miércoles, 27 de junio de 2007

Lukas

Lukas és mi héroe, es el hombre en quien siempre deseé convertirme. Lukas es alto, fornido, musculoso y luce siempre una barba de tres días que se rasura cuidadosamente cada mañana para parecer que nunca se afeita. De hecho, cualquiera al verle podría imaginar que cuando se corta la barba lo hace con navaja jamonera, como las que utilizaba el malo de "El Virginiano".

A Lukas le gusta leer a Nietzchse, y al Comte Arnau, por eso es Hombre sobre Hombre. Lukas es como el capitán Alatriste, pero sin deslices amorosos. Es un hombre sin piedad, personaje de Leone, o mejor, lo que Eastwood siempre quiso ser y nunca consiguió con Harry el Sucio.

Ya veo que con Lukas he pisado mierda para siempre, y que nunca tendré el beneplácito de su dedo pulgar levantado hacia arriba, justo antes de accionar la palanca de arranque de su Harley, antes de bajar la bisera de su casco negro y de dejar la huella del derrape de su vida en el asfalto. Qué le vamos a hacer. Uno es como es como es, hace dos siglos y ahora. Lo virtual no me ha cambiado.

Y más. Creo que Lukas no tiene hijos. Eso, siendo Lukas quien dice ser, no acabo de concluir si es bueno o es malo.

Vuelvo mañana

martes, 26 de junio de 2007

La espiral "Desconocida"

Entre wiskyes y soledad ( dulce y bello silencio) te leía, Roberto, a ti que también estás muerto. Leía las letras que mejor te esconden y te descubren.
Perdóname estos versos


En mi terraza al lado del mar
(aunque no lo veo)
me peina la brisa la piel
y te leo
y no te comprendo
o no te entiendo
pero te cazo algunos bellos versos
con los que algún día trenzaré mi obra

Ya sabes: la espiral que nos une


Vuelvo mañana

miércoles, 20 de junio de 2007

El gran pecado


"La tristeza es el pecado de Europa." Lo ha dicho la poeta Chantal Maillard, quien perdió un hijo, suicidado.

Detrás de una afirmación así, y viniendo de quien viene, no caben muchas palabras más. Tenemos que pararnos un momento en el camino, recomponer la mueca de fastidio que siempre llevamos puesta y volver a caminar, ligeros.

Vuelvo mañana

miércoles, 6 de junio de 2007

26 de marzo de 1833


Ayer me leía de nuevo a mi mismo (soy un romántico) y casi me quedo sin respiración. Y no fue precisamente de emoción estética, que diría algún pedante. Fue de miedo.

Es verdad, lo certifico de nuevo, lo grito por si alguien lee esto, para que se ande con cuidado: el azar existe, nos vigila, está al acecho, y cuando menos te lo esperas te caza y te deja sin habla, te cambia la vida, te resucita o te mata.

Leía ayer mis "Artículos de Costumbres", en una edición de bolsillo de finales del siglo XX, con aparato crítico de mi fan número uno, Carlos Seco Serrano, por aquello de la nostalgia y de los buenos tiempos y para prender un poco de mi mismo, y resulta que un servidor, el Pobrecito Hablador, el original, el genuino, el que escribía en el siglo XIX, murió literariamente el 26 de Marzo; o mejor dicho, lo maté con mi propia pluma el 26 de marzo (siempre tuve vocación suicida, en todos los ámbitos de la vida). Así lo cuenta mi corresponsal, Andrés Niporesas, ese mismo día del año 1833.

Muero el 26 de marzo de 1833 y el mismo día del mismo mes, 174 años después, vuelvo a aparecer, vivito y coleando, en forma de blog. Es como para morirse de nuevo, pero del susto.

Vuelvo mañana

lunes, 4 de junio de 2007

Premio extraordinario de 80 euros

Somos cutres. No nos hemos movido de la covachuela. Seguimos vistiendo manguitos y bisera de charol.

Una buena amiga mía ha recibido de la Universidad de Barcelona el premio extraordinario a su tesis doctoral. La carta que le comunica tan feliz decisión ni siquiera está firmada por el Rector, sino por una funcionaria con cargo. El primer párrafo de la carta está destinado a comunicar, en el lenguaje más neutro y frío posible, la decisión de otorgar el premio.

En al segundo párrafo se dice que la premiada por su trabajo de 6 años de renuncias, sacrificios, humillaciones y todo tipo de privaciones en aras de ser excelente y aportar a la sociedad lo mejor de si misma, se dice, decía, que puede optar, o bien por ver escrita la mención al premio de manera expresa en el texto del diploma o bien por el abono, a la doctoracumlaudepremioextraordinario, del dinero correspondiente a los derechos del título (80€).

O sea, o te escribo en el diploma que eres premio extraordinario o te devuelvo el maldito parné: las dos cosa ni hablar.
¡¡ Es que la sabiduría no tiene precio!!

Dos siglos después seguimos siendo cutres, cutres.

Vuelvo mañana

viernes, 1 de junio de 2007

Tercer y último intento para explicar qué diablos pasó en Maipú 994


Nunca se me dio bien novelar, ni inventar historias. Quise escribir teatro y fracasé rotundamente. La poesía, ya lo dije, no es mi fuerte. Por todo eso hablo, siempre he hablado, pobrecito de mi, en pildoras de efecto immediato, porque no se más. Y ahora que llevo unos días prometiendo explicar qué pasó en Maipú 994, me ha entrado un escalofrío de fracaso, porque no cuento con las erramientas para hacerlo, ni talento para afrontarlo, ni dinero con el pagar a un negro.

Ahora bien, cuento con una ventaja : fui testigo mudo e invisible de lo que pasó en Maipú 994. Mientras los insignes habitantes de la histórica vivienda sufrían sus respectivas vidas, yo, que soy immortal,y por tanto etéreo e immaterial, me introduje por entre las paredes del apartamento en donde habitó gran parte de su vida Jorge Luis Borges junto a su madre Doña Leonor Acevedo y su asistenta Fanny. Allí planté mi invisible presencia y ahora, años después, me siento obligado a explicar al mundo todo lo que allí ví, oí y sentí.

Ya he explicado que estuve durante algunos minutos sentado en el sillón de Geogie, escuchando a Brahms y ejerciendo de letrista plagiador, pero eso fue hace unos días, cuando ya nadie vivía allí. Lo que se inicia a partir de aquí y a partir de ahora no es fruto de la imaginación, es pura realidad. Si alguien quiere desconectar porque no aguanta los blogs-basura, que lo haga o que cambie de página . Yo me veo obligado a no privar al mundo del derecho a la información, aunque me cueste el prestigio que me gané, para siempre, a golpe de pólvora.

Vuelvo mañana