Esta fotografía
es piel y aliento, tacto y aroma.
Esta foto es todo
mirada.
Esta foto es gesto
húmedo, recuerdo o promesa de erección prospectiva, una condensación hormonal de fragancias prohibitivas que rezuman, se expanden y elevan hacia el olfato mutuo por entre las pequeñas oquedades de la ropa, a través de la cuales podríamos llegar a los más íntimos recovecos del hombre y de la
mujer.
Ella y él concentran esencialmente
en esta imagen, al unísono, en un espacio
compartido de instantes cómplices, expectativas de pasión o el recuerdo reciente de una noche
inolvidable.
Ella y él se saben
aislados, ajenos a las miradas de los hombres, ajenos al mundo, despreocupados, indiferentes ante la hora que marca la esfera blanca, porque
para ellos el tiempo, en ese momento, no existe.
Bajo la mano de
él, la piel del brazo se eriza, y en un
diálogo privado, exclusivamente sensual, el tacto recibe del roce la respuesta epidérmica que es resolución y oferta, asentimiento y adjudicación.
Los soslayos son centrales.
Manifiestan cierta voluntad de coloquio y apuntan su condición soberana. Sin embargo, ese
instante congelado revela que la conversación se desvincula de los asuntos del poder, porque
lo que se dicen las miradas entreabiertas
trasciende la voluntad humana y se circunscribe al ámbito atávico del instinto primario.
La disposición de
las manos blancas sobre los hombros azules augura el avance inminente hacia las espaldas del
hombre y
vaticinan un abrazo incontenible.
Solo media un suspiro para que la mano de él, que acaricia
el brazo con reservada delicadeza, descienda y aprehenda primero, suavemente, el costado de la presidenta, para después resbalar rápido hacia el límite de la falda, alzarla súbitamente e introducir sin remilgos toda la mano
impaciente, que palpará apasionadamente
el centro acuoso de su más inabarcable dominio.
Sin embargo, posiblemente no nos encontremos ante la escena de un presagio, sino ante la evocación de un reciente triunfo; ante la memoria todavía
perfumada de una ofrenda inusitadamente consistente.
Porque es probable que, a la luz de los gestos y de
las miradas, a la luz de la proximidad de estos cuerpos preponderantemente enjalbegados, lo que estemos viendo no sea más que la expresión
capturada de un recuerdo reciente; un segundo en sus vidas apresado para
siempre que pretendió contener, sin éxito, la confesión cómplice de una nostalgia
voluptuosa.
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