jueves, 30 de septiembre de 2010

El juego de la ausencia


Me gusta poner un disco y de inmediato salir a hacer un recado, a comprar, por ejemplo, el pan para la cena. Es como si en mi ausencia, debida a una sencilla necesidad doméstica, algo esencial y único tuviese lugar en el espacio en el que habito, para lo cual fuese necesaria la soledad, el vacío del alma y del cuerpo entre las paredes en las que discurro mi existencia.

De manera que, mientras intercambio algunas bromas con el panadero, palpo la barra de cuarto, y huelo el recuerdo del calor sobre la masa de harina, en realidad lo que hago es disfrutar de la certidumbre del momento justo en el que están sonando en mi casa, sin mi presencia, sin nadie que los escuche, virtuosos violines agudos frente al sillón vacío ocupado solamente por el olvido, la memoria reciente del hambre, la huella de mis horas sentado y cierto sentido estúpido, raro o loco, de la libertad, del desorden o de la diversión, de un juego en el que ejerzo el papel de un dios extraño un tanto despistado y simple.

El corazón de un gran bosque, la profundidad abisal de los mares, el interior de la cueva más oscura, el centro ardiente del desierto son tan reales como el universo que los cobija, aunque no hayan conocido jamás el aliento de los hombres. Sin embargo disfruto como un chiquillo al saber, mientras doy la tanda en la panadería, que aunque "El Otoño" de Vivaldi está sonando en mi casa, en realidad no es así, porque nadie lo está escuchando. Pero al mismo tiempo sé -y esta es otra gracia del juego- que la música se está colando como agua en la tierra donde viven mis plantas; que se impregna en las cortinas, o resuena entre las páginas de un libro abierto que nadie lee, cuyas páginas por tanto, tampoco existen. Que las notas más agudas se quedan colgadas de los cuadros, y las más graves se depositan suaves, templadas, sobre el suelo, como una nube de humo blanco y espeso, como niebla cálida sobre el río. Y que, seguramente, en el momento más débil de un movimiento calmato, molto tranquillo, cuando la música no es más que un susurro casi inaudible, alguna nota inconsciente, con vocación aventurera, aprovechando el abandono de mi hogar, se deslizará por entre la rendija de alguna ventana mal cerrada y rodará hacia la calle y vivirá unos pocos segundos entre la indiferencia de los transeúntes.

De todos modos, lo mejor de jugar a las ausencias con la música es la vuelta a casa. Puede que al entrar el disco haya acabado. Entonces todo es silencio, un silencio platónico, ideal; el no ruido, el nacimiento de toda soledad, la avalancha de un peso sordo que resuena como la caída de una gran montaña, el golpe unánime de los océanos contra la tierra. De ahí que esta no sea la manera más óptima de finalizar el juego, porque la expectativa de la música se frustra con la estridencia del mutismo y entonces me parece que me adentro en el atrio de un mausoleo. Si este es el caso, me veo obligado a abrir todas las ventanas y dejar que el fragor de la calle se lleve el aire silente. Alguien dirá que queda el recuerdo de la música que sonó, pero no es así, porque la música carece de memoria. Por eso el mejor momento del juego llega cuando al entrar en casa puedo oír todavía a los instrumentos tocando sabios, armónicos, y a todo volumen. Es entonces cuando me parece ser un pequeño dios que detenta el poder de la resurrección, creador de sonoridades, artífice de cadencias, alfarero del ritmo, descubridor de polifonías, porque gracias a mi sola presencia, ese es el instante en el que "El Otoño” vuelve a la vida.

He intentado el mismo juego con la Historia, pero ocurre como con la música, que en ausencia humana no hay recuerdos, ni memoria. Sólo algo ligeramente similar: un minuto de nostalgia, cierta melancolía y algún llanto sentido que no bastan para resucitar un tiempo en el que ya no estaba y que jamás podré convertir en real porque esos son, todos, sentimientos ajenos y mucho me temo que poco sinceros.

Vuelvo mañana

24 comentarios:

Ana Rodríguez Fischer dijo...

