relacionarnos con las mismas personas  se encuentra la verdad. Ya seamos  asesinos a sueldo  o filósofos, soldados o enfermeras,  mecánicos, contables, funcionarios o camareras,  la verdad  nos acompaña a diario. Con atender a nuestro entorno y respirar nos bastaría para hallar nuestra  verdad viva. La  muerte, esa otra verdad,  no podemos ni entenderla ni explicarla.

Se trataría  tan solo de activar los resortes de la conciencia, discriminar el polvo de la paja y discernir al respecto de lo que quisimos ser, de lo que somos y ante todo reconocer los afectos que nos arroparon  y permanecieron siempre a nuestro lado; que nos ayudaron a sufrir, y también a soñar; que nos  mostraron la diferencia entre el bien y el mal, la cara más áspera de la vida, la excepcionalidad del alivio y la felicidad; a utilizar las herramientas de la honradez, la honestidad y la generosidad para  intentar construir personas que se aproximan a cierta manera de dignidad.

Es decir, vivir, y “reconocer lo vulgar como primer gesto de emancipación hacia lo extraordinario”. O eso, al menos,  es lo que nos dice el poeta y novelista  aragonés Manuel Vilas.  La verdad reside básicamente en vivir, en mirar y en reconocer. Sobre eso escribe Vilas  en su última novela “Ordesa”. Afirma  su narrador que “Los hechos son naturaleza, su interpretación es política […] La naturaleza es una forma feroz de la verdad. La política es el orden pactado, está bien, pero no es la verdad […] La verdad es tu padre y tu madre”.

Qué maravillosa y apabullante sencillez. Qué rotundidad. Palabras  que resumen la vida, su vida, la mía, la de mis predecesores y la de los que han venido después de mi. No busque usted más, ni en bibliotecas, ni en facultades, ni en templos, ni en arcas legendarias, porque esas ochos palabras se enraízan en lo más profundo, allí donde solamente han llegado los privilegiados, esos seres capaces de sumergirse y explorar en lo hondo, captar las corrientes que fluyen con sus misterios para después mostrarnos a la luz el misterio revelado en forma poética.

Porque, efectivamente, a pesar de que “Ordesa” se encuadre en lo  novelístico, en realidad es una obra lírica; es el alma y la vivencia del autor ofrecida con generosidad a los lectores; su experiencia  y su mirada hacia dentro, hacia los pliegues sensibles; hacia los recuerdos reblandecidos en ocasiones a base de nostalgias inevitables, incluso de amarguras desconsoladas, desencuentros, momentos e imágenes memorables, ilusionantes y frustraciones lacerantes. En definitiva, y de nuevo, toda su verdad.

Y si esta novela se nos cobija muy adentro del cuerpo es porque Vilas, el gran Vilas, conecta directamente su verdad con la nuestra. Su historia es nuestra historia. La conexión y el vínculo que se produce entre lector y escritor es absoluta, de tal modo que la lectura de la novela nos produce a cada frase, a cada párrafo, la sensación permanente de un déjà vu. Es como si el autor de Barbastro hubiese vivido nuestra propia vida para escribirla pero al mismo tiempo como si nosotros hubiésemos vivido su existencia para contarla. Con “Ordesa” leemos, pero escribimos mientras leemos, aceptando  sin reservas su verdad, desarmados desde el primer instante ante la sinceridad, la sencillez y la profundidad natural con que nos muestra  nuestra propia vicisitud.

Sin embargo,  la dificultad que entraña la construcción de una novela como “Ordesa” sólo es apta para quienes entregan su cuerpo y su alma a la literatura; apta para valientes.  La estructura dispuesta en breves entradas, como si se tratase de un diario, obliga al autor a vaciarse en cada página, a mantener la tensión narrativa, a enviarnos mensajes rotundos, contundentes, ciertos, que nos  impactan y colisionan con nuestra costumbre lectora, en cierto modo acomodada, educada  con el convencionalismo de ficciones más o menos afortunadas que prometen más que ofrecen.

Y es que las criaturas de “Ordesa” no son librescas. Son ciertas. Ya no digo reales. Digo  ciertas, verdaderas, y lo que se dice de ellas o lo que evocan o lo que  vivieron nos interpela en la boca del estómago gracias a un estilo esencial, depurado y  carente de aditivos, fruto de una sincera y -me atrevería a decir- sufrida  reflexión.

Forma y contenido hermanados como pocas obras consiguen para hablarnos, por ejemplo, de la culpa y la pervivencia de la maldad. “Tal vez la culpa sea una forma de permanencia. Tal vez los grandes culpables acaben divisando desde sus culpas una forma de perduración”.

Para recordarnos en una sola frase con vocación de aforismo demoledor que  “quienes mejor mueren son quienes no sabían que estaban vivos”.

