Ya lo dicen los poetas: la poesía se encuentra en cualquier rincón. Respira tranquila junto a nosotros; palpita a la espera, en los lugares y en los ámbitos más insospechados. Para reconocerla es cuestión de vivir con el alma abierta y los sentidos bien despiertos, la cabeza alta, desnudo el espíritu, valentía, voluntad, y conciencia de sacrificio. Rainer Maria Rilke, el sumo sacerdote de la sagrada orden del verso glorioso, que dejó plantada a su Clara para recluirse como monje de la rima, se lo decía muy claro al poeta en ciernes Franz Xaver Kappus en la correspondencia que mantuvo con él: “Compruebe si extiende sus raíces por las mayores profundidades del corazón; confiésese a sí mismo si tendría que morirse si se le prohibiese escribir.” Si esa es la actitud, según Rilke, parece ser que la paciencia y la constancia traerán de la mano a la palabra y surgirá como una lengua de fuego el misterio creador y revelador que la contiene. “Por eso”, continuaba diciéndole Rilke a un aplicado Kappus, “debe liberarse de los temas corrientes, que son los más difíciles. Vaya a los que le ofrece su propia vida cotidiana”. Y eso precisamente es lo que me ha pasado esta última semana, que buscando desesperado un tema cotidiano que me dijese algo, que me motivase, que hiciese surgir en mi la necesidad imperiosa de invertir escribiendo unas horas de mi vida para no morir de nuevo, encontré poesía en la política.
La sangre sobre la nieve es una imagen literaria muy sugerente. Simboliza a menudo la pureza manchada, mancillada; también la pérdida de la inocencia; otras veces, el reguero de gotas rojas sobre el tapiz blanco es la señal o el camino que el héroe debe seguir para cumplir su destino, como lo hizo Perceval al inicio de su búsqueda del Santo Grial. La Verdad griega vestía siempre de blanco y leukos era sinónimo de felicidad y promesa de esperanza. García Márquez tituló un cuento “El rastro de tu sangre en la nieve”; creo recordar que Quevedo le clavó un alfiler a Fili (o quizá fue a Lisi, o quizá no fue ni Quevedo, y tampoco a Fili o a Lisi) en su dedo blanco como el nácar; Joan Salvat-Papasseit en su “Poema de la rosa als llavis” desflora a la amada sobre blanco inmaculado y esta temporada cinematográfica hemos podido disfrutar de una extraña y extraordinaria historia de iniciación, de amor, de soledades eternas y de tiempo con la película “Déjame entrar”, un prodigio de poesía visual realizada y escrita por el director sueco T. Alfredson y filmada en su totalidad entre sangre y nieve. Pero como a mí me ocurre como al novato Kappus, que estoy todavía por hacer, sigo prospectivamente el consejo del sabio Rilke y liberado de temas tan corrientes –repito, tan corrientes- como el amor, la muerte, la ambición, el poder, etc., voy a temas más cercanos, o prosaicos, cotidianos; voy a lo que vemos y oímos en el día a día y que no necesita de la energía, la experiencia y el poderío poético que, según el autor checo, se necesita para otros temas menos elevados.
