Hoy he ido a la peluquería. Sentado en el sillón peluquero, con la cabeza siempre humillada, igual que un lehendakari ante Dios, poco a poco he ido viendo cómo, a su paso, las tijeras inmisericordes manchaban de paréntesis el suelo ajedrezado sobre el que se precipitaban. Si caían sobre las baldosas blancas, se distinguían perfectamente; cuando lo hacían sobre las negras, apenas sí se podían ver. Y es que en las peluquerías hay pocas cosas por hacer. Escuchar, participar de la conversación o sencillamente dejarse llevar y esperar paciente a que acaben con nosotros. De manera que mientras la peluquera evolucionaba sobre mi cabellera, me distraía mirando paréntesis largos, algunos más cortos, y otros gruesos y mojados, que eran los de más reciente caída. Éstos últimos, los húmedos, al poco tiempo se secaban y su color cambiaba y volvían al blanco canoso de mi cabello, de modo que en ausencia de humedad se podían ver mejor sobre las baldosas negras. Pero no todo eran tamaños, o colores. También veía paréntesis enmarañados en una suerte de pelusa etérea, ligera, como la que suelta un junco, que planeaban sin dificultad por entre el aire lacado del local y se posaban bajo el sillón de otro cliente cuando la joven aprendiz pasaba de un lado a otro con las revistas bajo el brazo o portando el café, solícita y tímida, a alguna clienta de corte diario. Con todo, los que más me llamaban la atención eran los paréntesis que reposaban en el suelo enredados entre sí, igual que amantes pegajosos, besucones eternos que han perdido el pudor porque su misión en la vida es permanecer unidos unos juntos a otros; éstos casi parecían bucles, el recuerdo de un rizo púbico, un interrogante final de frase, la arruga de una sábana, el cuello de un cisne, o la sombra, el rastro, el despojo, que debería dejar un gemido.
(Dicho esto, ahora se hace necesario distinguir las funciones de los diferentes tipos de paréntesis que existen. (Quizá lo mejor sea explicarlas de una manera práctica.) Una función podría ser la que ahora mismo practica la jovencísima aprendiz, que viendo que toda la clientela estaba provista de sus revistas y que las oficiales no reclamaban la limpieza de su espacio, ha decido esperar órdenes junto a la puerta (ojos enormes, altura de modelo, pintadísima, y no más de 20 años. Seguro que recién salida de la academia). Pero a los dos minutos, un hombre con el casco de motorista puesto (sabía que era un hombre por la manera de andar y por la voz, que sonó grave, hueca, embutida) ha entrado en la peluquería con un gran y hermoso ramo de flores en la mano y ha dicho “esto es para Jennifer, ¿quién me firma?” (Me pregunto cómo se llamará Jennifer cuando cumpla 60 años). Y entonces me he enterado del nombre de la joven aprendiz, porque ha dado tal respingo y ha gritado con tanta alegría “¡mi novio, mi novio!” que los paréntesis de pelusa etérea que rodeaban el sillón donde yo estaba sentado han echado todos a volar, formando una especie de neblina a media altura que solamente yo parecía ver. (La mayor parte de la clientela se dejaba hacer con los ojos cerrados, difamaba a una vecina, o esperaba bajo extraños hornos eléctricos leyendo fotos de princesas, palacios de vagos o noviazgos en venta). Pero la peluquera que a mí me tocó en suerte sí que oyó a Jennifer, y en el momento en el que deslizaba (distraída) la cuchilla sobre la piel de mi nuca (que era cuando mi cabeza más se humillaba) le dijo “chica, qué suerte tienes: novios como el tuyo ya no quedan. Consérvalo por muchos años”. (La voz de mi peluquera era aguda, sus manos suaves, y olía al sudor de una jornada completa cortando paréntesis y precipitándolos al suelo). Jennifer preguntó si podía firmar ella misma el albarán del mensajero y “claro mi niña, si es para ti”, fue lo que alguien le respondió. Así que estampó sobre el papel un sello, e inmediatamente después introdujo su nariz en el ramo, y aspiró, y dijo “no sé a qué huelen, pero huelen bien”. (Deberían oler a margaritas, porque el ramo estaba compuesto por unas cuantas docenas de margaritas de muchos colores envueltas en papel de cebolla y atadas con lacito rojo. (Porque, claro, la pregunta no es baladí ¿a qué huelen las margaritas dentro de una peluquería?). Jennifer estaba encantada. Lo