Quienes decían querer separarse de España para construir la nueva República Catalana a costa de pena de cárcel y de convertirse en fugitivos; quienes tuvieron como enemigos acérrimos, presuntamente irreconciliables, a lo peorcito del centralismo españolista, a la flor y nata reaccionaria del franquismo latente; quienes provocaron con su desafío la consolidación política de la extrema derecha española, ahora se alían con los mismos contra los que llevan batallando una década con el fin de derrocar al presidente del gobierno y al partido político que los sustenta, después de que éste se jugase la credibilidad ante su electorado, ante Europa y España en aras de conservar el poder mediante una de las falacias más descaradas de nuestra historia democrática, gracias a la cual aquellos que delinquieron y fueron condenados por conculcar la Constitución, intentar romper la integridad territorial del país y utilizar dinero público para conseguír sus fines, de un día otro, tras la publicación en el BOE de la ley de Amnistía, no cometieron delito alguno porque nunca hubo delito alguno.
Tras rasgamiento de vestiduras de las derechas españolas, tras múltiples llamadas a la movilización de los españoles decentes, tras tantas y tantas aleccionadoras exhibiciones televisadas de carcunda casposa durante semanas frente a la sede en la calle Ferraz, tras los gritos de solicitud de fusilamaniento sumarísimo al felón Sánchez, a la sazón socio de Puigdemont y presidente del gobierno de España por su gracia divina, Alberto Núñez, líder de esa misma chusma, junto la otra cabeza de la hidra conservadora, Santiago Abascal, están dispuestos a apoyar la moción de censura o de confianza que propone el otrora diablo con cuernos y rabo en forma de flecha.
Y mientras tanto, los partidos y confluencias a la izquierda del PSOE, los camaradas de IU, las izquierdas woke, podemitas de toda índole, todos los compas españoles desorientados que creyeron en el alma poco menos que revolucionaria de los convergentes, de los herederos del fascista Estat Català y de la pacotilla pija de la CUP, y sobre todo, la beatiful people catalana izquierdosa que se pasea por Gracia divina y toma gintonicscs en la exclusiva cafetería del hotel Casa Fuster, no sale de su asombro al ver cómo Ernesto Che Puigdemont se abraza amoroso a la bicha, en divertido revival del padrino Pujol, quien provocó no hace mucho que el glorioso Cid campeador Aznar hablase catalán en la intimidad, por un tres por ciento aquí y otro tres por ciento allá.
Y así es la cosa, cutre salchichera. A ver.
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