viernes, 1 de agosto de 2008

Arriba y abajo


Estoy totalmente agotado. He caminado durante 30 minutos bajo un sol inclemente entre humos de tubo de escape y espectros de ciudadanos que, pacientes, milagrosamente, disponen una pierna detrás de la otra para llegar a su destino. Sinceramente, no recuerdo en ninguna de mis otras vidas un calor como este. ¡Cómo añoro el fresquito de esta mañana, bajo los arcos de la plaza, todavía mojada por la brigada del ayuntamiento, leyendo tan tranquilo y tan agustito el periódico recién salido de la rotativa!. Hasta ahora pocas veces había hablado de la actualidad, y menos basándome en noticias de los periódicos importantes, porque las noticias de actualidad de cualquier diario importante no son más que productos diseñados para el consumo inmediato, realidades discutibles de consumo masivo. Creo que un periódico es el nacimiento diario de una determinada e interesada realidad diaria.

El caso es que casi providencialmente, cuando más apretaba el calor, me encontré en medio de la ciudad con un parque fantástico, un oasis urbano que surgió como un espejismo entre la polución, y el bochorno. Era una gran extensión verde de césped fresco salpicado de plátanos, sauces, chopos, y alguna que otra encina desorientada de sombras generosas bajo las que retozaban parejas de adolescentes desmelanados, familias sorbiendo mate y media docena de jubilados que respiraban los últimos litros de oxígeno caniculoso de su vida. Algún que otro solitario disfrutaba de una siesta espatarrada y tres o cuatro críos desfogaban energía correteando y molestando al personal, seguramente como venganza inútil hacia sus padres por haberles castigado sin la
play. (Son los castigos del siglo XXI: ¡"por portarte mal te quedas sin play y te vas al parque!": Prometo escribir al respecto). Allí es donde dí con mis huesos. Allí me tumbé axhausto. En ese momento sentí que cada uno de mis ciento setentaytantos años se tomaba un descanso. Suspiré y bostecé tan fuerte que la pareja que se besaba con fruicción, sudorosa, a unos metros de mí, detuvo el morreo para mirarme primero a mi y después entre ellos y reir como rien los pavos en Enero.

Y me quedé profundamente dormido. Y mientras dormía soñé que un débil terremoto constante y sostenido movía el parque. El suelo de aquel oasis artificial, en forma de suave colina sobre el que descansaba, transmitía un gozoso masaje a todo mi cuerpo. Mi otro yo ( al soñar, entra en mi vida mi tercer yo. En cuanto a perspectivas voy bien servido) mi otro yo, decía, gozaba sin pestañear de las ondas vibradoras que desentumecían mi cuerpo dormido, como si estuviese sobre uno de esos cínicos sillones de relax que los centros comerciales ponen a disposición del consumidor estresado. Pero cuando más disfrutaba de aquel extraño fenómeno, los críos que sufrían el castigo de jugar en el parque saltaron sobre mí gritando igual que guerreros banzai en pie de guerra, danzando la famosa danza jodesiestas, y me despertaron del sueño y del descanso y, al levantarme, fastidiado, fue cuando di con el secreto, con el origen del placentero cosquilleo telúrico que me había mecido en el breve descanso. Y es que al mirar más allá del límite de la colina vi una hilera de coches circulando ordenadamente; me dio la sensació de que los coches salían del mismo vientre del parque, como si la montañita acogiese en su interior toda una batería de vehículos. Efectivamente, así era, porque para desentrañar la duda de si seguía soñando o ya estaba viviendo de nuevo la realidad, me dirigí al lugar por donde salían y entraban, sin cesar, decenas de coches de todas las marcas y colores. Había estado durmiendo sobre la hierba, a la sombra de un sauce, pero en realidad lo que había hecho era descansar sobre un parquing, sobre las mismísimas entrañas de un infierno ardiente, cerrado, asfixiante, que despedía un insoportable olor a gasolina y aceite mal quemado. No sé por qué, entoces me acordé de Dante, de la pija discoteca Barcelonesa Up&Down, de la famosa serie de la BBC Arriba y Abajo y de una noticia que esa misma mañana había leido en El Pais: la noticia titulaba"Los rayos X descubren un Van Gogh oculto en un cuadro" y el periodista cuenta que " un equipo de científicos belgas y holandeses ha redescubierto una pintura del maestro holandés Vincent van Gogh (1853-1890) oculta bajo otro cuadro durante 121 años." la noticia sigue diciendo que "los investigadores han reconstruido el retrato de una campesina, pintado hacia 1885 por el autor de
Los girasoles y tapado bajo la pintura Parche de hierba. La imagen muestra un sorprendente parecido con una serie de sombríos retratos que realizó el artista en la ciudad holandesa de Nuenen, donde compuso Los comedores de patatas, terminada en 1885 y considerada como su primera gran obra."

Bajo la hierba de colores se escondía la imagen terrible de una campesina muerta de hambre. Esto es lo que me ocurre cuando me pongo a hablar de la actualidad, que la realidad me pide paso y todo queda al descubierto, y descubro mentiras hasta durmiendo bajo un sauce.


Vuelvo mañana