Y qué podemos encontrar más cotidiano, casero y habitual, además de un batín de franela anudado y unas pantuflas bien afelpadas, que la política. La catalana la que más, cercana al ciudadano, pendiente de sus necesidades, cómplice en el día a día de los contribuyentes, atenta siempre a sus deseos y proactiva con sus problemas. Por ser así quizá es por lo que se ha producido durante estas últimas semanas uno de los espectáculos más lamentables de los que yo pueda tener recuerdo, que las nieves de estos días se han encargado de sepultar. Como todo el mundo sabe, el pasado verano cinco bomberos murieron en acto de servicio cuando trabajan en la extinción del colosal incendio en las inmediaciones de Horta de Sant Joan (Tarragona). Cinco hombres generosos y valientes, cinco caballeros, dieron la vida por los demás. Dicho así suena hueco, a frase hecha, pero si repetimos cada unas de las palabras que la forman, hondamente, lentamente, reflexionando sin prisas lo que significa dar la vida por los demás, seguramente se nos anudará la garganta y alguna lágrima asomará en los ojos, y entonces tendremos la certeza de que ese momento es un instante de íntima solidaridad para con los bomberos y para con los seres queridos que ya nunca van a poder compartir con ellos el transcurso diario de la cotidianidad de sus vidas. La sangre de esos hombres es una deuda que nos toca pagar a toda la comunidad honrando su memoria con respeto y admiración. Pero, ves per on, mira por donde, el fuego de Horta, aunque todos lo dábamos por extinguido, ha vuelto a prender con grandes llamaradas en los escaños de sus señorías y en los medios de comunicación; y puestos a imaginar maneras vergonzosas de utilizar como arma política a cinco hombres muertos, parlamentarios, columnistas, consellers, alcaldes, concejales, jefes, jefecillos, gacetilleros y gentuza de todo tipo y calaña han superado cualquier expectativa de cómo se puede llegar a ser tan hiperbólicamente miserable cuando se trata de amagar responsabilidades o de exigirlas con las cenizas ya recogidas, con tal de rascar un poco de poder, de defender la poltrona, o de vender noticias como el que vende aceite.
Lo que hemos vivido en Catalunya estas tres últimas semanas - el vergonzante debate al rebufo del descubrimiento, meses después, de que no fue un rayo lo que provocó el incendio; al respecto de quién hizo o no hizo qué; a quién le tocaba hacerlo y no lo hizo- es el mancillamiento del recuerdo de la sangre heroica a cargo de la voracidad del fuego canalla que se ha extinguido gracias a la reciente gran nevada purificadora; porque esa nieve ha sofocado momentáneamente los últimos rescoldos del incendio y la vergüenza que yo he sentido después de tanto insulto y de tanta palabra borde. Y todo, con la tierra todavía húmeda que dio descanso a esos cinco hombres muertos por todos nosotros y que vivieron con el alma abierta y los sentidos bien despiertos, la cabeza alta, desnudo el espíritu, valentía, voluntad, y conciencia de sacrificio. Poesía es su sacrificio, mal que le pese a Rilke o a los teóricos y rapsodas de la poética de la política.
La sangre sobre la nieve es una imagen literaria muy sugerente. Simboliza a menudo la pureza manchada, mancillada; también la pérdida de la inocencia; otras veces, el reguero de gotas rojas sobre el tapiz blanco es la señal o el camino que el héroe debe seguir para cumplir su destino, como lo hizo Perceval al inicio de su búsqueda del Santo Grial. La Verdad griega vestía siempre de blanco y leukos era sinónimo de felicidad y promesa de esperanza. García Márquez tituló un cuento “El rastro de tu sangre en la nieve”; creo recordar que Quevedo le clavó un alfiler a Fili (o quizá fue a Lisi, o quizá no fue ni Quevedo, y tampoco a Fili o a Lisi) en su dedo blanco como el nácar; Joan Salvat-Papasseit en su “Poema de la rosa als llavis” desflora a la amada sobre blanco inmaculado y esta temporada cinematográfica hemos podido disfrutar de una extraña y extraordinaria historia de iniciación, de amor, de soledades eternas y de tiempo con la película “Déjame entrar”, un prodigio de poesía visual realizada y escrita por el director sueco T. Alfredson y filmada en su totalidad entre sangre y nieve. Pero como a mí me ocurre como al novato Kappus, que estoy todavía por hacer, sigo prospectivamente el consejo del sabio Rilke y liberado de temas tan corrientes –repito, tan corrientes- como el amor, la muerte, la ambición, el poder, etc., voy a temas más cercanos, o prosaicos, cotidianos; voy a lo que vemos y oímos en el día a día y que no necesita de la energía, la experiencia y el poderío poético que, según el autor checo, se necesita para otros temas menos elevados.
