miércoles, 1 de abril de 2009

La tercera cuestión universitaria

La historia de la educación universitaria en España se puede resumir con este breve chascarrillo:
-Años 40-50: el profesor entra en el aula y dice “buenos días”. Los alumnos, puestos de inmediato en pie, contestan ” buenos días señor profesor”
-Años 60-80: el profesor, entra en el anfiteatro y dice “buenos días”. Varios alumnos, de inmediato, contestan: “eso habrá que discutirlo”
-Años 90- hasta nuestros días: el profesor, la profesora, entra en el aula y dice “buenos días”. Todos los alumnos, de inmediato, escriben en sus libretas de apuntes: “buenos días”

Durante todos estos años (de hecho habría que decir durante todos estos siglos) la vida en las universidades españolas ha transcurrido de la siguiente manera. El estudiante aventajado captado para la causa universitaria, después de pasar la travesía de años bajo el ala protectora del mentor catedrático de turno, después de vencer toda serie de humillaciones, trabajos forzados, plagios y otras gracias, consigue su plaza de funcionario. Durante el primer año prepara las clases con pasión, aprovechando, a menudo, los mismos materiales que elaboró para concursar en las oposiciones. Si ha tenido la suerte de caer en un departamento activo y ha entrado en un grupo bien posicionado, empezará a probar las mieles (hieles) de la investigación, de los viajes, de los congresos, del compadreo internacional, empresarial y editorial. También se verá envuelto, nada más entrar, en guerras, confabulaciones, peleas, y conspiraciones intestinas al más puro estilo de la Roma Imperial, de manera que el trabajo docente irá quedando en segundo término y durante años y años, cursos y cursos, el profesor o profesora universitario impartirá sus clases sin cambiar una coma de los materiales originales con los que inició su prometedora carrera académica. Así es que generaciones y generaciones de estudiantes, separados por décadas, se forman exactamente con la misma materia de estudio, sin poder acceder a los cambios y las novedades que se producen en el conocimiento de cualquier disciplina. Solamente cuando se produce un cambio en los planes de estudio se abre alguna posibilidad de que esto ocurra. Otrosí: si el profesor o profesora en cuestión se embarca en aventuras políticas dentro de la universidad, el colectivo de estudiantes oirá y verá su nombre, sólo, en las campañas electorales.

En cuanto a la vida de un estudiante universitario, transcurre de la siguiente manera. La ilusión del primer día del primer curso es una sensación que nunca va a olvidar, entre otras cosas, porque jamás la va a volver a sentir. Al final del primer semestre, la gran mayoría ya sabe que el devenir de su vida universitaria se traduce en un cincuentena de asignaturas, impartidas por alguien que no tiene por qué coincidir con quien se prometía en la guía docente, y que ese alguien, sea el prometido o no, se va a limitar a recitar un texto o una serie de fórmulas, casi al dictado. También rezará para que , en el mejor de los casos, igual que le ocurrió en su educación secundaria, se encuentre con un alguien excepcional que posea dotes de comunicación oral, que le guste la docencia y que imparta la materia que le pertoque apasionadamente. Dado este esquema de formación unidireccional, en el que no se construyen las condiciones adecuadas para que se produzca una mínima comunicación entre enseñante y enseñado, el estudiante concluye y asume, al poco, que en el aula no se hacen preguntas, que no se discute, que no se sugiere, que no hay espacio para la creación colectiva, y que si se interviene es para averiguar qué preguntas caerán para examen, porque al fin y al cabo es lo único que interesa: aprobar y obtener un título.

Allá por el año 1826 inicié estudios de medicina en Valencia, que después proseguí en Madrid. En ambas universidades, la vida era exactamente la misma que ahora, y lo sé porque en esta, mi tercera vida, he vuelto a estudiar, y me he adaptado sin grandes problemas al sistema actual. (Como la experiencia es un grado, opté por preparar determinadas asignaturas en compañía de algunos compañeros en el bar. Y, lo juro, a excepción de algunas sesiones antológicas e inolvidables dentro de las aulas, y de muchas lecturas apasionantes, esos son los momentos que mejor provecho y recuerdo me han dejado.)

