domingo, 15 de noviembre de 2009

Cosas de hombres (o el hierro y la carne)


Jamás he vuelto a experimentar una sensación igual a la que viví hace una par de décadas cuando el Estado colocó en mi mano derecha una pistola Star 9 milímetros Parabellum. Al llegar a la armería el cabo furriel me miró con chulería paternal y, después de propinarme un golpecito en el hombro me dijo, “Aquí tienes polaco, cuídala con tu vida”. Y me entregó el arma con gran profesionalidad, cogiéndola él por el cañón y posando la empuñadura sobre la palma de mi mano, en un movimiento de quirófano, enérgico, marcial. Fui consciente de lo que estaba poniendo sobre mí en el mismo momento de la entrega, al sentir el impacto pesado y al escuchar el sonido de la carne chocando con el hierro. Ese ruido, más pedagógico que cualquiera de las órdenes que acatábamos sin rechistar, me acompañaría dentro del cuartel durante los 12 meses en los que transporté la pistola colgada en la cintura, desde la diana hasta la retreta. Recuerdo perfectamente los dos únicos días que disparé el arma. Caminamos 3 kilómetros hasta llegar al campo de tiro. Allí el sargento nos dispuso en fila frente a siluetas humanas. Nos mostró cómo desenfundar, cómo flexionar las piernas al tiempo que apuntábamos y sujetábamos la muñeca de la mano de disparo y, finalmente, cómo aguantar la respiración al tiempo que debíamos apretar el gatillo y disparar. Él lo hizo cuatro veces y acertó dos en el corazón y otras dos en el frontal de la cabeza. Detrás de las figuras muertas la tierra saltó como cuando estalla un petardo en el interior de un hormiguero. Ahora nos tocaba a nosotros. Pero antes, el sargento dijo “Bien joder, muy bien, aquí ya huela a pólvora. Anda, coge la bota y dale un trago al vino, coño!” Empiné el codo y estrujé bien el pellejo hasta casi ahogar el gaznate. Cuando el último de la fila dejó la bota ya vacía, el sargento se puso en la cara la seriedad de un obispo y engolando la voz, en actitud trascendente, gritó ” ¡Vírgenes, habéis llegado hasta aquí vírgenes. Hoy os voy hacer hombres!” y empezó a cantar uno a uno todos los tiempos de la acción hasta que llegó el momento de disparar. La pistola pesa tanto en la mano que cuesta mantener el brazo en posición horizontal. Es un peso especial, frió; un peso poderoso e hipnótico que reclama de la piel, del hueso, de la carne de la mano y hace que todo sea uno, arma y hombre sobre el mundo. Vacié el cargador y, aunque ya no quedaban balas, continué apretando el gatillo porque en el transcurso de aquella primera salva mantuve siempre los ojos cerrados, excepto en el primer disparo, que hice a conciencia, apuntando bien al centro del pecho. Vi como el tiro agujereaba la figura negra, cómo detrás de la herida la tierra saltaba y experimenté en su completa esencia la fuerza poderosa del ingenio, que se transmitió a todo el cuerpo levantando mi brazo hasta casi mirar al cielo. Me estremecí y quise no volver a hacerlo. El sargento me miró severo. Volví en mí. Flexioné las piernas, extendí los brazos y disparé hasta que se detuvo el estruendo y escuché las risas y las exclamaciones de mis compañeros de armas, y yo abrí los ojos y dejé de apretar el gatillo. En la fila éramos 20. Casi la mitad corrió espontáneamente hacia las siluetas desangradas para certificar la puntería.

