martes, 7 de abril de 2009

El Café de las Niñas


Me siento al lado de una niña que acompañaba a su padre. O quizá era el padre quien acompañaba a la niña. En el escenario la representación de una taberna: “El Café de las Niñas”, título con el que se anunciaba el espectáculo que entro a ver. Un rótulo luminoso con el mismo nombre preside la escena, en la que se han dispuesto dos mesas, sillas y taburetes, y la barra del bar. Seis hombres jóvenes juegan a cartas, beben cerveza y vino, fuman incesantemente y aparentan charlar amigablemente de sus cosas. En la barra de la taberna el camarero habla animadamente con una muchacha que también bebe y fuma y cuyo rostro no vemos porque está de espaldas. Tras la barra, estanterías con licores y dos guitarras españolas cuelgan como esperando que alguien le saque alguna nota. Al ladito de las guitarras, un reloj de péndulo marca la hora y desde una radio antigua se oye la música flamenca que emite alguna emisora. Flota una nube de humo. Llega hasta la platea el olor de vino manzanilla, ducados y tabaco rubio de liar, el único lazo que une a los espectadores con lo que vemos entre candilejas. A más de uno de los que han pagado entrada le gustaría estar en el escenario. A mí no me importaría.

El público continúa entrando al teatro mientras en “El Café de las Niñas” la vida transcurre ajena a los comentarios de la gente que espera algún indicio de espectáculo. De repente me da por pensar que la realidad de la taberna y nuestra realidad en el patio de butacas conviven en un mismo espacio, y me acuerdo de Borges. La niña que se sienta a mi lado está inquieta. No deja de moverse y de preguntarle al padre intrascendencias. Es tarde y seguramente debería estar en casa, en su camita, durmiendo al abrigo de su lámpara de luz azul con estrellitas. La música de la radio se diluye, se funde en el murmullo del público y poco a poco se hace el silencio. La luz de platea se apaga. Algunos de los jóvenes que beben en la taberna se levantan de sus sillas y se despiden amistosamente. La despedida no se oye, sólo les vemos mover los labios y las manos. Ahora quedan dos muchachos, la muchacha y el camarero. Los dos chicos se levantan, descuelgan las guitarras, vuelven a la mesa y puntean algunas notas sueltas, limpias, como preludios sin continuidad, sin final, apuntes que atraen a la muchacha y al camarero. Ya podemos verle la cara, viva, joven, llena de energía; ojos grandes, pelo largo y oscuro, y de repente su voz por encima de todo el espacio, unida a la nota de la guitarra tan solo hilvanada. Ha sido de una belleza breve, fugaz, casi cruel, porque al poco, al pronunciar el último quejío agudo dado a la luz de los candiles que alumbran el bar, la muchacha se despide de sus amigos de “El Café de las Niñas” en compañía del otro guitarrista. El camarero se levanta y barre el suelo, coloca las sillas sobre las mesas y va apagando luces calmosamente mientras de la última guitarra surge un sonido que parece de tránsito y despedida, lento, dulce, como una nana que esa noche tuviese la función, casi la obligación, de ponerle fin a la realidad. El camarero apaga la última luz. El escenario queda a oscuras. La taberna ha cumplido una jornada más. Entre bambalinas se oye el estruendo metálico de la persiana. Después silencio.

Me revuelvo en la butaca, inquieto, expectante, como casi todo el público, y en el acomodo veo que la niña que se sentaba a mi lado ahora está sentada sobre el regazo de papá. Duerme plácidamente con la cabecita inclinada ligeramente hacia la derecha, descansando sobre el ritmo lento de la respiración del padre. Y entonces un haz de luz se abre de nuevo en el escenario y de la luz nace una voz rasgada, en una nota aguda, imposible, un lamento o una llamada, un grito o el llanto del nacimiento, el de la mujer que canta, verbo y carne en la fantasía de un nuevo espacio que , aunque es el mismo, se transforma a medida que van apareciendo los que antes parecían parroquianos noctámbulos convertidos ahora en músicos fantásticos, artistas del otro lado que surgen después de las doce, en la hora bruja, y encarnan la promesa de unas horas que, antes del cierre, siempre acaban ahogadas en vino, tabaco y risas.

En un instante todo es música, el “café de las niñas” es ahora un espacio mágico, repleto de ritmos, de cante, de duende, de voz. Un territorio al que aquí abajo no tenemos acceso más que como espectadores de un suceso extraordinario, porque lo que sucede más allá de la primera fila no está hecho para nosotros, sucede para goce y disfrute de los artistas que cambian su posición en el escenario, que se guiñan cómplices, se cantan, bailan, giran como derviches sobre el mundo, tocan, como si de verdad fuesen los habitantes míticos de una taberna imaginada. El sentir que nos invade proviene de una mezcla de placeres sonoros, fusiones de sonidos antiguos y eléctricos, del duende y del ritmo, la palma y la piel del cajón, la ebullición de la sangre, un reconocernos como humanos al escuchar de nuevo el sonido extraviado de la tribu con el que viajamos a través de los tiempos, con el que nos hemos explicado nuestros lamentos y nuestras alegrías. Y también, la certidumbre de la conciencia de ser testigos de algo que solo está produciendo en esos instantes y que jamás podremos volver a experimentar, a ver, a oír, a sentir. ( “No bebo pa olvidar / bebo pa sentir que sigo vivo / y borrar el camino / que me obligó el destino / a andar sin ti”. ¡Dolores, cómo no recordarte, siempre presente, hasta en la voz quejumbrosa, bella, y doliente que se alza sobre la noche en una taberna de sueños!. )

