viernes, 20 de abril de 2007

Al Yazhira


Ayer me ocurrió algo realmente extraño. Escuchaba en la radio un diálogo que mantenían diversas personas, casi todas, o así me lo pareció, asiduas a las tertulias radiofónicas. Estas personas comentaban y elogiaban el gol que hizo Leo Messi (parece ser que es un jugador del equipo de fútbol llamado FC Barcelona) contra otro equipo de fútbol compuesto por once hombres más llamado Getafe. Hasta aquí todo normal. De hecho yo iba un poco pensando en mis cosas y al sonsonete de las voces me ayudaba a abstraerme en mis pensamientos.

Todo empezó cuando la mujer que dirigía el programa dió paso a documentos sonoros de archivo en los que varios presentadores de radio deportiva de otros paíes narraban la jugada completa del gol y comparaban esta narración con otra similar ocurrida 20 años atrás, en la que se explicaba una jugada parecida de otro jugador llamado Diego Armando Maradona (creo).

Inmediatamente después,( todavía ahora no me explico el motivo), la directora del programa dio paso al archivo sonoro correspondiente al gol narrado en árabe por el locutor de una emisora llamada Al Yazhira y, entonces, todo fueron algarabías y comentarios jocosos.

Fue aquí donde, sin saber por qué razón, (lo raro suele serlo porque no es racional) me invadió una extraña sensación de emoción, con profusión de erizamientos de vello y amagos de alguna lágrima asomándose a los ojos. Fue justo al oir el ooh!! prorrumpido por el locutor de Al Yazhira, de una duración aproximada de unos 10 segundos, seguido de palabras que, intuí, estaban cargadas de una emoción infinita (debió ser el momento justo en que Messi marca gol) cuando el amago de lágrima se convirtió en tímido llanto y a partir de entonces, durante el resto el día, viví con una sensación de profunda y desconocida tristeza.


Vuelvo mañana

martes, 17 de abril de 2007

La memoria


Estoy de acuerdo con Paul Auster cuando dice que la memoria es el espacio en donde las cosas ocurren por segunda vez. Y más viniendo de donde vengo.

Ese lugar, la memoria, tiene sus ventajas. Por ejemplo, que es imposible verlo con nitidez. Que las cosas que allí ocurren siempre las vemos desenfocadas. Otra (consecuencia de la anterior): que podemos cambiar lo ocurrido a nuestro antojo. De repente un desengaño se convierte en una enseñanza, un beso en una bofetada, un triunfo en la ruina, una desgracia en nostalgia, una bofetada en un beso, la noche en madrugada, la mañana en noche y la muerte..., la muerte de uno forma no forma parte del recuerdo. La mía sí.
Un disparo, la vida.


Vuelvo mañana

lunes, 16 de abril de 2007

Mercromina en la rodilla


La tierra del parque que hay en frente de donde vivo deja ver estos días pequeñas piedras de color granítico que emergen como puntas de icebergs esparcidas entre los bancos, los arbustos y los columpios de plásticos de colores.

Hace años esas piedras molestaban a los niños que jugaban en el parque, pero ellos mismos se encargaban de sacarlas de la tierra con sus propias manos y a golpe de puntapié. Después, aprovechaban el hueco que dejaban y ,con maña, construían un hoyo de agujero de entrada circular perfecto, pulido en sus bordes, al que llamaban guá, y que les servía para jugar a las canicas: durante horas los chavales competían en puntería y en habilidad para hacer chocar las pequeñas bolas de vidrio de colores , rodilla en suelo, manos al suelo, cuerpo al suelo. Al acabar la partida, cuando el sol se había puesto y casi ya no se veía y tocaba volver a casa, esos niños sabían que debían aguantar, estoicos, los gritos de la madre y el escozor de la mercromina y del agua oxigenada en la herida que había dejado tanto arrastrar la rodilla por la tierra. Al mismo tiempo que el niño se dolía, aspirando exageradamente, controlando el grito de dolor y esperando que en cualquier momento, además, le lloviese un sopapo, contaba las horas que faltaban para recuperar o para ganar más canicas al día siguiente, en el mismo hoyo, en la misma tierra, a la misma hora y con los mismos contrincantes.

Las casas ya no huelen a tierra, a sudor y a suciedad de juego. Las manos de los niños están impolutas, sus rodillas lisas, limpias, sin la costra perpetua con la que crecían hace pocos años. Esa herida, recuerdo palpable de horas de diversión, ha transmutado en muerte virtual, en conversación tecleada, en horas de juego de mirada sonámbula al frente, dentro de un cuarto cerrado que ya no huele a nada que está dentro de una casa que conserva el aroma a quemado de la última pizza que se calentó en el microondas. ¿Exagero, o soy yo, que vengo del tiempo?


Vuelvo mañana

jueves, 12 de abril de 2007

14 de Abril


El sábado no podré escribir, al menos aquí, en la red, el lugar en donde las lágrimas no dejan rastros de tinta sucia. El sábado es un día para el recuerdo, para la memoria, para la reflexión. El sábado pensaré en aquello que siempre quise ser y no fui. Pensaré en ilusiones, en batallas perdidas, en muertos, en vivas.

