martes, 14 de septiembre de 2010

Tarzán y Dios


Pocos meses después de mi nacimiento, José Mª Blanco y Crespo, Canónigo titular de Cádiz, igualmente desconocido como José MªBlanco White, se exiliaba definitivamente a Inglaterra, hacía apostasía del catolicismo y abrazaba la Iglesia anglicana, confesión que finalmente terminó por abandonar. Para quien no le conozca debo decir, en honor a la verdad, que yo me llevé la fama y Blanco White cardó la lana. Su obra, por muchos esfuerzos por rescatarla que en su día hiciese Juan Goytisolo, todavía sigue escamoteada, amagada, enterrada en décadas de olvido ignominioso en pleno siglo XXI, y contiene las líneas más desgarradoras y verdaderas que un español haya podido escribir en relación a su patria, a su alma, a su espíritu, al momento histórico, político social que vivió y que le llevó primero al compromiso valiente con la verdad que expresaba, después al amargo exilio y, ya muerto, al olvido perpetuo de su obra y de su pensamiento . Ni siquiera sé si permanece en catálogo lo único que se ha publicado de él en los últimos 40 años: "Obra Inglesa de Blanco White", una selección crítica a cargo del mismo Juan Goytisolo en la editorial Seix Barral editada tres veces, en 1972, 1974 y 1982. Para quien dé con este libro y pueda leerlo, verá que mis articulitos, tan populares, seguidos, celebrados y mejor pagados, se quedan en voz de falsete al lado de la potencia reveladora, de la sinceridad biliar y de la impotencia atormentada con la que este coetáneo mío se expresó en uno de los momentos claves de nuestra historia moderna.

Esta última semana me he acordado cada día de él. Me he acordado de José Mª Blanco White cuando he leído y he visto, allá por donde he mirado, al ya celebérrimo pastor de Florida berreando su filia por el divino fuego destructor y a los seguidores más elementales del islamismo fundamental berreando a su vez, más fuerte si cabe, gritos fanáticos –igual de fanáticos- de muerte al cristiano. Y me he ido a buscar alguna de las recetas y reflexiones del escritor sevillano contra el fanatismo religioso . “El dogma de un juez infalible es la fuente auténtica del fanatismo y quien quiera que crea de verdad en él es necesaria y conscientemente un perseguidor. Los hombres organizados en una corporación como profesionales de la ortodoxia, resistirán y castigaran por todos los medios cualquier tentativa de disolver el principio vital de su unión. Y como todo otro organismo político, una Iglesia ortodoxa advertirá fácilmente que nada aglutina mejor a las agrupaciones humanas que su oposición a las demás. De ahí el hecho de que la condena de los demás es el alma verdadera de la ortodoxia.” Esto se escribió a principios del siglo XIX, y desde entonces no hemos aprendido nada. De hecho, si Blanco White lo escribió fue, primero porque sufrió en sus propias carnes y en las de su familia, los efectos del fundamentalismo; porque vió a mucha gente sufrir por la misma razón, en aras de unas creencias que él debía de defender y, seguramente también, porque era consciente de que hasta entonces, desde los albores de la civilización, tampoco habían aprendido gran cosa.

Yo recuerdo tardes de sábado invernales, en la infancia de mi tercera vida, al calor de la estufa catalítica de butano, comiendo pan con chocolate y viendo pasmado películas televisadas en las que se desarrollan historias de tiempos lejanos; en las que podía ver civilizaciones ignotas, perdidas en el tiempo, donde se producían escenas protagonizadas por miles de personas que en una especie de catarsis colectiva aclamaban, fanáticas, a su dios, representado en una gran estatua de cartón piedra bajo la cual se solía sacrificar a una joven dama, a un niño o al extranjero de turno, para deleite y admiración de todos los ciudadanos allí presentes, que alcanzaban el paroxismo y casi al éxtasis una vez consumado el sacrificio. A veces llegaba Tarzán a tiempo -el héroe blanco -y les aguaba la fiesta a los nativos, levantaba al brujo en volandas y lo lanzaba altar abajo. Yo, en mis cortas luces de niño impresionable, pensaba que eso que veía era cosa del pasado, muy pasado, de una época cuando el hombre todavía no sabía cosas que en nuestra contemporaneidad ya sabíamos y que, por tanto, nunca, nunca, volveríamos a ser así, como los salvajes fanáticos a los que ahuyentaba Tarzán. Y además pensaba - ¡qué de cosas extrañas se le pueden ocurrir a un niño!- que si el avión en el que viajaba Tarzán se estrelló en la selva cuando apenas era un bebé, no estaría bautizado, y que por tanto no era probable que conociese a Dios ni su idea. ¿Creía Tarzan en Dios? Es una pregunta que todavía me hago.

Pero pasa el tiempo y, efectivamente, uno asume que despues de miles de años sobre la tierra, no hemos aprendido nada, y que lo que un día parecía ficción, lejana ficción histórica, no sólo no lo es sino que además es absolutamente vigente. Si le damos un vistazo al estado del catolicismo en España nos encontraremos, sobre todo, con los neocatecumenales de Kiko Argüello, próximos a las cortes de las dos familias reales españolas, la Borbón y la Aznar-Botella. También contamos con el Opus Dei, del que sobra dar explicaciones al respecto de su posicionamiento en todos los estamentos sociales y de poder. Si miramos hacia el centro del imperio, según una encuesta de la cadena ABC realizada en 2004, el 61% de los norteamericanos cree a pies juntillas el relato bíblico del Génesis, el 60% en el Diluvio Universal y el 64% que Moisés separó las aguas del Mar Rojo. Según una encuesta realizada por la organización Harris, siete de cada diez estadounidenses creen que los milagros son una posibilidad realista. El 71% de los estadounidenses pide más influencia religiosa en la vida y en su gobierno. El 67% piensa que su nación es cristiana, un tercio pide que se tenga en cuenta a la Biblia para hacer leyes y el 69% afirma que los liberales (demócratas) han ido demasiado lejos al intentar mantener la religión fuera de las escuelas. Estas cifras escalofriantes proceden de la encuesta Pew y todas, incluida esta última, las he copiado del libro “El pensamiento secuestrado”, de Susan George, un libro, creo, imprescindible. No conozco datos al respecto de las creencias en los países del Islam, pero la realidad no debe estar lejos de la americana. Este es el panorama, sin películas, sin figurantes, sin cartón piedra y sin Tarzán. De modo que es previsible que el Pastor de Florida no sea más que una de tantas expresiones fanáticas occidentales que nos quedan todavía por ver.