¿Y todo es que lamentas de la Historia no será aplicable al sufrido panadero?
Porque había un tiempo para el pan, su aroma, su momento, la imperiosa necesidad de que... o ibas a tal hora y te hacías con los panecillos o...
En micasa, de críos, lo tenían(teníamos) claro. Era cuestión de repartirse las labores. Entre ellas, la del que tenía que irse al Horno del Pa n (Panadería) a hacerse con los panecillos para los bocadillos del recreo y (mejor) del desayuno.
Pero...
Ha pasado tanto tiempo.
Te confesaré que, en un momento dado, nuestros hijos compartían el "desplazamiento" al Colegio Alemán con el de un médico amigo... Aprlando a la autoridad indiscutible del padre de Marc (omito el apellido, dado que es uan autoridad médica mundial), me legaron a decir que... no sólo "el Marc" sin también Pol (su hermano pequeño)sellevaban al Colegio caja senteras de lo que la sufridas profesoras...
Nostalgia!

Isabel Martínez Barquero dijo...

Mariano, tienes una habilidad especial para narrar pequeñas escenas cotidianas y sacar jugosas conclusiones finales.
Hermoso texto.
Salud, buena música y buen pan.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Ana
No, no es nostalgia o recuerdo perdido del pan, pan. Aunque también lo echo de menos. Yo iba a comprarlo con la "bolsa del pan", y a veces sisaba las vueltas, como todo hijo de vecino.

Es la imposibilidad de haber vivido la historia posterior a mi suicidio. Esos momentos vacíos de mi presencia que seguían sucediéndose.

¡Salud!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Isabel
Igual para ti. Con pan y música se hace el camino ( ¿o era con vino?)
¡salud!

Carlos dijo...

Pues a mi me gusta eso de que la música inunde la casa en tu ausencia y no tiene memoria pero de cara a tus vecinos da pistas de quien habita allí(aunque a veces es mejor no saberlo). A mi me divertía escuchar a un vecino con su ópera que iba tarareando distraidamente y yo le contestaba con las mías. El resto, supongo que se lamentaba de nuestro inconsciente duelo.
Un placer de lectura tu escrito. Supongo que esperaba algo combativo, pero has llegado relajado. Un abrazo.

Anónimo dijo...

La música cuando no hay nadie la oyen los fantasmas. Cuando te vas y dejas la música puesta ellos se sientan y se tumban en el sofá y esperan a que vuelvas a casa tan ricamente.L.

El Pobrecitp Hablador del Siglo XXI dijo...

Carlos
Pues es que después de una nueva desilusión, de tener la sensación de haber hecho el canelo, sabiendo que era lo que me tocaba hacer a mí y a mis semejantes... después de la rabia, me encojo, me hago un ovillo, y no quiero más que oirme a mí mismo. No quiero saber nada de nadie. Mi pulso, mis neuras, mis cosas.

¡Salud amigo!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

L
Soy un fantasma entre fantasmas. Algo así como lo que tu dices debe pasar,sí
¡Salud!

Anónimo dijo...

Hermosas palabras las tuyas, MJ. Yo que también me encuentro un poco nostálgica, pienso un poco como tú y no. Quiero decir, que cuando pongo ese tipo de música me gusta introducirme dentro de sus notas y ser una más, aunque discordante.
¿El canelo? No lo creo, hiciste lo que te dictaba la conciencia o el corazón, no sé. Pero sí, un poco de rabia creo que sentimos todos pocos días después.

¡Salud!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Si, rabia Ataulfa. Compañeros que cogieron el día de fiesta,remunerado; compañeros que fueron sin mas a trabajar pudiéndose permitir un dia sin sueldo y que luego, encima, me decían que yo hice el imbécil. Los medios de comunicación cantando a coro normalidad, normalidad, normalidad, normalidad. (al final tendremos que quemar algun banco, invadir la bolsa o bien ocupar algun ministerio para que no sea una jornada "normal") y todo sigue igual, nuestro ZP-Sorel diciéndonos que es más de izquierdas que su abuelo, y así.

Siempre está Vivaldi, el Otoño y una buena novela. Menos mal
¡salud!

Anónimo dijo...