miraba y lo miraba y yo vi a través del espejo cómo mi peluquera la miraba a ella y me pareció distinguir en sus labios, en un instante, una mueca ambigua, casi imperceptible, de alegría ajena o propia tristeza contenida). “¿Y ahora qué le tengo que decir? ¿Qué es lo que se hace cuando tu novio te regala flores?”, preguntó entre ingenua y preocupada la muchacha. (Los ojos muy abiertos, temblor en las manos, los pies inquietos, la voz sin control). “Pues cuando le veas, le das un beso”, respondió mi peluquera antes de dejar la cuchilla en la bandeja, poner las manos sobre mis pómulos, levantarme la cabeza y preguntarme si “así de corto estaba bien”. Estaba bien. Quise decírselo a través del espejo, pero ya no pude verla porque, aunque me escuchaba, no dejaba de mirar las flores, al tiempo que me anunciaba muy amablemente que su trabajo conmigo había concluido y que podía pasar por caja. Mientras pagaba, Jennifer dejó sobre una silla las flores, cogió una escoba y barrió todos mis paréntesis. Ya estaban todos secos, blanquecinos, y ahora parecían mechones esparcidos de mi pelo que sin ofrecer ninguna resistencia irían a parar en unos segundos al cubo de la basura (dada la hora, probablemente sería el último trabajo antes de que Jennifer besase a su novio en el rincón más discreto de alguna cafetería, mientras en algún otro lugar (seguramente no demasiado lejos) la nostalgia de ilusiones lejanas llenaría de tristeza disimulada el espacio en donde caen, igual que pedacitos de cabello blanco, las noches y los días) )
Vuelvo mañana
26 comentarios:
Y...es la vida. Cuando algunos están alegres, otros están tristes y viceversa. De todos modos, tus paréntesis, esos bucles canosos me han hecho sentir cierta melancolía. ¿Sabes? Cuando voy a la pelu, yo también los miro y los veo caer y es como si me despojaran de algo muy mío, que va a acabar en el cubo de la basura.
¡Salud!
Las manos de la peluquera a ambos lados de tu cabeza eran unos paréntesis que encerraban este comentario , todavía entonces fabricándose en tus neuronas .L.
¿Seguro que no estabas leyendo una revista del corazón? A lo mejor son las peluqueras las que se van dejando llevar por ese ambiente de sueños de revista.
Yo me inclino a pensar que el Christian le estaba pidiendo perdón a la Jenny por lo de ayer, pues la dejo plantada para irse con sus amigos a ver el futbol. La vida es muy prosaica.
Nunca me había fijado en los paréntesis del cabello, quizás porque hace tiempo que no piso una peluquería (no por falta de pelo). Pero si me encanta recordar las manos de quien me corta el pelo masajeando mi cabeza (he llegado a dormirme con unas tijeras rondando por mi cabeza).
En todo caso tu texto es tan sugerente que me dan ganas de cortarme el cabello.
P.D. Aqui en casa hemos comentado sobre vuestras pequeñas discusiones y aunque me apena el resultado te comprendo un poquito.
Un abrazo.
¡Dichoso tú!-diría mi amor- ¡que aun tienes pelo susceptible de ser cortado (con tijeras, masajes, terapia, olores, y paréntesis entre paréntesis, en peluquerías ¿de mujeres?)!.
¿Añoras (si es que alguna vez has ido) aquellas barberías para hombres, en las que la labor era (desde luego) más rápida, menos locuaz, y SIN revistas del corazón?
Un paréntesis. A mí también me cortaron el pelo ayer. A mí me encanta ir. Alguna vez te he dicho que es comoo el psiquiatra pero más barato. Y lo ratifico.
Besotes gordos
Ataulfa
Las pelus son insufribles: espejo al que mirarse y comprobar el paso del tiempo. Pelo más blanco. Manos sobre la barriga, que nos recuerda nuestra baja forma. 15€ del ala por cortar. Cotilleos. Música inuadible. Olor a laca retestinada... Una tortura. Y encima, como tu bien dices, una parte de uno se va a la basura. El negocio perfecto
¡salud Ataulfa!
L
Está muy bien lo de las manos como paréntesis. Hubiese dado mucho juego. Quizá en una "jennifer 2 "
Muchas gracias
¡salud!
roda el món i enacara queden jenifers que es desfan d'il·lusió de rebre un ram de flors a la feina. Que segueixi rodant sempre i vagi deixant il·lusió a qui la sàpigaentomar
Carlos
No las soporto, las revistas del corazón. Yo, como soy un firme defensor de la libertad de expresión, las prohibiría, para que sus lectores aprendieses a expresarse y pudiesen hacerlo en libertad.