No recuerdo el tiempo que pasamos un centenar de personas viendo y escuchando a aquellos maravillosos artistas. Pero sí recuerdo con toda claridad como, finalizada la que sería la última canción, sonó tirano el gong del reloj de péndulo que marcaba las horas del bar y, entonces, “El Café de las Niñas” quedó a oscuras, los músicos quietos, y en el aire, como una expiración, la nota insolente del reloj que se perdía entre las tablas. Luces, olés, aplausos: ya todo era verdad, en pie el público, reverencias de los músicos, satisfechos, y mi tristeza de estúpido romántico que no acepta el final de una mentira irrepetible.

A mi lado la niña había despertado. Miraba con ojos muy abiertos a su padre, como miran los niños al despertar en un lugar que no es su cama y de un sueño que no es su sueño. Después me miró a mí, y también a los músicos. Parecía no sorprenderse de nada, parecía ser la dueña del tiempo que transcurrió desde que el estruendo metálico de la persiana cerró la cotidianeidad de nuestras vidas para abrirnos e invitarnos a entrar en el lugar donde se produjo la ensoñación del arte. Me gusta creer que yo también fui parte del sueño en el dormir de la niña; que ella nos soñó a todos.

Vuelvo mañana
Estéis donde estéis, si veis en cualquier rincón de España carteles anunciando el espectáculo del grupo D’Callaos titulado “El Café de las Niñas”, comprad una entrada, no lo vais a olvidar nunca.

25 comentarios:

Daniel Zapata dijo...

Cuando era pequeño, en alguna que otra fiesta mayor me dormía en los brazos de mi madre mientras mi padre entonaba o desentonaba con la alegría del vino y del cante unas bulerías. Cuando me despertaba mi padre seguía ebrio de arte. Mi madre mientras tanto esperaba ...

Un saludo JL

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Es verdad, hemos crecido en un pais de mujeres que esperan a sabiendas que no había nada que esperar: trabajo, desprecio y, como única salida, ver a los hijos crecer, diferentes, verlos convertidos, por ejemplo, en artistas como los músicos de "El Café de las Niñas"

Rojolilith dijo...

A través del Correo que D'Callaos ha enviado a mi buzón, he accedido a tu blog y concretamente a este relato que recomendaban leer, según rezaba el mensaje, para saber de lo que iba..y así ha sido como he podido descubrirte..Me has emocianado y acompañado con voz imaginaria y he reido y llorado contigo, me he movido inquieta de mi asiento y he saboreado el olor de manzanilla y de tabaco rubio. Voy a ir a verlos, no lo pongas en duda y estoy segura que gracias a tu vívido y sensual relato les irán a ver mucha gente. Eso espero porque si no significaría que no lo han leído. Gracias por este momento único e instranferible.
Saludos y paz
Isabel

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Muchas gracias a ti Isabel. De todos modos D'Callaos no necesita de mí ni de nadie para convencer con su música, su creatividad y su talento. Parafraseando un antiguo lema electoral: "sus manos, su capital". No necesitan de nada más.

Rojolilith dijo...

Gracias por tu comentario y la verdad, toda ayuda y promoción es poca y te puedo asegurar que se agradece, yo lo hago ahora porque la música es mi pasión, antes lo hacia porque vivia de ella o al menos lo intentaba...Conozco a D'Callaos,los he visto y me gustan. Han tenido mucha suerte gracias a que Atrapalo.com aposto por ellos hace unos años y en el Festival de Cruilles de Cultures fueron todo un descubrimiento y arrasaron, hoy ...después de 4 años tienen un caché equiparable a Aurora Beltran por decirte..Hay mucho músico con duende y alma que aún anda pagando para poder mostrar su arte...Es de ser agradecido el bien nacido y ellos lo son, es por ello el envio que han hecho con el acceso a tu blog. Hacen bien. Todo es cuestion de saber llamar a las puertas correctas, al fin y al cabo la música es un arte puro, pero todo lo demás que la rodea es pura y maloliente industria. Besotes y paz
Isabel

Anónimo dijo...

"El café de las niñas". Gran espectáculo que deja con buen sabor de boca y con ganas siempre de más, de más voz, más guitarra; ganas de entarar en encena y compartir ese momento mágico e irrepetible que protagonizan los artistas.

Después de asistir a semejante acontecimiento como es El Café de las Niñas y leer este relato me pregunto: ¿como ha podido alguien descrivir tan minuiciosa y delicadamente, transmetiendo las mismas sensaciones que tuve sentada en la butaca del teatro?

De verdad, increible...

Gracias por este momento!

Jordán dijo...

Me muero de ganas por ir a verlos, no puedo esperar más!!!

