martes, 17 de septiembre de 2024

Escritos de vida

 


Al llegar a Briviesca (Burgos) lo primero que hice fue visitar la Plaza Mayor y contemplar el templete que ocupa su centro, el lugar donde hace ahora casi ochenta años la orquesta tocaba los fines de semana pasodobles y tangos para los briviescanos y vecinos de poblaciones cercanas, entre los que se encontraba Antonio Benaiges, el maestro de Bañuelos de Bureba que cada viernes, sin falta, recorría los nueve quilómetros hasta la capital de la Bureba para abrazar a su amada, participar en la actividad política en la Casa del Pueblo y escribir y publicar sus artículos en el periódico local.

Antonio Benaiges era un joven catalán, nacido y criado en Montroig del Camp, provincia de Tarragona. Su historia es conocida sobre todo gracias a la película “El maestro que prometió el mar” dirigida por Patricia Font y escrita por Francesc Escribano y Albert Val; una película que ha cosechado un éxito significativo y que mereció el reconocimiento de la Academia del Cine con cinco premios Goya y dos premios Feroz este mismo año.

Hasta ver la película desconocía la historia. Fue el punto de partida de una experiencia inolvidable y sobrecogedora; una vivencia triste, emotiva y esperanzadora que me ha llevado este verano a la casa natal de Benaiges, en Montroig del Camp, y al pueblecito burgalés ubicado en Las Lomas, en la  comarca burgalesa de La Bureba , donde Benaiges ejerció de maestro en los dos años  anteriores al golpe de Estado de 1936  y a la Guerra Civil, poniendo en práctica la pedagogía freinetiana del francés Celestine Freinet, muy próxima a los postulados de Manuel Bartolomé Cossio, Francisco Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza.

Pero el detonante que me produjo una necesidad vital de viajar a Bañuelos y visitar los lugares donde el maestro desarrolló su vida, fue la lectura del libro del escritor y escultor beliforano afincado en Segovia, José Antonio Abella, “Aquel mar que nunca vimos”, publicado por la editorial Valnera, que compré a principios de Agosto en la librería Rom, allí mismo, en Montroig, a pocos metros de la casa natal del maestro socialista.

Abella, tristemente fallecido hace apenas tres meses a causa de una larga enfermedad, recompone de manera magistral los acontecimientos que rodearon tanto la vida y el quehacer de Benaiges durante los dos últimos años de la II República Española y su detención, tortura, humillación pública y asesinato a manos de fascistas, demostrando, gracias a una exhaustiva investigación de casi cinco años, la fecha y lugar exactos del crimen y el lugar donde los golpistas falangistas se deshicieron de su cadáver, desmintiendo así, de modo rotundo, la hipótesis que han manejado otros, según la cual Benaiges fue preso y muerto en Bañuelos y arrojado a la fosa común de La Pedraja, tal y como muestra la exitosa película.

Tiemblo todavía al nombrar en una misma frase a estos dos héroes contemporáneos; ese tipo de personas a las que no se les cuelga una medalla en el pecho, a los que no se les rinde ni honores ni homenajes en vida, a los que pocos admiran porque son pocos quienes les conocen,  pero cuyo destino queda ligado para siempre a ese espacio intangible donde habita la memoria del ejemplo y el compromiso con la humanidad gracias a su labor rigurosa y a su sacrificio.

Y es que este lector del libro de José Antonio Abella ya jamás podrá olvidar la historia y las vicisitudes, no sólo de Antonio Benaiges, sino también, y sobre todo, de sus alumnos, marcadas a fuego en la piel de los recuerdos. Porque, efectivamente, leer “Aquel mar que nunca vimos” deja huella en lo más hondo. Nadie que se atreva a leerlo y que presuma de un mínimo de sensibilidad podrá contradecirme.

No tengo intención de desgranar el libro. Tan sólo insistir en lo imprescindible de su lectura. Sin embargo,  sí deseo compartir con quien me lea que en Briviesca anduve tras la búsqueda de la Casa del Pueblo que fundó Benaiges, en la que invertía parte de su tiempo todos los fines de semana, y que después de preguntar a algunos briviescanos por su ubicación y recibir alguna que otra expresión de extrañeza, no logré dar con ella.

