jueves, 17 de septiembre de 2020

Un país de necios

La necedad es la demostración de poca inteligencia. Un necio o una necia es aquella persona que siendo consciente de las lagunas que inundan su capacidad de análisis de la realidad, de discernimiento y de toma de decisiones correctas en cualquier ámbito de la vida, se presta voluntariamente a llevar a cabo acciones, emitir  opiniones o  postularse  para plantear soluciones a problemas complejos, a sabiendas de que en su empeño generará consecuencias nefastas negativas para una, varias o muchas personas, o incluso para sí mismo.

El necio y la necia suelen ser personas ignorantes  que no saben lo que tienen que hacer, aunque a menudo cometen la imprudencia y la irresponsabilidad de poner en práctica sus proposiciones haciendo caso omiso a quienes les aconsejan en sentido contrario. De hecho,  la vanidad, la terquedad, y la cortedad de miras suelen ser también virtudes que  singularizan a  los necios.

Los necios son autores de disparates, sandeces o estupideces. Todos conocemos a algún necio que, obstinado en sus decisiones,  ha terminado de mala manera o, peor todavía,  nos causa importantes perjuicios a nosotros y a terceros.

No sé si añadir que la necedad podría ser sinónimo de maldad, en un sentido moral, porque lejos de reconocer sus errores,  a sabiendas que son perniciosos, los necios se empecinan en ellos y suelen huir hacia delante emperrándose  en sus  razones, sin dar su brazo a torcer y criticando  o ridiculizando a quienes pretenden hacerles rectificar. Por eso es conveniente alejarse de este tipo de individuos lo más lejos posible, porque si estamos cerca hay muchas probabilidades de que nos amarguen la existencia.

Sin embargo, no sólo no nos alejamos de su compañía sino que a menudo confiamos a necios y a necias la toma de decisiones más difíciles que se pueden dar en una sociedad, aquellas que permiten la convivencia en paz y prosperidad, que permiten afrontar con ciertas garantías los desafíos colectivos y que nos preservan de los males que acechan la vida.

Es cierto: dado que la maldad es uno de los rasgos que caracterizan a este tipo de necios, pueden engañarnos con mil estratagemas a través de sofisticados mecanismos o técnicas de comunicación, o mintiendo alevosamente, con la finalidad de que  les regalemos ingenuamente nuestra confianza, lo cual nos descarga de responsabilidad, porque finalmente hemos sido víctimas de un perverso engaño.

Pero si después de traicionarnos en más de una ocasión  y de ponernos a todos en peligro ejerciendo su necedad, un necio o una necia  insiste, una vez más, en solicitar nuestra confianza  y nuevamente  se la concedemos, entonces, queridos compatriotas, entonces vivimos en un país de necios.

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