Después de leer por segunda vez “La tierra
convulsa” y “Los cuerpos desnudos”, ayer finalicé la relectura de “Las cenizas de hierro”, el tercer volumen
de la novela “Verdes valles, colinas rojas” publicados por la Editorial Tusquets.
He releído esta epopeya por dos
razones. Porque echaba de menos a Roque y Asier Altube, a Manuel Goneaga, a los
Baskardo de Sugarkea y a la pérfida Ella; porque los recuerdos del universo
creado por Ramiro Pinilla me asaltan y
me convocan, y porque a los dos años de
su muerte he querido rendirle homenaje.
Ramiro Pinilla es el gran escritor vasco de
todos los tiempos (sin permiso de Baroja o de Unamuno ) y uno de los grandes
escritores en lengua española del último medio siglo. En mi opinión, los
miembros del jurado convocados recientemente por El País para escoger los
veinte mejores libros en lengua española de los últimos veinticinco años han cometido un error imperdonable al no
incluir en esa lista de libros privilegiados “Verdes valles, colinas rojas”.
La novela de Pinilla ni siquiera está dentro
de los setenta y cinco libros restantes. Es decir, que entre cincuenta expertos lectores, a un lado y otro
del Atlántico no hay ninguno que reconozca la obra maestra de la literatura
vasca contemporánea como uno los cien
mejores libros publicados en el último cuarto de siglo, entre los que se
encuentra, por ejemplo, la penúltima
novela de Arturo Pérez Reverte.
Rafael Conte murió ya hace siete años. Fue el
único crítico que siguió de cerca las evoluciones del autor vasco, aunque la trayectoria novelística de Pinilla se iniciase de un
modo tan prometedor como para hacerse
acreedor de los dos premios editoriales más prestigiosos del país, y finalizase
con el reconocimiento de la oficialidad de la cultura y de la crítica, tanto
españolas como vascas.
Sin embargo, y a pesar de la contrastada
calidad y de la singularidad de su obra, Ramiro Pinilla no ha sido ni en vida,
ni a título póstumo, uno de esos autores que nombren los frecuentadores del mundillo
cultural, aunque sea de vez en cuando. No ha sido, ni muchísimo menos, un novelista al que se recuerda vagamente, o al
que se menciona por mera curiosidad, o por vano afán de aparentar estar al tanto de todo lo que se cuece en tertulias, revistas, programas de radio y
televisión, suplementos culturales, etc.. Y por supuesto, tampoco ha sido un
autor que se cite, o se recuerde o se referencie con el fin de ilustrar con el
ejemplo de sus textos, y a través de su
figura, algunos de los atributos del arte de narrar.
El mundo universitario le ha dedicado
cierto interés. Universidades españolas, vascas y americanas han publicado una
decena de estudios relacionados con su obra, de los
que el blog “Getxo, Territorio Pinilla”, da buena cuenta. (Un afectuoso y solidario saludo a los
administradores de este blog)
Con todo, lo más sorprendente es que ni siquiera se le ha tenido en cuenta a la
hora de citar obras de referencia que explican a través de la ficción novelada la idiosincrasia de una sociedad; eso que en
términos literarios se ha venido en llamar el
hallazgo de los ríos subterráneos por los que fluyen las claves del sentido
de la existencia, a los que acceden contados artistas. Y más teniendo en cuenta
que nuestro país ha vivido desde las guerras carlistas el fenómeno nacionalista, tanto en la
periferia como en el resto de la geografía ibérica.
Porque si alguien ha sabido explicar qué es,
cómo surge, de qué se alimenta, cómo opera y qué consecuencias históricas,
sociales, culturales, políticas y económicas generan los nacionalismos de uno y
otro signo, ese ha sido Ramiro Pinilla.