De manera que me acerqué a la oficina de turismo donde me atendieron Pilar y Araceli, dos grandes profesionales, quienes a pesar de la solícita atención que me dispensaron no pudieron darme una pista, ya que, probablemente, la sede socialista original ha cambiado de actividad a lo largo de estas décadas. Fueron tan sumamente amables que incluso me ofrecieron la llave del archivo municipal para que yo mismo intentase averiguar su paradero.

Me hubiese gustado rastrear la ubicación pero decliné el ofrecimiento, pues sólo contaba con un día para deambular por la zona y mi meta final y prioritaria era la escuela de Bañuelos, convertida en Museo Vivo de Castilla y León gracias al empeño y el trabajo de los miembros de la Asociación Escuela Antonio Benaiges. Así se lo hice saber a Pilar y Araceli, quienes al verme tan interesado por la figura del maestro no dudaron en facilitarme el teléfono de Javier González, uno de los miembros de la Asociación, un hombre al que nunca voy a olvidar dedicado en cuerpo y alma al mantenimiento de la memoria del maestro español.

A Bañuelos de Bureba se llega desde Briviesca circulando a través de un estrecha carretera que navega sobre un interminable mar de trigo, viejas lomas, olas perpetuas prolongadas más allá del lejano horizonte azul. Cuando el viajero se aproxima al término municipal ve una hondonada abatida en el centro del páramo de la que surgen unos pocos tejados renovados bajo los que actualmente viven sus vidas no más de treinta personas, entre las que se encuentra Javier, quien nada más llegar a la puerta de la escuela salió a mi encuentro.

La apariencia de Javier es bondadosa, acentuada y constatada por su mirada apacible y su afabilidad serena en el trato. Exfuncionario en Madrid, desde hace unos años decidió instalarse en Bañuelos, el pueblo natal de su esposa, y ganarse la vida como apicultor, aunque también se dedica en cuerpo y alma a la Asociación Escuela Antonio Benaiges.

Javier me explica que empezaron a restaurar el edificio de la escuela todos los miembros de la Asociación, vecinos del pueblo y el alcalde Jesús M. Viadas,  de manera que consiguieron salvar el edificio de la ruina y convertirlo en un Museo Vivo de Castilla y León. Tras el éxito de la película y del libro de José Antonio Abella, el museo es ahora objeto de interés por parte de numerosos visitantes que desean acercarse a la historia del maestro freinetista.

La planta baja de la escuela está destinada a sala de exposiciones y sala de actos. Javier señala que la asociación concibe la escuela como un centro activo y difusor de cultura y de los valores que Antonio Benaiges inculcó a sus alumnos. No se trata sólo de mantenerla en pie y bien conservada; su principal misión es la dinamización cultural y social. De hecho, la asociación organiza eventos y exposiciones durante todo el año. Incluso convocan un concurso de relatos infantil y juvenil con el tema de la escuela como centro de la vida rural que ya va por la quinta edición.

En la planta superior -originalmente la vivienda del maestro- podemos ver una recreación de la única aula, con la mesa en el centro de la tarima, un mapa de España detrás y enfrente cuatro pupitres antiguos. Sobre la mesa una bola del mundo y un gramófono de maleta y manivela, igual al que compró Benaiges de su bolsillo, con el que los niños y niñas de Bañuelos escuchaban música y bailaron entre 1935 y 1936. Niños pastores, niños segadores, niños hortelanos, niños porteadores, niños yunteros, niños que vivían sin luz eléctrica, sin agua corriente y que no conocían más que los aledaños de aquella hondonada pobre del páramo burgalés de las Lomas.

No es muy difícil comprender, a pesar del tiempo que ha pasado, que la labor, el compromiso y la sincera vocación de maestros como Antonio Benaiges era clave para abordar y cambiar el estado de miseria y de ignorancia en que se encontraba el medio rural español, a menudo gobernado por caciques y sumido en la tradición más oscurantista, promovida por la Iglesia católica a través del miedo, la represión, la superstición y el dogma.

Es por ello, y por su conocido activismo político en pos de las ideas socialistas, que el mismo día 18 de Julio de 1936, apenas conocido el golpe de estado, una escuadra fascista lo secuestró en Briviesca, lo torturó, lo humilló públicamente y finalmente lo asesinó al día siguiente, deshaciéndose de su cadáver, probablemente en el sitio llamado de La machacadora, a pocos kilómetros de Briviesca, tal y como defiende Abella.