Un Christian estuvo a punto de aparecer en la historia, sí, pero me pareció más hiriente, más hondo el tema del fin de la ilusión, del paso del tiempo, de la llegada de la conciencia de que ya no habrá primeras veces.
Si cuentas con masajes privados, ni se te ocurra ir a la pelu... ¡menudo placer!
Y sobre la PD: Mira, soy muy intransigente con la hipocresía y con las apariencias, y sobre todo con las medias verdades. En mi vida cotidiana, sobre todo en el trabajo (trabajo con los seres más acomplejados y frustrados que te puedas imaginar) tengo que sonreir sin ganas, alabar, pelotear, decir si y si, o no y no; comerme el orgullo, comerme la lengua, en fin, lo que todos hacemos, más o menos, en los trabajos. Así es que en mi vida virtual no tengo por qué callarme nada. No entiendo cómo se puede desdeñar un consejo, un aviso, una alerta, de alguien que conoces hace más de un año en la red, a la que le has dado el apoyo desde la primera entrada, para, no sólo llamarte violento, sino aceptar en su círculo a quienes acaban de llegar con intenciones poco claras. Pues oye, by by. Aquí paz y después gloria, que esto no es más que un juego. ¡Estaríamos buenos! Por dos seguidores más, y por enlazar con 300 potenciales se pierde una amistad anterior. Mira: casi casi que lo entiendo, porque cada cual tiene sus prioridades, pero mi orgullo virtual de romántico empedernido, visceral y vehemente, eso no lo pienso perder, por nada, aunque acabe leyéndome a mi mismo, como un gran masturbador.
Perdona el tostón Carlos.
¡salud!
Belen
Como puedes leer en mi primera respuesta, no soporto las pelus, ni las mixtas, ni las de mujeres ni las de machotes machotes. Cuando era peque, al principio de mi tercera vida, Chisco me llevaba a su peluquero. Recuerdo el olor a talco y la perspectiva poco halagüeña de las collejas que me iban a propinar los compis en el cole al día siguiente. No había revistas del corazón, pero la parroquia no dejaba de gritar y de hablar de fútbol y de cosas que entonces no entendía pero que debían ser poco limpias, porque siempre había alguien que decía. !!chissttt, que hay ropa tendida, coño!
Bueno, muchos besos Belen.
¡salud!
Viva lectora.
Crec que hi ha il.lusions que tenen a veure amb l'edat. O millora dit, hi ha primeres il.lusions. La pobre perruquera que em tallaba a mi el cabell va estar tota l'estona mirant-se el ram de flors i suspirant a sobre meu. Quan de temps feia que ningú li regalaba? (Sant Jordi no compta)
Que segueixi rodant, N.
¡salut!
En todo caso me alegro de que podáis seguir compartiendo vuestra sabiduría en mi rincón. Un abrazo.
Lo más tremendo es que me desconoces totalmente, a pesar del tiempo juntos.
Me sale gente y no sé de dónde, que tiempo no tengo de buscarla, ni ganas, pues me desborda mi propia situación, que ni conoces ni supones realmente.
Te iba a comentar la entrada, como siempre, pero perdí las ganas.
También sé decir adiós con el corazón, que también me cabreo, como tú, aunque me consideres una gili.
Fdo.: La gili total.
Isabel, no sé...
Está bien enfadarse, y decir que uno está anfadado, y decir lo que nos apetzca decir, y no fustigarnos por ejercer la libertad de decirlo, y chillar, y gritar, hablar con sinceridad, y decir lo que nos parece mal, y bien y regular, y avisar de los peligros a quienes nos importan, y no siempre con pañitos calientes, la vaselina a punto,el lenguaje politicamente correcto que tanto daño está haciendo, siempre evitando el conflicto, no vaya a ser que piensen de nosotros que somos humanos en vez de santos, siempre con las manos en posición de rezo, la voz bajita, la sonrisa santificada, ni media palabra más alta que otra... ¡Que ya somos mayorcitos, coñe!
¡Salud!
Hará cosa de un año que soy asidua de esta casa. Ignoro quién se viste con el disfraz de Larra, pero he visto la franqueza asomarse, como un emoticon sonriente o guiñando un ojo, entre las entradas y comentarios (demasiadas, demasiados, para conseguir ocultar un alma) de nuestro anfitrión. Un abrazo. Glòria
PS ¿Seguro que después de los XX años no quedan primeras veces de nada emocionante? Inventemos algo.