Fue tan certero y tan fino; lo deconstruyó
y reveló sus contradicciones, sus trampas y sus imposturas tan magistralmente que, aun siendo
conocida y pública su simpatía hacia el
comunismo libertario, el local donde elaboraba la revista quincenal “Galea”
sufrió un atentado con cócteles molotov y quedó calcinado . Años después del
atentado, el ínclito Iñaki Anasagasti, a la sazón senador por el PNV, se
despachó a gusto en su blog arrojando
las siguientes palabras:
“En el mundo de la cultura vasca hay gentes
que, independientemente de su valía cultural o artística son unos auténticos
petardos. Gentes que con su antipatía afilada siempre logran lo contrario de lo
que buscan. Entre ellos se encuentran Ibarrola y Ramiro Pinilla”.
Después de algunos comentarios biliares escritos con el
mismo tufo grosero -muy propios de un senador educado y culto- sobre cómo se ganó la
vida Pinilla en los inicios de su carrera literaria, Anasagasti continua
diciendo “Sus libros son auténticos rollazos imposibles de leer”.
Esa animadversión ignorante y mameluca del
entorno nacionalista hacia Ramiro Pinilla
quizá explique, en parte, lo poco o nada que conocen su obra, ya no digo los
españoles, sino sus paisanos vascos. Porque Ramiro Pinilla García nació en
Bilbao, en 1923, hijo de padre Riojano y
madre aragonesa. No voy ahora a glosar su vida, ni siquiera a esbozarla. En los días inmediatamente posteriores a su desapatición, los
medios de comunicación difundieron una serie de lugares comunes que, por lo
demás, poblaron de un modo repetitivo -sin aportar nada que alumbrase el
sentido de su obra- las páginas de los principales periódicos nacionales.
La verdad es que, tan solo después de que Rafel Conte reseñase elogiosamente la inconmensurable
“Verdes valles, colinas rojas”, Pinilla gozaría durantes unos pocos años del reconocimiento oficial.
Y es que, efectivamente, Ramiro Pinilla es uno
de los grandes, no solamente por el
rigor, la honestidad, la coherencia ética y estética, la capacidad de narrar,
la singularidad del estilo, la verdad carnal que palpita en sus personajes…
todas una serie de virtudes que yo
personalmente valoro en un artista, presentes en toda su obra y que desembocan
y brillan especialmente en “Verdes valles, colinas rojas”. Ramiro Pinilla es uno de los grandes por la
profundidad literaria presente en toda su obra, pero también por el compromiso hacia los perdedores, fuesen de donde fuesen, ajeno a vanidades
consustanciales del oficio, al tabernáculo de los divos, a los cenáculos
habituales de la profesión y del mundillo editorial.
Esa personalidad tan singular, su coherencia vital y los valores en los que creía, no solo era
capaz de trasladarlos a sus creaciones de manera sublime, sino que los vivía en la intimidad de
su cotidianidad, de modo que, tras
sufrir en propia carne el sistema editorial convencional, se embarcó en una
aventura ruinosa llamada Editorial Libropueblo, fundada en 1979 junto a su
amigo escritor J. J. Rapha Bilbao, con la que editaría algunas de sus novelas a
precio de coste. En Libropueblo los autores publicados pagaban de su bolsillo la edición de su obra, y se la
llevaban a casa, comprometiéndose a venderla en la calle en mesas conjuntas.
En palabras de sus fundadores “Libropueblo no
es la respuesta ideal al problema de la socialización del libro. No es más que
un intento de denuncia. Sin dinero, sin medios, sin organización, tratamos de
demostrar que los libros no tienen por qué ser tan caros. Todos sabemos que si
el libro, en imprenta, cuesta cien pesetas, cuando llega al público ya se ha
puesto en cuatrocientas. Con el valor de las trescientas pesetas de diferencia
no se ha producido
nada, pues en nada se ha mejorado el libro. Quisiéramos dejar bien claro que no
estamos denunciando a editores, distribuidores o libreros, sino denunciando un
sistema social de mercado que permite una mercantilización tan abusiva de un
producto cultural”.
9 comentarios:
Soy Gustavo, el bloguero del getxoterritoriopinilla. Te he dejado un comentario en mi blog, pero quiero aquí comentar algo que, cuando lo leí, me llenó de alería.