El sábado realizaré un extraño ejercicio de memoria prospectiva; recordaré desde el pasado mirando al futuro que fue, que no vi y que yo ahora tengo la oportunidad de rememorar como si aquel charco de ilusión estuviese en medio de mis dos vidas.

El sábado me lamentaré de nuevo de que no nos dejasen ser.

El 14 de Abril de 1931 se proclamó la Segunda República Española. La mataron los de siempre, pero a mi me gusta pensar que murió como yo, como un romántico, delante del espejo, admirada de sí misma, admirada de ser una hermosa causa perdida.


Vuelvo mañana.

martes, 10 de abril de 2007

Pasos de tacón alto



Ya no recordaba la lluvia tras el cristal. Estos últimos días me ensimismaba en la ventana durante horas viendo caer el agua . Cuando llueve, el tránsito entre el día y la noche desparece; el atardecer renuncia y llega la oscuridad súbita con sus brillos de faros sobre el asfalto y los disparos de agua que flotan alrededor de las farolas eléctricas. Y yo me quedo como un tonto mirando el espectáculo entre los marcos blancos del alumnio de mi ventana hasta que me percato de que allà afuera, los pocos transeuntes que caminan me miran y me señalan como si fuese un retrato del Greco envuelto en obra vista, una pintura tenebrista y posmoderna del siglo XXI. Y entonces me escondo, me refugio bajo otra luz, la de mi lámpara, y me hundo en mi sillón. Le doy un buen trago a mi copa y abro con delicadeza y emoción , despacito, lentamente, la primera pàgina de las aventuras de Wesley Jakson, de William Saroyan. Antes de empezar a leer la primera palabra miro de nuevo hacia el cristal. Las gotas de agua resbalan en carrera, como si jugasen a la cucaña del saco. No parece que vaya a escampar. Algo suena en el piso de arriba: un mueble que se cambia de lugar. Pasos de tacón alto y un leve gemido que, juraría, no es de queja. Cierro los ojos y me asaltan noches de lluvia junto a Dolores.

Saroyan, lo siento, mañana habrá dejado de llover y con los primeros rayos de sol olvidaré esta húmeda soledad de hoy.

Vuelvo mañana

lunes, 2 de abril de 2007

Depresión postparto



Algunos escritores tienen tanto interés por explicar lo universal que consiguen todo lo contrario, quedarse en el pequeño territorio de su ombligo, que es la máxima expresión del provincianismo. En el poco tiempo que llevo aquí, algún buen amigo, del que no voy a decir su nombre por no comprometer su cordura, me aconsejó "no leas nacionales, lee a los americanos, o a los ingleses, o autores que no sean de aquí. Los de aquí siempre hablamos de lo mismo, de la Civil (le es es tan familiar que ya la nombra por sus nombre de pila), de la envidia, de algún mequetrefe, del perdedor de turno que se busca la vida como un Lazarillo contemporáneo, de amores medios no correspondidos y de cuatro situaciones costumbristas aderezadas de cierto tono irónico bastante artificial, por no decir impostado".

Pues si que está bien el panorama, pensé. Allá, en aquel tiempo, la cosa era sencilla: teatro o teatro. Poesía, poca y mala, y novela casi ni sabíamos escribrirla. Por eso me hice crítico, porque no sabía hacer otra cosa. Y de crítico teatral pasé a meterme con todo el mundo. Así me fue. Pero no seguiré hablando de mi (es una mala costumbre en la que caemos todos los románticos); hablaba de los escritores que quieren explicar lo universal: los anglosajones son especialistas. Te llevan hasta la náusea. Colocan al lector en situaciones supuestamente reales, cotidianas, en atmósferas agobiantes, a veces malolientes y hasta desgradables; crean personajes solos, perdedores, neoexistenciales; se emborrachan de adjetivos, utilizan un estilo de frase elaborada con pretensiones de original, y a veces lo consiguen, pero las más se les ve el truco al llegar al punto y aparte, al rebobinar y al leer de nuevo.

Ocurre que cuando que se lee a McArty, Wallant, De Lillo, 'Onan, Roth o Bellow,etc..., parece que uno sabe, ya, el secreto del universo y que nada en el mundo, ninguna de las siete esencias del alma humana se te resiste. Y resulta que cuando digieres lo leído, tras unos primeros días de emoción estética ante la frase perfecta y satisfacción intelectual por descifrar unos cuantos cientos de páginas difíciles, de repente, todo en ellos se te vuelve mentira y caes en una especie de depresión postparto, en la que durante semanas es imposble desahcerse del olor a placenta.

Esto me atrevo a decirlo porque estoy muerto, o vivo de nuevo entre los muertos; si no, de qué.

Alguno hay del que sí he aprendido a entender mejor como es el hombre y el mundo del siglo que ya cayó. Son sinceros, me dicen la verdad, me la dicen al oido, sin aspavientos, sin fuegos artificiales, como un buen amigo en la tranquilidad de la charla al lado de un buen fuego, sin estar seguro de nada, sencillament explicando después de observar con atención cómo somos y como son los lugares y el tiempo que hemos construido pata convivir. Me acuerdo ahora de Mailer, Saroyan, Sallinger, o Bashevis Singer.

De todos modos, a mi, de verdad, quien me explica mejor como soy es quien comparte conmigo paisajes, gestos y memoria. Qué le vamos a hacer, soy del pueblo.

Vuelvo mañana