AnadelasTejasrojas dijo...

Me encantó tu entrada...
tal y como lo describes
se puede notar que disfrutaste.
... y ¿A quién no le gustaría ser parte de el sueño de un niño?.[es curioso en la cabecera de mi blog hay una referencia a 'sueños de niños']

Si puedo iré a ver el espectáculo... (aunque subiste bastante el listón; espero que cumpla mis expectativas)

UN ABRAZO

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Os lo juro, es tal y como lo cuento. El texto nunca le hará justicia al espectáculo. Hay que ir a verlo y dejarse llevar... Es como explicar que huele a jazmín: si no estás frente a la blanca flor, por jucho que leas, no puede disfrutar del aroma.

Dolores dijo...

El café no ha sido soñado. El café es la realidad donde, otra vez más, nos encontramos.

PD sí, leo todos tus entradas

El pobrecito hablador del siglo XXI dijo...

¡¡¡Dolores!!!

Arraigo dijo...

Yo tuve la suerte de encontrarme frente al jazmín, casi por casualidad, me aventuré a olerlo y puedo dar fe de que su aroma fresco quedará grabado en mi memoria por mucho tiempo.
Sin duda tienes razón. Sentí la sana envidia de ver como unos músicos disfrutaban moldeando su música.
Salí del Auditori de Can Palots con la sensación de haberme vaciado por completo de mis preocupaciones y llenarme de una música nueva, que a su vez me recordaba otros tiempos (cuando juntamente con otros amigos soñábamos poder llegar a ser unos buenos músicos).

Anónimo dijo...

trabajo en un lugar donde se intenta cambiar penas por alegrias,una de esas personas me hablo de vuestro sentimiento al cantar busque informacion sobre vosotros y ahora tarareamos vuestras letras a pesar de escucharlas una y otra vez gracias por estar ahi.

El pobrecito hablador del siglo XXI dijo...

Gracias, muchas gracias, pero el mérito es de D'Callaos. Yo soy solo un admirador, igual que tu, que tararea sus canciones. Igual, en algun momento, lo hacemos al unísono y sin saberlo hacemos un coro ¡¡Abrazos fuertes!!

Sonrisas dijo...

Sún duda uno de los mejores espectaculos que he visto en mi vida.
Por favor, no dudeis ni un sengundo en ir, porque es increible.

D'Callaos (L)

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

De verdad que sí 'Sonrisas', de lo mejorcito que se ve por ahí. Ahora van a viajar por toda España. ¡¡Hay que estar atentos!

Ana dijo...

vengo algo rezagada para comentar pero lo voy a hacer. Al leer tu relato me he emocionado. Una de las veces que fuí a ver el Café de las niñas (he ido unas 4 veces) me llevé a mi hija porque quería ver a su tio actuar (es uno de los guitarristas de Decallaos) y se quedó dormida. Me ha recordado ese día y la emoción que sentí al ver ese espectáculo. La verdad es que está muy bien relatado y es fiel 100% al orden de la obra. Impresonante!!! Eres un maestro de la prosa. Felicidades!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Ana
Recuerda, por favor, el lugar donde se quedó dormida, porque si fue en Palau-solità i Plegamans la niña del relato es tu niña. Yo estaba sentado a su lado ¡Cómo me gustaría que fuese así!

¡salud y mil gracias por los piropos!

ANA dijo...

pues desafortunadamente no es mi niña porque ella se quedó dormida en Rubí. A mi también me hubiera gustado que hubiese sido ella pero me queda representada en la imagen que expresas en tu relato pues es tan fiel que podría haber sido cualquier niña en las mismas circunstancias.
Un saludo para tí también!!!

Anónimo dijo...

me ha emocionado mucho, pero sinceramente lo he hecho aún más al leer todos los comentarios, concretamente los tres últimos de Ana y del hablador del siglo XXI. Felicidades D'Callaos! ya estoy tardando en ir a ver descrito espectáculo.

Anónimo dijo...

me ha emocionado mucho, pero sinceramente me ha producido más emoción leer los comentarios de la gente, concretamente los tres últimos de Ana que se vio en la situación y del pobrecito hablador del s.xxi. Felicidades D'Callaos! Ya estoy tardando en disfrutar del descrito espectáculo. Espero que sea bien pronto.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

No te lo pierdas Anóni@. Después de que lo disfrutes creerás en la brujas, en las buenas, y en los duendes de la música
¡Salud!

Anónimo dijo...

Wenas..estuve en Blanca(murcia),a una hora y algo de camino de mi actual casa y en la ida llevaba nerviosismo interior por ver que ofrecian en el espectaculo..fue genial..tuvimos la suerte de poder subirnos a bailar con ellos al final de la obra.y de la vuelta(seguia escuchando el cd que compre alli) ni recuerdo por que me acoste sin saber si ya habia despertado de mi sueño..hicisteis volvar mi imaginacion ..mil gracias sergiobuenoguirado@hotmail.com

Anónimo dijo...

Emocionante! Y si, D'callaos también emocionan! Ains :)

Andres dijo...

Buenisimo el blog!!
Saludosss