Existirá la música fantasma y la historia fantasma? te imaginas que hay música fantasma que de repente se cuela en nuestra cabeza como un recuerdo que no sabemos de dónde ha salido o que también exista el fantasma de la historia con todos sus muertos y que nos influya en la historia real,distorsionando nuestra realidad?L.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Creo que de alguna manera es así
Soy de los que creen que somos corresponsables de nuestra historia, y que el pasado no es que distorsione la realidad, sino que influye en nuestro presente y, por consiguiente (como decía FG) en nuestro futuro. Pero vamos, esto no es un invento mío. Esto ya lo han dicho sabios muy sabios hace unos cuantos días.

¡Salud!

Anónimo dijo...

FG ,te refieres a Francisco González presidente del BBVA?L

Anónimo dijo...

hola, soy ángel cabrera, golfista, gurú del management y adventista :)

bromas aparte, creo que desconfías de mí y sobre lo de escribir el 8 sobre convivencia. respeto tu punto de vista, de todas formas, cualquier cosa, estoy a tu disposición en artecar24(en)gmail(punto)com

que sepas que soy un tipo más, normalito, programador, al que le gusta escribir pero tampoco que es que lo haga bien ni tan siquiera medianamente bien y que un día se le ocurrió una absurda idea, que muchos blogs escribieran libremente sobre un tema. tuve la suerte de que la cuestión encontró eco y cogió el rumbo que cogió...

pero, oye, no puedo evitar las desconfianzas, críticas y demás. yo también las vierto. bueno, pues eso, que estoy a tu disposición.

saludos!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Pues si, desconfío de ti y de vuestra iniciativa, a la que llamas absurda, utilizando palabras que no deberían de usarse más que cuando se dicen de verdad
Gracias por colocar tu huella en mi blog, pero prefiero caminar ligero.
¡salud!

Eastriver dijo...

Bonito texto, éste sí. ¿No has pensado nunca que probablemente lo que no vemos deja de existir, o existe en otro plano? Cuando estoy lejos de casa, en algún viaje, me planteo si todo mi yo cotidiano, el que quedó en Barcelona, ha desaparecido en algún rincón de la no-memoria. Claro, el teléfono puede romper esa magia, porque hablando con quienes quedaron aquí descubrimos que todo sigue existiendo. Pero, ¿y si su tiempo y el nuestro son entonces diferentes y la coincidencia aparente una ilusión? Igual ellos hablaron conmigo ayer la misma conversación que yo estoy teniendo con ellos en este instante. Saludos.

Anónimo dijo...

bueno, tienes mi correo. en él puedes preguntarme lo que desees. pero te prevengo, sólo encontrarás por este lado a un tipo normalito.

desde este lado, sabes donde encontrarme. las cervezas las pago yo.

un saludo

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Ramon, esas son cosas que me absorven tiempo y tiempo de pensamientos y ratos de quedarme inalbis. He dedicado alguna entrada más a este tema que sigue comiéndome la cabeza. El de las ausencias, los cambios de espacio, de puntos de vista, los paréntesis en el tiempo, el de la memoria física y la metafísica...

Y bueno, gracias por la nota, en plan LOGSE: feo, pasable, bonito, muy bonito, extremademente bonito.

¡Salud Ramon!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Angel, hay que reconocer que soy unos grandes profesionales: siempre pendientes, siempre al acecho de la oveja descarriada.

Todo el trabajo de meses se puede ir a la mierda en días ¿verdad?

Anónimo dijo...

Esta bien. Sea como dices. ¿Qué más puedo decir? ¡Me has calado!

:)

Eastriver dijo...

Puedes ser muy desagradable a veces. No te entiendo, MJ. Parece que vas buscando la bronca sistemática. Si mi comentario elogioso te parece una valoración LOgse (comentario que obviamente me ha ofendido) dejemos correr el resto.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Joder, y yo que pensaba que era yo el que tenía la piel fina. Vaya racha que llevo.
No te ofendas, hombre, que tampoco he dicho nada del otro jueves. Solo que las notas me las ponían en el cole. Tu sí que puedes decir "humm,, este sí, este si, chavalito... parace que ya has vuelto al buen camino"... y yo no puedo decirte que hace ya unos cuantos lustros de mi graduado escolar.
Lo dicho !Vaya racha!
¡Salud!

María dijo...

Te descubro a través de los comentarios que dejaste en el blog de Ramón, y me quedo viéndolo, con tu permiso.

Gracias.

Saludos.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Estas en tu casa María. Bienvenida