viernes, 27 de noviembre de 2009

Noche en vela


Los días en los que mi criado libraba eran perfectos para escribir mi pieza semanal. Aprovechaba la noche y tenía por costumbre dejar todo el piso a oscuras, excepto la cámara de trabajo, en la que encendía tres velas. Una sobre el escritorio, que me ayudaba a ver; otra junto a la puerta, a modo de alarma, por temor a los intrusos, ladrones o maridos despechados, para que al abrir la puerta el golpe del aire sobre la llama me alertase de la invasión; y otra más junto a la ventana, por si a mi Dolores le deba por venir a verme, como señal de vía libre.

Disponía muy cuidadosamente sobre la mesa el tintero, la pluma, un vaso y una botella de vino y, después de los dos primeros tragos ya podía escribir la primera frase. Aquella noche concreta, noche de otoño en Madrid, le daba vueltas a unas palabras de Goethe que me bailaban en la cabeza desde hacía semanas; una sentencia tremenda que me dejó petrificado, porque nos define y nos condena: “Harto de la libertad, el caballo toleró que lo ensillaran y lo embridaran y, por su esmero, lo montaron hasta la muerte”.

“¡Estúpidos. Esta tierra nuestra la habitamos una ingente cantidad de estúpidos!”, pensaba un día sí y otro también, dale que dale a la frase de Goethe. Mojé la pluma y al poco volví a hacerlo, porque como no arrancaba a trazar la primera letra, la dejaba suspendida sobre el papel, casi rozándolo, y la tinta se secaba. De modo que me levanté, tan bruscamente y dando tales resoplidos, que la llama de la vela tembló hasta casi extinguirse. Cuando ya parecía que vislumbraba el inicio, volví a sentarme, nuevamente en vano. Entonces me incorporé otra vez, caminé dos pasos hasta la ventana y me entretuve viendo la sombra gigante de mi silueta sobre la tierra de la calle sucia. Por unos momentos me sentí Dios, el Dios de la calle en la noche, y creí percibir cómo la genialidad de Goethe se derretía fundida junto a la cera de las velas. Liberado y crecido -endiosado- retomé la tarea. Bebí un trago, mojé la pluma y en el momento de escribir la primera letra, el fuego del cirio que dejé ardiendo junto al dintel se agitó y me di cuenta entonces de lo inútil de la estratagema, porque me quedé en el sitio, paralizado, más que por el miedo, por la expectativa, por la intriga de conocer la identidad de quien se adentraba por el pasillo de mi casa en aquellas horas de ventolera oscura revuelta en hojas secas. La vela bailó al ritmo de los pasos firmes, que se acercaban inexorables. Distinguía un rumor familiar de tela pesada, quizá mojada, arrastrada con prisa y decisión. Súbitamente la vela se apagó. Entonces, en la penumbra de la estancia, como surgida de la imaginación, apareció la figura contundente, abrigada y bella de Dolores, mi Dolores, que al poco de atravesar el umbral se detuvo y, en pie, firme y hermosa como una columna corintia, me reclamó ansiosa con sus ojos negros. No lo dudé. Me levanté y en un instante la estaba abrazando, oliendo la humedad de la madrugada en su ropa gruesa, deshaciendo el pañuelo sobre la cabeza, revolviendo el pelo hasta dejar caer su larga melena sobre la espalda. A cada prenda que nos quitábamos, nos íbamos acercando al suelo. Primero de rodillas, como penitentes siameses, besándonos en el cuello, en el pecho, en la boca. Caímos tumbados definitivamente, y entonces la vela que iluminaba la hoja en blanco se apagó. Al abrigo de la luz de la última espelma nos amamos con urgencia cautiva en aquella noche de otoño. Yacimos unos minutos, abrazados, calentando los cuerpos con el aliento, hasta que Dolores se desprendió de mis brazos y sin mediar mirada dijo que se iba, que me había deseado toda la semana, y que no sabía si podría volver a verme. “Haré lo que quieras amor, lo que quieras, pero no me dejes, no puedo estar sin ti. Podemos irnos juntos, ahora mismo, dejar Madrid. Tengo buenos amigos en Francia. Podemos hacer lo que tú quieras que hagamos, pero no me digas que ya no podemos vernos. Lo que quieras, ¿me oyes? ¡Lo que quieras!”. Mientras se vestía me dijo que si me iba a quedar desnudo sobre el suelo todo lo quedaba de noche. Me calcé como pude los pantalones y la besé. Giró sobre si misma y, con el vuelo del vestido, la última vela dejó de arder. Sin decir más, como si tuviese desde siempre la facultad de ver en la oscuridad, caminó decidida por el pasillo, cerró de golpe la puerta y se fue.

