martes, 30 de agosto de 2011

Primer desmentido



No hace muchas horas, en una noche oscura de este nuevo siglo, bebía un whisky con dos hielos en vaso de plástico en inmejorable compañía a cinco metros medidos del mar mientras escuchábamos como las olas trillaban la arena y a lo lejos, en el horizonte negro, estallaba una fabulosa tormenta de relámpagos que iluminaba el límite oceánico de tal manera que, durante el instante de luz provocada por el rayo, millas de mar adentro se tornaba la noche en día.

En ese momento, cualquiera podría haber despreciado hogueras célebres, mártires de la ciencia, primigenios viajes de Estado, la pura verdad empírica y toda ley natural, porque contemplando aquel espectáculo yo juro, libre de conciencia, en pleno uso de mis facultades y sin necesidad alguna de tormentos, que tras los destellos lejanos que surgían de aquella magia sobrehumana, seguramente divina, ninguna criatura nacida en este mundo que tuviese las agallas- o la suficiente insensatez- de aproximarse hasta aquel punto fundamental de la existencia humana, podría encontrar más que un vertiginoso abismo de aguas refulgentes estrellándose en cascada formidable contra el averno desconocido en donde hallaría el dramático final de sus días sin poder dar a conocer a la humanidad que, efectivamente, la tierra es plana y que allí en donde finaliza sus dominios, en el fragor de la caída que sigue al precipicio de aguas y espumas saladas, se halla la forma más extraordinaria de belleza que nadie nunca ha podido ni podrá cantar.

3 comentarios:

PACO GÓMEZ dijo...

muy hermoso. muy cercano.
Abrazos
Paco

ESTER dijo...

Los habitantes de "tierra adentro" no tenemos esta suerte; tenemos otras.


Un beso, NENA

Anónimo dijo...

Pero, ¡qué hereje eres, canallón!

Salud!