Todo este episodio, con las sensaciones retenidas a través de los años, se me coló anteayer en la memoria , cuando disfrutaba de un almuerzo de sábado madrugador con un buen amigo. No hay nada como un opíparo almuerzo de buena mañana, mojado con vino del porrón, un sábado de otoño. A nuestro lado una cuadrilla de hombres hacía lo propio. Rondaban todos la cincuentena y alguno de ellos pasaba ya de los sesenta. Mantenían escrupulosamente en sus gestos y en sus manera de hablar, en su modo de relacionarse, las formas y el código de los hombres, hombres. Aunque todos se esforzaban por explicar el chascarrillo más ingenioso y la anécdota más asombrosa, ninguno osaba responder más allá de una ceja levantada, con una mueca torcida o en un asentimiento de cabeza, al tiempo que se cierran los ojos para decir sin palabras “qué me vas a mí a contar”. La cuadrilla conversaba a carrillos llenos sobre lo buena que era la carne en su región , el vino inigualable, o sobre grandes y míticos jabalíes cazados. Trago va y viene, la cosa se fue animando hasta que la camarera sirvió los carajillos, los puros y los whiskies. La charla derivó hacia el culo de la muchacha, de ahí al mejor culo gozado, a las noches de celebración laboral compartidas, hasta que llegado el momento, el intelectual del grupo introdujo un elemento étnico en la tertulia y empezó a pontificar sobre las mujeres del Este, y , aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, uno de ellos llegó a Somalia, al pesquero Alakrana y a ”los putos negros”. “Tres tiros a cada uno les daba yo y a tomar por el culo. Ni derechos ni hostias, si no tienen ni país. Y a estos que han cogido, lo que están aquí, ni 16 años ni pamplinas. Así, la pistola en la boca. ¡Pero qué cojones se han creído estos asquerosos!. Mira: llegas por la noche, abordas el barco y uno a uno te los vas cargando. A los primeros a cuchillo, en el cuello, para que no griten, y después a tiros. Ahí tienes a los franchutes. Los putos gabachos sí que saben. A esos no les joden no. Si es que el gobierno este son todos una pandilla de maricones. ¡Niña, lléname esto que ya no hay!. ¡Hay que joderse!.”

Y así siguió la tertulia matinal, entre tiros, whisky de malta, puros baratos y la alegría contenida de los hombres, hombres, cuando se encuentran y hablan de sus cosas.


Vuelvo mañana

28 comentarios:

loli del (hostal mi loli) dijo...

Que sargento más cabrón y más facha el hijo de puta. Por lo demás muy buena tu historia Mariano. Besos.

Culturajos dijo...

Desgraciadamente, demasiado real. Como dería el pensador: "humano, demasiado humano"
saludos

Culturajos dijo...

Acabo de colgar el último post. Te invito a leerlo. Es una reflexión sobre tus campanas. Gracias por darme ideas.

http://culturajos.blogspot.com/2009/11/sonido-de-campanas-o-que-es-la-realidad.html

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Pues no ero de lo peor Loli. Y sí, así somos Culturajos, eso es lo que hay. Leo tu post y te dejo allí, donde "quisque", un comentario. Gracias por la cita
¡Salud a los dos!

Anónimo dijo...

...En Somalia, los niños no son niños, se venden, se roban, les adormecen los sentidos con drogas, se les pone un arma en la mano y se les manda disparar... a veces a su propia madre. ¿Quién de nosotros conservaría un ápice de lucidez en estas circunstancias? Si estos cazadores tan hombres, bonachones, seguro, pudieran ver este horror … (Nota: este comentario ha empezado y finaliza en esta dirección http://gloriatorrent.wordpress.com/2009/11/14/vida-de-cartera-iii/#comments )

PS Hablador, si no te parece bien que haya utilizado tu blog para este pequeño experimento, borras el comentario y ya està. Gracias. Glòria.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Esos cazadores no ven más allá de sus narices Gloria, te lo aseguro. Son gentes adocenadas, embrutecidas, orgullosos de ser así. Desprecian la educación y todo lo que no huela a sudor rancio. Son carne de fascismo... En Italia son los que votan a Berlusconi

El experimento un poco raro, la verdad.
¡Salud Gloria! y gracias por seguir por aquí

Anónimo dijo...

Gracias a ti por permitirlo. Salud. G.

Ana Rodríguez Fischer dijo...

¡Qué barbaridad!
Pero si ya existía la objeción de conciencia!
Aunque de esas experiencias salieron magníficos textos y relatos: El Jarama de Ferlosio, en la parte lingüística. "Teniente Bravo", de Marsé en lo tocante a otros asuntos. Y luego, claro,la relación autobiográfica de Muñoz Molina, que se guramente conoces.
A.

Eastriver dijo...

Querido Mariano José; la primera parte de tu texto resultó muy emotiva... son esos fragmentos que remiten a los textos que comenta Ana. Aunque para mí las siluetas de tiro me recuerdan a los angeles de charlie, igual porque no hice la mili, igual por la cultura pop que arrastramos, igual por los 70, igual porque me gustaba mucho Kelly cuando disparaba a una de esas siluetas. Pero el caso es que sí, que a pesar de todo me reconozco en tu relato porque las experiencias vitales y culturales son las mismas.