Por eso he visitado de nuevo las páginas de Blanco White, para que me ilumine. El heterodoxo español más olvidado decía a principios del siglo XIX, que “el mayor paso que la sociedad debe dar ahora es […] aprender a actuar de acuerdo con el principio de que todo, en el hombre y sus preocupaciones, es progresivo y nada puede ser encerrado para siempre en las mismas formas, a menos que destruyamos en seguida la vida que lleva dentro”. Leámoslo tres veces seguidas, despacio. Respiremos, pensemos, integrémoslo en nuestro organismo y ,a continuación, pongámonos en la piel de un hombre que vivió y narró en los primeros días de la invasión francesa lo que a continuación se puede leer:

“[…]Los vecinos, al oir las relaciones de lo ocurrido en Madrid y la noticia de la insurrección de las principales villas de su propia provincia, se congregaron un día bajo la casa del alcalde, esgrimiendo cuantas armas habían hallado a su alcance, como hoces, picos, y otros aperos de labranza. Muy felizmente para el buen magistrado, los insurgentes no abrigaban queja contra él y, al acercarse a la rústica muchedumbre, salió confiadamente a su encuentro. Tras obtener, no sin grandes esfuerzos, el derecho a hacerse oir, el alcalde quiso informarse de sus deseos y propósitos. La respuesta me parece sin precedentes en la historia de los motines: ‘Lo que queremos, señor, es matar a alguien’, dijo el portavoz de los insurrectos. ‘en Trujillo han matado a varios, en Badajoz a uno o dos más, en Mérida a otro, y no podemos ser menos que nuestros vecinos: queremos matar a un traidor[…]

Vuelvo mañana

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo al Blanco White lo veo como un periodista de su época y tuvo suerte que no lo lincharan a él con ese apellido extranjero ,un populacho así, con ganas de matar a todo lo que se menee. Y me parece raro que aún sigas preguntándote si Tarzán cree en Dios,tal vez tendrías que ir al psiquiatra.L.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Pues ahora que lo dices, L, no es mala idea. Un poco tocado si que ando por la vida
¡salud!
Por cierto, tu visión y tu opinión sobre el tema del texto es extraordinaria, para tener muy en cuenta

Is@Hz dijo...

Como siempre, Mariano, juegas con ventaja con eso de haber vivido varias vidas y quizás por ello disfrutas de una perspectiva mucho más amplia que la mayoría de los mortales...
¡Qué lastima que se propague más lo truculento y destructivo, que las buenas y clarividentes ideas de hoy y de antaño!
Salud y paciencia a raudales.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Pues si Is@z, es la ventaja de ser inmortal, lo cual tiene, cómo no, un inconveniente: que uno se ve obligado a ser testigo de lo peor de lo que somos capaces a lo largo de tantos y tantos años.
Hay un libro estupendo del recientemente fallecido Juan Marichal, titulado "El Secreto de España", en el que se puede ver todo el hilo de la Historia de las claridiventes y buenas ideas (como dices) que podrían haberse puesto en pràctica en nuestro pais. No sé si estará en catálogo. Lo publicó, creo, Taurus

¡salud Is@z! Y la paciencia... hasta un límite

Carlos dijo...

Desde luego en cada época y país hay personajes que acaban silenciándose por tener un pensamiento tan progresista e intemporal, pero constantemente tienden a resurgir porque están fuera del pensamiento imperante que deciden los poderosos. Me ha gustado conocer esas clarividentes palabras que son tan aptas para casos como el que comentas.
Enorme escrito como siempre. Un abrazo.

Ana Rodríguez Fischer dijo...

Hace ya dos o tres cursos (si no más: desde que vuelvo al Romanticismo) que me dirigí a Alianza para que reeditasen las Cartas de España y las Cartas de Inglaterra.
Silencio... están llorando... las flores y las azucenas....

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Carlos
¿dónde se exiliaría hoy Blanco White? No encontraría lugar. Quizá la literatura, que salvó la vida a a tantos
¡Salud!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Ana
No sé cual puede ser el motivo, cuando Cátedra, Alianza, Austral... lo tienen todo publicado. Quizá si el Ministerio lo colocase como lectura obligada en Bachillerato podría haber alguna posibilidad... Yo recuerdo que encontré el libro escondido en la Bosch, en el fondo de una estantería olvidada, allá por el año 94 (¡la edición era del 84!). Ya tenía las tapas amarillas. Para mi su lecrtura fue una revelación.

¡Salud Ana!

Carlos dijo...

Acabo de venir de la FNAC y he visto las Cartas de España editadas en una edición de lujo de la fundación Fernando Lara por si estáis interesados. Un saludo.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Muchas gracia Carlos. Es una muy buena notica. Recomendaremos su robo, (por lo del lujo)
¡Salud!