Porque finalmente todo se desencadenó gracias a una de esas extrañas decisiones que tomamos
sin más, sin ser conscientes de su
trascendencia. Lo que me libró de
la ansiedad que me producía no poder explicar mi experiencia lectora de
“En busca del tiempo perdido” fue el azar concretado en algo
insustancial, cotidiano, algo que prácticamente hago cada día, como abrir un periódico o salir un momento al balcón para ver como transcurren unos minutos de vida allí afuera, en la calle.
Las horas que suelo dedicar a escribir pasaban estériles
semana a semana. Me levantaba continuamente; una mosca que volase me distraía por
completo; abría la nevera y la volvía a cerrar porque en realidad no me apetecía nada; emborronaba estrellas de cinco puntas y las
convertía en cruces gamadas; cambiaba el disco; me rizaba el flequillo;
limpiaba la mesa de mis huellas digitales con mis propios dedos y me reía de mí
mismo durante un buen rato ante tal estupidez. Entonces decidía que cambiaba de
tema, que ya no escribiría sobre Proust, y peroraba acerca de eliminar mis huellas con las mismas huellas … en fin, toda ese serie de memeces y
sinsentidos que hacemos los que pretendemos escribir, a sabiendas de que no vamos
hacer otra cosa más que el ridículo.
En esa tesitura me encontraba cuando una de esas tardes del demonio decidí invertir mi tiempo en navegar por internet, visitando los lugares que frecuento, hasta que le llegó el turno a la página web de Enrique Vila-Matas.
Enrique Vila-Matas posiblemente sea al mismo tiempo el escritor y
la persona más alejada de Marcel Proust que nadie pueda llegar a encontrar.
Hace unos años, en vísperas de Sant Jordi, Vila-Matas visitó mi ciudad natal y
mantuvo en público una charla con el crítico y también escritor Juan Antonio
Massoliver Rodenas. Por entonces yo ya había leído “El mal de Montano”, “Doctor
Pasavento”, “París no se acaba nunca”,” Lejos de Veracruz” y “Suicidios
Ejemplares”, y ya me había percatado de que si alguna cosa no era susceptible
de convertirse en materia literaria para Vila-Matas esa cosa era la memoria o
los recuerdos, materia novelesca muy recurrente en la obra de una gran mayoría de autores.
Por eso mismo quería yo meter el dedo en la llaga y aprovechar que el Maestro
visitaba mi ciudad para preguntarle directamente sobre el asunto. Me respondió a
la defensiva; le noté un tanto preocupado porque quizá pensó que estaba allí
para reventarle el acto, pero como volví a preguntarle de otra forma, con toda
la asertividad de que fui capaz, finalmente me dio la respuesta que ya le había
oído dar otras veces: “mi infancia fue muy aburrida, muy vulgar y no recuerdo
gran cosa porque en mi casa no sucedía
nunca nada digno de evocación”. Entonces
todavía no se había publicado ese mamotreto tan útil y fascinante titulado “Ideas”, del historiador Peter Watson. De
haberlo tenido a mano, podría haberle contestado, a la manera vilamatiana, con
una cita de esas que te dejan en el sito: “La escritura [querido maestro] la
escritura es un sistema de memoria artificial”.
Pocos días después di con su primera antología personal de cuentos que publicó
Anagrama en la colección Compactos y me hice con ella porque el título me
llamó la atención: “Recuerdos inventados”. Efectivamente, es poco probable que lo que se
cuenta en ese libro esté basado en la memoria real del autor. Dudo mucho que
Vila-Matas mantuviese conversaciones tan hilarantes y absurdas con su padre como las que se
pueden leer en el cuento “El paseo repentino”.
Por eso, todavía hoy
no deja de asombrarme, o de sorprenderme -y casi de inquietarme- que la
aparición azarosa y virtual de Enrique
Vila-Matas haya supuesto a la postre el salvavidas de mi ineptitud.
Curiosamente, gracias a Vila-Matas -el escritor de la no memoria- puedo escribir sobre la experiencia personal lectora de la obra del autor paradigmático de los
recuerdos, o del tiempo perdido, cuyas criaturas cobran vida para desvelar verdades eternas gracias, precisamente, a la literatura.
Ese salvavidas no fue
otro que “Los escritores de antes (Bolaño en Blanes 1996-199)”, texto que debería
leer todo aquel que crea que leer o escribir son, sencillamente, meros entretenimientos, o una manera como
cualquier otra de ganarse la vida.
