Asunción leía
tranquilamente en el comedor de su casa. Llamaron a la puerta. Se levantó
intrigada, abrió y bajo el dintel apareció un hombre joven, guapo, de barba
exquisita, luciendo una inmejorable sonrisa. Asunción, halagada por la visita,
le invitó a pasar sin poder disimular su
alborozo, aunque lo expresó de un modo comedido, de esa manera en que
pretendemos aparentar entereza para no
transmitir la más mínima sospecha de felicidad vertiginosa, la que surge instantáneamente del deseo en un
momento inesperado.
Sin darse cuenta, Asunción se había dirigido a la entrada con el libro en la mano derecha y de un modo espontáneo, con la habilidad de una lectora experimentada, había introducido el dedo corazón entre las páginas en las que la lectura se había visto interrumpida.
Entró el galán y quedaron los dos de pie, frente a frente, en el centro de la estancia, mirándose con cierto arrobo, hasta que él se decidió a hablar y le dijo “ Espero no haberte molestado. Pasaba por aquí y no pude resistir la tentación de subir a verte”. Ella escondió sutilmente el rostro, amagó una sonrisa, y se ruborizó. Después, dirigió la mirada hacia el libro que aprisionaba el corazón entre sus páginas. Lo levantó levemente y mirándolo con simpático desdén, como si alguien le hubiese puesto ese objeto en la mano sin ella quererlo, respondió. “No, qué va, no me molestas, si no hacía nada, solamente estaba leyendo”.
Sin darse cuenta, Asunción se había dirigido a la entrada con el libro en la mano derecha y de un modo espontáneo, con la habilidad de una lectora experimentada, había introducido el dedo corazón entre las páginas en las que la lectura se había visto interrumpida.
Entró el galán y quedaron los dos de pie, frente a frente, en el centro de la estancia, mirándose con cierto arrobo, hasta que él se decidió a hablar y le dijo “ Espero no haberte molestado. Pasaba por aquí y no pude resistir la tentación de subir a verte”. Ella escondió sutilmente el rostro, amagó una sonrisa, y se ruborizó. Después, dirigió la mirada hacia el libro que aprisionaba el corazón entre sus páginas. Lo levantó levemente y mirándolo con simpático desdén, como si alguien le hubiese puesto ese objeto en la mano sin ella quererlo, respondió. “No, qué va, no me molestas, si no hacía nada, solamente estaba leyendo”.
13 comentarios:
"Mae mía!". De aquí al "adoptauntio" no hay nada. Yo estoy dispuesta a hacerme apóstata de todo menos de LEER. Besos y buen verano
¡Vaya desprecio más infame!
Besos, Ester
(Me equivoqué arriba, por eso lo borré):
Hay momentos en que hay que saber elegir, y eso no es apostasia. Bien por la buena señora. Yo ya no puedo estar toda una tarde y una noche follando, pero sí leyendo. A lo largo de la vida de un adicto al sexo (valiente chorrada) y a la lectura (una bendición),con el tiempo, repito, en la vida de cualquier adicto a ambos placeres, al sexo y a los libros, la lectura ganará como actividad más... perdurablemente asequible. Aunque una cosa no quita a la otra siempre que no se quieran simultáneas, que queda feo.
Un saludo
Belén, imagino que lo de adoptar tíos serà algun programa de TV.
Apostasía es una palabra magnífica, llena de sofisticación. Suena a intervención quirúrgiga de última generación. Lo que más me ha costado para escribir esta entrada es dar con el título. Cuando apareció "Apostasía" dí saltos de alegría porque definía muy bien lo que quería decir: que a menudo no damos a lectura más que un valor de pasatiempo, algo que hacemos cuando no hay otra cosa más imporatante, y eso, para mi, es una especie de traición, algo imperdonable. No, definitivamente, leer no es un pasatiempo. Cuando me pongo a leer, todo lo demás puede esperar, queda en segundo plano, excepto (seguramente) un buen revolcón.
¡Salud y buenas vacaciones, Belén!
Eter, creo que la respuesta que le he dado a Belén también valdría para responder tu comentario.
Un beso
Sí Lansky, bien por la buena señora. En este caso (caso extremo) oye, que espere el arte, y el conocimiento, y lo que sea: ante tales perspectivas, vamos a ello, que la vida son dos días.
De todos modos, tal y como respondía a Belen y Ester, quería expresar ese desacuerdo hacia la idea de que leemos cuando no tenemos otra cosa que hacer, como cuando nos sacamos los mocos en un semáforo, o nos ponemos a amasar harina para hacer una pizza. Para mí leer es un acto consciente, necesario y obligatorio. Cuando leo no tengo la sensación de entretenimiento. Tengo la sensación de realizar una actividad intelectual que me resulta necesaria, cada día. De ahí la última frase del texto.
Si supieses de donde he sacado la escena... De un capítulo de "Amar es para siempre", en donde ocurre así, tal y como la cuento, casi literalmente. Me llamó la atención que Asunción le dijese a su pretendiente: "No, si no estaba haciendo nada, solamente leía". Y pense, ¡vaya!, cuando el guionista ha puesto en boca de ese personaje semejante frase, en realidad lo que ha hecho es desevelar la importancia que le atribuye él mismo a la lectura
¡Salud, Lansky!
De acuerdo, en parte como explicaré. Para unos pocos, entre los que me cuento y al parecer tú también, leer no es un pasatiempo, sino algo indispensable y esencial en nuestras vidas. Me permitirás entonces que lo califique de vicio y podemos referirnos entonces al caso de Don Quijote. No tengo nada contra los vicios siempre que sus efectos negativos no redunden en los demás sino en uno mismo, pero ser consciente de ser vicioso, en este caso de la lectura, es una forma de escapar de alienación que todo vicio conlleva. Propongo lo siguiente: leer es indispensable para una vida plena y consciente, pero leer no es suficiente. La apostasía es la renuncia a una fe, normalmente una religión. Yo soy un apostata de la lectura si eso supone renunciar a otras cosas, suplantándolas, como pensar, escribir, pasear o follar, pero no creo que eso sea apostatar, y por lo tanto la buena señora, insisto, no es una apostata, sino alguien con criterio para elegir la vida cuando se te ofrece en forma de caballerete de buen ver y mejor revolcón, simplemente no es creyente sin límites. Me confieso buen lector precisamente porque he aprendido a dejar de leer cuando se tercia, a abandonar una plasta de libro o a cerrar uno maravilloso para hacer otras cosas. No, definitivamente no soy un apostata, para eso previamente hay que ser creyente a tope. Perdona la extensión.
Lansky, el título pretende concepctualizar de un modo irónico y sugerente el hecho de concebir la lectura como un pasatiempo, elevándola a la categoría de religión.
Estoy muy de acuerdo en lo que dices.
Además, leer no nos hace, forzosamente, mejores personas
...y expláyate lo que consideres, que no das puntada sin hilo
Uf!! Me he explicado muy mal.
Quiero decir que he exagerado la traición a un concepto de lectura activa, consciente y neceseria como si se tratase, ya no de un sacrilegio, sino de la negación del dios en el que uno creía.
¡Qué va! Te explicas muy bien y, sobre todo, has acotado los límites de la lectura: 'entre el pasatiempo y la religión', cojonudamente. Yo me sitúo más cerca de la segunda, vicioso a tope.
Asunción, alagada por la visita
falta una "h"
¡¡Gracias mil, Getulio!!
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