Me acorrala la
actualidad.
La mediocridad de las personas que deciden, la estupidez de quienes las elegimos, las propias decisiones que esas mismas personas toman y los medios que nos hemos dado para informarnos, han tejido una maraña de espino a mi alrededor de la que no puedo salir.
Cuando me he querido dar cuenta he perdido la noción del suceso insignificante, el que contiene realmente el poder del símbolo y toda la fuerza del significado.
Ya no veo la cara asustada del niño que sube al tiovivo obligado por la ilusión de sus padres.
Se me ha perdido, entre el humo espeso de las noticias, el olfato para percibir el olor a tierra húmeda después de la lluvia de Mayo.
Ni siquiera el mar y su horizonte son capaces de arrastrar en la orilla mi obsesión por este presente bobo, tan turbio.
En estos días fanfarrones, de poses estériles y grandilocuencias inútiles, estas manos mías, tersas y limpias, son incapaces de desenredar el cerco afilado que me ha confinado en la realidad emponzoñada.
Temo que sea demasiado tarde. He descuidado mis defensas.
Tengo miedo a desear únicamente la soledad de un libro y el silencio de la noche.
Y mientras me lamento, contemplo, vencido, el círculo de alambre con el que me he encarcelado.
La mediocridad de las personas que deciden, la estupidez de quienes las elegimos, las propias decisiones que esas mismas personas toman y los medios que nos hemos dado para informarnos, han tejido una maraña de espino a mi alrededor de la que no puedo salir.
Cuando me he querido dar cuenta he perdido la noción del suceso insignificante, el que contiene realmente el poder del símbolo y toda la fuerza del significado.
Ya no veo la cara asustada del niño que sube al tiovivo obligado por la ilusión de sus padres.
Se me ha perdido, entre el humo espeso de las noticias, el olfato para percibir el olor a tierra húmeda después de la lluvia de Mayo.
Ni siquiera el mar y su horizonte son capaces de arrastrar en la orilla mi obsesión por este presente bobo, tan turbio.
En estos días fanfarrones, de poses estériles y grandilocuencias inútiles, estas manos mías, tersas y limpias, son incapaces de desenredar el cerco afilado que me ha confinado en la realidad emponzoñada.
Temo que sea demasiado tarde. He descuidado mis defensas.
Tengo miedo a desear únicamente la soledad de un libro y el silencio de la noche.
Y mientras me lamento, contemplo, vencido, el círculo de alambre con el que me he encarcelado.
3 comentarios:
Gracias, Hablador, por saber decir lo que muchas personas sentimos sobre esta triste y vana realidad.
Hace un tiempo también estaba igual, en menor grado que tú y pensando que yo no podría hacer nunca nada. Se me presentó la oportunidad, y me hice socia de Greenpeace. Muchos me dicen que con la aportación mensual de 10 euros no llego ni a hacer cosquillas a Trump o a los diferentes países que están/estamos derritiendo el Ártico...
Eso es lo que no cuesta nada, poner excusas y ahuyentar responsabilidades...
Salud, Ester
¡Saludos, Juan, Ester!
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