Escribió hace unos días una conocida política en Twitter que “ yo soy mujer, no por mis genitales; lo soy porque pienso y me comporto como mujer”. Como dijo el torero, empecemos por el principio. "Yo soy" es la expresión de voluntad de ser, donde mujer se añade no con funciones de objeto directo, sino de atributo del ser, ya que el verbo ser, como hombres y mujeres sabemos, es copulativo.
Diferente sería la cosa, aunque no divergente, si mujer pasase a ocupar el lugar del sujeto, con lo cual el ser pasaría a funcionar como el atributo de mujer, pero nunca, jamás, como objeto directo, pues ya sabemos que a pesar de lo que acontezca por delante o por detrás de este verbo, siempre, toda la vida fue, es y será copulativo, y en consecuencia exige un predicativo preceptivo que complete el sentido.
De manera que, ubicados
en este jardín gramatical morfológico y
sintáctico, si organizamos de ese modo el inicio del tweet tendríamos la
frase “Mujer soy yo” , con lo cual estaríamos ante algo más que un enunciado; más bien frente a una afirmación, una
declaración de intenciones en toda regla, tres palabras ante las que no cabe la
menor duda y por las que quien las escribe luchará
con denuedo. Es más, podríamos incluso intuir cierto tono de exclusividad, como
si quien así se expresa ambicionase
convertirse en el paradigma de mujer, molde o modelo que es necesario
seguir para así ser considerada.
Pero la frase
empieza como empieza: "Yo soy mujer".
De haber leído la ilustre representante
del pueblo valenciano a Fernando Pessoa, probablemente habría reflexionado
un poco al respecto. Dice el melancólico portugués en el “Libro del desasosiego” que quien desee expresar sus sentimientos “tiene que transformar a veces los verbos
transitivos en intransitivos". Arguye
Pessoa que “ si quiero decir que existo diré 'Soy'. Si quiero decir que
existo como alma separada, diré 'Soy yo'.
Pero si quiero decir que existo como entidad que a sí misma se dirige y forma,
que ejerce ante sí misma la función divina de crearse ¿cómo he de emplear el
verbo Ser sino convirtiéndolo en transitivo? Y entonces, triunfalmente,
antigramaticalmente supremo diré 'Me soy'. […] ¿No es esto preferible a no
decir nada en cuarenta frases?”
Este regalo no lo
esperaba ni el movimiento LGTBI ni algunos políticos o partidos de la izquierda indefinida que, a falta de
una propuesta clara y rotunda de modelo de sociedad que suponga una alternativa
al neoliberalismo y en ausencia de ambición política para llevarla a cabo, se
dedican a elucubrar, apoyar, y bailar el agua a organizaciones que promueven
reivindicaciones peregrinas propias de minorías aburridas que, en sus deseos microminoritarios, desean
cambiar e imponer al conjunto de la sociedad una serie de disparates representados de modo ejemplar por el tweet que tenemos entre manos y que, sin
más dilación, continuamos deconstruyendo.
Si aplicásemos al inicio
de la frase el regalo filosófico de
Pessoa, el resto ya no tendría sentido. La negación causal referida a los
genitales, que debería pasar a encabezar una antología de la extravagancia, quedaría incluida en la reciente adquirida transitividad del verbo copulativo gracias a
la propuesta de Pessoa. A partir de aquí, después del punto y coma -detalle que
se agradece en un canal tan poco sensible con la corrección gramatical
como twitter- la conocidísima política
levantina dedica el resto de sus palabras a dar fe de su condición biológica
genérica a través de la negación de su vagina, clítoris, labios superiores e -inferiores,
y se me apuran, útero, trompas de Falopio, ovarios y periodo menstrual. Y es que -¡Atención!- en opinión de la autora
de esta obra clásica del pensamiento político,
lo que de verdad importa a la hora de construir la identidad genérica propia es pensar y comportarse de una determinada
manera, a la sazón, como una mujer.
Pensar y comportarse.
Casi nada. Los dos verbos que definen nuestro paso diario por la vida, a
menudo divorciados, porque una cosa es pensar lo que uno debería hacer y otra
cosa es hacerlo. Pensar y comportarse forman parte ineludible del ser. Alguien
es quien es por sus acciones y sus pensamientos. Sin embargo, tanto granos de
arena en las playas de este mundo como pensamientos hay, y por cada acción de
cada hombre en la Tierra un estrella en
el firmamento.