Por aquel entonces, con el siglo XIX caminando, Don Manuel Orovio ya despuntaba en el colegio como un elemento de cuidado. Orovio, conservador radical y próximo al sector más reaccionario de la Iglesia Católica, fue, entre otras cosas, 2 veces ministro de Fomento, responsable de la educación universitaria con los gobiernos de Narváez y de Cánovas y protagonista y causante de las famosas ‘cuestiones universitarias’ del siglo XIX , gracias a sendos decretos por los cuales neutralizaba cualquier mínimo cambio en el sistema universitario español.

Sea como sea, la imposibilidad de cualquier tipo de cambio fructífero en la universidad del país, cuajado en el tiempo, es ya histórica, y ahora volvemos a las andadas. Unos pocos estudiantes, talibanes de la contracultura perroflautista (en lengua pashtun ,taliban significa estudiante), hartos de la universidad que sufren durante sus 5,6,7... y hasta 10 años de vida académica, se han dejado manipular por amigos extrauniversitarios, por profesores y políticos de muy diverso signo e interés, para echar abajo el proceso de Bolonia, la única reforma universitaria que, desde hace mucho, demasiado tiempo, tiene alguna posibilidad de generar cambios en la universidad española. Un sector del profesorado, acostumbrado a su cómoda metodología, ni quiere oir hablar de cambiar de material docente cada semestre. Otro sector, cosecha Mayo del 68, pretende hacernos creer que, con Bolonia, la universidad pública se pone en manos de las empresas, cuando saben que la empresa hace años que aterrizó en la universidad de todos, y que si no es por las facturas en transferencia de tecnología o en ventas y colaboraciones editoriales, muy pocos podrían pagar la hipoteca de sus estupendas viviendas.

De modo que, por más que me rasco la cabeza en busca de alguna explicación racional que me responda por qué algunos estudiantes y profesores de la llamada izquierda progresista se opone al fin del aburrimiento, del adocenamiento, del discurso académico unidireccional, de la impartición del conocimiento anquilosado, del aislamiento profesional internacional y de la formación pública a lo largo de la vida, no consigo respuesta. Y, sólo después de las últimas algaradas, me arriesgo a esbozar mis cuentas particulares: decenas de banderas esteladas independentistas ha ondeado en la vanguardia de las manifestaciones . La asociación de estudiantes catalanes independentistas habla con voz solista en las llamadas asambleas de estudiante. Los rótulos de los locales del partido Iniciativa per Catalunya han sido pintados con la palabra “torturadors”, y al conseller Huguet (apodado por los periodistas como “el talibán”), responsable político de las universidades en Catalunya gracias a ERC, ni tocarlo.

Mirando bien el retrato de Orovio que encabeza este post, pienso en cómo el tiempo, la Historia y el destino une personas e ideas, por mucho que nos empeñemos en evitarlo, por mucho que nos creamos a salvo de parecernos algún día a aquellos a quienes siempre habíamos denostado.

Vuelvo mañana

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Justamnete por ese mejunge del que hablas hayque estar alerta y no comulgar a priori con unos ni con otros. Los estudiantes más vivos son, en general, losque se han inquietado por este infantilismo-banalizacióm (pequeñas pruebas tuteladas, varios exñamenes para que tengan más de un oportunidad no vayan a estresarse,,,
Cuando todo eo se pretende aplicar con "coste cero", la mueca grotesc ae sinevitable. Porque, para ejercer la docencia en estas condicnes, un profesor no debería tener más de 20 alumnos. A menos que pretendan anularlos: porque si esa enseñanza personalizada debe imparsirse con seguimiendo individual de los estudiabtes, tutotías y otras atenciones,,,, ¿Cuándo leemos? ¿Cuándo seguimos formándonos?
Supongo que durante los findes y las vacaciones, qye para eso son tan generosas.

ElpobrecitohabladordelsigloXXI dijo...

Estoy de acuerdo.Son necesarios recursos para poner en marcha Bolonia con un mínimo de garantías. Por eso, las protestas deberían haber apuntado a otro sitio. Conselleria? Ministerio? Bruselas?. Por otro lado, al profesorado se le va hacer una montaña ponerse a trabajar de verdad, día a día, en la docencia, pero es su trabajo, formar personas en estudios superiores: casi nada.
Y perdona, los estudiantes que se han movilizado no sé si son los más vivos, pero sí los más antiguos..."papá paga para que pueda ser revolucionario en la universidad"