Y qué podemos encontrar más cotidiano, casero y habitual, además de un batín de franela anudado y unas pantuflas bien afelpadas, que la política. La catalana la que más, cercana al ciudadano, pendiente de sus necesidades, cómplice en el día a día de los contribuyentes, atenta siempre a sus deseos y proactiva con sus problemas. Por ser así quizá es por lo que se ha producido durante estas últimas semanas uno de los espectáculos más lamentables de los que yo pueda tener recuerdo, que las nieves de estos días se han encargado de sepultar. Como todo el mundo sabe, el pasado verano cinco bomberos murieron en acto de servicio cuando trabajan en la extinción del colosal incendio en las inmediaciones de Horta de Sant Joan (Tarragona). Cinco hombres generosos y valientes, cinco caballeros, dieron la vida por los demás. Dicho así suena hueco, a frase hecha, pero si repetimos cada unas de las palabras que la forman, hondamente, lentamente, reflexionando sin prisas lo que significa dar la vida por los demás, seguramente se nos anudará la garganta y alguna lágrima asomará en los ojos, y entonces tendremos la certeza de que ese momento es un instante de íntima solidaridad para con los bomberos y para con los seres queridos que ya nunca van a poder compartir con ellos el transcurso diario de la cotidianidad de sus vidas. La sangre de esos hombres es una deuda que nos toca pagar a toda la comunidad honrando su memoria con respeto y admiración. Pero, ves per on, mira por donde, el fuego de Horta, aunque todos lo dábamos por extinguido, ha vuelto a prender con grandes llamaradas en los escaños de sus señorías y en los medios de comunicación; y puestos a imaginar maneras vergonzosas de utilizar como arma política a cinco hombres muertos, parlamentarios, columnistas, consellers, alcaldes, concejales, jefes, jefecillos, gacetilleros y gentuza de todo tipo y calaña han superado cualquier expectativa de cómo se puede llegar a ser tan hiperbólicamente miserable cuando se trata de amagar responsabilidades o de exigirlas con las cenizas ya recogidas, con tal de rascar un poco de poder, de defender la poltrona, o de vender noticias como el que vende aceite.
Lo que hemos vivido en Catalunya estas tres últimas semanas - el vergonzante debate al rebufo del descubrimiento, meses después, de que no fue un rayo lo que provocó el incendio; al respecto de quién hizo o no hizo qué; a quién le tocaba hacerlo y no lo hizo- es el mancillamiento del recuerdo de la sangre heroica a cargo de la voracidad del fuego canalla que se ha extinguido gracias a la reciente gran nevada purificadora; porque esa nieve ha sofocado momentáneamente los últimos rescoldos del incendio y la vergüenza que yo he sentido después de tanto insulto y de tanta palabra borde. Y todo, con la tierra todavía húmeda que dio descanso a esos cinco hombres muertos por todos nosotros y que vivieron con el alma abierta y los sentidos bien despiertos, la cabeza alta, desnudo el espíritu, valentía, voluntad, y conciencia de sacrificio. Poesía es su sacrificio, mal que le pese a Rilke o a los teóricos y rapsodas de la poética de la política.
Vuelvo mañana
El cuadro es de Clara Tengonoff. Se titula "rosas rojas". Podeis ver sus obras en http://claratengonoff.artelista.com/
El cuadro es de Clara Tengonoff. Se titula "rosas rojas". Podeis ver sus obras en http://claratengonoff.artelista.com/
30 comentarios:
Me he quedado sin palabras,pobres hombres ,que muertes tan trágicas y desesperadas,sólo Dios tiene la respuesta para que tanto dolor tenga sentido.Me consuela pensar que sus almas no han muerto y son eternas. Y volviéndo a la vida real ,espero que esto haya servido para que los políticos y los coordinadores de incendios,sepan hacerlo mejor y no vuelva a pasar.