Como está bien enfadarse y seguir enfadada a tenor de tus palabras, sin vaselina y sin paños calientes, te digo que me has desconocido, has metido cálculos en mi cabeza que nunca la han habitado, lo mismo que las presunciones hacia mi persona han formado una parte de tu comentario cuando le respondes a Carlos.
Pues bien, estimado decimonónico, no tienes la exclusiva del romanticismo y ni me importan los números ni el lustre cibernético ni los no digieren bien a los otros. Me muevo por otras coordenadas, Hablador, por otras muy distintas a las tuyas, esas que tú te resistes a ver por el sólo capricho de unos numeritos que, por lo que observo, a ti bien que te preocupan y llevas en cuenta.
Como comprenderás, no voy a disculparme por algo que queda al margen de mi voluntad. Sí te digo que, a pesar de que sospechas triquiñuelas, no existen tales. Puede deberse a un simple motivo: claridad del mensaje, gusto por lo leído en ese cobijo mío y educación absoluta en el trato. Porque no me explico yo tampoco, aunque sí me explico en tu caso.
Admito consejos, MJ, como te los admití en mi blog.
Lo que no admito son imposiciones.
El concepto de libertad no es exclusivo tuyo ni en tu boca se hace verbo únicamente.
Sin vaselinas y sin rezos, en plan bronca, como me demuestras últimamente que te gusta, quédote agradecida por tus desvelos, pero ya ves: cumplí los 52 el día 6 y he pensado siempre por mi cuenta, sin necesidad de gurús ni demás componendas.
Hablador, llevabas tiempo con ganas de bronca, que te lo he notado ya hace meses. No olvides que te conozco un poquito. Últimamente, todo eran pegas, alguna regañina, desvalorización..... Pues adelante, aunque a mí me vas a pillar poco en estas explosiones tuyas.
Di lo que te plazca y como te plazca, que haré lo mismo. Cada en su estilo, por supuesto.
P.S.- Gloria, sé a quien te refieres, porque también lo he frecuentado durante ese tiempo. No es preciso que me cuentes la película. Ojalá puedas seguir viéndolo así y no se te revuelva.
Porque, en un par de días, este ángel de la verdad se ha revuelto contra dos de sus más antiguos seguidores, de esos que le han comentado siempre a cara descubierta y sin anonimato. Pero se ve que le sobramos. ¡Oído cocina, MJ!
¡Y salud, salud siempre!
Gloria
Claro que quedan. Hay reinventarse constantemente para percibir la ilusión en lo que hacemos. Hay que estar alerta para no acabar caminando como un sonámbulo.
Gracias por este año Gloria. Debería haber aparecido un comentario de Isabel, pero no sé lo que pasa que yo al menos no lo veo en el blog y sí en el correo. En todo caso, Isabel te advierte sobre "el peligro que corres si sigues visitando este blog, porque me puedo revolver contra ti".Así que ya sabes, ándate con cuidado. Al final, todo se descubre, la bondad impostada hasta el límite se revela en su realidad dentro de un discurso jesuítico. Nada nuevo bajo el sol
¡salud!
Y para evitar suspicacias, reproduzco entero el comentario de Isabel, que sigue sin aparecer
Isabel Martínez Barquero
Como está bien enfadarse y seguir enfadada a tenor de tus palabras, sin vaselina y sin paños calientes, te digo que me has desconocido, has metido cálculos en mi cabeza que nunca la han habitado, lo mismo que las presunciones hacia mi persona han formado una parte de tu comentario cuando le respondes a Carlos.
Pues bien, estimado decimonónico, no tienes la exclusiva del romanticismo y ni me importan los números ni el lustre cibernético ni los no digieren bien a los otros. Me muevo por otras coordenadas, Hablador, por otras muy distintas a las tuyas, esas que tú te resistes a ver por el sólo capricho de unos numeritos que, por lo que observo, a ti bien que te preocupan y llevas en cuenta.
Como comprenderás, no voy a disculparme por algo que queda al margen de mi voluntad. Sí te digo que, a pesar de que sospechas triquiñuelas, no existen tales. Puede deberse a un simple motivo: claridad del mensaje, gusto por lo leído en ese cobijo mío y educación absoluta en el trato. Porque no me explico yo tampoco, aunque sí me explico en tu caso.
Admito consejos, MJ, como te los admití en mi blog.
Lo que no admito son imposiciones.
El concepto de libertad no es exclusivo tuyo ni en tu boca se hace verbo únicamente.
