miércoles, 4 de diciembre de 2013

Beautiful vision



Le oí decir un día a Rodrigo Rato que le gustaba pasar su tiempo libre escuchando Rhythym & Blues y que su disco favorito era  “A Night in San Francisco”, de Van Morrison, un doble LP grabado en  directo en el  Masonic  Auditorium de la  ciudad norteamericana  en el año 1993. Según contaba, él estuvo allí,  y según afirmaba con cierta nostalgia, ese era  uno de los mejores recuerdos de su vida.
20 años después, Van Morrison ha vuelto  al mismo lugar para ofrecer un nuevo concierto. Seguro que Don Rodrigo no ha faltado. Era un fin de semana de lo más tentador: vuelo transoceánico en business class, buena música, cenita, sauna, polvete ( o cilicio), y el lunes al despacho, de vuelta a sus crímenes habituales.
Hay que ser comprensivos. Rodrigo necesitaba ese viaje. Dos semanas  antes había comparecido ante  la comisión de investigación  del parlament català para dirimir las posibles responsabilidades derivadas de la actuación  de la gestión de las entidades financieras y la posible vulneración de los derechos a los consumidores –que así se llama la comisión (véase la trasposición de la palabra ‘pueblo’ por el término ‘consumidores’. Como todo el mundo sabe, solamente es prescriptivo y obligatorio utilizar ‘pueblo’ al hablar sobre temas relacionados con el derecho a decidir, el sentir patriótico y todo lo relacionado a  la cuestión nacional. Mientras no sea así, la palabra ‘pueblo’ ni  tocarla).
Rato vivió su comparecencia más o menos con cierta holgura, y por momentos con cierto sosiego. ¿Quién iba a molestar  al todopoderoso Rato? Una preguntita por aquí, alguna insinuación cortés por allá, y poca cosa más. Hasta que  David Fernández, diputado de la Candidatura de Unidad Popular (CUP), sentado al fondo de la sala, hizo uso de la palabra y sandalia en mano, imitando al periodista iraquí Muntadar-al Zaidi,  le llamó gángster, le recordó los millones de personas que padecen las consecuencias de sus actividades mafiosas y, finalmente,  le citó para un futuro próximo en el infierno.
El infierno es un lugar poco conocido. No digo poco visitado. Nadie, excepto Rambo, ha vuelto de allí para contarlo. El divino Dante nos dio  una idea general, a mi parecer, demasiado idealizada. No creo que el infierno de Dante haya sido  homologado o compulsado por la Santa Sede, por muy dantesco que éste sea. En cualquier caso, tomando como modelo la Divina Comedia,  David Fernández se vería con Rodrigo Rato en  el cuarto círculo infernal correspondiente a la avaricia, y también en  el octavo y en el noveno, que corresponden al fraude y a la traición, respectivamente.
Probablemente también se verían en el segundo, que es donde residen  los lujuriosos, porque a Rato se le nota de lejos cierto aire de perverso toca tetas, toca culos y toca todo. He pensado también que el banquero -católico apostólico romano convicto, diputado por AP, ministro del PP y jefazo del FMI- habría de recalar también en el séptimo círculo infernal, el de los violentos, porque  su trayectoria humana en la tierra ha generado  más dolor que los puños, las navajas, los fusiles o las bombas. De modo que  cuando Rodrigo Rato cruce el umbral de las tinieblas y pase por debajo del letrero que dice  “abandona la esperanza si entras aquí”, no le quedará mucho tiempo libre  para escuchar a Van Morrison.
David Fernández  le acompañará a petición propia. Estoy seguro de que esa iniciativa se debe al complejo de pecador que arrastran los ateos, quienes se saben merecedores del infierno por negar la existencia de Dios. O quizá no. Es posible que la razón de tan generosa invitación se deba a la audacia estratégica del líder asambleario, quien habría  planificado  concienzudamente  el mayor castigo que se le pueda infligir a Rato, a saber:  disponer eternamente ante él  su mismo  rostro de  vulgar e iletrado charnego independentista, pringao, rojo, con una sandalia en la mano espetándole a la cara “¡gángster!”, sin que el banquero pueda  hacer otra cosa que escucharle con cara de pasmado y sin posibilidad alguna de  ordenar posteriormente un accidente discreto.
El affaire parlamentario Fernández-Rato me ha provocado unas cuantas reflexiones sobre la naturaleza  infernal. Yo, como la Santa Sede, no acabo de creer mucho en la imaginación de Dante Alighieri.  Es un lugar demasiado ordenado, demasiado compartimentado, un tanto racional como para provocar sufrimiento  eterno equiparable y en consonancia con los delitos cometidos. Un sufrimiento eterno de verdad, sin paliativos,  es el que padecen Sísifo y Prometeo. Desde que fueron condenados en el origen de los tiempos hasta el  día de hoy uno sigue soportando los picotazos del  águila voraz en las entrañas  y el otro continúa  arrastrando la gran bola de piedra montaña arriba, y vuelta a empezar. Pero esos castigos ya están inventados, y además son exclusivos de héroes, no aptos para villanos.
Yo busco un infierno para un canalla, para un mafioso, a la medida de un hombre que ha provocado miseria y pobreza, a sabiendas, con la única finalidad de enriquecerse a si mismo y a unos pocos. Para lo cual no será necesario forzar demasiado la inventiva. De hecho tan solo es necesario observar el proceso biológico que se desencadena cuando morimos y salpimentarlo con una pizca  de espiritualidad.
Cuando el muerto  es bueno, una buena persona -una persona corriente, de las  que no contabiliza el IVA en complicidad con el  fontanero, y poca cosa más- es bien sabido que el alma abandona el cuerpo y vuela, vuela y vuela, en pos de la luz eterna, en pos de los suyos, para residir entre ellos eternamente en paz y harmonía. Pero si el deceso es el de un malo, el de un banquero, el de alguien parecido a Don Rodrigo, las compuertas  corporales por donde se libera el alma del difunto se bloquean instantáneamente y ésta vive en toda su proximidad la podredumbre progresiva del cuerpo.
Quiero decir que cuando Rodrigo Rato muera (por ponerlo de ejemplo) presenciará en toda su plenitud la descomposición lenta, húmeda y viscosa de su propio cadáver, desde  dentro, desde las  mismas  entrañas que  jamás se encogieron al observar las consecuencias de sus actos en vida.
Rato, o su alma, experimentaran al inicio del castigo un silencio sordo, expectante, un tanto mullido, producto de la falta de oxígeno y de riego sanguíneo  que en poco  tiempo va a propiciar un murmullo inquietante; el rumor de la flora intestinal que crece y crece sin parar. Entonces, millones de clostridias y coliformes invadirán todos y cada uno de los órganos, la piel se hinchará a consecuencia  de los gases, el páncreas se disolverá y todo el cuerpo, otrora aristocrático y rampante, será un recipiente de metano y sulfuro que teñirá todos los fluidos  de un color verdoso y azulado. La lengua con que mintió  se descolgará, los pulmones se evacuarán a través de las fosas nasales, y un hedor insoportable a huevo podrido se propalará  a través del cadáver mientras su alma consciente, despierta, prisionera durante todo este proceso, no encontrará lugar por donde escapar. A los pocos días entrarán en juego los insectos, que darán buena cuenta de todo tejido sólido. Cientos de gusanos, atraídos por el banquete, serpentearán de aquí para allá buscando alimento. En unas semanas, las uñas y el pelo se desprenderán y  ya solamente quedará la ropa cubriendo los huesos, que permanecerán bajo la tierra cientos de años, cobijando el alma prisionera que permanecerá encerrada en el mismo sarcófago, más allá del tiempo, recordando a perpetuidad los días de gloria, las consecuencias de su pecado  y la larga noche de la putrefacción mientras  suena cadenciosa, una y otra vez,  sin interrupción, la voz rotunda de Van Morrison cantando  "Beautiful visión".
Beautiful vision
Stay with me all of the time
Beautiful vision
Stay ever on my mind with your beautiful...