Es sobre el injusto olvido de Pinilla como gran escritor.
A veces, como tú, aparece alguien que lo revindica.EL último del que tengo noticia no es un cualquiera en el mundillo de las letras . Es Rafael Chirbes.
Había escrito un texto para leerlo en la recepción del premio Nacional de Literatura. La muerte no le dio opción. Creo que lo leyó su sobrina al ir a recibirlo. Y al decir que iría a recibirlo, añadía que lo compartiría con algunos escritores a los que consideraba sus maestros y decía sentirse orgulloso de ello. Y citaba, entre otros, " ... a Ramiro Pinilla, que escribió Las ciegas hormigas".
El discurso no tiene desperdicio.
https://www.cuartopoder.es/tribuna/2016/06/01/parlamento-no-pronuncie/8663
Saludos
Hola Gustavo
¡Qué bien encontrarme con tu comentario!
No sabía lo de Chirbes. Al saberlo me he alegrado mucho, porque es otro de los autores a los que profeso gran admiración, no solo por su obra, sino por su actitud frente a la vida. Ahora mismo voy a leer el discurso que mencionas.
Me ha escrito a mi cuenta de correo otro admirador de la obra de Pinilla. Es de la Universidad de Alcalá y está realizando la tesis doctoral sobre "Verdes valles, colinas rojas". Ya tiene algunos artículos publicados en la revista Pasavento. Si te interesa contactar con él, escríbeme, por favor, a mi dirección de e-mail elpobrecitohabladordelsigloxxi@gmail.com
Muchas gracias por pasar, Gustavo. Espero poder publicar la continuación de esta entrada durante esta semana
¡Salud!
A big Kiss from the cold Gothenburg. Your Works are so beautiful... as always.
¡Hola Annabel!
Muchas gracias por pasar y por facilitarme toda esa información.
No tengo perfil en Facebook. Suelo enlazar las entrada en mi cuenta de twitter @habladorXXI
De todos modos, sí que me haría ilusión que dieseis cuenta en vuestro Facebook de lo que publique en este blog sobre Pinilla
En cuanto al libro, concía su publicación y estaría muy interesado en tenerlo. Te escribiré ahora mismo mis datos postales a la dirección que me facilitas
Y, por favor, ¡Sí! incluid mi cuenta de e-mail a la lista "Pinillesca"
Annable, vuestra labor es extraordinaria. Estoy muy feliz de haber dado con vosotros.
Seguimos en contacto
¡Salud!
Hola SKAN !!
¡¡Se me había escapado tu comentario !!
Thanks a lot
I remember you, everytime
Hola,
También soy admirador de Ramiro Pinilla, toda mi familia lo es - nos pasamos meses mencionando el catafalco de Etxe/Larreko a la menor ocasión. Hasta tuve la osadía de escribir cuatro impresiones en un artículo de blog.
No conocía este blog, ni el discurso de Chirbes, ni el grupo de Facebook Pinillesca. Gracias Pobrecito por el artículo y Gustavo por compartir el discurso de Chirbes, otro de mis ídolos; y aunque uso Facebook muy poco, ya he pedido el ingreso en el Club Pinillesco.
Hola MIguel
¡Que bien poder compartir la pasión por Pinilla en familia!
Para mi también ha sido una sorpresa reconfortante descubir a tantos admiradores de su obra después de publicar estas dos entradas. A ver si soy capaz de continuarlas, porque tengo más impresiones que compartir
Ahora mismo me paso por tu blog
Gracias Miguel
¡Salud!
Hola, otra admiradora del gran Pinilla por aquí. Acabo de terminar la lectura de "Verdes valles..." y estoy impresionada. No tengo los recursos intelectuales suficientes para un análisis tan magnífico como el que tú haces, pero vaya mi sentido homenaje a este autor imprescindible.
Saludos.
Efectivamente, Pinilla es muy grande, Ilona.
Gracias por pasarte por aquí
¡Salud!
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