Me acompañan media docena de personas, pero no miento si afirmo que en este preciso instante soy el único ser humano en el mundo que atiende a lo que acontece más allá de la arena.
Dos parejas dan cuenta de sendas raciones de pescado alternando miradas al plato y gestos acostumbrados.
Tres jóvenes amigas sorben café mientras sobrellevan en el peso de sus rostros los excesos de la noche anterior.
El camarero va y viene disimulando con profesionalidad el desdén hacia la clientela, sin más interés que la preservación del trabajo y el deseo insistente del final de la jornada.
De modo que, efectivamente, no hay nadie más en la Tierra contemplando la asombrosa exhibición de belleza, el resultado de la unión de voluntades con que el cielo, la luz y el mar ejemplifican el resultado del compromiso sincero en pos de una existencia armónica.
Y mientras observo extasiado el prodigio natural, un golpe de viento libera media cuartilla que dormía en la libreta intercalada entre páginas viejas, cautiva custodiada entre deshechos, esperando paciente al rescate del olvido.
El aire juega con el papel, lo voltea y lo eleva levemente en impulsos traviesos; durante un momento parece posarse en la arena, a salvo de los juegos del viento, pero nuevamente el Gregal lo aúpa en volteretas blancas que lo llevan hasta el borde de la orilla, donde la espuma de las olas lo acoge para que el agua salada disuelva en unos pocos segundos la tinta roja con la que un día escribí “así como la libertad es conciencia de necesidad, el arte es conciencia de mortalidad .”
2 comentarios:
Tú el gregal, a mí me azota el mestral: "venim del nord, venim del sud, de terra endins, de mar enllà..."
... no es frontera cap bandera que no es digui llibertat, la llibertat de vida plena, llibertat dels meus companys...
¡Ay! ¡Cuánto tiempo ha pasado y cómo han cambiado las cosas y su significado desde que el ínclito Llach escribió esta canción ...!
¡Salud!
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