Anínim@
Yo creo que nadie, ni Dios, tiene respuestas al dolor. Preguntarse por el dolor es en vano.El dolor es.
Eterna es la memoria de esos hombres, y el valor de sus sacrificio.
¡salud!
Acaso eres ateo? No creo que preguntarse por el dolor sea en vano. Estoy de acuerdo que el dolor es,pero sin embargo no creo que la memoria de esos hombres sea eterna salvo para sus almas y pienso que su sacrificio no fué valiente,fueron inocentes mártires en manos de ineptos,en una trampa mortal.
Me guardo mis creencias, Anónim@. No creo que el ateismo o la fe en cualquier religión sean objecto de debate público. Hablo de éllo cuando me apetece, en círculos íntimos.
Por otra parte, eres libre -cómo no- de creer en el alma, en su inmortalidad y en su trascendencia más allá de la memoria. Y eres libre también de ejercer el proselitismo al respecto; de la misma manera que cualquiera es libre para creer todo lo contrario. Por eso soy un radical defensor de la laicidad.
Y finalmente, el solo hecho de elegir como profesión la de bombero, para mi significa una valentía superior, como poco, a la mía. De los políticos ya he hablado suficiente.
¡Salud!
El sufrimiento y la muerte despiertan tu alma de poeta.
"Poesía es su sacrificio" y no le pesa a Rilke, te lo aseguro, ni a veinte Rilkes redivivos, que la poesía canta pero también grita. Como tú has hecho aquí, amigo Mariano.
¡Salud!
¡Bravísima entrada, Hablador!
Hiela el alma el recuerdo del fuego mientras arde la nieve.
¿Poesía de la política?
Tampoco la "otrora" erótica" del poder (¿te acuerdas cuándo se les caía la baba cada vez que los periodistas les preguntaban a sus señorías por lo susodicho?
¡Cuánta obscenidad!
Un abrazo!
Sí Isabel, casi más que un canto ha sido un grito de vergüenza, y de denuncia ante tanta mezquindad.
¡Salud Isabel!
Efectivamente, cuánta obscenidad. Creo que a esta gente les hace falta un espejo, o alguien que les obligue a verse a ellos mismos cuando actuan así, tanto para quitarse las pulgas de encima y ponérselas al vecino, como cuando se muestran arrogantes por los éxitos.
Es muy hermosa la frase que escribes Ana. Sintetiza perfectamente esta entrada.
¡Salud!
Tan admirable sacrificio cubierto de lodo, así como la nieve cubierta de sangre.
Sabía de nuestras afinidades literarias, ahora le sumo las cinéfilas, vaya, vaya...
¡Hombre Miguel Ángel! Cuánto bueno por aquí. Qué grata sorpresa.
Así es: hay gentuza cuya misión en el mundo es convertirlo en un lodazal; convertir lo puro en borde; lo sincero en burda mentira; la heroicidad en mezquindad...
Con respecto a las afinidades peliculeras, imagino que te refieres a "Déjame entrar". Qué grande, ¿verdad?.
¡Larga vida a Wilkie Collins y al claridividente sargento Cuff!!
Salud, Miguel Ángel
Hay cuadros y cartas,en que el pintor y escritor ,sobre el lienzo o el papel blanco-nieve han dejado su sangre rojo-fuego. Hay algunas obras que yo no me sé pero igual tú sí.
Que bueno tu inicio y que desesperante esa segunda parte.No, la nieve no puede limpiar ni el fuego purgar sus vergonzantes batallas dialécticas. Un abrazo.
Anónim@
Yo creo que os artistas dejan la ilusión y la pasión en lo que hacen. Dejar, no el sentido de desprenderse, sino en el sentido de realización con esas dos virtudes. Yo no creo en el pretendido sufrimiento creativo del artista, exceptuando algunos casos. Sí en el esfuerzo, y en la paciencia, que es diferente. Hay autores que si han llegado a sus profundiades más oscuras en el proceso creatrivi y quizá eso les haya ocasionado padecimiento.
