jueves, 27 de junio de 2013

El manantial de las palabras

Leo a Fogwill.  Lo leo después de haber vivido durante meses pegado  literalmente a Goytisolo,  a su monumental "Antagonía", cuyo peso he transitado de arriba abajo allá donde yo fuese. Iba a decir que como penitente, pero no sería justo, nada justo, porque el esfuerzo ha valido la pena. En los bares donde acostumbro a leer, algún conocido se ha acercado y me ha preguntado: "Oye, y ese ladrillo ¿de qué va?. ¡No me digas que te lees todas las páginas!"

Leyendo "Antagonía" he experimentado la sensación de conocer la fuente original de las palabras; la primera fuente; el manantial  donde nacen.  Inmediatamente después de salir a la luz  ya no se vuelven a ver, porque nadan rápidas con las primeras corrientes,  se ahogan en las pozas,  son imposibles de pescar en los remansos más caudalosos, o bajo  el  limo, enmarañadas en los fangales,  y finalmente echadas a perder, para siempre, cuando embarrancan en los deltas del lenguaje.

Finalicé su lectura hace un par de semanas, y lo hice en el mejor de los lugares posibles: a muy pocos metros del mar, casi tocando las olas. No era Cadaqués, donde se desarrolla parte de alguna de las tramas, pero daba lo mismo: el Mediterráneo al fin. Quedé tan satisfecho que escribí esto en la última página: "Hoy día 8 de junio, a las 12,45h, acabo de pasar la última página de este libro mientras las olas llegan suaves y el viento sopla leve en la orilla de este mar".

La vida sigue. Y ahora leo a Fogwill. De él había leído "Los pichiciegos". Magnética. Nadie escribe como Fogwill. Es una voz única. Ahora ando con sus cuentos completos. 

En "La chica de tul de la mesa denfrente", Fogwill le hace explicar a su narrador una conversación que mantuvo  con un tipo quien pretende dejarle en evidencia porque lo desconoce todo sobre el negocio de la construcción. Lo transcribo:

"¿Qué es un ladrillo, eh? Y yo le respondí que un ladrillo es un buen motivo para que un ingeniero que creía que los ladrillos eran para hacer casas, lo pusiesen a trabajar los que saben que los ladrillos son para hacer dinero y para servir como ejemplo de por qué algunos siempre vamos a ganar más que otros".

He apuntado esta misma frase en mi libreta. En cuanto vuelva a ver  a mi conocido del bar se la voy a leer. Quizá no la entienda, pero yo me voy a quedar muy a gusto.

2 comentarios:

ESTER dijo...

Posiblemente no la entienda.
No he tenido el gusto de leer ni escribir junto al mar, pero debe ser lo más de lo más.

Besos, Ester

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Escribir junto al mar es lo más de lo más si lo que escribes te convence a ti mismo. Si eso sucede, el mar no suele tener nada que ver. Parafraseando a Picasso, "que el mar te pille trabajando". Por el contrario, si lo que escribes te sale una mierda, el mar te alivia, porque tienes donde encontrar un poco de belleza.

(Tampoco hay mucho que entender. Ahora escribo directamente sobre el editor, y sale lo que sale)

Besos