Mystical rapture
I am in ecstasy
Beautiful vision
Dont ever separate me from your beautiful...

In the darkest night
You are shining bright
You are my guiding light
You show me wrong from right

Beautiful vision
Stay ever on my mind
Beautiful vision
Stay with me all of the time with your beautiful vision

In the darkest night
I said you are shining bright
You are my guiding light
Show me wrong from right

Beautiful vision
Stay with me all of the time
Beautiful vision
Stay ever on my mind with your beautiful vision
I can make it
I can make it
With your beautiful vision

Van Morrison

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Que asco! Tanto del muerto como del vivo!. Puafff

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Pues sí, un poco desagradables si que son, sí

Ana Rodríguez Fischer dijo...

Nunca encontrarás ese infierno para quienes lo merecen. Quizá por eso los poetas se ven obligados a inventarlo.
Kisses!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

La imaginación de los poetas es demasiado benévola. Puestos a imaginar infiernos para acoger a esta calaña, apuesto por los ingenieros: son pragmáticos y van directos al asunto, a lo que el cliente necesita.
Abrazos, Ana

HOSTAL MI LOLI dijo...

Que buen post, yo en el infierno le prepararía a Rato un castigo de meterle por el culo los billetes que ha robado muy liados en una especie de empalamiento hasta que le salgan por la boca jajjajaj . Salud.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Creo que ese castigo que imaginas en realidad supondría para él un gran placer. Auténtico y genuino sexo anal con su amor de toda la vida.
¡Salud!