Decidí volver en este siglo XXI para poder vivir las vidas que no viví, y para encontrar a Dolores, por si no se ha olvidado de mí. Así reza la cabecera de este blog (dichosa palabra). El siglo XXI va a ser el de la conquista definitiva del espacio. En relación a esto, lo que el hombre ha hecho hasta ahora no va más allá de una solitaria huella en tierra lunar (¿); la bandera acartonada del imperio clavada en un ondear de Bolllywood; un embotellamiento fabuloso de cachivaches espías, telecomunicadores y sofisticadas máquinas voladoras de matar; héroes vivos y muertos y el recuerdo de la infeliz Laika.
Cuando estas letras no sean más que restos epigráficos de difícil hallazgo e imposible traducción, la especie humana habrá colonizado otros mundos y paseará entre estrellas lo mejor y lo peor de que es capaz. Convertirá la enorme paz silenciosa del universo en un ruidoso tráfago de amores desesperados, ambiciones, vanidades, muerte y vida de los hombres. ¿Cómo será amarse en Marte, matar en la Luna, robar en Zebra 5, nacer en Centaurix , escribir un poema en el cuarto anillo de Saturno y recitarlo en Andrómeda? ¿Cómo imaginar, describir, la cotidianidad del espacio, el día a día universal, el costumbrismo estelar, cósmico, sideral? ¿Repetiremos, calcado, allá donde pongamos la nave, los sucesivos momentos de la historia conocida? ¿Habrá alguien que escriba de nuevo “Noches Lúgubres” en algún oscuro rincón? ¿Encontraré de nuevo a Dolores y viviré y moriré por ella para que se cumpla la profecía y el romanticismo se instale más allá de la última luna de Plutón?
¡Tantas preguntas! Aunque si hay algo que me produce ansiedad (dejémoslo en curiosidad) es saber cómo cambiaran las palabras, las maneras de hablar, de decir, de escribir. Surgirán nuevos verbos, lexemas, palabras que darán a luz nuevas realidades. Nos inventaremos una nueva sintaxis en la que los órdenes y las funciones, las jerarquías, los paradigmas y las relaciones se transmutaran para poder vislumbrar en el cerebro semas insólitos, imágenes hasta ahora inimaginables. El lenguaje cambiará cada uno de los mundos que encontremos. De hecho, el uso de la palabra “mundo” se circunscribirá exclusivamente a la función de nombrar nuestra pequeña y exhausta esfera azul. Y como en todo en la vida, gozaremos de esos nuevos alumbramientos, pero también sufriremos la muerte y el olvido de nuestro lenguaje, que sucumbirá aplastado bajo el peso de lo infinito. A medida que surjan nuevos idiomas universales, los miles de millones de palabras que nacieron de Babel serán engullidas por los agujeros negros superenergéticos, reducidos a menos que polvo o ceniza, desintegradas, sin rastro de materia significante que mostrar. ¡Morirá el lenguaje! ¡Nacerá el lenguaje!
He realizado un ejercicio. Me he puesto en el lugar y en el momento en que todo esto suceda y he imaginado nueva frases galácticas. Por no ir demasiado lejos, con prudencia (estamos empezando) me sitúo en la Luna, en el centro del llamado Cráter de la Calma, y me veo completamente subyugado por la grandiosidad de los riscos que me rodean, asombrado por la uniformidad del color sin matices de su tierra (¿tierra?) gozando de la soledad en la inmensidad del llano. Es entonces cuando alzo los ojos y diviso en el horizonte la presencia de nuestro planeta recortado en el espacio negro (¿cielo?) salpicado de pequeños puntos luminosos que tililan. Inmediatamente, en un arrebato de inspiración, escribo con mi pluma espacial de tinta antigravitatoria “ …y la luz terrestre iluminó mi alma, y el llano infinito. Y me pareció que de las rocas lunares emergía, entre el aire sin vida y la oscuridad latente , una rosa del desierto…”.
Así podría ser. Aunque sería poco probable. Nadie lo creería. Nadie se dejaría llevar; nadie que llevase viviendo allí los años suficientes, porque despreciaría palabras que describen sensaciones de otro lugar y al instante la trampa sería desvelada. Sólo el alma permanecerá inalterable.
Nos espera una titánica tarea digna de nuestra especie, porque allá donde posemos la mirada futura deberemos crear nuevos sistemas creadores que nombraran lo que veamos, lo que imaginemos y lo que seremos. Allá donde pongamos las manos deberemos luchar a muerte contra desconocidas naturalezas y, bajo mil cielos, hacia los que alzaremos las miradas, nos resignaremos mil veces a perder la pelea con cada dios.