Sus restos siguen desaparecidos.

Escritos de vida

De ahí que cuando Javier González me mostró el expositor donde se conserva una pequeña imprenta igual a la que Benaiges enseñó a utilizar a sus alumnos, no pude reprimir la emoción, ni fui capaz durante unos segundos de deshacer el nudo en la garganta. Aquel sencillo utensilio, unas planchas de linóleo, una gubia y el tesón y la vocación de Antonio Benaiges les abrió al mundo, les facilitó el conocimiento y sobre todo llenaron de autoestima y de ilusión el corazón y la mente de los treinta niños con los que trabajó.

Y es que el método freinetista que seguía Benaiges se apoyaba en gran medida en la edición y publicación de cuadernos elaborados con una pequeña  imprenta por los mismos niños, quienes dirigidos y orientados por el maestro describían su entorno, la cotidianedad de sus vidas, sus quehaceres, historias y cuentos populares, anécdotas protagonizadas por ellos o sus sueños, tanto en sentido literal como sus anhelos.

El frío, las eras, los campos, los miedos, el médico, un abrigo,  la trilla, el ganado, el pastoreo,  un retratista ambulante que les fotografió, las historias que explicó un explorador al que invitó Benaiges; consejos para la agricultura o para que mejorar la producción de gallinas ponedoras extraídos de libros especializados; el seguimiento diario y pormenorizado de los datos meteorológicos del pueblo; el detalle trimestral del absentismo escolar; problemas de lógica y sencillos problemas matemáticos; oficios, la taberna, el carnaval, la epidemia de sarampión que sufrió Bañuelos, los sabañones,  “estampas de La Bureba”; el sacamantecas, los colores rojo y azul, el folklore… Y el mar...

Ninguno lo conocía. Por eso Benaiges, en enero de 1936,  les propuso que escribieran lo que sabían del mar, y les prometió que los llevaría a Montroig, a la masía de su familia, para que lo pudieran ver. La primera página la escribe el maestro: “ Y la fantasía de unos niños que suben y bajan la loma, sólo la loma, disparose hacia la Lejanía para hundirse en la vastedad líquida, misteriosa, sublime… También ellos, los niños, saben del mar sin haberlo visto nunca

Los niños que lo describen son Anita Ortiz, José Cuesta, Lucía Carranza, Antonio García, Emerenciana Palacios, Baldomero Sáez, Soledad Palacios, Eladio Díez, Florentina Sáez, Severino Díez, Natividad Hernáez e Isaías Cuesta. La contraportada de este cuaderno es un poema de Manuel J. Quintana titulado precisamente “El mar”

Me tienta copiar lo que escribieron y publicaron pero, si alguien lee esto, le aconsejo que se haga con la edición facsímil que ha editado con primor la editorial Valnera y la Asociación Escuela Benaiges con la coordinación y maquetación de José Antonio Abella. Lo pueden comprar en este enlace https://escuelabenaiges.com/2023/01/30/ii-edicion-de-los-cuadernillos-escritos-de-vida/ . Ya van por la segunda edición.

Un hermoso estuche rojo (el color del maestro), con el título de “Escritos de vida”, acoge y recoge los 13 cuadernillos que conservó la familia de Antonio Benaiges en Montroig del Camp; todo un acierto de título que describe en primer lugar su contenido y en segundo lugar la victoria postrera de una labor que era semilla y que al cabo de los  años, gracias al empeño encomiable de personas generosas y comprometidas con la memoria democrática y la educación,  ha terminado por vencer a la muerte, la iniquidad y el oscurantismo.

Los “Escritos de vida” están compuestos por tres cuadernos con el título de “Recreo” y seis titulados “Gestos”. “Gesto es carácter. Expresión libre. Matiz. Vida. Atributos todos de la Escuela” escribió Benaiges.

Completan el estuche los cuadernos “Folklore Burgalés”, ”Sueños” “El retratista” y el ya mencionado “El Mar”. Todos están ilustrados con dibujos obra de los mismos niños, grabados con la gubia  sobre el linóleo  y posteriormente impresos en papel.

