viernes, 28 de noviembre de 2014

Usufructo



Esperaba cada día, a la misma hora, en la misma esquina. Esperaba verla caminar apresurada, entre los demás transeúntes, sin que reparase en mi presencia. Quería saber cómo era desde fuera, distanciada  de las horas cotidianas, como si fuese una mujer ajena a mi vida. Por eso escogí  un lugar de la ciudad que nunca frecuentaba, para  confirmar de algún modo que, de encontrarla desconocida, volvería a enamorarme. Ayer la vi. Caminaba despacio, pausadamente, sin conciencia del tiempo, del brazo de un tipo, y misteriosamente me poseyó nuevamente  aquella codicia original de  tenerla.

4 comentarios:

ESTER dijo...

A pesar de todo, era mía.


Ester

Lansky dijo...

Bien traído... amar bien, amar sin desear poseer (no hablo de sexo, claro) es patrimonio solo de los mejores, que siempre son estadísiticamente pocos.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Ester,además del sentimiento de posesión, existe esa idea tan nuestra, tan de aquí, de valorar algo cuando no lo tienes, o cuando lo sometes al experimento de alejarlo de nuestra órbita habitual de propiedades y de algún modo lo dejamos en brazos de otro "propietario". Entonces nos damos cuenta de lo que teníamos, y aparece de nuevo un incontenible de deseo de poseerlo.
Abrazos

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Lansky
Yo creo que en toda relación de amor hay posesión. Lo excepcional es que no la haya. La posesión va muy ligada al miedo a perder lo que uno tiene,por la razón que sea.
Por eso hay que forzar la razón y al máximo, para contenerla y que no se se convierta en una tortura.
Sin embargo, creo yo, sin ese sentido de posesión no hay amor. Lo que ocurre en el cuento tiene poco que ver con esto que te explico, porque el narrador no ama a quien espía. Muy probablemente, esta historia podría acabar con un par de asesinatos, porque ella ya ha tomado una decisión, y él, ahora...