Para construir  bellísimas metáforas sinestésicas a cuenta de la nostalgia. ”Porque tus ojos, que en ese instante los recuerdo, eran buenos, y la mala suerte no debería apartarnos nunca a la hora de fijar nuestra mirada en el cielo, rindiendo agradecimientos por haber contemplado los suspiros de todos los hombres encadenados en el aire.”

Y la muerte, siempre presente, como última verdad, tratada con cierta familiaridad, sin dramatismos ni desgarramientos impostados, porque  “es un error pensar que los muertos son algo triste o desalentador o depresivo; no, los muertos son la intemperie del pasado que llega al presente desde un aullido enamorado”.

“Ordesa”  también es la descripción de una época de España y de sus ciudadanos, a quienes trata sin demasiadas contemplaciones, como en esta frase lapidaria, que parece pintada por el mismísmo Goya.  “El último español, cuando todos los españoles estén ya muertos, será feliz”.

Pero  igualmente es una crónica donde surge una mirada global hacia todos los tiempos.  Lo busco ahora entre los muertos y mi mano se llena de ceniza y excrementos y esos son los emblemas y la heráldica de la clase trabajadora universal: cenizas, excrementos y olvido”.

La historia, la memoria, los recuerdos como tiempo vivificador, seminal, constructor. “El pasado nunca se marcha, siempre puede retornar, vuelve, siempre vuelve. Contiene alegría el pasado. Es un huracán el pasado. Lo es todo en la vida de la gente. El pasado es amor también. Vivir obsesionado con el pasado no te deja disfrutar  pero disfrutar del presente si que el peso del pasado acuda con su desolación  a ese presente no es un gozo, sino una alienación. No hay alienación en el pasado

Y así podría rescatar citas de “Ordesa” como las que ahora he copiado; frases, y fragmentos de tal densidad  que generan un poder  de gravitación incontenible, capaz de absorbernos  con su energía poética  y transportarnos a la dimensión de la belleza, de la emoción y del sentimiento.  

Pero creo que “Ordesa”, ante todo, es un canto a la paternidad, en mi opinión, el tema central de esta obra maestra; una paternidad ambivalente, con dos puntos de vista, el  del hijo que ha perdido a sus progenitores  y el  de ese mismo huérfano que ahora es padre de un hijo.

Dar la vida por alguien no está previsto en ningún código de la naturaleza. Es una renuncia voluntaria que desordena el universo. La paternidad y la maternidad son las únicas certezas. Todo lo demás casi no existe

Tampoco quiero llegar a ser alguien distinto de mi padre, me causa terror llegar a tener una identidad propia. Prefiero ser mi padre" 

Cuando eres padre como yo lo soy lo eres de todos los hijos del mundo, no sólo de los tuyos. Así funciona este negocio de la paternidad. Todo lo demás es política

Mi madre solo fue naturaleza, por eso no tenía memoria, solo tenía presente, como la naturaleza”.

Manuel Vilas asume esas  dos perspectivas  y las ubica como dos puntos enfrentados en el tiempo entre los cuales fluyen las nostalgias, los recuerdos y los sueños; los desengaños y los  momentos de felicidad compuestos a base de evocaciones casi fotográficas, una veces iluminadas, otras en penumbra que, aunque funcionan líricamente,  nos invitan  a recordarnos a nosotros mismos. Y Ordesa en el centro, un punto geográfico y al mismo tiempo un espacio mítico, el nexo de unión donde confluyen pasados, presentes y porvenires, donde van a parar las experiencias de una vivencia y tres generaciones.

Por eso, tal y como decía al principio, “Ordesa”, es una poética sobre  la verdad, la del autor, la suya y la mía, tan comunes y vulgares  y al tiempo tan ciertas y extraordinarias.  Porque, tal y como revela el gran Manuel Vilas, “una cosa son las palabras en un libro, y otras las palabras de la vida. Son dos verdades distintas, pero las dos son verdades: la del libro y la de la vida, y juntas fundan una mentira.

5 comentarios:

Belén dijo...

Sí.... Me regaló Ernesto esta Navidad esta apabullante maravilla. No puedo leerlo seguido. Tanta "verdad" debo digerirla a trozos... Me emociona, me alegra, me entristece, me atrapa... Tengo Ordesa para una temporada larga de mi vida. En la mesilla, en la mesa de la cocina, en el sofa... Una especie de "faro"...
Besos

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Pues prepárate, porque en breve hablo de su poesía. Está toda completa en Editorial Visor. Más verdad. Toda la verdadm, y nada más que la verdad.
Abrazos, Belén, y muchos recuerdos a Ernesto

Anónimo dijo...

