En “El hombre de
las mil caras”, la excelente película de
Alberto Rodríguez sobre la rocambolesca y españolísima historia de la detención
de Luis Roldán, hay un momento inolvidable, equivalente a esos míticos diálogos
que uno puede disfrutar en ‘El Padrino’
de Coppola.
Entre las sombras de una penumbra admonitoria, charlan frente a frente
Francisco Paesa (Eduard Fernández) y
Osorno (Emilio Gutiérrez Caba) antiguo
camarada de viejas misiones al servicio
de Ministerio del Interior y del CNI. En esa conversación, repleta de tensión
contenida, amenazas sobreentendidas, compañerismo cínico y laconismo armado, Francisco Paesa le invoca a su interlocutor
nada más y nada menos que la patria. Osorno
le responde, con media sonrisa sardónica, que
su patria es el dinero.
Ayer, escuchando
a según quién hablando con pasión lacrimógena de la fiesta nacional, recordaba esta escena debido, probablemente, a que todavía retengo la imagen del banquillo de los acusados de la
trama Gürtel, en el que se sienta lo bueno y más granado del PP, uno de los partidos
políticos más patrióticos con que cuenta
España. (El PSOE y C’S le van a la zaga).
Según consta en
el sumario, el PP viene distribuyendo desde el año 1999 un Power Point muy patriota en el que informa y forma a su alcaldes sobre cómo
malversar fondos públicos y sobre las estrategias más discretas y efectivas para estafar al fisco, o sea, la mejor manera de
impedir que tengamos mejores colegios, mejores hospitales y pensiones para
nuestros jubilados.
El incendio que podría haber provocado esta noticia - ilustrada por el diario El Mundo con las mismísimas diapositivas del crimen - ha sido convenientemente sofocado y no ha trascendido
más que en algún medio de comunicación. La existencia probada de un método con que una
organización política ha venido delinquiendo durante 20 años de manera sistemática
y perfectamente organizada, debería ser motivo más que suficiente como
para ilegalizar al PP o, en su defecto, para imputar y condenar a los más altos dirigentes que la auspiciaron, promovieron y
ejecutaron, con el único objetivo de enriquecerse a costa del erario público, del
dinero del país, incurriendo, en definitiva, en un delito de alta traición.
Algo parecido
vivimos a diario en Cataluña, donde el heredero de la mafia Pujol- Ferrusola,
el jefe del partido patriótico que ha
esquilmado a los catalanes durante décadas, después de la huida en helicóptero
desde el mismísimo Parlament catalán entre un grupo de manifestantes que le
increpaban, y ante el peligro de perder el poder, decidió disfrazarse de Macià resucitado, escondiendo debajo de la estelada, de multitudinarios 11 de Septiembre y en la axila de su brazo en alto, toda su mierda y el grueso del botín.
Recuerdo
especialmente un 12 de Octubre en el que el gobierno de PP izó una descomunal bandera española en la
madrileña Plaza de Colón, candidata sin
duda a formar parte del libro Guiness de los records. Por aquellas fechas, las tarjetas Black de Caja Madrid echaban humo y el PP y sus cómplices engordaban a destajo sus bolsillos a cuenta de los españoles, votantes del partido incluídos.
Era la época dorada de la malversación y la rapiña patriótica. Por aquellos días, dos conocidos patriotas, José Mª Aznar y Jordi Pujol, se reunían en el Hotel Majestic de Barcelona. Ninguno de los dos, ni sus herederos políticos, pisarán la cárcel. Me los puedo imaginar negociando entre la penumbra de las sombras, esbozando los mismos gestos que Paesa y Osorno, susurrando en complicidad íntima, “amigo mío, amic meu, nuestra patria es el dinero.”
Era la época dorada de la malversación y la rapiña patriótica. Por aquellos días, dos conocidos patriotas, José Mª Aznar y Jordi Pujol, se reunían en el Hotel Majestic de Barcelona. Ninguno de los dos, ni sus herederos políticos, pisarán la cárcel. Me los puedo imaginar negociando entre la penumbra de las sombras, esbozando los mismos gestos que Paesa y Osorno, susurrando en complicidad íntima, “amigo mío, amic meu, nuestra patria es el dinero.”
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