Bebí todo el vino que quedaba. Ni siquiera miré por la ventana para ver cómo se alejaba. Encendí de nuevo la vela del escritorio, hundí la pluma en el tintero y empecé a escribir:“En la noche de hoy he encendido tres velas. Una para escribir, otra para amar y la tercera para huir. Ninguna de las tres ha cumplido su cometido […]”. Por supuesto, esa pieza jamás se publicó.

Vuelvo mañana

El cuadro es de Joseph-Benoît Suvée y se titula «Butades o el origen de la pintura» (1791). Según se escribe en el blog en el que lo he encontrado http://asailorosalia.blogspot.com/ representa a una joven mujer de Corinto, hija de un artesano llamado Butades, que, con un carboncillo y siguiendo la sombra proyectada a la luz de una vela, traza en una pared la silueta de la cabeza de su amante, que está a punto de marcharse, para así conservar su imagen, o como dicta la tradición primitiva, también su alma.

35 comentarios:

Culturajos dijo...

me quito el sombrero, la capa. Me desarmo para entrar a tu casa. Me quito el ego y entro como un niño a disfrutar de tus palabras. Baah. Abu. Ahh. No puedo decir más. Extasiado me dejas.

Unos minutos después. Velas como realidad. La primera (no)vela guarda una historia de terror. La segunda (no)vela un relato erótico. La tercera (no)vela un gran drama. El escritor parece ver la realidad con velas, pero cuando desaparecen comienza a describirla.

Grande. No me cansaría de repetirlo. Grande Hablador y Goethe. Vaya frase. Para echarse a temblar.

Salud

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Tu sí que me dejas de piedra con tu generosidad Culturajos. Muchísimas gracias, de verdad.
La frase de Goethe, efectivamente, es tremenda. Creo que deberíamos elevarla a la categoría de manifiesto.
¡Salud!

Isabel Martínez Barquero dijo...

Goethe y el eterno binomio libertad-seguridad.
Tres velas encendidas: una preventiva y que funciona como las actuales alarmas, y las otras dos para invocar las querencias. ¡Qué tiempos viviste, Mariano!
Sublime, romántico y apoteósico.
Salud.

Eastriver dijo...

Bello texto. Apasionada Dolores, retrato certero de la pasión que huye. Eres un romántico incorregible, chico. He disfrutado leyendo pausadamente tu texto más secreto.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Tiempos pasados, nostalgia presente, se dice...

Todavía hoy, cuando veo velas encendidas, recuerdo aquella noche de emociones encontradas.

Goete vió que los humanos somos claudicadores de nacimiento. Le damos demasiada importancia a la vida;la conciencia de la muerte y el miedo al dolor nos secuestra la voluntad. Bien que lo sabía Dolores...

Muchas gracias por los adjetivos Isabel.
¡Salud!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Ramon, tu comentario se ha cruzado mientras contestaba a Isabel.
Gracias nuevamente. La verdad es que me estais malcriando...
Efectivamente, este era mi texto más secreto, hasta hora... A ver si lo lee la Kirkpatrick y reedita de nuevo,corregido y aumentado, su "laberinto intextricable..."

¡Salud y abrazos Ramon!

Isabel Martínez Barquero dijo...

Si te malcriamos, será porque te lo mereces. El día que nos aburras ya te enterarás.
Salud, Mariano.

Ana Rodríguez Fischer dijo...

Goethe se cachondeó (y mucho) de según qué atrezzos.
Por ejemplo, del Yo hiperinflado (no hablar de las lágrimas: rojas o negras).
Cuando a Fichte le zurraron los estudiantes en una noche heavy, tirándole piedras a los cristales de su pensión, Goethe escribió: "Así pues, vieron al yo absoluto en grandes apuros y, por supuesto, volar a través de los cristales, ha sido una descortesía del no yo, que ha sido puesto".
(28 de Octubre de 1794)

Sobre tu Dolores, ZçuÑIGA ("Flores de plomo"), más lo que contaré un día de estos en el Blog.
Pero si tú eras el dueño de la risa (amarga), aqué estas edulcoraciones....