La segunda parte de tu texto me ha helado el corazón, que diría Don Antonio. No tenemos remedio. Por eso, y sé que vas a entenderme, por un lado siento una verdadera atracción por la clase a la cual pertenezco, que es esa, la humilde, y por otra cruzo de acera cuando los veo venir, machistas y racistas, porque no puedo con ellos. Ya sé que los otros, los educados, seguramente son peores. Pero la barbarie me supera totalmente (aunque la civilización acabe siendo igual de bárbara).

Afortunadamente nos quedan los humildes de raza, los nobles y generosos, que a partir de asociaciones vecinales logran mejorar su entorno y dignificarlo, por ejemplo. Los que luchan y son generosos. Para esos humildes, todo mi respeto. Para los otros, mi indiferencia (por eso cruzo de calle, para ni verlos...)

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Ana, no, no existía la objeción de conciencia. Ya te he dicho alguna vez que soy más viejo que el ficus del patio de letras: eran 14 meses de cárcel, te lo aseguro, y en Ceuta o en Melilla...
En "Ardor Guerrero" de MM se reconoce todo aquel que la sufrió. Estupenda novela, por cierto. llena de olores, gritos y gestos que nos acompañaran siempre... Y la última, aunque la tengas en las manos, no está todavía en las librerías. Ayer visité 3 y nástic
¡salud!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Eastriver. Para mi las siluetas de tiro eran humanas. Se trataba de entrenar la puntería para matar. No era ningún juego. Por eso hablo de heridas...

Yo creo que no se trata de atracción o no. Se trata de tener conciencia de la clase a la que se pertenece. Otra cosa es saber que hay auténticos mamelucos, como dices, en nuestra clase y en todas. Estos son despreciables, sí, pero no se acaban, porque tienen una gran fuerza para transmitir sus valores a las siguientes generaciones. Aquí es donde hay que actuar, en la educación: hacer lo posible para que a los muchachos criados en sus hogares se les generen contradicciones y las traspasen a su vez en sus casas... Nada fácil
¡salud!

Anónimo dijo...

Mi marido cumplió la mili en Ceuta. Siete meses sin permisos y cuando tuvo uno en sus manos y ya le parecía oír el susurro de Leonard Cohen o el "Qualsevol nit pot sortir el sol" de Jaume Sisa, que siempre ponían en el tocadiscos del pub, cuando sus dedos ya percibían el frio del botellín de cerveza i el calor de la charla de los amigos, a alguien se le ocurrió intentar un golpe de estado. Adiós permisos, hola desesperación. Salud. G.

viu i llegeix dijo...

Feia temps que no sentia batalletes de la mili, amb lo que les havia arribat a odiar, me n'adono que ara quasi les anyoro....però si algú me n'expica una en directe, de torna li explico jo els meus parts amb tots es detalls, justa venjança.

Els putus racistes aquests que expliques, són la versió nacional dels que es lien a tiros als USA i estan encantats amb la pena de mort. Si aquests són els "hombres hombres" jo m'en demano algún que surti de l'armari, que amb la dignitat no s'hi juga.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

G, Sí, aquellos días fueron tremendos para quienes les tocó vestir de caqui. El cuartel era la auténtica cara del régimen que todavía coleaba. Lo paradójico de la historia es que finalmente fue la derecha la encargada de suprimir el servicio militar... Hasta eso.
!Salud!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Viva Lectora. La veritat és que la meva intenció no era explicar històries de la puta mili. Volia explicar la sensació que s'hi sent quan es dispara un arma i contrastar-la amb els boques, amb els homes homes que van fotent trets a tort i a dret .

Però mai surten les coses com un vol. De que qualsevol manera, per molt que pensis que les històries de mili eren fantasmades o exageracions, t'asseguro que sovint es quedaven curtes: aquell era un altre món.

...I els de l'armari no te'ls demanis, que ja tenen pla. Et queda el convent, o... (anava a dir el Floquet, però pobret...)
¡Salut!

HOSTAL MI LOLI dijo...

Tu padre te birló la novia,o se la birlastes tú? Es que eso me parece muy importante para entender lo que te pasó.loli.A Eastriver le digo que le he puesto dos comentarios porque creía que no le salía el primero. Besos pa tos.Mariano si te hubieras llamado Ramón eso no te hubiera pasado, el nombre imprime carácter,a que sí Ramón?

Marcelino dijo...