Sin vaselinas y sin rezos, en plan bronca, como me demuestras últimamente que te gusta, quédote agradecida por tus desvelos, pero ya ves: cumplí los 52 el día 6 y he pensado siempre por mi cuenta, sin necesidad de gurús ni demás componendas.
Hablador, llevabas tiempo con ganas de bronca, que te lo he notado ya hace meses. No olvides que te conozco un poquito. Últimamente, todo eran pegas, alguna regañina, desvalorización..... Pues adelante, aunque a mí me vas a pillar poco en estas explosiones tuyas.
Di lo que te plazca y como te plazca, que haré lo mismo. Cada en su estilo, por supuesto.
P.S.- Gloria, sé a quien te refieres, porque también lo he frecuentado durante ese tiempo. No es preciso que me cuentes la película. Ojalá puedas seguir viéndolo así y no se te revuelva.
Porque, en un par de días, este ángel de la verdad se ha revuelto contra dos de sus más antiguos seguidores, de esos que le han comentado siempre a cara descubierta y sin anonimato. Pero se ve que le sobramos. ¡Oído cocina, MJ!
¡Y salud, salud siempre!
parece que el comentario de Isabel es demasiado largo y Blogspot no lo acepta. Así que extraigo lo esencial de sus palabras
Como está bien enfadarse y seguir enfadada a tenor de tus palabras, sin vaselina y sin paños calientes, te digo que me has desconocido, has metido cálculos en mi cabeza que nunca la han habitado, lo mismo que las presunciones hacia mi persona han formado una parte de tu comentario cuando le respondes a Carlos.
Como comprenderás, no voy a disculparme por algo que queda al margen de mi voluntad. Sí te digo que, a pesar de que sospechas triquiñuelas, no existen tales. Puede deberse a un simple motivo: claridad del mensaje, gusto por lo leído en ese cobijo mío y educación absoluta en el trato. Porque no me explico yo tampoco, aunque sí me explico en tu caso.
Admito consejos, MJ, como te los admití en mi blog.
Lo que no admito son imposiciones.
Hablador, llevabas tiempo con ganas de bronca, que te lo he notado ya hace meses. No olvides que te conozco un poquito. Últimamente, todo eran pegas, alguna regañina, desvalorización..... Pues adelante, aunque a mí me vas a pillar poco en estas explosiones tuyas
Gloria, en un par de días, este ángel de la verdad se ha revuelto contra dos de sus más antiguos seguidores, de esos que le han comentado siempre a cara descubierta y sin anonimato. Pero se ve que le sobramos.
+¡Ay, Hablador!
¡Y que ya me pierdo!
A veces, al cabo de un par de días conecto y... te leo, e intento reponder, pero... la montaña mágica!
Kisses!
Anna
No entiendo lo que quieres decir
¡Salud!
Creo que estás rodeado de hipócritas y de creídos con vidas tan deprimentes que buscan en la literatura lo que les falta en sus vidas. Tu aunque orgulloso eres más auténtico que todos ellos.L.Un abrazo.
Como se dice por aquí, cortáis trajes con una elegancia que ni el sastre de Camps.
Por cierto, Mariano, tu memoria es selectiva o autocensurada. Yo iba a la misma peluquería que tú y recuerdo mi despertar sexual mirando de soslayo las revistas de "tías en bolas". Claro, que a lo mejor tú leías los artículos de economía. Salud y felicidad.
L.
Creo que con la literatura, todos, más o menos, hacemos lo mismo, llenar vacíos. Lo cual no tiene nada que ver con la hipocresía o con la sinceridad de cada cual
¡Salud!
Leolo
Debo estar un poco atontado, porque tampoco entiendo la primera frase. (?)
Y en cuanto a los recuerdos de la peluquería, pues no recuerdo las revistas de las que hablas. Por entonces, en los tiempos a los que yo me refiero, ni siquiera se publicaba "Interviu". El "Chaparro" todavía no había muerto. Era muy muy al principio de mi tercera vida, Leolo, y tu eras más canijo todavía que yo. Después, años después, es verdad, íbamos juntitos al barbero, y cada cual pillaba lo que podía...
¡Abrazos desde neustra memoria, Leolo!
La vida es muy prosaica, pero algunas emociones siempre son poéticas, inmiscibles con el talco cotidiano de la vejez, A veces se insinúan (entre paréntesis) para no dejarnos morir de inanición a la belleza.
Las emociones forman parte de la vida; así que una y otra (emoción y vida) tienen de prosaico lo que le restemos nosotros mismos de poético. Es verdad Gaia. La belleza nos alimenta y nos da la vida. (o nos ayuda a vivir)
¡Salud!
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