En cada texto o pieza podía intervenir un solo niño o varios, que se distribuían el trabajo de escribir, dibujar,  producir el cliché e imprimir . Además, el maestro se ocupaba de conseguir subscriptores a los que enviaba un ejemplar, de manera que los niños sabían que otras personas mayores ajenas a la escuela leían su trabajo, entre las que se encontraban profesores, catedráticos, comerciantes, impresores, labradores, inspectores, etc.

Por otro lado, las escuelas freinetistas mantenían relación, no solo entre las ubicadas en localidades españolas, sino también en otro países, como por ejemplo Francia, Cuba, Argentina, Bélgica o Italia y entre todas ellas se establecía un intercambio de cuadernos. No es difícil imaginar el asombro y el orgullo que debieron sentir aquellos niños de Bañuelos de Bureba al saberse leídos por otros niños de otros países, para ellos, lugares inalcanzables, probablemente tan solo reales en su imaginación.

Casi ya era mediodía. Hubiera charlado con Javier horas, pero no quería abusar de su amabilidad. Me informó de que en octubre querían organizar un acto de homenaje a José Antonio Abella, como ya dije, recientemente fallecido. ¡Cuánto me gustaría asistir!

Antes de despedirme, Javier me explicó que hace tres años el pueblo de Bañuelos rindió honores al maestro y a su memoria con una serie de actos que incluyeron un funeral sin cuerpo. En un nicho del cementerio de Bañuelos se introdujeron algunos de sus enseres que se cerró con una placa de color rojo con la inscripción en letras doradas “ANTONIO BENAIGES NOGUÉS, MAESTRO DE NUESTRA ESCUELA. Nos dejó ser niños antes de ser hombres, nos enseñó el valor de la palabra, nos prometió el mar. Montroig del Camp 26-6-1903. La Bureba, 19-7-1936.” Rematando la inscripción, el mar sobre el que navega un velero bajo el sol radiante.

Su nicho sin cuerpo se encuentra ubicado justo sobre el de Eúbulo, uno de aquellos treinta alumnos que tuvieron la fortuna de poder ser niños, de aprender con Antonio Benaiges y que durante décadas mantendrían su nombre y su memoria sepultados bajo la tierra del miedo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El libro que atrajo el interés sobre Antoni Benaiges y que no puede obviarse es Desenterrando el silencio. Antoni Benaiges el maestro que prometió el mar, de Francesc Escribano (guionista también de la película)

Esta publicación del 2013 incluye la colaboración de Sergi Bernal (fotógrafo) y recoge información de las excavaciones de fosas en las que participaron Francisco Ferrándiz (antropólogo) y Queralt Solé (historiadora). La edición incluía el fácsimil elaborado por los niños con el título de El Mar.

Por otra parte, Las Lomas no es una comarca burgalesa, sólo una asociación de municipios que pertenecen a la comarca de La Bureba.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Estimado/a anónimo/a. Te agradezco las precisiones. Como puedes comprobar en mi texto, enfoco el asunto desde mi experiencia personal. Quiero decir que no he tenido acceso a esas fuentes que citas y que agradezco que saques a colación aquí.

Conozco la controversia que los miembros de la Asociación y el mismo José Antonio Abella mantiene o mantuvieron con Sergi Bernal. En mi opinión, la investigación que lleva a cabo Abella es impecable y tiene muchos visos de ser la cierta, aunque no sea del gusto del fotógrafo.
Gracias también por precisar la naturaleza de Las Lomas.
Por otro lado, más allá de polémicas , lo esencial, lo que debería estar por encima de cualquier otra cuestión es la memoria del maestro. Muchas gracias por participar
¡Salud!

Renacer dijo...

Gracias por la visita. Gracias en nombre de todos los socios que hacen posible continuar la labor. Gracias por difundir.

Puntualizar que la restauración inicial de la escuela fue gracias a la colaboración de muchas personas asociadas. Pasamos frío, pero teníamos ilusión y ganas.
El ayuntamiento de Bañuelos de Bureba financió la obra de restauración que siguió a aquellos días. La Escuela es un edificio del pueblo.
De nuevo, muchas gracias. Vuelve cuando quieras.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Queridos Anónimo y Renacer. Ya he rectificado las imprecisiones que me habéis indicado. Muchas gracias por vuestro interés y por participar