lunes, 1 de junio de 2015

El día después




Por fin vuelvo al trabajo. Me siento igual que un novato, como si mañana fuese mi primer día laboral. Le decía a mi esposa que es una sensación de vértigo. Ella me contestaba que los americanos a eso le llaman tener mariposas en el estómago, o sea, los nervios, las ganas de que algo ocurra y la  incertidumbre de que suceda tal y como uno pensaba.

“No me extraña”, me decía, “lo hemos pasado muy mal los últimos tres años”. 

Y es verdad. Luchamos contra el cierre de la fábrica hasta el límite de nuestras fuerzas, pero al final no quedó más remedio, y tuvimos que firmar la indemnización y el despido. Según nos dijeron, el mercado estaba saturado. Gracias a la producción del último semestre, los clientes y los intermediarios de los países a los que vendíamos  tenían asegurados tanto el suministro como las comisiones durante mucho tiempo.

Nosotros no lo acabábamos de creer. Cada día veíamos las noticias, sobre todo la sección internacional, y las cosas no habían cambiado tanto allí donde exportábamos. Así se lo dijo nuestro enlace sindical a la dirección.

Sin embargo, ellos nos decían que manejaban información confidencial y que sabían a ciencia cierta que en unos meses no habría pedidos ya que en esos países todo iba a cambiar.


Yo disfrutaba con mi trabajo. No he hecho otra cosa en mi vida. El torno, el mono azul, el olor a taladrina, el pie de rey para controlar la calidad,  comprobar que todas las piezas encajan y, sobre todo,  estar seguro de que aquello en lo que has puesto el alma funcionará a la perfección. Por eso esta noche me siento igual que un colegial en septiembre.

La semana pasada me telefoneó el encargado y la alegría fue tan grande que lo celebramos en casa, todos juntos: la mujer y los chicos. Últimamente ya tenían que ayudarnos mis suegros con la compra.

Ahora todo volverá a ser como antes. Según me dijo el encargado, el jefe le explicó que uno de los dos países en conflicto no respetó las condiciones del tratado de paz y, por eso, la guerra es inminente.

4 comentarios:

ESTER dijo...

Y la vida tiene que seguir...


Ester

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Sí, claro, pero no estaría de más que fuésemos conscientes sobre cómo hemos organizado colectivamente nuestro paso por el mundo. ¿No crees?
Claro que la vida sigue, con el trabajo- y por tanto con la economía- en el centro de todo.
¡Salud!

HOSTAL MI LOLI dijo...

Enhorabuena por lo del trabajo, yo también empiezo trabajo de concejala y también siento mariposas en el estómago. Suerte, un abrazo.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Bueno Loli, espero que las consecuencias del trabajo que a partir de ahora vas a ejercer no sean tan nefastas como las que va originar el recien recuperado empleo del narrador de mi historia
Enhorabuena y que los dioses te sean propicios
¡Salud!