Vuelvo mañana
Cuando estas letras no sean más que restos epigráficos de difícil hallazgo e imposible traducción, la especie humana habrá colonizado otros mundos y paseará entre estrellas lo mejor y lo peor de que es capaz. Convertirá la enorme paz silenciosa del universo en un ruidoso tráfago de amores desesperados, ambiciones, vanidades, muerte y vida de los hombres. ¿Cómo será amarse en Marte, matar en la Luna, robar en Zebra 5, nacer en Centaurix , escribir un poema en el cuarto anillo de Saturno y recitarlo en Andrómeda? ¿Cómo imaginar, describir, la cotidianidad del espacio, el día a día universal, el costumbrismo estelar, cósmico, sideral? ¿Repetiremos, calcado, allá donde pongamos la nave, los sucesivos momentos de la historia conocida? ¿Habrá alguien que escriba de nuevo “Noches Lúgubres” en algún oscuro rincón? ¿Encontraré de nuevo a Dolores y viviré y moriré por ella para que se cumpla la profecía y el romanticismo se instale más allá de la última luna de Plutón?
¡Tantas preguntas! Aunque si hay algo que me produce ansiedad (dejémoslo en curiosidad) es saber cómo cambiaran las palabras, las maneras de hablar, de decir, de escribir. Surgirán nuevos verbos, lexemas, palabras que darán a luz nuevas realidades. Nos inventaremos una nueva sintaxis en la que los órdenes y las funciones, las jerarquías, los paradigmas y las relaciones se transmutaran para poder vislumbrar en el cerebro semas insólitos, imágenes hasta ahora inimaginables. El lenguaje cambiará cada uno de los mundos que encontremos. De hecho, el uso de la palabra “mundo” se circunscribirá exclusivamente a la función de nombrar nuestra pequeña y exhausta esfera azul. Y como en todo en la vida, gozaremos de esos nuevos alumbramientos, pero también sufriremos la muerte y el olvido de nuestro lenguaje, que sucumbirá aplastado bajo el peso de lo infinito. A medida que surjan nuevos idiomas universales, los miles de millones de palabras que nacieron de Babel serán engullidas por los agujeros negros superenergéticos, reducidos a menos que polvo o ceniza, desintegradas, sin rastro de materia significante que mostrar. ¡Morirá el lenguaje! ¡Nacerá el lenguaje!
He realizado un ejercicio. Me he puesto en el lugar y en el momento en que todo esto suceda y he imaginado nueva frases galácticas. Por no ir demasiado lejos, con prudencia (estamos empezando) me sitúo en la Luna, en el centro del llamado Cráter de la Calma, y me veo completamente subyugado por la grandiosidad de los riscos que me rodean, asombrado por la uniformidad del color sin matices de su tierra (¿tierra?) gozando de la soledad en la inmensidad del llano. Es entonces cuando alzo los ojos y diviso en el horizonte la presencia de nuestro planeta recortado en el espacio negro (¿cielo?) salpicado de pequeños puntos luminosos que tililan. Inmediatamente, en un arrebato de inspiración, escribo con mi pluma espacial de tinta antigravitatoria “ …y la luz terrestre iluminó mi alma, y el llano infinito. Y me pareció que de las rocas lunares emergía, entre el aire sin vida y la oscuridad latente , una rosa del desierto…”.
Así podría ser. Aunque sería poco probable. Nadie lo creería. Nadie se dejaría llevar; nadie que llevase viviendo allí los años suficientes, porque despreciaría palabras que describen sensaciones de otro lugar y al instante la trampa sería desvelada. Sólo el alma permanecerá inalterable.
Nos espera una titánica tarea digna de nuestra especie, porque allá donde posemos la mirada futura deberemos crear nuevos sistemas creadores que nombraran lo que veamos, lo que imaginemos y lo que seremos. Allá donde pongamos las manos deberemos luchar a muerte contra desconocidas naturalezas y, bajo mil cielos, hacia los que alzaremos las miradas, nos resignaremos mil veces a perder la pelea con cada dios.
Vuelvo mañana
5 comentarios:
Y sin embargo, estos días medito sobre el retorno de palabras muertas:
CUARENTENA.
A.
Tremenda palabra. Me ha hecho recordar la película "A ciegas", basada en la novela de Saramago. Y ahora que nombra la palabra, pienso en los millones de personas al otro lado de los muros de la opulencia: cuarentena perpetua
Me encanta!!!!!! Qué grande eres maestro
Tu sabes por qué para ti soy grande y soy maestro
Un pobre corazón mortal esté en el planeta que esté , siempre hará poesía ante el amor y la belleza, aunque sea telepáticamente jajjajaja. Abrazos.
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