Le reconoces desde bien pequeño. No es muy difícil
identificarlo. Apenas aprende a caminar y
a balbucear, piensa, organiza y ejecuta trastadas, y en cuanto se hacen patentes, si uno anda
cerca, se apresura a señalarte con el dedo para que te encolomen el
mochuelo.
Cuando crece un poco, disfruta el curso en una juerga permanente, sin dar palo al agua, y el
día del examen no hace más que echar el ojo a tu hoja, desconcentrándote, chantajeándote, o permitiéndose el lujo de
acusarte de insolidario. El día en que se hacen públicas las notas él obtiene
una buena calificación y el profesor te llama a capítulo, te sermonea con el
consabido discurso de la honestidad, el esfuerzo y el sacrificio y después te informa de que te anula el examen
porque está claro que has copiado.
El día que dejas de estudiar y te sientes
liberado, crees ingenuamente que lo has
perdido de vista para siempre, pero nada más lejos de la realidad, porque sin
duda aparecerá a lo largo de tu vida, se
cruzará contigo en innumerables ocasiones; incluso charlará contigo
amigablemente sin que a priori puedas reconocerlo, porque desarrolla un gran
sentido de la cortesía y el disimulo,
con tal grado de perfección que puedes llegar a pensar y a creer que en él
tienes un amigo.
Hasta que una tarde llegas a casa derrotado de
la oficina y te lo encuentras moviendo el culo sobre tu mujer. O todavía peor:
un buen día te pide la discografía completa de Supertramp, en vinilo, con
primeras ediciones, y meses después, al reclamársela, te responde que se la han
robado.
Es posible que el destino te reserve su
compañía en el trabajo. En ese caso deberás saber que se aprovechará de todas
tus ideas e iniciativas, que las venderá
como propias, y que además hará lo posible por difamarte y despretigiarte
ante el jefe con falsos testimonios o endosándote
el consumado de alguna pifia que él mismo haya cometido, tal y como ha venido
haciendo desde que es pequeño. Y todo ofreciéndote a diario una espléndida y brillante sonrisa y el saludo oficial de los listos. ¡Buenos
días, campeón! ¡Vamos a tomar un café, campeón! ¡A comer, campeón!
Sin embargo, no siempre adopta el disfraz de
amigo, o de compañero. A menudo es un ser anónimo que tiene la habilidad de
saltarse la tanda en la carnicería sin despeinarse; que entra en la consulta
del médico sin respetar su turno, sin solicitar hora, fingiendo fiebre, dolor, y si es necesario,
hasta la misma muerte. En la playa nunca madruga; se levanta tranquilamente poco antes de las 12h. y
consigue colocar la toalla, la sombrilla y la hamaca justo encima de donde tú
estás, de manera que por no estropear el día con una bronca, recoges los
bártulos y te vas.
Siempre es el más listo, siempre gana. Factura
en negro, paga en negro y no le duelen prendas en denunciar las veces que sean
necesarias al colegio, al ambulatorio, a los bomberos o a cualquier servicio
público que según su criterio de listo no le haya ofrecido un servicio
adecuado.
Una de sus acciones más emblemáticas y propia de un listo de la vida, en las que realmente
demuestra su listeza, se produce en las carreteras, sobre todo en las
autopistas, en aquellos puntos del trayecto donde a menudo se producen atascos,
precisamente provocados por el listo de turno. En lugar de respetar su posición
en la larga de fila de automóviles que espera paciente, él circula por el carril izquierdo y al llegar al cuello del embudo,
aprovecha cualquier mínimo espacio entre coches para incorporarse con gran destreza a la derecha,
provocando con su frenada una nueva cola de coches en el carril izquierdo y, eso
sí, ahorrándose el tiempo de espera que padecen los conductores que aguardan.
Es muy listo, sí. En las tiendas o en el
supermercado, cuando algún dependiente se equivoca a su favor en la vuelta,
jamás devuelve el dinero. Si haciendo cola en un cajero automático el usuario
anterior olvida recoger los billetes, se los quedará. Si a un transeúnte que camina delante de él se le cae la cartera, el paquete de tabaco, o
cualquier otro objeto de valor, nunca avisará y, por supuesto, también se lo apropiará.
Un listo de la vida no tiene nada que ver con
una persona Inteligente y, por supuesto, está muy lejos de ser un sabio. Porque
las principales herramientas de las que se vale un listo de la vida son la desvergüenza,
un egoísmo asombroso, la falta absoluta
de empatía y una ilimitada confianza en sus posibilidades, que se ve recompensada
gracias a la pasividad, el pasmo y la estupefacción de sus víctimas, es decir,
de todos nosotros.
Es por eso que la mayoría de las veces sale
airoso, ufano y orgulloso de tanta listeza como acumula. De ahí que, al tomar conciencia del grado superlativo de
viveza con que encara tan victoriosamente
cada una de las etapas y los retos que
se le presentan en la vida, finalmente decide que el mundo y las personas que
lo habitamos no podemos prescindir de tanto talento. Llegado ese momento
supremo de revelación, decide iniciar una carrera política que, con un poco suerte, y su proverbial astucia y sagacidad, le
permitirá sacrificarse por la comunidad para bien nuestro y mayor gloria de la
Historia.
Y así estamos… con tanto listo como hay en la
vida.
2 comentarios:
Ser listo es una forma de inteligencia emocional esa inteligencia que te hará diferente a los otros abrazos desde Miami
Si tu lo dices...
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