“Los escritores de antes” (¡oh, casualidad!) es una evocación que compone Vila-Matas para traer al presente los momentos que vivió junto a Roberto Bolaño cuando todavía no era conocido y no había editorial que quisiese publicarle nada. Recuerdos y memoria al servicio de un tema que, como no podía ser de otra manera en Vila-Matas, es la literatura misma. “¡Pero si esto es más proustiano que la mismísima magdalena!, exclamé mientras lo leía.
“Los escritores de antes” (¡oh, casualidad!) es una evocación que compone Vila-Matas para traer al presente los momentos que vivió junto a Roberto Bolaño cuando todavía no era conocido y no había editorial que quisiese publicarle nada. Recuerdos y memoria al servicio de un tema que, como no podía ser de otra manera en Vila-Matas, es la literatura misma. “¡Pero si esto es más proustiano que la mismísima magdalena!, exclamé mientras lo leía.
Tuve que detener la
lectura durante unos segundos para
sosegarme y analizar con calma mi descubrimiento. Llegué a la conclusión
de que estaba ante un texto proustiano metaliterario y me hizo mucha gracia porque en cada párrafo encontraba algo que me
recordaba a Proust y que me introducía en un divertido y sugerente juego de
evocaciones contrapuestas, de recuerdos propios que habitaban el interior de recuerdos ajenos que al final formaban parte
de una misma cosa, por mucho que estuviesen alejados en el tiempo y en el
espacio. Era -qué sé yo- como estar al mismo tiempo ante Proust y Vila-Matas y
ninguno de los dos se pudiesen ver, pero yo les veía a los dos, y yo les podía explicar a cada uno lo que el otro
decía.
Enrique Vila-Matas
escribe en “Los escritores de antes” que
“La poesía (la verdadera poesía) es así:
se deja presentir, se anuncia en el aire, como los terremotos que según dicen
presienten algunos animales especialmente aptos para tal propósito”. Vila Matas
continúa hablando de “ese tipo de escritor que jamás olvida que la
literatura, por encima de todo, es un oficio peligroso; alguien que no solo es
valiente y no pacta ni un ápice con la vulgaridad reinante, sino que muestra
una contundente autenticidad y que une vida y literatura con una naturalidad
absoluta […] Tipos obstinados, muy obstinados, que saben ya que todo es falso y
que, además, todo absolutamente se acabó”.
Después, reafirmándose
en sus palabras anteriores, el creador del Doctor Pasavento afirma rotundo que “no es pecado ni error
alguno mezclar vida y literatura, y encima es algo que se puede ensamblar con
una naturalidad asombrosa”.
“¡Claro!” empecé a exclamar a gritos en el pasillo “!Claro,
eso es, eso es. Ahí está Proust. Ese es Proust! ¿De quién está hablando sino de
Proust”. Recuerdo (yo también recuerdo) que mientras leía la obra del autor
francés, en algún momento descansaba y entraba en You Tube y veía el excelente
documental dramatizado que produjo hace
ya unos cuantos años el canal Arte de la televisión francesa. El parecido del actor que encarna a Marcel Proust en esta producción es tan asombroso que inquieta. Verlo es como viajar
en el tiempo y experimentar la sensación de
estar con él; una sensación mágica, producto, seguramente, de leer
durante horas y horas sus palabras con admiración y esfuerzo y, en un instante,
estar dentro de su habitación viéndole
escribir metido en la cama, entre
papeles, con el tintero sobre las rodillas, sin más luz que una
palmatoria, totalmente absorto en las
imágenes que discurrían en su mente y que transformaba en literatura enfebrecido
por la pasión y el asma.
Gracias a este documental uno puede hacerse una idea de hasta qué punto Marcel Proust había comprometido
su vida por la literatura; hasta qué
punto vida y literatura eran para él, de manera natural, algo intrínseco al
mismo hecho de existir. Tanto fue así que los últimos días de su vida
supusieron toda una tortura, más allá de la creciente dificultad que tenía para
respirar, porque lo que realmente le angustiaba era no poder finalizar su obra,
no poder escribir con sus propias manos 'FIN' para cerrar una de las más grandes
obras que haya podido escribir nadie. A los pocos días de dar por finalizada “En
busca del tiempo perdido” Marcel Proust murió y no pudo ver publicado el último tomo “El tiempo
recobrado”.
Proust era un tipo que podría haber vivido de rentas, sin
hacer absolutamente nada,durante toda su vida. También
podría haber dedicado su tiempo y su bienestar
a escribir como divertimento, por pura vanidad, para pavonearse entre lo
más exquisito de la alta sociedad francesa que tan bien conocía. Sin embargo,
escogió otro camino, el camino del
gladiador del que nos hablaba Bolaño, que sale a la arena a sabiendas de
que va a perder, porque entre otras razones, no le queda más remedio que
hacerlo, y porque en ese acto suicida paradójicamente le va la vida.