Sufrimiento es el de los bomberos y sus familias. Por eso digo que poesía es sufrimiento. No hay nada de ambigüedad en esa breve frase, te lo aseguro.
¡salud amig@!
Carlos.
Creo, además, al hilo de lo que está pasando estos últimos días en Girona, que la misma nieve que ha sofocado el incendio mediático y político, además es nieve que desvela nuevas vergüenzas. La nieve, otra vez, y las caras coloradas, abochornadas. Es la poética de la política.
¡salud Carlos!
Querido Mariano: la cotidianeidad creo que no es poética (salvo excepciones) pero constituye la vida; es la cotidianeidad que hubieran podido vivir esos bomberos lo que echarán de menos los suyos; respecto a las nevadas,o las lluvias, o los terremotos, una vez más, parece ser la naturaleza -en su ¿lirismo?- la que nos "gestiona", dejando a los prosaicos polítios con sus verguenzas al aire, pero también a nosotros, que casi siempre tenemos expectativas elevadas de todo y respecto a todos, y cuando nos decepcionan, no sabems gestionar la frustración... Bueno, hablo por mí... En fin, buscaré la belleza del "carpe diem" todo el rato, a ver si aprendo...
Besos
Belen
Pues no estoy yo muy de acuerdo con lo primero que dices. Por ejemplo, ¿tu no crees que no hay algo poético en la tienda de Marcelina y en la misma ínclita Marcelina? (tiene un cuento, y no breve, la cosa, más un par de sonetos, como mínimo) ¿y en la voz del boyero en La Muela? ¿ y en el sonido de las esquilas cuando el ganado sale para Campos? ¿y en las flores de Casa Eugenia? ¿y en el doblar las campanas de un domingo? ¿y en los gritos de los hombres en el bar jugando al guiñote?... Ahí hay poesía, y en nuestro levantar diario, en el trayecto que hacemos hasta el trabajo, en la mirada vigilante a tus hijos...
En lo que sí que estoy de acuerdo es la segunda parte de tu comentario. La naturaleza es la que nos gestiona, y parece que eso no queremos entenderlo porque es que tenemos derecho a todo, hasta que nieve cuando queremos, y que llueve cuando nos conviene.
Y de los políticos. Bueno, como dije antes, ya he hablado suficiente. De este tema ya escribí hace algunas semanas en "Isaac Newton, el frio y la crisis".
Gracias por tus comentarios Belen
Salud y abrazos
Sí, sí... Mariano, pero esas vivencias compartidas que tenemos respecto a ese lugar referente comun para nuestra memoria, no son MI ootidaneidad, pertenecen a retazos de mi tiempo libre, de mi tiempo de ocio, son por tanto cotidianeidades sesgadas.. me valen para lo que valen... Pero ¡ojo!, que considere mi día a día PROSAICO no significa que valiese menos que si lo considerase LÍRICO ¿ó tú sí?
Más besotes.
Cuando he dicho lo de pintar o escribir con sangre,lo decía literal o sea con sangre de la que corre por las venas. Se que hay cuadros ,cartas y libros en que el artista ha usado ese elemento líquido,y no me dirás que eso no es fuego sobre nieve.
Magnífico. Hola de nuevo!
Belen
No, ahora sí que estoy de acuerdo contigo. Creo que nos faltaba consensuar lo que era cotidianedad. Estamos de acuerdo. El día a día es siempre susceptible de lirismo, o de convertirse en literatura, si hay talento, claro, y no se queda todo en un puro ejercicio costumbrista, sin nada que rascar en el fondo.
¡salud Belen!
Anónim@
Pues si, sé que debe ser fuego en la nieve. Pero perdona: todos mis respetos para todo aquel que se expresa artísticamente en cualquier formato o por cualquier medio, mientras lo haga honestamente. Ahora bien, utlizar la propia sangre para pintar... no sé, prefiero no calificar. Yo no conozco a ningun artista que lo haga, pero si lo mencionas es que haberlos haylos, como las meigas (o los fantasmas)
¡salud!
