viernes, 1 de junio de 2007

Tercer y último intento para explicar qué diablos pasó en Maipú 994


Nunca se me dio bien novelar, ni inventar historias. Quise escribir teatro y fracasé rotundamente. La poesía, ya lo dije, no es mi fuerte. Por todo eso hablo, siempre he hablado, pobrecito de mi, en pildoras de efecto immediato, porque no se más. Y ahora que llevo unos días prometiendo explicar qué pasó en Maipú 994, me ha entrado un escalofrío de fracaso, porque no cuento con las erramientas para hacerlo, ni talento para afrontarlo, ni dinero con el pagar a un negro.

Ahora bien, cuento con una ventaja : fui testigo mudo e invisible de lo que pasó en Maipú 994. Mientras los insignes habitantes de la histórica vivienda sufrían sus respectivas vidas, yo, que soy immortal,y por tanto etéreo e immaterial, me introduje por entre las paredes del apartamento en donde habitó gran parte de su vida Jorge Luis Borges junto a su madre Doña Leonor Acevedo y su asistenta Fanny. Allí planté mi invisible presencia y ahora, años después, me siento obligado a explicar al mundo todo lo que allí ví, oí y sentí.

Ya he explicado que estuve durante algunos minutos sentado en el sillón de Geogie, escuchando a Brahms y ejerciendo de letrista plagiador, pero eso fue hace unos días, cuando ya nadie vivía allí. Lo que se inicia a partir de aquí y a partir de ahora no es fruto de la imaginación, es pura realidad. Si alguien quiere desconectar porque no aguanta los blogs-basura, que lo haga o que cambie de página . Yo me veo obligado a no privar al mundo del derecho a la información, aunque me cueste el prestigio que me gané, para siempre, a golpe de pólvora.

Vuelvo mañana

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