Proust decide “meter
la cabeza en lo oscuro y saltar al vacío“, como dice Vila-Matas al respecto de los escritores, escritores: los clásicos, aquellos a los que define Jules Renard (citado por el mismo Vila-Matas) como "los que aún no hacían de la literatura un oficio".
En mi opinión -auspiciada sin duda por Don Enrique- Marcel Proust trasciende incluso una dedicación monástica o romántica, porque invierte su último aliento en completar la misión que le ha sido dada; porque su voluntad de vivir se extingue con el final de su obra.
En mi opinión -auspiciada sin duda por Don Enrique- Marcel Proust trasciende incluso una dedicación monástica o romántica, porque invierte su último aliento en completar la misión que le ha sido dada; porque su voluntad de vivir se extingue con el final de su obra.
8 comentarios:
“Asesino o detective: no hay otra elección para un hombre.”
―Roberto Bolaño
Tal vez lo que diga aquí ahora me cueste un estirón de orejas mañana, pero Bolaño me lo ha puesto muy fácil: eres un detective de ideas, de palabras, de libros, de autores...pero al mismo tiempo, un asesino de tu propia obra. Matas a tus hijos sin piedad.
Lástima que Bolaño no esté aquí para decírtelo. Vila-Matas sí está, mas creo que su ego no podría decírtelo.
Un beso, Ester
Voy a intentar serlo. Para ser un buen lector hay que sincerarse, como aquel académico italiano que en su lecho de muerte llamó junto a su oreja a su discípulo predilecto y cuando este ansioso acerco su oreja al último aliento del otro en lugar de una última voluntad escuchó una sinceridad tan honda que la tenía que soltar para el viaje; le dijo: "Detesto al Dante".
A Proust, a Vila-Matas y a Bolaño no les detesto; a veces, cada uno a su modo resultan magníficos; y a veces, cada uno a su modo, confieso, me resultan insoportables. He dicho (Y he vuelto: un saludo)
Bueno Ester, no puedo ser ni una cosa ni otra. Ojalá tuviese algo que destruir.
Me halaga tu comentario
Abrazos
Ahí está Lansky de nuevo campando por sus fueros, sí señor. Con rotundidad y sin medias tintas.
De los tres, yo no díria insoportables, pero retorcidos a veces si. No son precisamente tipos y obras para pasar el rato. Hay que enfrentarse a ellos igual que ellos se enfrentaron a su obra, a tumba abierta, sin concesiones. O lo das todo o mejor lo dejas en la estantería. Como ellos cuando escribían.
Bueno Lansky, que me has dado un alegrón con tu vuelta
¡Salud!
Desde siempre, como autor consciente de tener un mund propio... Vila-Matas leyó y leyó... Y fue lo suficientemente sincero (o generoso) para no ocultar sus orígenes. Recuerdo una carta muy temprana, en la que me hablaba de su lectura de "Volverás a Región", de Juan Benet.
Los académicos no lo relacionarían, pero...
Abrazos!
Cuando escribes se nota que lees mucho y sabes de lo que hablas. Saludos.
Ana, en mi opinión Vila-Matas es un escritor especial que ha abierto un nuevo camino. la lectura de sus libros me parace muy sugerente, y en cierto modo inacabable. Sus historias y sus personajes son como sombras en mitada de una escalera. Por eso, quizá, yo soy admirador de su obra, sobre todos de su época en Anagarama. Leí después Dublinesca y desde entonces ya no he vuelto a él.
Ocurre que nunca he entendido esa especie de fobia que tiene a la memoria como materia literaria. Al fin y al cabo, sus recuerdos, lo que él es, está también en toda su obra, aunque no lo reconozca o lo niegue. Su obra sugiere, por ejemplo, una infancia solitaria...
Sin embargo, lo que más me atrae de él es esa relación tan intensa que mantiene con la literatura y que expresa muy bien en el artículo del que hablo en este entrada.
Leí hace tiempo Volverás a Región: otra de esas lecturas esforzadas. ¿Quieres decir que Vila-Matas tiene influencias de Benet?
Salud!
Loli, me gusta leer. Otra cosa es que sepa algo. Como decía Iñaki Uriarte en sus diarios, me asombra mirar a la estantería, ver cerca de 2500 libros y reconocer que no recuerdo nada de lo que se decía en ninguno de ellos.
Gracias por seguir por aquí Loli
Salud!
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