Eastriver dijo...

Ana trae a colación Flores de plomo, excelente novela. La leí y pensé que era fácil. Ahora pienso que no es fácil sino sencillamente qu está bien hecha. El diálogo que se genera en tus entradas ilustra muchas cosas.

Anónimo dijo...

Tal vez gozar de la libertad consista en ir dejando jirones de felicidad por el camino, en largarse de cualquier parte justo en el momento en que uno piensa que se quedaría ahí para siempre. Pero para actuar así… Hará falta mucho valor ¿no? ¡Salud! Glòria.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Bueno, por dónde empiezo...
Isabel, temo ese día, pero temo más aún el día en que me aburra de mi mismo... (esta frase puede que dé miedo, pero es pura impostura, como seguramente habrás adivinado)

Ana, como dices, en el XIX no nos andábamos con hostias, no. Podría contar alguna batallita más de la Partida del Trueno
http://elpobrecitohabladordelsigloxxi.blogspot.com/2009/09/la-partida-del-trueno-i.html
¿Sabes? detesto a Goethe, pero la frase me dejó helado. La leí en Bajo el Volcán, de Malcolm Lowry, de boca del cónsul. Cuando sea mayor, seré como él. Y en cuanto a lo amargo y lo edulcorado... pues no acabo de entenderte... hay poca sacarina y mucho jengibre en esas lineas.

Ramon, no he leído Flores de Plomo. Es un libro que tengo pendiente desde que descubrí que Ana tenía un Blog y lo referenció. Le tengo ganas, pero ya sabes lo que pasa: los libros son como el papeleo, como no despaches el primero que llega, al final se traspapela.

Gloria, yo creo que lo que la frase de Goethe quiere decir (que no es lo mismo que lo que Goethe quiere decir) es que aceptamos el chantaje, que somos cobardes, que nos vemdemos por un plato de lentajas a sabiendas de que el precio que pagamos es mucho más alto... y que además nos educan para que sigamos haciéndolo... y yo el primero.

¡Salud a todos/as. Os quiero mucho!

Ruy Guka dijo...

Para conservar su alma. Imagen digna de mención, la neta.

Éste es otro pinche espam en busca de lectores: es un libro de cuentos: Trolebús maravilla en trolebusmaravilla.blogspot

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Veremos a ver tu trolebus Ruy, tienes nombre de cantar de gesta, de guerrero matamoros...¡Salud!

Anónimo dijo...

Sí, estoy de acuerdo con la aclaración a la frase de Goethe, pero yo pretendía ir un poco más allá y en mi comentario me refería a la determinación de Dolores al abandonar esa noche en vela. Lo que pasa es que no conozco a Dolores y su idea de la libertat puede que no coincida con la que yo expresé. Un abrazo. G.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

G,cuando me propongo desvelar los entresijos y las intimidades mías y de Dolores nunca pienso en hacerlo desde su punto de vista. Así que me ha sorprendido tu comentario. Gracias. Todo un reto explicar los encuentros y desencuentros desde el sitio de Dolores
¡Salud!

Anónimo dijo...

Cucurrucucú.... paloma....
Cucurrucucú.......

Unknown dijo...

Grande!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Gracias Lobo, muchas gracias.

Belén dijo...

chantajes emocionales, casi siempre de la mano de las complicidades, qué complicado... lo que me turba profundamente en la superfrase de Goethe es la palabra "ESMERO"...¿qué "conio" es ser libre?
Salud Mariano

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

¡¡Buff!! Eso digo yo. ¡Qué diablos es ser libre? Podríamos empezar por listar aquellos estadios en los que no lo somos...

El "esmero" es esencial en la educación que hemos recibido todos: 'el trabajo dignifica', por ejemplo, sería una buena máxima que nos han repetido una y mil veces desde que somos peques. Y muy a mi pesar, trambién desde el movimiento obrero, desde donde se ha difundido durante años la idea de que el 'esmero', en aquello que más nos esclaviza, es lo que nos hace más dignos...

Ahora, escribiendo estas lineas me viene a la cabeza que una actitud lúdica ante la vida, de disfrute de lo que tenemos, de respeto al difrute del otro, y la aceptación natural del hecho de la muerte desde que nacemos nos haría más libres

En fin, creo que la cosa para un par de tesis, mínimo
¡salud Belen!