Concido con Eastriver en lo terrible que es tener "conciencia de clase" y luego ver lo absolutamente despreciable que "nuestra clase" puede ser. Desde luego, seria mejor no pensar, no saber, y vivir ignorante ante todo, preocupado sólo por el fútbol, el coche y el culo de la novia. Pero claro está, a veces resulta que los mamelucos son precisamente los que son así.....
Mariano, que difícil es todo. La terrible dualidad ( bien-mal) que lo rige todo no es de extrañar que nos lleva al nihilismo más absoluto.
Salut

Margaret dijo...

Un día descubrí que actitudes así no dependen ni de la clase social, ni de la cultura, ni de la posición económica, ni del status laboral, ni en realidad de nada.... Ese día sentí una profunda angustia. Hace años, pero aún no me he podido curar.
Saludos Pobrecito

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Loli, mi padre retozó con la muchacha que me gustaba.Desde ese día, tu me comprenderás, veo el mundo de otra manera.

A mi, quien de verdad me imprimió carácter fue mi criado.

¡salud!

Anónimo dijo...

no me lo has aclarado,. Con el primero que retozó ,quién fué él o tú? T tu criado como era?

Anónimo dijo...

Estás seguro que no retozó con tu criado? loli

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Marcelino, una pregunta. ¿No serás el de las pelis, el industrial metido al cine que se negó a hacer un master, etc.etc.?

Curiosidad al margen, creo que no es una buena idea no pensar. Ahora recuerdo la película 'La invasión de los ultracuerpos.' Interpretaciones criptosocialistas al margen, creo que es un buen ejemplo para no darnos por vencidos: siempre despiertos, con la conciencia abierta, acción, acción, acción. Unas dosis de nihilismo siempre vienen bien para ponernos entre paréntesis cuando estemos cansados, pero sin olvidar que todo depende de la acción, de la acción, de la acción, con imaginación... Hay que reinventarlo todo. Todo está por hacer. Si no, ganan ellos
¡salud!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Margaret, (Loli, estás desatada, voy a ver si contesto a Margaret. Ahora te explico)

Margaret, no podemos dejar de hacer cosas, de imaginar: acción, acción, acción. Ese día borralo, borra la angustia porque no deja actuar, te lleva al pesimismo patológico y pronto te ofrece la coartada para sentirte a gusto quieta, a verlas venir.

Hay que reinventarlo todo. Todo está por hacer. Si no, ganan ellos.

¡Salud!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Loli, no me importa, la verdad. Mi padre convirtió al primer amor de mi vida en su amante, y en mi amantastra. Lo demás me trae al pairo

Mi criado era un tipo muy singular. Cuando ocurrieron los hechos de los que hablamos todavía no lo conocía. Un día hablaré de él. Tengo su retrato en mi vieja cartera, desde hace algunas semanas. Lo recuperé revolviendo en un antiguo cofre que tengo encima de la cómoda del recibidor. Se lo pinté yo mismo.

¡salud Loli!

Anónimo dijo...

A tí no te importará,pero a mí sí ,para entender tu historia no me parece lo mismo que seas tú el que le quites la amante a tú padre que al revés. O es que no lo sabes y por eso no me lo aclaras?loli

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Un día explicaré la cosa como se merece, de verdad Loli. Ahora me puede la nostalgia y la rabia

Ana Rodríguez Fischer dijo...

Mariano....
Mi hermano mayor (del 55) fue uno de los primeros objetores de conciencia... Otra cosa es que lo enchironasen, en Figueras (en el mismo castillo en donde recibían a los evacuados del Frente Norte, ya ves!). Pero en los setentas (finales) existía Can Serra y de más.
Y no me digas que tú eres má joven que yo...
A.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

¡Qué gran valentía la de tu hermano! Mi más sincera admiración. Conocí hace ya muchos años (yo ya había sido secuestrado) a Pepe Beunza, el primer objetor de conciencia de España. Un gran tipo, pionero de la desobediencia civil. En la charla que dió dijo que si viésemos una pareja en un parque follando no tardaríamos ni medio segundo en denunciarlos. Pero si viésemos un tanque, llevaríamos a los niños para que lo viesen y se metiesen dentro.

En cuanto a la juventud, según como lo mires. Si lo miras desde mi primera vida, tengo unos cuantos más que tu. Si lo miras desde mi segunda vida, te aseguro que soy un poco más joven, pero solo un poco. Juego con ventaja porque yo te conozco, lo sé.
¡Salud Ana!