Un dictador muerto es una costra en la piel que supura. Y
poco más tengo que decir. Que viví su
muerte en mi infancia. Aquel día todo el mundo aspiraba las palabras.
Acobardadas, se hundían muy adentro de los cuerpos.
La verdad, yo no vi mucho descorche de cava. Recuerdo que
la gente se miraba expectante, azorada. Recuerdo muy bien esas miradas porque
las he visto muy pocas veces. Sólo un par de veces más, cuando murió Carrero
Blanco, o cuando entró Tejero con la pistola en la mano.
Yo creo que la
gente se decía más mirándose que hablando,
porque nadie quería hablar. En realidad se transmitían el miedo de ojo en ojo. Yo no entendía muy
bien ese miedo, a no ser que fuese un miedo a los fantasmas. Porque yo creo que
aquel día murió un dictador y nació un fantasma.
Cuando crecí lo entendí. Desasosiego ante la posibilidad
de la restitución del dolor, espanto ante la memoria de años recientes, temblor
de décadas atenazando las palabras y el futuro. Expectativa incierta,
incertidumbre.
Hablo de 1975.
1975.
Franco era un hombre que había matado a balazos, con
bombas, fuego, hambre y enfermedad a más de un millón de
españoles. Medio millón de hombres, mujeres y niños se vio obligado a salir de
España por su culpa y vivir por siempre en el exilio. Hizo desaparecer a más de
200.000. Excavó más de 2500 fosas donde todavía reposan los cuerpos torturados
y asesinados de más de 130.000 personas. No son números. Son vidas, una por
una. Vidas
Durante 40 años ejerció la corrupción, enriqueciéndose
con el trabajo y la propiedad ajenos. Persiguió, torturó y asesinó sin
clemencia a todo aquel que osó levantar
la voz contra su régimen. Sumió en la autarquía y en la pobreza a todo el país,
encadenándolo al clero oscuro, y
aniquiló una generación de hombres y mujeres brillantes en los que España había
depositado la esperanza de modernización. Pero sobre todo, inoculó el
miedo, un miedo hereditario, ancestral.
Franco. Sí, Franco. 1975. Todavía hay gente capaz de
recordar, porque lo vivió. Lo sufrió. Lo vivió. Poco antes de morir, asesinó. Así se fue
de este mundo, asesinando.
Ahora han trasladado sus restos.
45 años después de su
muerte han exhumado su cuerpo y lo han vuelto a enterrar en otro lugar. El
cadáver de Franco. Todavía hay personas en España que admiran a Franco. Le
admiran y además no disimulan su admiración. Levantan el brazo en señal de
respeto y de nostalgia por el papel de Franco en la Historia de España.
Franco ya no está en Cuelgamuros. De hecho, no está en
ningún otro sitio, porque Franco está
muerto. Muerto. Y poco más tengo que decir. Tan sólo un último deseo. Que sus
vísceras se pudran en el infierno.
4 comentarios:
Lo mismo, en la negrura sepulcral de Mingorrubio, también canta un grillo constante que impida por toda la eternidad que duerma el sueño de los "injustos".
Mi abuelo tenía guardada para la ocasión de la muerte del dictador una botella de rioja de la cosecha de 1.919. Hubo que esperar tanto que el vino se había hecho coñac. Bebimos la botella de vino pero con esa mirada que tan bien has descrito en tu relato. No fue una fiesta plácida.
Estábamos cargados de tensión e incertidumbre, pero tocaba celebrarlo y lo celebramos.
Estas en una fase tan creativa que casi no me da tiempo a leerte.
Sigue así por favor.
J.C.
¡Qué bueno eres Mariano!. Mil gracias. Y amén.
Me debo estar volviendo viejo, me lo he leído de un tirón y me ha gustado lo que has dicho, y comparto casi todo... menos lo del infierno, tengo plaza solicitada en el para disfrutar hasta la eternidad de las mujeres malas que vagan por esos lares.
También puede ser que no sea yo el que me este haciendo viejo...
JC. Efectivamente, el grillo siempre está donde se le necesita y cuando se le necesita, incluso cuyando creemos que no le neecesitamos, ahí está, con su canto. Hay fiestas amargas, porque celebran el fin de una pesadilla, pero pesa más el dolor que se lleva a cuestas y sobre todo, la incertidumbre, el miedo a que se repita. Un abrazo fuerte, J.C
Belen, muchas gracias a ti
Abrazos fuertes y¡Salud!
Ay, anónimo que no eres tan anónimo, que sé quien eres...Te delatan un par de cosas: que te extrañes a tí mismo de estar de acuerdo conmigo, y tu preferencia por las mujeres malas del infierno.
Mucho me temo que no te gustaría estar allí. No olvides que está Paca La culona, junto a su secretaria, Carmen, La Collares. ¡Un abrazo!
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