Hace muchos, muchos años,
cuando cumplía mis deberes con la patria, lo primero que nos decían al entrar
en el cuartel es que teníamos que
comportarnos como hombres. Allí, mariconadas las justas, decían. Fumar, beber
alcohol, proferir tacos, ver fútbol, ir
a los toros, escupir, limpieza la imprescindible o jamás llorar eran algunos de las virtudes que
un hombre que se vistiese por los pies debía de cultivar. En la vida civil, durante
el tiempo que practiqué deporte, el
entrenador nos imprecaba con el apelativo de nenazas si no mostrábamos
suficiente arrojo en el entrenamiento o en los partidos. “¡Luchad por ese rebote
como hombres!” nos gritaba desde el banquillo.
Alguna de mis amigas se
educaron en colegios de monjas. Allí les enseñaron a comportarse como mujeres
de Dios en Cristo, sumisas al marido, elegantes y recatadas en el vestir,
discretas, habilidosas en la cocina. Otras, aunque no se hayan educado en
colegios de monjas, están convencidas de que una mujer, mujer de verdad, es alguien muy parecida a Isabel Preysler; tienen que depilarse cada semana como si de un deber moral se tratase y destinar a
cuidar su aspecto lo que no se gasta en comida. Muchas, miles, millones, se
cubren el pelo con un pañuelo para pensar y comportarse como mujeres, tal y
como les dictan los sacerdotes y los hombres en decenas de países musulmanes.
Todas estas mujeres, que
piensan y se comportan como tales, educarán a sus hijas del mismo modo, pero
algunas, afortunadamente, se rebelarán contra esas directrices y pensando y comportándose también como mujeres decidirán
soberanamente qué ropa vestir, cuándo, cómo y con quién follar, dónde y cómo
divertirse, a qué profesión dedicarse, cómo caminar, mover los brazos, peinarse,
despeinarse, reír, llorar… pensando y comportándose siempre como mujeres,
porque no pueden pensar y comportarse de otro modo, porque son mujeres.
Así es que, tras desgranar palabra a palabra la frase y profundizar en los secretos de su estructura, siendo benévolos, podríamos decir que la diputada valenciana no supo expresarse. Al menos eso es lo que deseo creer. Porque si bien es cierto que las personas que se encuentran prisioneras de un cuerpo que no se corresponde con su identidad de género necesitan de la ciencia, de la sanidad pública y de la administración del Estado para solucionar clínica y burocráticamente su problema y vivir así en coherencia con ella, otra cosa bien distinta es arropar con la representatividad política el torrente de imaginación biológica derrochada que se ha colado con pasmosa frivolidad en la agenda de las reivindicaciones de la posmodernidad líquida.
El concepto trans es en sí mismo un imposible y en
mi opinión una ofensa; un término escarlata que marca socialmente a quien ha
tenido la desgracia de nacer en un cuerpo que no se corresponde con su
identidad. Porque somos hombres y somos mujeres con absoluta independencia del tipo de
actividad sexual que practiquemos. A lo sumo, trans podría definir ese
estadio transitorio, provisional,
clínico, en el que la persona se somete
a tratamiento hormonal o a cirugía para llegar a ser quien es y conseguir así su
propia inherencia.
Y es que no existe el
género trans; en mi opinión, cuanto
antes dejemos de utilizarlo, mejor para
todos. Es por eso que, dado el interés que muestran nuestros políticos de la izquierda
indefinida por la vida sexual de las personas o por la identidad de género,
les aconsejo humildemente que al pronunciarse, acudan a Fernando Pessoa
y tengan presente, esta su invitación: “Obedezca a la gramática quien no sabe
pensar lo que siente. Sírvase de ella quien sabe mandar en sus expresiones.”
1 comentario:
Perdona por hacerte un comentario tan tardío pero es que me he leído los últimos del tirón.
Séneca afirmó:
"Si no sabes hacia donde se dirige tu barco, ningún viento te será favorable."
Esta es la triste historia de la que llamas izquierda indefinida y de todas las organizaciones y personajes que la rodean.
Una cosa es imponer el "todes" en el lenguaje y otra muy distinta es nacionalizar las eléctricas.
Un abrazo.
J.C.
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