Siento comenzar discrepando pero creo que los que tu has dado en definir como "Vox Boys", no aspiran a ser lo que parecen y mucho menos a parecer lo que son. Ademas, la verdad, incluso su verdad, les importa un bledo. Su único objetivo es ver cuanto engañan a los demás para aprovecharse de ellos. Cada día abundan mas estos y menos los que tu describes.
También discrepo de que la verdad sea tu padre y tu madre, quizá por que mi verdad me dice que he tenido un padre que era mentira. En esto me acerco mas al poema de ese poeta novel que dice:
"Contémplalo
al muerto
de tu semen bañado.
No soy yo, padre, sino todos los enterradores
que
tanto has amado.
No me mandes leer libros
para que no vea
como se hunden en sangre."
(Anatomía de un caníbal.
Álvaro Aguilera.
Ed.: Huerga y Fierro)

Mi verdad es mas Machadiana "Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio" o "la verdad es lo que es. Y sigue siendo verdad aunque se piense al revés".
No estoy de acuerdo tampoco con que mueran mejor los que no sabían que estaban vivos.
Mueren mucho mejor aquellos que viven mucho en cantidad y calidad y que conformes consigo mismos, llegan, como D. Antonio, ligeros de equipaje y en absoluta paz, a ese trance y vuelvo a parafrasearle " La muerte es algo que no debemos temer porque mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos".
Reconozco que cuando he ido avanzando en la lectura de tu comentario me han ido entrando ganas de leer "Ordesa" y lo haré mas pronto que tarde.
Has citado frases sobre la política que me han llevado otra vez a Machado: "Haced política, porque si no lo hacéis alguien lo hará por vosotros y probablemente contra vosotros."
Y por último, la reflexión sobre el pasado para poderse conocer y afrontar el futuro que me vuelve a llevar al poeta: "Nunca perdáis el contacto con el suelo porque solo así tendréis una idea aproximada de vuestra estatura".
Y lo dejo, porque va a ser el comentario mas largo que el texto.
Cuando lea el libro seguiremos hablando.
J.C.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

¡Hola J.C !

Cómo me gusta tu mentario, precisamente por tus discrepancias, que en realidad no,lo son.
Y es que la verdad de determinados individuos es la mentira, y son lo que parecen y parecen lo que son porque sus acciones les delatan. No pueden eviatrlo; se muestran tal y cual son. Peores son los que les votan, porque compran sus mentiras, y esa es su verdad. De hecho no les hace falta camuflarla porque se sienten orgullosos de mostrarla. Esa es una de sus principales características.

En otro orden de cosas, la verdad de Vilas es poética y surge de su experiencia personal. Su narrador es lírico, y no novelístico, aunque utilice la prosa para explicarnos las vicisitudes de su alma, de su vida y de su relación con los suyos. Si tú decidieses explicar la tuya probablemente resultaría un libro opuesto, pero con toda la verdad, con tu verdad, y por tanto lectura sería tambièn verdadera.

Tremendo el poema de Álvaro Aguilera

Mi interpretación sobre la cita de la muerte es más benévola, quiizás más ingenua. Creo que Vilas nos habla de los humildes, y al mismo tiempo de las ambiciones, aunque también de todos aquellos que pasan por la vida sin haberla probado, y de los que necesitarían dos vidas para satisfacer sus inquitudes . Es una frase en apariencia sencilla pero que contiene infinidad de lecturas. Es una frasa llena de VERDADES.

¡Machado !¡Qué sería de España sin Machado! Efectivamente, desentrañó como nadie nuestras verdades. Sus enseñanzas con Juan de Mairena deberían ser libro de lectura obligatoria en los colegios. Allí está toda la ética en la que yo creo. Creo que su obra trasciende nuestro país porque lo que nos dice es universal.

Y finalmente, J.C, probablemente mi lectura de "Ordesa" no sea más que eso, mi lectura. La he escrito tres meses después de su lectura. En ocasiones, uno lee mejor un libro recordándolo en la distancia del tiempo. Quiero decir que he vuelto a leer el libro en la memoria mientras escribía este texto. De modo que esa lectura es similar a los recuerdos, a las evocaciones: uno desenfoca la realidad porque no aparece nítida y en realidad lo que uno hace es rehacer impresiones, recrear la sensación de lo leído. Te aseguro que reeleré "Ordesa", porque, como dice nuestra querida Belén, es una especie de faro, es una ineterpelación constante, es una inmersión en las profundidades de la existencia común, la que cuenta, la que nos equipara a todos.

Un abrazo, J.C. Espero poder charlar contigo con un vino de por medio

¡Salud!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

¡Uf! Disculpa los errores iniciales de mi comentario. ¡Qué vergüenza! Lo siento.