NENA dijo...

De Goethe, me gusta más esta frase:" La esperanza es la segunda alma del desdichado."
De las tres velas, las útiles eran las dos primeras. Para qué huir?

NENA

Anónimo dijo...

Has ofendido a ¨mi ¨Dolores y te voy a dar lo que te mereces maldito bastardo,ja ,ja,ja,...

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Nena, es verdad,tienes razón, para qué huir si la muerte más honrosa hubiese sido morir a manos del Cambronero. Y encuanto a Goethe, la verdad, me carga un poco. Ya le dije a Ana que la frase la encontré leyendo "Bajo el Volcán" de Malcolm Lowry;en el contexto de la novela contiene todo su sentido. Y fuera de ella también. Insisto: creo que nos define y nos condena. Una obra maestra la de Lowry, por cierto.
¡salud NENA! y recuerdos y abrazos por Balaguer

Anónimo dijo...

Hola Pobrecito Hablador s.XXI
¡Qué mujer más ingrata! ¿No? Te deja plantado, te dice que no te verá más y encima no te quiere explicar por qué. Menos mal que no hay muchas mujeres así, de hombres tal vez sí. Lo mínimo es decir algo, si se tiene entereza: la verdad, pero no largarse sin dar la cara.
Sobre Goethe... la verdad es que me gusta más Hóderlin. Él entendió muy bien al hombre y supo ver que la libertad del hombre sin más, la libertad individual, no conducen a nada si no va acompañada de otros valores: solidaridad, unión con la Naturaleza, amor. Hoderlin creía en la revolución: libertad, igualdad y solidaridad (fraternidad). Las tres juntas, por separado no son gran cosa.
Para frases me quedo con esta: "El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando razona".

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Anónimo, gracias por el comentario tan jugoso.
Efectivamente, así era Dolores. A ella le debo mi inmortalidad y, todos, el romanticismo en España.
A mi Goethe me satura,me carga, pero la frase, creo, vale unos buenos ratos para darle a la cabeza. Estoy de acuerdo con Hoderlin: esos tres elementos deben ir siempre unidos. Y finalmente, ojalá pusiésemos en pràctica la sentencia que nos regalas. Ojalá nos pusiésemos a soñar como dioses sueños que de verdad nos ayuden a avanzar, a progresar en el camino de la libertad, la solidaridad y la igualdad (la justicia). Después,haría falta sentido común y buenas dosis de razón para no convertir esos sueños en monstruos.
¡Salud, y todo un placer!

Anónimo dijo...

Tú mucha palabrita pero
de forment ni un gra.Sí, soy yo¿pasa algo?.

Anónimo dijo...

Por Dios, qué belleza de post.

Me sumo y sumo a mis amigos sudamericanos al homenaje a don Antonio Machado.

Ya lo tengo en mente, ¡qué lindo será!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Gracias emeygriega.
Si, será lindo como dices, seamos los que seamos, y se la cosa traspasa el charco pues, como decimos por aquí, será la hostia.
¡Salud!

Isabel Martínez Barquero dijo...

Perdón por la intromisión, querido Mariano, y contertulios.

Úniros, si os apetece, a esta iniciativa, y pásadlo: EL DÍA 13 DE DICIEMBRE ANTONIO MACHADO RECITA Y HABLA EN LA RED. Copia en tu blog el día 13 de diciembre un poema o un texto de Antonio Machado, o escribe sobre él. ¡Consigamos una jornada machadiana vírica!

Una entrada tan visitada no se podía descuidar, Mariano.
¡Salud!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Perfecto Isabel. Aquí estaremos, el 13 de diciembre con Don Antonio
¡Salud!

Madison dijo...

Caray, es la primera vez que me paso por aquí, y sin palabras he quedado.
Qué genial.
Un abrazo

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Gracias Madison , eres muy amable. Eres bienvenido/a siempre que quieras. Por aquí nos juntamos un grupito muy "apañao" y pasamos muy buenos ratos
¡salud!

Anónimo dijo...

¿buenos ratos? Con ¨mi Dolores¨si pasarías buenos ratos,pero es mía.

Carlos dijo...

Maravilloso y doloroso texto amigo. Un placer de lectura.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Carlos, muchas gracias, mi sincero agradecimiento. El placer es mío al teneros tan cerca.
¡Salud!