jueves, 20 de junio de 2013
La tortuga
La tortuga caminaba calmosa, con los miedos de su estirpe a cuestas.
De vez en cuando se detenía, sobre todo si de repente la tierra temblaba.
Entonces, con el mismo sosiego con el que avanzaba, estiraba prudente el cuello más allá del borde del caparazón y, con perspicacia experta, oteaba los flancos y el frente hasta donde le permitia la vista.
Si el entorno permanecía seguro, la tortuga seguía el camino. Si continuaba temblando la tierra, la tortuga retractilaba el pescuezo hasta encerrar su cabeza en el interior de la coraza perpetua.
Allí esperaba paciente, a que cesase el temblor y el peligro.
Cuando no presentía amenaza, retomaba plácida el camino, pero cuando algo acechaba el instante, detenía de nuevo su paso.
Y así sobrevivirá la tortuga, hasta los 130 años, en el interior de su hueco, igual que vivió su madre tortuga, igual que vivirán sus hijos tortugas, por los siglos de los siglos, con los miedos de su estirpe a cuestas.
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6 comentarios:
¿Somos como tortugas? Nos gusta vivir dentro del caparazón y no nos arriesgamos.
El riesgo es bueno y saber afrontarlo hace que estemos vivos.
Besos, Ester
Nos hacemos las tortugas. Estiramos el cuello para asegurarnos de que lo que ocurre es cierto, y acto seguido lo encogemos, no vaya a ser que...
Besos
Resistir es vencer, ojalá las pacíficas tortugas resistan las balas y los gases lacrimógenos que se avecinan. Abrazos.
Resistir a veces es vencer, otras es claudicar.
Salud Loli
Me pregunto si es una recomendación.
La verdad es que a veces me siento tortuga. será cosa de la edad, o del tiempo (el de los otros).
Abrazos cercanos (sniff!!!).
No es una recomendación Ana. Es una descripción. Yo sí me siento tortuga: Levanto el cuello, no hay peligro: sigo mi camino; huelo recortes, despidos, corrupción: retractilo el cuello, a esperar a que pase, y así cada día.
¡Salud!
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