¿Qué nos pasa?
¿Por qué nos
tienen así?
¿Por qué somos incapaces de reaccionar?
¿Por qué admitimos,
sin más, que dirijan nuestros destinos una
serie de personas organizadas en corporaciones delictivas?
¿Por qué
regalamos una y otra vez la llave de nuestra casa a esas personas que la utilizaron para robarnos hasta las cucharas?
¿Por qué
permitimos que las grandes empresas y los grande poderes financieros marquen
las reglas del juego?
¿Por qué no
hacemos nada por denunciar y aniquilar los centros de poder que defienden e
imponen intereses ajenos a los ciudadanos?
¿Por qué
permitimos que, poco a poco, el Estado se quede en los huesos, sin apenas recursos, y le sea imposible protegernos con nuestras leyes, facilitarnos la vida y procurarnos un futuro mejor para nuestros hijos?
¿Por qué caemos
en la trampa, a sabiendas de que es una trampa, de la desinformación y el
entretenimiento embrutecedor?
¿Por qué caemos en la trampa, a sabiendas de que es una trampa, de la identidad nacional y de la religión como salidas en falso a todo lo que nos ocurre?
¿Por qué asumimos
la explotación como único modo de creación de riqueza?
¿Por qué
admiramos a quienes se hacen ricos con el trabajo y con la desgracia ajena?
¿Por qué no
buscamos la verdad, individual y
colectivamente, más allá de la superficie; más allá del espectáculo que engorda
las audiencias y las cuentas de resultados de los grandes grupos de
comunicación?
¿Por qué hemos
perdido por el camino el valor de lo colectivo, el valor de la responsabilidad hacia nuestras vidas y
en relación fructífera hacia las
de nuestros semejantes? ¿Hemos creído alguna vez
en esos valores?¿Vale la pena creer y luchar por esos valores?
¿Por qué
despreciamos a quienes nos dicen la verdad, a quienes nos revelan toda esta
gran mentira y nos proponen otro mundo, otro modo de relacionarnos, otra manera
de organizarnos social y colectivamente?
¿Por qué nos negamos
a soñar en una vida mejor, más allá del
dinero, del trabajo, de la explotación y de la ambición, a sabiendas de que esos
son los cuatro pilares de nuestra desgracia?
¿Por qué educamos
a nuestros hijos sin pensar en la respuesta a estas preguntas?
¿Por qué tenemos
hijos sin pensar antes en la respuesta a estas preguntas?
¿Tenemos miedo? ¿De
qué tenemos miedo? ¿A qué le tememos?
Y si no tenemos
miedo, entonces ¿Qué nos pasa? ¿Por qué nos tienen así?
2 comentarios:
Y se cierra el círculo, y vuelta a empezar con las malditas preguntas.
Pero como uno tiende más bien a ver la botella medio llena (seguramente porque el cerebro no le da para más), lo diré en clave humorístico-mourinhista: "Po qué?"
Vacía del todo, amigo Juan, está vacía del todo, que se lo han bebido todo, los valores y los recursos
¡Salud!
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