Pity, no sabes bien la forma de la expresión de la sonrisa que se me ha puesto en la cara cuando he leido tu comentario, o mejor, el remite de tu comentario
¡¡Besos Pity, besos, besos!!
Todo lo que has dicho está muy bien, pero lamentablemente, no hay ni un simple acto de reconocimiento de error, ni un atisbo de "mea "culpa". NADIE se siente responsable!! Y eso es de miserables....y me quedo corta.
Lincoln dijo:"Es difícil hacer a un hombre miserable mientras sienta que es digno de sí mismo."
Todos se sienten muy dignos y siguen calentando poltrona........
Un abrazo, NENA
Tienes razón Nena, toda la razón, pero no quería cargar el tema en los políticos, sino en el sacrificio de los bomberos. Cuando Licoln dijo la frase que citas creo que se refería a que nada puede con la verdadero, con lo auténtico, con la esencia de lo bueno, de lo mejor que hay en el ser humano. Es decir, que sería una frase aplicada a personas que en su dignidad, honradez, honestidad, etc. tienen que luchar o se ven atacados por la maldad. En el caso de los políticos sería otra cosa. No sienten ni ven más que la necesidad, como bien dices, de conservar el poder.
Al hilo de la frase que citas, recuerdo a Carmen cuando me habla de Primo Levi, de quien se lo ha leído enterito. Segun me explica Carmen, Primo Levi escribe precisamente sobre cómo los nazis fueron capaces de anular la dignidad del hombre en sus campos de concentración con su sistemática de la humillación y del exterminio. Uno de sus libros, se titula, precisamente "Si esto es un hombre"
¡Salud Nena! Y recuerdos a todos
Es bastante desalentador ver cómo personas honestas se entregan a su trabajo con entusiasmo y sacrificio, hasta el punto de poner en riesgo sus vidas (y perderlas, en este caso), y el resto de la sociedad, incluidos los responsables políticos, parecen estar cazando moscas. No sé, no sé, a veces fallan demasiadas cosas. Saludos cordiales.
Isabel, creo que a menudo lo que falla es la actitud de las personas, aunque no todo es previsible, ni mucho menos, pero nos estamos acostumbrando a pensar que sí, porque nos damos demasiada importancia. Lo que no soporto es la falta de honestidad y la mezquindad de unos cuantos (cada vez más); el sacar provecho y réditos de las desgracias ajenas. Y en el caso que nos ocupa es doblemente sangrante, porque eran hombres al servicio de hombres, en el sentido más definitorio de la expresión
¡salud Isabel!
¿quién ha sacado provecho de estas muertes? Yo creo que la sociedad sacará provecho de estas muertes,y habrán servido para que no vuelva a ocurrir algo semejante,siempre que se den cuenta de los errores cometidos,para que no se repitan.Con sus muertes se han convertido en héroes y harán que se salven muchas vidas futuras, no han muerto en vano.D.E.P.
Yo creo Anónim@ que esas muertes no son en vano, porque se dieron por nosotros. Pero no por la razón que dices. Los bomberos no murieron para demostrar a nadie que se produjeron errores; desde ese punto de vista, yo creo que las muertes son en vano.
Es ya costumbre en este pais arreglar las cosas a toro pasado y al final el consuelo colectivo es : "por lo menos ahora ya lo sabemos y hemos aprendido para que no vuelva ocurrir." En ocasiones es así, porque no todo se puede prever, pero a menudo la causa es la dejadez,la falta de sentido de la responsabilidad para con los demás o incluso el lucro o el interés personal
¡salud Anónim@!
Y que vayan a la cárcel los culpables, aunque algunas conciencias deben de sufrir por lo que ocurrió,si es que tienen conciencia.
Esperemos que así sea, Anónim@
Salud
Publicar un comentario